Ex/esposa al poder

¿Por qué ella está aquí?

En la empresa Milkelson se esperaba la llegada de un cliente anónimo, quien misteriosamente compró muchas acciones hasta casi obtener la mitad.

Dante ha estado ocupado en otras cosas que no tuvo tiempo de investigar al inversionista. Lo único que sabe es que es una mujer anciana con dinero que quiere ser parte de la empresa, fuera de eso nada. Pero tiene la seguridad de que tendrá esas acciones de vuelta, no le gustaba hacer tratos con desconocidos.

Afuera del edificio se estacionaron diez vehículos negros, de los cuales bajaron guardaespaldas, quienes se posicionanron para la salida de su señora. Samantha bajó con la ayuda de Cirius, observó el edificio en el que una vez trabajó como arquitecta paisajista que es lo que se especialista, mordió su labio inferior y decidió entrar.

Mientras camina dentro de las instalaciones la mayoría de los empleados fijan sus miradas en ella, reconociéndola de inmediato. Sube hasta el ascensor y llega a la planta donde se dará la reunión, no quiere llegar tarde, odia la impuntualidad y sobre todo, quiere ver la mirada de Dante cuando la vea.

- Señor hay un problema con la nueva socia. – dijo el asistente de Dante, Sebastián. Su señor mantenía una mirada neutra y dura fija en la nada que ninguno de las personas ahí dentro se atrevía hacer contacto visual.

- ¿Cuál es ese problema? – preguntó con voz fría y sin la necesidad de mirarlo.

- Es…- fue interrumpido cuando las puertas de la sala se abrieron de golpe, dejando ver a una mujer hermosa acompañada por veinte guardaespaldas. – es su ex esposa. – terminó la frase en voz baja.

El rostro de Dante antes duro, ahora tenía una expresión de odio y maldad pura. Apretó la quijada al mismo tiempo que sus manos se convertían en puños. Por su mente paseaba lo descarada que fue Samantha al atreverse ir a su empresa y reclamar un lugar que pronto iba a quitárselo. No iba a convivir con la asesina de sus padres.

Samantha con una sonrisa ganadora dibujada en su rostro y sin importarle en lo absoluto lo que Dante pensara decide presentarse.

- Mi nombre es Samantha William, socia mayoritaria de esta empresa y por ende, la nueva CEO. Gracias por la espera señores. – busca su asiento que se encuentra frente a Dante y lo toma dichosa, demostrando que se puede reencarnar de las cenizas.

El hombre manteniendo una postura seria, no puede dejar de fijar sus ojos en ella y de demostrarle su desagrado. Se hace muchas preguntas y una de ellas es cómo consiguió tal poder si era huérfana, sin familia y tampoco tenía dinero.

Durante toda la reunión, Dante se mantuvo en silencio absoluto, si decía algo iba a perder los estribos. En cuanto llegó a su fin fue el primero en salir por esas puertas a grandes pasos, parecía esparcir llamas por todas partes.

- Le pido una disculpa, el señor últimamente no se encuentra bien. – se disculpó Sebastián ante Samantha y fue tras el hombre tan rápido como le fue posible.

- No será la primera y última vez que él huya de mí. – dijo Samantha en voz baja al notar cierto miedo en Dante. Decidió ponerse de pie e ir a conocer su nueva oficina, el lugar desde hoy sería una autoridad.

Esta estaba frente a la de Dante, Samantha sonrió con ironía en burla del destino que los obligaba a mirarse a la cara. Decidió tomar asiento, cerró los ojos apreciando su momento y al abrirlos, notó que él la observaba.

- ¿Por qué ella está aquí? – preguntó a su asistente, sintiendo la cercanía de una úlcera en su cuerpo.

- Es la nieta de la señora Andrea. – respondió leyendo el informe que se había realizado en segundos.

- Traigan a la mujer y saquen a Samantha de mi vista.

- Eso es imposible señor, la señora falleció y antes de morir reconoció a su ex esposa como su nieta y le dejó todo. – respiró intranquilo, lo que iba a decir no era fácil. – la señora William tiene mucho poder ahora.

- ¿De cuanto estamos hablando? – preguntó resonando sus dedos en el escritorio.

- Cinco veces mayor al suyo.

Dante respiró con fuerza, cómo era posible que ahora ella estuviera al mando, si antes no era nadie sin él.

- Lárgate, Sebastián. – dijo entre dientes, sintiendo que iba a perder el control y hacer una locura.

El hombre asintió y se marchó en silencio.

Dante con su mirada fija en ella, decidió invadir en su oficina, pero se vio detenido por los guardaespaldas en la entrada.

- Déjenlo pasar. – ordenó Samantha. Los hombres se observaron del uno al otro y decidieron escoltado hasta la entrada. – Señor Mickelson ¿A qué debo su visita? – preguntó dejando escapar una sonrisa de placer.

- Diles a tus hombres que me suelten. – habló entre dientes y sin dejar de mirarla. Samantha calmada asintió y les dijo que se marcharan. Una vez solos le dijo. – Quiero que te vayas de mi empresa y si es necesario de mi vida. Te pagaría yo mismo el pasaje, pero veo que cuentas con dinero.

Samantha sonrió aún más por sus palabras descabelladas y sé puso de pie.

- Tengo buenas razones para quedarme. – dijo y dejó caer las palmas de sus manos en el escritorio. – uno, te demostraré a ti y a todos que soy inocente y dos, ya lo sabrás. – sonrió.

