Capítulo 18

1698 Words
Orión La decisión de Lucas de restaurar y mejorar las cámaras de vigilancia en el bosque había sido una iniciativa brillante. Esta nueva red de cámaras nos proporcionaría una ventaja táctica significativa, permitiéndonos evaluar con precisión las rutas de patrullaje de los Elegidos de la Diosa y, por ende, tener un mayor dominio sobre el campo de batalla. Mientras nos alejábamos del búnker de Alfa Declan, donde habíamos recibido noticias y actualizaciones sobre la situación, sentí una mezcla de alivio y tensión. El aire a nuestro alrededor estaba cargado de la humedad característica de las nubes grises que cubrían el cielo, y el ambiente se sentía opresivo. Mientras avanzábamos hacia el territorio de Alfa Zane, una gran parte de mi mente estaba ocupada pensando en la reunión que tendríamos una vez llegáramos a nuestro destino. El tema principal sería la reciente revelación de que había humanos sobrevivientes fuera de nuestros búnkeres. Personalmente, consideraba importante la idea de establecer comunicación con ellos y ofrecerles nuestra ayuda. La supervivencia de estos humanos no solo era un signo de esperanza, sino también una posible oportunidad para fortalecer nuestra resistencia contra la Diosa Luna. Sin embargo, estaba consciente de que no todos los Alfas podrían compartir mi perspectiva. Algunos podrían ver a estos sobrevivientes como una carga o incluso un riesgo potencial. Mi tarea sería convencerlos de la importancia estratégica y moral de extender nuestra mano a estos grupos. —Espero que los demás Alfas entiendan la importancia de ayudar a los humanos que aún están afuera, —comenté a Jake mientras nos adentrábamos más en el bosque, la atmósfera densa y húmeda a nuestro alrededor. Jake asintió, mirando hacia adelante con una expresión pensativa. —Será un cambio de estrategia, pero es el correcto, Alfa. Estos sobrevivientes pueden tener información valiosa, podrían querer pelear y, más importante, ayudarlos es lo correcto. No podemos perder nuestra humanidad en medio de esta lucha. Su respuesta me reafirmó en mi convicción. Era vital que mantuviéramos nuestros valores y humanidad en el centro de todo lo que hacíamos. Si empezábamos a dar la espalda a aquellos que necesitaban nuestra ayuda, entonces ¿en qué nos diferenciaríamos de aquellos a quienes nos enfrentábamos? La alianza con las brujas había prometedor en nuestra lucha contra Samuel. Su apoyo y conocimientos mágicos habrían sido una ventaja significativa. Sin embargo, tras la liberación de la Diosa Luna de las restricciones que la vinculaban a las Tierras Sagradas, las brujas habían tomado la decisión de alejarse, desapareciendo en las profundidades del Bosque de los Lamentos. Cuando finalmente llegamos al territorio de Alfa Zane, fui recibido con la hospitalidad y el respeto habitual. Zane era un líder fuerte y capaz, y tenía una buena relación con él. Después de los saludos iniciales y una breve actualización sobre la situación en su búnker, planteé la cuestión de la reunión. Una vez en la sala de control de Alfa Zane, que contaba con una tecnología más avanzada que la nuestra, nos preparamos para la reunión virtual con los demás Alfas. A pesar del cansancio, sabía que lo que estaba a punto de proponer no sería fácil, pero era necesario. Los nueve Alfas nos encontramos frente a frente a través de las pantallas, gracias a la mejora en las cámaras y en el sistema de comunicaciones. —Compañeros, —comencé, dirigiéndome al grupo. —Quiero hablar sobre la posibilidad de ayudar y albergar a los humanos que han sobrevivido fuera de nuestros búnkeres. Creo firmemente que es nuestra responsabilidad ayudarlos. Hubo un momento de silencio antes de que Alfa Einar respondiera. —Alfa, entiendo tu punto, pero debemos ser realistas. Nuestros recursos ya están escaseando. ¿Cómo podemos alojar y alimentar a más personas? Alfa Declan frunció el ceño. —Entiendo la moralidad de tu propuesta, Alfa, pero estoy con Alfa Einar. Nuestros recursos ya están al límite. ¿Cómo podríamos alojar a más personas? Alfa Kael intervino, apoyando a Declan. —Además, podrían ser una carga. Nuestro enfoque debería estar en fortalecer nuestras propias defensas. Sin embargo, Alfa Zane tenía una perspectiva diferente. —No podemos simplemente dar la espalda a los sobrevivientes. Si están allí afuera, es porque han logrado evadir a los Elegidos. Podrían tener información y habilidades útiles. Alfa Braxton asintió en acuerdo. —Estoy con Alfa Zane. Ayudar a los humanos es tanto un acto de humanidad como una estrategia inteligente. Tenemos que usar toda la ayuda que podamos conseguir. La discusión continuó, con Alfa Havoc expresando preocupaciones sobre la seguridad y Alfa Adrián sugiriendo que podríamos empezar con un grupo pequeño y evaluar la situación. Alfa Seth fue el último en hablar. —Tal vez deberíamos votar, —propuso. —Cada búnker tiene diferentes capacidades y desafíos. Deberíamos respetar la decisión individual de cada Alfa sobre si pueden o no alojar a los humanos. Todos estuvimos de acuerdo con la propuesta