PARTE 28

3043 Words
En mis peores momentos he intentado seguir con la frente en alto, y aun cuando todo en mí se ha derrumbado he dejado una pequeña pieza de mí en pie. Me jodió. Eliot me jodió. Sus idioteces me hicieron tocar fondo, el capitán murió intentando ayudarme a escapar de él, dejo una hilera de culpa clavada en mi mente, me robó a Daez y dejo más miseria a mi alrededor. Llegó la hora de regresarle el favor. Cruzo los pasillos llegando a mi alcoba, hundo el rostro en las sábanas queriendo despertar de la pesadilla, me ardía el pecho y los párpados me temblaron queriendo soltar las lágrimas que formaron un nudo en mi garganta, pero, lo aguante. No lloré, palme mi rostro reteniendo todo muy dentro. «No es momento» A la mañana siguiente, no espere a al sol, salí a correr aun cuando el frío de la madrugada entumecido las yemas de mis dedos. Corrí lo más lejos que pude, cada segundo, cada minuto, cada hora fue como despertar de las peores de las pesadillas. La música en mis oídos se repudió tres veces antes de que soltara el aire de mis pulmones. Me duché y bajé a la siguiente reunión con Marta klen. «La odio» pero sus argumentos eran buenos. Dos horas de tortura psicólogica. Me moví incómoda en la silla y rodé mis nudillos en mi nuca con el dolor que provocó el no haber dormido bien. —Clare, No me agrada verte de esta manera. ¿Estás bien? —indago, Liam. No lo estoy, ya ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que me tomé un descanso, ese día en el cual disfrutas de tu paz mental. —No, pero estaré mejor. No parecí muy convincente por lo visto, porque Liam frunció el cejo con desaprobación. Quería sincerarme, decir lo cansada que estoy, que no necesito más problemas, que mi dosis de estamina está en peligro y que ahora mismo solo deseo sentirme bien. No quiero sentirme vulnerable, débil o frágil. No soy como el imbécil e insensible de Daez. Soy fuerte, lo sé. Pero ser fuerte, no incluye ser insensible o vulnerable, me importa más fallarme a mí misma que fallarle a los demás. No quería mirarlo, pero de un momento a otro el pánico me invade y alzo la mirada notando sus azules orbes, mirarme fijamente. Siempre soy yo quien debe apartar la vista. No está vez. No aparte la mirada, pero… Dije todo lo que tenía dentro con una sola mirada. «Estoy cansada» Eso es lo que expresan mis ojos. Mi propio océano interno, ese mar de oscuridad, pesadillas y sensaciones que contradicen todas las reglas. «Ponle fin a todo esto» Nuevamente la voz de mi cabeza. Alce la mirada al techo aguantando las lágrimas. «Todavía no» No es momento para llorar. Alce mi cuerpo de la incómoda silla. Salí seguida por Liam. Escuché la algarabía que se formó por mi partida, pero en medio del escándalo Marta klen, canceló la reunión, posponiéndola para el siguiente día. Camine sin detenerme, agradecí que Liam no preguntara nada. No era un día normal, estaba soleado aun cuando estábamos en Oregón, aun con los rayos soleados el viento era helado, muy helado. El cabello me bailaba rozando mi piel y supe que Daez estaba detrás de mí cuando el viento trajo su aroma hasta mí. —¿Ahora qué deseas? —pregunte. —¿Qué fue eso? —indagó. —No puedo lidiar con tu inmadurez, no puedes solo irte de una reunión tan importante. Empecé a experimentar ese momento de inflexión, dónde recapacitas tus decisiones. —Déjame sola. —Respondí. —Por favor. Era imposible que no notará lo quebrada de mi voz. Pero no respondió, tampoco dijo nada, solo se giró para irse y la desesperación me tomo el cuerpo. Lo retuve. —Necesito cruzar ese portal. —espete. —Crees que puedas dejar de ser un malnacido y hacerme ese favor. —¿Qué pasa si no quiero? —Primera ley de Murphy. —le respondo. —¿Si algo puede fallar, fallará? —indaga. —Exacto. No sé por qué, pero acepto. El corazón se me sube a la garganta cuando veo el portal. Por mí, por él, por lo que puede pasar y pasará. Liam contrae el rostro intentando detenerme. Me ruega para que me quede y niego con la cabeza. Daez no da un favor sin más, dio permiso para que yo cruzara