- ¡De qué inocencia hablas, Samantha! Hay testigos que te vieron por última vez con mis padres, además de encontrar sus cuerpos en tu coche. – sonrió para ocultar su enojo. – ahora podrás tener dinero y poder, pero no eres digna para cuidar de mi hijo. En cuanto sepa donde lo tienes, haré hasta lo imposible por quitártelo.

-

Suerte con ello. – intentó acercarse a ella, pero se vio detenido por los guardaespaldas. – Tranquilos, el señor Mickelson sería incapaz de volverme a amenazar con un arma y menos sabiendo que soy su socia.

Dante con su rostro llenó de odio se soltó de los hombres y caminó hasta entrar en un ascensor, necesitaba aire fresco para procesar todo lo que estaba sucediendo.

Samantha asintió para que los hombres se fueran, respiró y se dejó caer en el mueble. No sabía de dónde sacó las fuerzas para enfrentar a Dante, antes la hubiera intimidado, pero ahora ya no tiene poder sobre ella. Decidió mantener su mente ocupada en el trabajo eso le ayudaría a pensar en otras cosas.

…..

Salió del edificio y antes de entrar a su coche, una mujer la llamó.

- Podemos hablar. – dijo Heidy parada de tras de Samantha.

- No tenemos nada de que hablar. - respondió e intentó ignorarla.

- Esto es importante, es con respecto a tu hijo y los planes que tiene Dante para él. – Samantha no pudo evitar verla al escuchar a su hijo, su rostro decía muchas cosas. – veo que ahora si te interesa, iremos a la cafetería de siempre, pero sólo las dos y te diré lo que quieres saber. – negoció.

Samantha asintió, haría cualquier cosa por su hijo.

- Iré, pero mis hombred vienen conmigo hasta la entrada. No me fío de nadie.

- De acuerdo, siempre y cuando no entren. Lo que tengo que decirte es muy importante y solo nos concierne a las dos.

Decidieron ir juntas a la cafetería, esta se ubicaba a una cuadra. Tomaron la orden y la conversación empezó.

- No hablaré de tu hijo porque no me interesa, yo pronto le daré un hijo a Dante y con ello una familia. La verdad no se para que quiera un hijo de la mujer que tanto odia. – Samantha se puso de pie, tenía planeado irse, ya que ese no era un tema que le interesara. – Siéntate, Samantha. – dijo Heidy al tiempo que bebía su café. – No he dicho que te puedes marchar. Te diré esto y lo diré una sola vez, yo fui quien envenenó las tazas de los señores Mickelson.

Samantha abrió sus ojos a mas no poder por tal confesión, la mujer estaba loca, perdió el juicio por completo.

- ¡Fui a la cárcel por tu culpa! – habló exaltada. - ¿Por qué lo hiciste si éramos a migas? eras mi mejor amiga.

- Dante te amaba, no podía permitir una relación entre ustedes. En cuanto me enteré de que se casaron decidí actuar y dar un golpe en Dante donde sabía muy bien que jamás iba a perdonarte.

- ¿Por qué me lo dices ahora como si nada?

- Porque es la palabra de alguien que salió de la cárcel por asesinato en contra de una pobre mujer de casa. Quiero que lo sepas y que nadie pueda creerte. Además, para que tengas en cuenta y pienses dos veces antes de traer a tu hijo, no vaya a hacer que tenga la suerte de los abuelos. - amenazó con calma y volvió a beber de su café.

Heidy había logrado sacar lo peor de Samantha tras mencionar a su hijo, no sabía con quién se estaba metiendo.

- Ahora mismo vas y le dices a Dante que yo soy inocente. – caminó hacia ella y la tomó del brazo con gran fuerza hasta jalonearla.

- Samantha me estás lastimando, suéltame. Todos te están viendo que agredes a una mujer embarazada e indefensa. – comenzó a hacerse la víctima.

- No lo haré, te llevaré con él así sea arrastrando, pero le dirás todo lo que me confesaste y también le dirás que amenazaste a su hijo de muerte.

Empezó a jalarla fuera del establecimiento.

- Basta Samantha, me lastimas. – se quejó Heidy.

- Suéltala. – escucharon la fuerte voz de Dante tras ellas y por primera vez Samantha se alegró por verlo. Dante caminó hasta sostener con fuerza su br lleno de rabia la miró a los ojos. – deja a Heidyi libre de esto, ella no te ha hecho nada.

- Ella es la verdadera…- fue interrumpida por los gritos desesperados de Heidy.

- Me duele Dante, me duele mi vientre. – empezó a decir y a llorar Heidy. – me duele mucho, algo le pasa a nuestro hijo. – se desmayó cuando notó la sangre recorrer por el pantalón.

Dante soltó a Samantha y fue por Heidy, la llevó a sus brazos desesperados y antes de irse amenazó destellando fuego de los ojos.

- Si algo le llega a pasar a mi hijo, te juro que te vas a arrepentir por el resto de tu vida, te lo juro. – después de eso salió y se montó en el auto hasta ir en busca de un hospital.

Samantha no entendía lo que había sucedido, ni siquiera la agredió para que ella sangrara de esa forma. No pudo evitar sentirse mal por ella y por el niño que llevaba en su vientre y peor aun cuando los comensales no dejaban de hablar sobre lo sucedido. Con eso Dante jamás iba a creer su inocencia y le sería difícil limpiar su nombre.

Mordió el labio inferior y fijó su mirada en una de las cámaras de seguridad. Eso podría ser útil, pensó. Dejó ver un sonrisa en su rostro por tener algo a su favor y caminó hasta dar con el encargado.