de Seth y procedimos a votar. Tras un tenso recuento, la mayoría decidió a favor de ayudar y alojar a los humanos sobrevivientes. Fue un alivio para mí, aunque sabía que enfrentaríamos nuevos desafíos al implementar esta decisión. Al final de la reunión, me sentí esperanzado. A pesar de las preocupaciones y los desafíos, habíamos tomado una decisión basada en la compasión y la estrategia. Después de terminar la llamada con los demás Alfas, me quedé un momento en silencio, procesando la decisión que acabábamos de tomar. Giré hacia Alfa Zane, buscando su opinión personal sobre el asunto. La sala de control, iluminada por las pantallas y paneles de control, se sentía extrañamente tranquila después de la intensa discusión. —¿Cuál es tu opinión al respecto? —pregunté, mi voz reflejando la seriedad del tema. Zane se giró hacia mí, una sonrisa juguetona iluminando su rostro. —Mi compañera es humana, me cortaría las bolas si no ayudo a sus hermanos, —respondió con una picardía que no lograba ocultar la profundidad de su compromiso. La mención de su compañera hizo que mi corazón se contrajera. Una oleada de nostalgia y dolor inundó mi pecho al recordar a Octavia. —Si... Si mi compañera estuviera aquí, —comencé, mi voz temblorosa y llena de emoción contenida, —haría lo mismo. Hablar de Octavia nunca era fácil para mí. Era como abrir una herida que nunca había cerrado del todo. A mi alrededor, la sala parecía más silenciosa, como si todo el búnker compartiera mi dolor y mi añoranza. Zane me miró, su expresión ahora seria y comprensiva. —Ella hubiera sido una gran Luna, —dijo con respeto y empatía. Sus palabras resonaron en mí, cada sílaba un eco de lo que había perdido. Antes de que pudiera responder, Zane se dio media vuelta y salió de la habitación, dejándome solo con mis pensamientos y recuerdos de Octavia. Me quedé allí parado, mirando hacia la nada, sintiendo el peso de la ausencia de Octavia. En ese momento, más que nunca, deseé que ella estuviera a mi lado, no solo como mi compañera sino como la Luna fuerte que siempre supimos que sería. Finalmente, con un suspiro profundo, me forcé a salir de ese estado reflexivo. Sabía que no podía permitirme quedar atrapado en el pasado, no cuando había tantas responsabilidades pesando sobre mis hombros. A pesar del dolor, tenía un deber con mi manada y con los humanos que acabábamos de comprometernos a ayudar. Salí de la sala de control y caminé por los pasillos del búnker de Alfa Zane, notando cómo cada paso me devolvía al presente. A mi alrededor, la vida en el búnker seguía adelante: guerreros discutían estrategias, otros atendían sus heridas, y algunos simplemente compartían momentos de tranquilidad en medio del caos. Esa normalidad era un recordatorio de que, a pesar de las pérdidas, la vida continuaba y nosotros con ella. En la quietud de la noche, sumergido en un sueño profundo en mi habitación improvisada en el búnker de Alfa Zane, me encontré de repente en un lugar diferente. Estaba en una habitación bañada por la luz suave del atardecer, sus paredes irradiando un calor reconfortante, un refugio lejos de la guerra y el caos. Entonces la vi. Octavia estaba allí, tan real y hermosa como siempre la recordaba. Sus ojos brillaban con esa mezcla de fuerza y ternura que siempre me había cautivado. Se acercó a mí con una sonrisa que iluminaba todo el espacio, y su presencia llenó la habitación con una sensación de paz y amor. —Octavia, —susurré lleno de una felicidad abrumadora. —Orión, —respondió ella, su voz era como una melodía que calmaba mi alma agitada. Se acercó y colocó sus manos suavemente en mis mejillas. Su tacto era cálido, real, como si en ese momento mágico, la barrera entre sueño y realidad se hubiera disuelto. —No sabes cuánto te he extrañado, —le dije, capturando sus manos entre las mías. —Y yo a ti, —dijo ella, acercándose más. —Estás luchando tan valientemente. Nos abrazamos, sentí su calor, su fuerza, y cada duda, cada temor que había en mi corazón comenzó a desvanecerse. —Debes seguir adelante, Orión, —susurró ella entre besos. —Lucha por lo justo, por nuestra manada, por la humanidad. Tu fuerza y tu amor son necesarios más que nunca. —Te necesito a ti, mi amor, —la abracé aún más fuerte, no queriendo dejarla ir. —Lo sé mi amor, así como también sé que superarás esto y tendrás que seguir viviendo... Tendrás que darle a nuestra manada una nueva Luna, —dijo ella, su voz suave pero firme, sus ojos llenos de amor y una tristeza profunda. La idea de buscar a otra persona para tomar el lugar que Octavia había ocupado en mi vida y en la manada me llenó de una resistencia inmediata y profunda. —Octavia, yo no puedo hacer eso, —le respondí, la voz quebrada por la emoción. Era impensable, casi una traición a lo que habíamos compartido. El sueño comenzó a desvanecerse más rápidamente, pero la intensidad de sus palabras se quedó conmigo. Desperté en la habitación del búnker, el eco de su voz aún en mis oídos, una decisión comenzando a formarse en mi mente.
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