Última voluntad

1208 Words
- ¿Nunca vas a perdonarme? – preguntó con tristeza. De algo que se lamentaba era del pasado y sus errores que cometió en contra de Samantha. - ¿Cómo perdonar a la mujer que me hizo la vida imposible por un tiempo? ¿Cómo, señora Andrea? – preguntó Samantha al no tener más palabras que decir. Llevó sus manos a la cabeza, no quería discutir con ella y no en ese estado, sería malvado de su parte. - Estaba cansada de recibir noticias falsas con respecto a mi nieta desaparecida que cuando te tuve enfrente, no sabía que lo eras. Cometí errores, no debí tratarte de esa forma. No sabes cuanto me arrepiento. - ¿Y se dio cuenta de eso cuando supo que era su nieta? O ¿Cuándo se enteró que fui a la cárcel y aun así me hundió al testificar en mi contra? Usted terminó por condenarme. – no soportó escucharla más, tampoco quería discutir con una mujer moribunda y empezó a caminar en busca de la salida. - Samantha, por favor, espera. – dijo con voz débil en un intento por detenerla, levantó su mano para que se detuviera, no podía dejarla ir, volverse a ver era imposible. – no he hablado contigo, te pido que te quedes hasta que me escuches lo que tengo que decirte. - Estoy tratando de ser fuerte, pero tengo tanta rabia conmigo mismo no sé por qué vine hasta aquí. - Samantha, quiero que entiendas que nunca dejé de buscarte. Cuando tus padres murieron en aquel fatal accidente automovilístico, tuve las esperanzas que estuvieras viva porque no estaba tu cuerpo con ellos. Te busqué por años, pagué detectives a personas que aseguraban conocerte, pero todos ellos fueron estafadores que se burlaron de una anciana y del dolor de perder a su nieta. Quiero que sepas eso antes de irme. Samantha decidió mirarla en la entrada de la puerta. - Y ahora lo dice cuando el daño ya esta hecho. - suspiró y volvió a decir. - Fui a parar a una casa hogar, estuve ahí hasta que cumplí la mayoría de edad. He mantenido mis estudios, terminé escuela, colegio y la universidad gracias a becas que gané y a mis trabajos. Pero tuve la mala suerte de trabajar para usted que no se reparó en humillarme cuando tenía la oportunidad. Lo siento señora Andrea, pero haga lo que haga no podrás convencerme. Usted y yo no tenemos nada de qué hablar. - Te equivocas. – empezó a toser sintiendo que se ahogaba. Samantha respiró, se compadeció de ella y fue a ayudarla. Observó agua y se la dio a beber. La mujer al terminar pudo calmarse y continuó. – eres mi única nieta, aunque no lo quieras reconocer. Todo lo mío pasará a ti, ya está decidido, eres mi heredera. - No necesito de su dinero, yo puedo sola como siempre lo he hecho desde pequeña. – aseguró. - No podrás, tienes un hijo del que debes cuidar de Dante y lo necesitas para limpiar tu nombre, porque sé que no eres la asesina de los señores Mickelson, no eres capaz de matar. - ¿Cómo sabes lo de mi hijo? – Samantha endureció su voz al preguntar, lo único que había escuchado era a su hijo, lo demás no importaba. - El abogado que estaba a cargo de tu caso yo lo contraté, no te lo dio el estado. El señor Miller es una persona muy buena, me ha mantenido informada de todo el proceso. Cuando supe lo de tu hijo y lo de su enfermedad lo he mantenido vigilado, yo me he encargado de que no le falte nada y de los gastos médicos. No culpes al hombre, él solo quería ayudarte. - ¿Hay algo más que me estes ocultando? – preguntó sin poder creerlo. - Fui quien pagó tu fianza en la cárcel. – confesó y tosió. – no podía dejarte en ese lugar sabiendo que eras mi familia, mi nieta. – volvió a toser. Esto hizo que Samantha se enojara y también empezara a preocuparse por la mujer, su piel pasó de blanca a morada, se estaba ahogando. - Llamaré al doctor. – dijo desesperada e intentó ir por uno. - No quiero un doctor. – escuchó la voz de su abuela molesta. – lo que quiero es que me perdones y aceptes mi herencia. Samantha cerró los ojos al mismo tiempo que apretaba sus puños. - Señora Andrea, puedo perdonarla, pero no aceptaré su dinero, no puedo hacerlo, no es correcto. – dijo al mirarla. - Eres tan terca como tu padre. – con el botón que tenía a mano, llamó a su abogado y el hombre fue de inmediato. – ella es mi nieta, mi única heredera, señor Davis. – dijo al ver al hombre entrar. - Toda mi fortuna pasa a su nombre. – el hombre asintió y caminó hasta donde la mujer moribunda con documentos en mano para que firmara. La señora Andrea tomó una pluma y su firma colocó en aquellos papeles, nombrando a Samantha como la propietaria de todos sus bienes. – ahora no puedes negarte, ya he firmado y debes de firmar para verificarlo. - No puedo aceptar esto, no puede arreglar las cosas con su dinero. – habló Samantha al negar la herencia otorgada. - Samantha, estoy en mis últimas, no le niegas la última voluntad a una persona que esta agonizando y pidiendo tu perdón. Toma lo que te doy, limpia tu nombre y vive feliz a lado de tu hijo. Te lastimé, pero jamás dejé de buscarte. – volvió a toser. Samantha llevó las manos a las sienes, la mujer se veía tan arrepentida por todo el mal causado en su contra. Respiró, no le dio más vueltas al asunto y decidió firmar para que ella estuviera más tranquila. - Ahora quiero escuchar que me perdonas, Samantha por favor y podré irme. – volvió a decir la mujer más calmada. - Ella se acercó, se sentó junto a Andrea, tomó su mano y le dijo. - Te perdono. – trató de no llorar. – te perdonó por todo lo que hiciste y también te agradezco por no dejarme de buscar, abuela. La señora Andrea sonrió, estrujó su mano con la poca fuerza que tenía y murió en completa calma, sabiendo que al final pudo encontrar a su nieta y ganar su perdón. Al pasar de las horas la señora Andrea fue cremada, como había sido su voluntad. Las cenizas se les fueron entregada a Samantha como su único familiar, ahora debía de cuidarlas, siendo una parte de lo acordado. - Por favor, señorita, tomé asiento. – dijo el abogado que llevaba el proceso de la herencia. Ella asintió y se sentó frente a él. – Su abuela la acaba de dejar una gran fortuna, cinco veces más grande que la de su ex esposo, además, de ser socia mayoritaria con el 45 % de las acciones de la empresa de ingeniería y construcción Milkerson, empresa donde su ex esposo es el dueño ¿Dígame, por dónde empezamos? Ella nunca imaginó el poder de su abuela y mucho menos de que era socia de Dante. - Empecemos por la empresa. - afirmó.
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