el portal, pero se negó a qué Liam fuese conmigo. Liam enfureció gritándole todo el vocabulario obsceno que conocía. Robert tuvo que interferir y claramente solo lo empeoro, me aleje de ellos y aunque Liam intentase detenerme aquí estoy decidida a ir. —Confía en mí, ¿Puedes? Niega con la cabeza, pero nota algo en mi determinación que lo obliga a soltarme. Cruzo el portal dejando todo atrás. La ciudad de Hartsville me da la bienvenida. El sol es intenso, maltratado mi piel y me cuesta aceptar que los humanos puedan soportar estár tan expuestos a él. Para nosotros el sol es intenso, pero no causa ninguna degeneración genética debido a la radiación. Claramente, evitamos estar bajo exposición. Es más cómodo. Me siento perdida, debo pedir instrucciones a varios transeúntes. Para cuando llegó a la mansión del abuelo, el sol está a medio ocaso y la ansiedad a tope. Aprovecho para cambiar mi ropa, cambio mis botas y me adentro en el bosque. No hay instrucciones, ni GPS, solo árboles, tierra, humedad y mis recuerdos ya borrosos. Son noventa kilómetros, o al menos eso, recuerdo, empiezo a desesperarme cuando no veo señal alguna de la estúpida cabaña. Sigo caminando, veo la hora en mi reloj de mano y pateó las ramas dándome cuenta de que ya llevo más de ocho horas desde que cruce el bendito portal. Saco el móvil y no tengo señal. Solo falta que un asesino salga de entre los árboles y sería el complemento perfecto para una escena de terror. Me saco el abrigo y los guantes dejándolos caer, cuando divisó el enorme cedro rojo, saco la daga clavándola para impulsarme sobre la madera del árbol. La vista nocturna es hermosa, miro de un lado a otro y… ¡Ahí está! La bendita cabaña, la reconozco, sé que es esa. Me apresuró a ella y está igualita a como la recuerdo, la puerta rechina al abrirla y mis pasos dejan un eco en la madera. Ya estoy aquí y ¿Ahora que hago? El silencio es tan abrumador que la notificación de mi teléfono me hace saltar del susto. Tengo quince llamadas perdidas, cinco de Liam, ocho de Grey y las demás son de Mindi. Extrañamente en este lugar si hay señal. Marco el número de Liam y contesta al primer pitido. —¿Por qué no contestaste? Su tono alterado me hace preocuparme. —¿Ha pasado algo? —exasperó. —Estuvimos a punto de darte por desaparecida. —afirma. Grey y Mindi estaban con él, hablé con ellos tratando de calmarlos y aproveché para recorrer toda la cabaña, se me erizo la piel cuando descubrí la puerta bajo el suelo de madera. —Los llamo después. —les digo. Les cuelgo antes de que me pregunten más cosas. Estoy nerviosa, tal vez porque los traumas de mi cerebro quieren regresar a mí, pero los suprimo en mi tórax. Bajo dando pasos limpios y quedo helada viendo el portal por delante. —¿Qué mierda? —el corazón me retumba en los oídos. Mis instintos me dicen corre, y mis argumentos me piden respuestas, doy giros de un lado a otro con desesperación tratando de tomar la valentía de cruzar el portal. —A la mierda. —me lazo corriendo, con los ojos cerrados y no me detengo, al menos no hasta que siento una intensa luz en mi rostro y un aroma delicado a flores. No es como en mis recuerdos, es diferente, más hermoso. —Esto es como… —El jardín del edén. —hablan a mi espalda erizando cada parte de mi piel. Giró a verlo, Morgan está con una camisa blanca sin corbata, con pantalón de tela oscura y botas que aprisionan el dobladillo de los pantalones. —Fue así como nombraste a este lugar. ¿Jardín del edén? Sí, me suena y el nombre le queda a la perfección. —¿Qué es este sitio? —indago. —Japón. —confiesa y sé que no miente cuando la enorme montaña Fuji se divisa a lo lejos. Se aleja de mi persona, tirándose sobre el campo, no le causó ni la mínima afirmación de peligro, cruza los brazos por detrás de su nuca y cierra los ojos disfrutando del bello ambiente. Sé que Daez me ha advertido en más de una ocasión sobre no confiarme de los hombres, pero aquí estoy tomando sitio debajo de un árbol que mueve sus ramas soltando los pétalos rosados. En mi defensa estoy a tres