—La llevo a conocer la Momposina, le va a encantar —respondió Miguel con una sonrisa sincera, desatando un destello de curiosidad en los ojos de Mercedes. Absorta en el paisaje que se deslizaba más allá de la ventanilla, Mercedes se dejó llevar por la magia del momento, sumergiéndose en la belleza indómita del eje cafetero colombiano. Cada curva de la carretera revelaba nuevos tesoros ocultos, mientras el aroma embriagador del café impregnaba sus sentidos, llenándola de una sensación de pertenencia y asombro ante la grandeza de la naturaleza. Instantes más tarde, el automóvil se detuvo frente a la majestuosa hacienda la Momposina. Mercedes quedó maravillada, sus ojos recorrieron el deslumbrante paisaje que se extendía ante ella, mientras contemplaba la imponente estructura de la casa caf