Parte 14

2604 Words
Me despierto entumecida, los músculos tensos y aun con todo conservo energía para dos décadas. Mi espalda se contrae con el calor del hombre que me tiene sujeta como una muñeca. «Dormí aquí» No sé cuándo me dormí, pero lo hice y ahora estoy completamente segura de que no quiero irme. Me giró para detallar su rostro y oh… Por dios. El estómago me revolotea y una presión en mi pecho me obliga a reír como estúpida. Tiene el cabello suelto y algunos le cubren el rostro. Libero su rostro y acaricio, sus mejillas, su nariz perfilada y esos ojos hermosos. «¿Cómo puede ser tan hermoso?», es un delito para la naturaleza. Me hincó tomando puesto en la cama. Examinó mi cuerpo y todo está bien, me duele el útero si es que eso es dolor y un castigo placentero. Sus manos están marcadas en mis muñecas y gracias a dios no tengo marcas en el cuerpo. Palmeo su hombro obligándolos a levantarse y parpadea con enojo. —¿Qué haces? —alza la ceja. —¡Eres un salvaje! —le enseño mis muñecas y su sonrisa contrasta con mis emociones, causando estragos. —Ven aquí. —Me jala de regreso a la cama y me hago a la indigna negándome. —No quiero dormir con un salvaje. —le digo y su burla se escucha tan relajada que me obliga a bajar las defensas. —No te escuché quejarte anoche. —dictamina con severidad. —Tus gemidos eran deliciosos. —besa mi espalda. —¡Estás enojada bebé! Maldición. Me enerva que contraste mis objeciones con simples palabras. Me recuesto en su abdomen acariciando su cuerpo. Quiero quedarme de esta forma con él. Sin pelas, ni prejuicios o mentiras. Solo yo y él. No somos perfectos, eso está claro, Pero somos una duple terrible que encuentra paz en su propio infierno. —¿Tenemos que hablar? —le doy un beso castro para apaciguar la discusión que está por empezar. Es tan brusco que me sujeta del cuello Devorando mis labios en el proceso. —¡No quiero hablar! —expresa con sigilo. Me suelta. No me daré por vencida, si lo dejamos así, volveremos a discutir antes de que acabe este día. Dejo caer las sábanas que cubrían mi desnudez y sus ojos se oscurecen por completo. Pierde el control y me arrastra a su regazo. —Daez. ¡Quiero hablar! —gimoteo con sus caricias. —¡Pero yo no! —me contesta. Lo aparto con rudeza. —Es importante para mí. —asevero. Sus pupilas se dilatan y deja escapar alto suspiro antes de remover su cabello. —Está bien, ¿De qué quieres hablar? —termina por aceptar. —Sobre nosotros, sobre el consejo y sobre Wesley. Debemos aclarar las… —¡No pienso ocultar esto, mucho menos fingiré no conocerte! —enfurece. —¡Dios déjame hablar! Quieres. Rueda los ojos con disgusto, pero termina cediendo. —Jamás te pediría que ocultas lo nuestro. Yo misma me niego a aceptar tal estupidez y me vale lo que opinen los demás de nosotros. —aclaro. —¿Entonces, cuál es el problema? —cuestiona. —¿Me dirás que quieres tiempo? —pregunta con sarcasmo. —¡Sí, necesito tiempo! —un matiz de enojo se refleja en sus ojos y acaricio su cabello. —¡Pero, no ese tipo de tiempo! —aclaro. —Necesito tiempo para resolver los asuntos del consejo. Viste mis memorias y sabes que no es conveniente que Marcus deje el puesto de líder, si esto llega a suceder la alianza se disolverá. —¿Crees que la alianza se formó por Marcus? Se formó por un bien mayor, entiéndelo. —se molesta, pero mantiene la Calma. —No se trata solo del liderazgo. —detallo. —Es importante para mí, ellos son importantes para mí y no quiero decepcionarlos. —me observa con expectativa. —Formamos este aquelarre por la gente que necesitaban ayuda, por ello y para ellos, una buena acción, ellos confían en nosotros, están aquí por nosotros y nos seguirán a una guerra en la cual posiblemente mueran solo por nosotros. —asevero. —Marcus dijo que debo estar dispuesta a morir por aquellos que me siguen, que me respetan, que me son leales. —escucha mis palabras son interrumpirme. —Yo me alejé y los dos primeros años fueron un infierno, no juzgues por intentar reparar algo que ustedes rompieron. —dicto con molestia. —Me entregué a esta causa, todo… lo de Wesley, estar lejos de los míos, todo ese dolor por esta gente que confía en mí. No me pidas que tire todo a la basura, por qué entonces de que me sirvió todo lo vivido. —No quiero tu odio o tu enojo, mucho menos tu comprensión, solo quiero que estés