metros de Eliot. No sé cuánto tiempo pasa, tal vez media hora, pero ninguno dice nada y llega a un punto dónde creo que Eliot está dormido. Desenfundo la daga deslizando la hoja en el aire. Me levanto con suavidad acercándome a él. —Si vas a matarme que sea rápido. —abre los ojos mirándome fijamente. —Me dijeron que eras inmortal, solo quería verificar. —me encojo de hombros. Se incorpora y hago lo mismo. —¿Por qué estás aquí? —le pregunto. —Supuse que vendrías cuando te enterarás de que no tiene cura. —habla con la sonrisa dibujada. —¿Cómo está mi muy gran amigo Daez? —Se bufa. —Ya te demostró su verdadera naturaleza. —Sí, lo hizo. —afirmo. —Y la pregunta es por qué estás aquí. —me señala. —No hay cura. Que vengas a mí solo te pone en riesgo, puedo matarte o torturarte. Su amenaza me contrae los músculos, pero finjo poco interés. —Si ese fuese tu intención, ya lo habrías hecho. Se ríe con sutileza. —¿Y tu tío o Daez saben que viniste a mí? —No. —Entonces, puedo hacerte lo que quiera y nadie se daría cuenta. —se levanta y me extiende sus manos para ayudarme a levantarme. La acepto y de un solo tirón ya estoy de pies, me lleva hasta su cuerpo mirándome como si intentara buscar algo en mí. Acaricia mis pómulos, pasando su pulgar por debajo de mis ojeras. —No has dormido bien o ¿Has estado llorando? —¿Llorar? —me burlo. —¿A quién debo mi falta de sueño? —Sí, supongo que es mi culpa. —me suelta. —Pero, aun así, viniste a mí. ¿Por qué? —Esperanza. —dicto. —Me odias, pero aun así tienes esperanza en mí. —su sarcasmo es odioso. —Bien, responderé tus preguntas. —se cruza de brazos. No vine aquí a jugar, ya perdí mucho tiempo. Suelto mis preguntas sin más vacilación y él se burla como si fuese un comediante. —No princesa, no hay cura, mis creaciones nunca la tienen. Su declaración es como un puñal en el costado, podía vivir con ello, podía vivir con la esperanza de que todo volverá a ser como antes, pero su confirmación me asegura de que no será así y solo me dan dos opciones, seguir intentando o dejar ir las cosas. —Es mi turno de preguntar. —habla. —¿Cuéntame la verdad del origen? Otro golpe a la realidad. ¿Cómo sabe sobre eso? No puedo dejar que descubra ese origen. —¿De qué hablas? —Me falta algo en mi investigación, creí que podría usar a Peind Wilson, pero al igual que todos, él es solo una creación más, necesito origen y contexto. Y tú. —señala en mi dirección. —Me lo dirás. Entonces sí lo sabe, pero ¿Cómo? Según Marcus solo los Freman saben el origen. Es como un legado, se pasa de un hijo a otro, hay muchas, versiones, algunas son similares, otras contradictorias, pero ninguna acertada. —No intentes engañarme. —dicta. —Vaina Glodder, ¿Te suena ese nombre? Tres días. —se pasea por mi alrededor. —Tres días de torturas la hicieron soltar la lengua. Pero no lo sabía todo, y debido a esto “murió” Ahora tiene sentido, la razón por la cual me espero más de un mes y medio. —¿Qué harás si no quiero responder? ¿Torturarme? Ya lo hiciste ¿Lo olvidas? —Lo recuerdo. —afirma. —Eres difícil de convencer, pero lo harás, le dirás todo lo que quiero saber. —Te ves muy confiado. ¿Qué tienes bajo las mangas? Si tienes un antídoto para Daez, puede que lo reconsidere. Claro que no le diría nada, pero no está de más intentarlo. Necesito convencerlo de ayudarme, lo odio y detesto, pero ya lo decidí, o encuentro una solución o me alejaré de Daez. Pude sentir el sonido de la tensión entre nosotros, soltó una sonora exhalación. —No hay cura. —afirmo. —Pero, si tengo algo que te convencerá. —Si no hay cura, tampoco respuestas. —me giró dándole la espalda. Se me congelan los músculos y las neuronas cuando empieza a deletrear uno por uno los números que terminan por completar las coordenadas de una posición. Me giró con el pánico dibujado en mis pupilas y me repudia la estúpida sonrisa que se le dibuja. —Oh. ¿Acaso esas no son las coordenadas del refugio? Tuerzo los labios con angustia. Estoy mordiendo mi cara interna de los labios con tanta fuerza que la sangre me llena la boca. ¿Cómo