Capítulo 11

1856 Words
Samantha Era muy tarde en la noche cuando nos convocaron a la sala de comunicaciones para discutir y tomar decisiones sobre la propuesta de los otros Alfas. La atmósfera estaba cargada de tensión y preocupación, especialmente cuando nos enteramos de lo que se esperaba de mi hermano Orión. —Es una locura que quieran que vayas, ¿no es suficiente con que mandes un audio o algo así? —pregunté, incapaz de ocultar mi ansiedad. La idea de enviar a Orión en una misión tan peligrosa me llenaba de temor. —Así no funcionan las cosas, Sam. —intervino Lucas, que estaba a mi lado. Su voz intentaba ser tranquilizadora, pero no lograba disipar mi miedo. Incapaz de contener mi frustración, repliqué con sarcasmo: —¿Entonces qué? ¿Alfa Orión simplemente va como una princesa en su carruaje a saludar a todos? —No podía creer que estuviéramos considerando seriamente esa propuesta. —Algo así, sí, debería practicar mi saludo real... —bromeó Orión, pero su humor no alivió mi preocupación. —Esto no es gracioso. ¿Vas a arriesgar tu vida? —lo reprendí en voz baja, pero con una intensidad que reflejaba mi miedo y mi enojo. —Sam, sé lo que hago, y no iré solo, —dijo Orión, mirando a todos en la sala. —Llevaré compañía, pero solo de aquellos que quieran ser voluntarios, no más de cinco personas más... Fue entonces cuando Heider dio un paso adelante. —Yo voy a ir, —dijo con determinación. —No, tú te quedas, —la desafió mi hermano con firmeza. —No, Alfa, me necesitas ahí fuera. Tal vez aún no puedo luchar, pero con mis habilidades y conocimientos en brebajes puedo colaborar, —razonó Heider con una convicción que me sorprendió. Orión lo pensó, pero la duda era evidente en sus ojos. Antes de que pudiera decidir, Jake dio un paso adelante, alineándose junto a Heider. —Yo la cuidaré, —dijo con seguridad. Hanna también intentó adelantarse, pero antes de que pudiera decir algo, Orión negó con la cabeza. —Ni se te ocurra. Los voluntarios deben tener experiencia en combate y con sus lobos, —dijo con un tono de voz tan cortante como el hielo. Orión continuó con las instrucciones y asignaciones, su voz firme y decidida. —Lucas se hará cargo del Búnker, Sam, tú tampoco vas... —Aunque ya lo sabía, no pude evitar sentir un destello de frustración, aunque comprendía la razón detrás de su decisión. —Padre, necesito que vayas al búnker del sur y te hagas cargo allá, —prosiguió Orión, delegando responsabilidades clave. En ese momento, una voz femenina resonó en la habitación, atrayendo la atención de todos. —Yo iré contigo, Alfa, —declaró Yulia con una confianza que llenaba el espacio. Era una guerrera respetada, conocida por su valentía y habilidades, así como también por ser la madre de Lucas y Octavia. Orión asintió en reconocimiento a su voluntad de unirse a la misión. —Gracias, —dijo simplemente, su expresión mostrando aprecio por su disposición a ayudar. Un hombre de unos treinta años y otra mujer en sus veintes también se ofrecieron para acompañar a Orión en la misión. —Bien, saldremos al amanecer. Una mochila por persona con elementos personales, comida, agua y armas, —concluyó él, estableciendo los preparativos para el viaje. Su tono era el de un líder que, a pesar de las circunstancias difíciles, mantenía la calma y la claridad en la planificación. Mientras la reunión llegaba a su fin, el peso de lo que estaba por venir se asentó sobre todos nosotros. La misión era peligrosa, pero necesaria. Cada uno de los que se había ofrecido voluntario sabía los riesgos, pero también la importancia de lo que estaban a punto de hacer. Miré a mi hermano, con una mezcla de orgullo y miedo. A pesar de todo lo que había sufrido, estaba allí, listo para enfrentar otro desafío, por el bien de todos nosotros. —Sam, necesito hablar contigo un momento —la seriedad en la voz de Orión me hizo seguirlo hasta su dormitorio, preguntándome qué quería decirme. Una vez dentro, él cerró la puerta y me extendió un pequeño conjunto de ropa. —Es una tontería, pero quería que tuvieras esto, —dijo con un tono que mezclaba afecto y tristeza. Miré el conjunto, sorprendida y ligeramente confundida. —Gracias, hermano, pero creo que no es mi talle, —respondí con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente. Orión se sentó en la cama, su mirada perdida en un punto fijo en la pared. —Lo encontré en la tienda que fuimos el otro día, y pensé... —su voz se quebró ligeramente. —Hacer esto es tan difícil. Pensé que ella estaría conmigo para comprar estas cosas y vivir la experiencia con Ellie. Ya no sé... Me acerqué a él y pasé un brazo por sus hombros en un gesto de consuelo. —La extraño todos los días. Es increíble que ella ya no esté, pero la conocía de verdad, Orión. Ella no querría que estuvieras así... —mi voz era suave, intentando transmitirle algo de consuelo. El dolor por la pérdida de Octavia todavía estaba arraigado en lo más profundo de nuestras almas, pero sabía que ella no querría vernos sumidos en la desolación. Orión sollozó, sus brazos me envolvieron en un abrazo, siendo cuidadoso con mi vientre creciente donde Ellie se estaba desarrollando. —La extraño tanto... —murmuró, su voz ahogada por la emoción. —Vamos a vengarnos por lo que le pasó, —susurré contra su hombro, sintiendo mi propio deseo de justicia. Después de una pausa, pregunté, —¿Heider