Orión El amanecer apenas se insinuaba en el cielo, las nubes permanentes que lo cubrían teñían todo de una oscuridad sombría y persistente. Caminábamos con cautela, nuestros pasos medidos y silenciosos, conscientes de que cualquier ruido podía atraer a los Elegidos de la Diosa o a alguna de las criaturas que ahora acechaban estos parajes. El aire estaba frío y húmedo, y sentía cómo la bruma matutina se pegaba a mi piel. A pesar de la opresiva atmósfera, manteníamos un ritmo constante, moviéndonos con un propósito claro. Llegamos al Búnker del sur en poco tiempo. Al entrar, me reuní con los consejeros que habían quedado a cargo del lugar. Sus rostros mostraban una mezcla de alivio y preocupación al verme. Les informé sobre mi misión, explicándoles los detalles y el objetivo de visita