mierdas lo supo? No lo entiendo. Esto es malo, muy malo, hace un mes, la alianza de aquelarres decidió no ocultarse más. Es debido a esto que Daez pudo regresar a la academia aun sabiendo que era un lugar ya fichado por la FMA. Sí, era peligroso. Si nos atacan no podríamos librar las batallas mientras cuidábamos a los nuestros. Es debido a esto, que aquellos que no podrían pelear, fueron reubicados en un sitio seguro, no solo había personas indefensas, también niños y recién nacidos. —¿Cómo sabes de ese sitio? —Tengo mis contactos. —se infla. ¿Contactos? Igual a traidor. —Una sola llamada y todos morirán. —afirma. —¿Tal vez lancen una bomba nuclear? Sabes lo deciosos que están las potencias mundiales de acabar con ustedes. —¿Ustedes? Dirás nosotros. —lo empujó con rabia. —Eres uno de nosotros. ¿Lo olvidas?—lo vuelvo a empujar. —Acabarás con tu propia r**a. —Desenfundo el cuchillo y se aparta con agilidad. Barro el suelo con él y cae en el pasto verde tomando con fuerzas mis manos para que no entierre el puñal en su asqueroso rostro. —¡¿No te interesa nuestra especie?! Me gana en fuerza obligándome a soltar la daga. Me gira y cae sobre mí sujetando mis manos sobre mi cabeza. —Quieta princesa. —inmoviliza mis piernas. —No me interesa, Clare, las personas mueren todo el tiempo. Toda acción conlleva una reacción. —Hay niños. —asevero. —No pueden defenderse, por favor. —se me quiebra la voz. —No te han hecho nada, son inocentes. —Nadie es inocente princesa, brujo, lycans o vampiro, fuimos creados para matar, es nuestro instinto más primitivo. Empiezo a sentir temblar mi mundo. Este imbécil sabía la dirección del refugio desde hace mucho tiempo, no hizo nada por qué, espero que yo viniera a él y de muy estúpida seguí su camino de migajas. Todo por querer que Daez no se fuera de mi lado, arriesgue más de lo que recibiré. —Diré lo que quieras escuchar, lo prometo, pero… Se me corta la voz. —Déjame evacuar. No sé qué tanta confianza tiene en mí, pero me suelta, me deja llamar a Liam, no le doy explicación, solo le pido que confíe en mí y evacue a todos. Le pedí que no le diga a nadie sobre esto, solo a Marcus y a… Daez. Solo puedo confiar en ellos. Cuelgo el teléfono después de dar el aviso y Eliot toma lugar debajo del árbol con confianza. —Si sabes que si me engañas, puedo volver a investigar las coordenadas de ese refugio, ¿Verdad? —advierte. —No estoy jugando Clare, si me engañas, esta vez no habrá avisos, para cuando te enteres ya todos habrán muerto. «El origen, es la verdad, nuestra verdad» Las palabras de Marcus hacen eco en mis oídos, prometí no decir nada, llevarme la verdad a la tumba, les estoy fallando, me estoy fallando a mí misma. Y ¿Para qué? ¿Por qué? Por querer arreglar algo que ya se rompió hace mucho tiempo. Cuando será el día en el que tendré paz, cuando será el día en el cual Daez ya no sea un dolor no solo en mi pecho, sino en todo los sentidos, cada vez que intento redimirme algo me golpea con más fuerza demostrando que no estoy preparada para ser feliz. Respiro tan profundo como puedo. —Es una historia larga. —confirmo. —Por favor, desaparece de mi vista una vez obtengas lo que desees. No solo él, quiero alejarme de todos los que me hacen daño, o mejor dicho alejarme para ya no lastimarlos. Merecen tener una vida en la cual yo no sea un impedimento para vivir. —Borra de tu mente, todo lo que sepas de los Freman. —aclaro. —Yo soy la primera Freman nacida desde hace siglos. Mis palabras lo deja sin habla. —Eso es imposible. —afirma. —Hay registros sobre su árbol genealógico. Me burlo con sus palabras. —¿Alguna vez has escuchado sobre esas personas? Marcus es conocido, mi madre también lo fue, pero y esas personas ¿Qué sabes sobre ellos? Nada. Simplemente por qué no existieron. Si buscan en los archivos, hay nombres, historia y cuentos sobre las familias antiguas, más no sobre los Freman, solo hay historias que nadie puede confirmar, solo rumores, grandes rumores sobre ellos. CONTINUARA…

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