ha podido...? —No, no lo ha hecho, y no sé si quiero que lo haga. No sé qué es peor... —confesó, su voz cargada de conflicto y duda. La posibilidad de que Heider pudiera hacer algo para traer de vuelta a Octavia, o al menos encontrar alguna verdad sobre lo sucedido, era una fuente de esperanza y miedo a la vez. Orión se apartó ligeramente, mirándome con ojos llenos de un dolor que conocía demasiado bien. —Sam, siento que parte de mí se fue con ella. Cada día es una lucha, —confesó, su voz temblorosa. —Así es como debe ser, Orión, —dije, sosteniendo su mirada. —El dolor significa que lo que tenías era real. Pero Octavia no querría que te rindieras. Ella luchó por esta manada, por ti, hasta el final. Orión asintió lentamente, las palabras parecían resonar en él. —Lo sé, y eso es lo que me mantiene en movimiento. Por ella, por Ellie, por todos nosotros. Necesito hacer esto, Sam, no solo por la manada, sino también por mí. —Y nosotros estamos aquí para apoyarte, —afirmé, sintiendo mi propia determinación crecer. —No estás solo en esto. Vamos a enfrentar lo que venga juntos. —Hubo un momento de silencio, un entendimiento mutuo y profundo que compartíamos. Orión finalmente se levantó, con una nueva resolución en sus ojos. —Gracias, Sam. Ahora, preparémonos para mañana. Será un largo día, y necesitamos estar listos. —Asintiendo, me levanté para acompañarlo. —Haremos todo lo que podamos para mantener a la manada segura mientras estés fuera. Y recuerda, Orión, no eres solo nuestro Alfa, eres mi hermano. Cuídate. Con una sonrisa triste pero agradecida, Orión me abrazó brevemente antes de salir de la habitación para continuar con los preparativos. Mientras lo observaba alejarse, sentí un orgullo inmenso por su fortaleza y liderazgo. Caminé por los pasillos del búnker con un propósito definido, buscando a Yulia. Mi corazón estaba lleno de preocupación. Sabía que Yulia había soportado pérdidas inimaginables: la de su compañero, el padre de Lucas y Octavia, y luego la de su hija. Esta última pérdida se había sentido dos veces; primero cuando Octavia fue secuestrada en su niñez, creyendo que había muerto, y ahora, con la dolorosa certeza de su fallecimiento, confirmada por la ruptura del vínculo con Orión. Finalmente encontré a Yulia, su postura erguida y su mirada llena de una determinación que no lograba ocultar el dolor que llevaba dentro. —Yulia, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunté, acercándome a ella. Ella me miró, sus ojos reflejando la mezcla de fortaleza y vulnerabilidad que la caracterizaba. —Claro, Sam, —respondió, su voz mostrando una calma forzada. —¿Estás segura de querer ir en esta misión?, —comencé, intentando medir mis palabras. —Sé que has perdido mucho y entiendo si quieres... tomar el control de alguna manera. Yulia suspiró, una expresión de tristeza pasó por su rostro antes de responder. —Sí, he perdido mucho. Demasiado, —admitió. —Pero esta decisión no es solo por el dolor. Es porque sé que puedo ser útil. Tengo experiencia y habilidades que pueden ayudar. La miré, sabiendo que su deseo de ser parte de la misión iba más allá de la necesidad de venganza o control. Era su forma de contribuir, de hacer algo significativo en medio de tanta pérdida. —Entiendo, —dije suavemente. —Solo quiero asegurarme de que estás bien, que esto no es solo una reacción al dolor. Yulia me miró directamente a los ojos. —Lo aprecio, Sam. Pero esto es algo que necesito hacer. No solo por mí, sino por todos nosotros. Asentí, reconociendo su decisión. —Estaremos aquí para ti, Yulia. Siempre. Mientras los voluntarios se reunían alrededor nuestro, preparados para partir, pude sentir la tensión y la determinación en el aire. Orión se puso al frente, asumiendo su papel de líder con la seriedad que la situación requería. —Antes de comenzar la misión, escoltaremos a mi padre al búnker del sur, —anunció. Su voz era clara y autoritaria, pero también había un tono subyacente de preocupación por la seguridad de todos. —Cada amanecer, uno de ustedes saldrá y esperará un informe de mi parte para que estemos todos comunicados. —Si, Alfa, —respondimos en unísono, cada uno de nosotros consciente de la importancia de mantener una comunicación constante y eficiente durante la misión. Con una última mirada y un asentimiento de Orión, todos comenzaron a moverse hacia la salida. Observé cómo él lideraba el grupo, su figura imponente y resuelta, y sentí una mezcla de orgullo y preocupación. A pesar de los desafíos personales que enfrentaba, estaba allí, listo para llevar a cabo una misión que era peligrosa no solo para nuestra manada, sino para todas las manadas. En ese momento, mientras los veía alejarse, supe que lo que estábamos haciendo era más grande que cualquiera de nosotros. Estábamos luchando por algo que iba más allá de la supervivencia individual; estábamos luchando por el futuro de todos. Con un suspiro, me quedé observando hasta que desaparecieron de la vista, enviando un silencioso deseo de buena suerte y seguridad. Luego, me volví para ocuparme de mis propias responsabilidades, sabiendo que cada uno de nosotros tenía un papel que desempeñar en esta lucha. La batalla estaba lejos de terminar, pero juntos, teníamos la fuerza para enfrentar lo que viniera.
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