aquí, así, conmigo. —aclaro. —Tres años, Daez. Tres años y una simple mirada tuya provocó lo que nadie pudo darme en esos tres años. —Quiero que confíes en mí, Quiero que ames lo que somos, la maldita tormenta que somos, porque lo somos. Desde un inicio todo pintaba mal, eras el diablo en mi propio infierno y aun así decidí ser la víctima, por ti. —puedo ver como un matiz de culpa le toma el rostro. Sujeto con mis manos, su rostro atrayéndolo a mis labios. —¡Te quiero a ti! —declaro. —Nadie más, solo tú y yo. —Para mí es importante todo lo tuyo y no espero que consideres lo mío, solo espero que tomes mi mano y me des un poco de tu confianza. ¿Es mucho pedir eso? —cuestiono. Niega con la cabeza. —¡Podemos ser nuestro propio infierno y ser la tormenta que arrasa con todo o podemos fingir que nada esto sucedió y ser los subyugados! —dicto robando sus besos. —¡Por qué juntos somos perfectos, pero separados somos nuestros propios enemigos! —Te mataría antes de permitir hundirme en el fango que son nuestras emociones. Se ríe con descaro. —¿Me amenazas? —declara. —Lo haría, soy capaz, no me tientes. —me burlo. —¿Tú serías capaz de matarme? —le cuestiono. —¡Prefiero matar a Wesley! —amenaza entre burlas. —¡Estamos destinados Wilson, es hora de que lo aceptes! Y no permitiré que nadie intervenga. Me burlo de sus celos insignificantes. Si supiera que no es de Wesley de quien debe sentir celos. Apago las memorias y me concentró en el hombre delante de mí. Después de casi dos horas, logramos salir de la alcoba, tenemos tareas que cumplir y cuánto más rápido mejor. Veo a Marcus venir de frente con una sonrisa casi turna. —¿Escuché que te vieron salir de la habitación de cierto personaje? —chismotea como vieja metida. —¡No quiero hablar! —me aparto con una carcajada. Uno de los andamios se suelta causando estragos y regueros por todos lados. Sofía se estresa y los reclamos están dirigidos para rubí y Romanó que siguen sin poder adaptarse. La tarde avanza y todos los resilientes se contraen cuando los inútiles número uno entran en acción. —¡Es el consejo! —habla Sofía con desdén. A Marcus se le borra la sonrisa y todos se tensionan. —¿Qué hacen por estos lares? —musito con claro sarcasmo. —Vinimos a ver los avances. —Aclara el mayor. —¿Vinieron a ver? —aclara uno de los altos guardias. Estamos saturados en trabajo y todos ayudan con lo que pueden, excepto por ellos que se sientan a esperar los resultados. Las miradas de inconformidad cae sobre ellos e intentan remediarlos con discursos tontos sobre la importancia de la alianza. Los resilientes blanquean los ojos con disgusto y si no fuera por la presencia de Marcus posiblemente los abucheos ya fueran la orden del día. Con tan poco respeto y se atreven a considerar obligarme a un acuerdo matrimonial. Marcus los guía a fuera, mientras me encargo de lo demás. Doy órdenes respetando los límites de los presentes y la incomodidad se disipa con calma. Daez me rodea por detrás dándome un beso en el cuello y el silencio se mantiene al pie con la algarabía de los trabajadores. Nadie dice ni opina nada, cosa que agradezco. Lamento mucho si no les agrada, pero siempre he nivelado las prioridades y Daez es una prioridad para mí. Se queda junto a mí por un rato antes de irse a terminar sus labores. —¿Arreglaron las cosas? —me pregunta Kristen quien decidió quedarse después recibir los regaños de Marcus y el abuelo. —Eso creo. —le confirmo. Cómo el don Juan que es, Daniel nos aborda nalgueando a la rubia que ayuda a Sofía en contabilidad. Kristen no hace nada, ni siquiera sé si siente celos o enojo. —¡No deberías permitirlo! —hablo intentando comunicarme con ella. —Las cosas nunca son color de rosa con nosotros. —Confirma ella. —Vine aquí por él y solo se enojó. Estoy harta. —Hablaste con él. —intento decir. —No pude. —dicta. —¿Por qué, no? — no sé por qué pregunto, pero eme aquí. —Estaba con alguien y me saco de la habitación. —me confirma y juro que puedo sentir su pesar. Daniel es un idiota, lo sé porque pase meses con él, pero… no lo sé, nunca sentí que fuera del tipo agresivo. —¿Que paso entre ustedes? —le pregunto y rápidamente me arrepiento viendo cómo se contrae, claramente no se siente cómoda. —No tienes que decirme. —le aclaró. —¡Lo común! —me habla. —Éramos amigos y cuando despertó sus genes… Sella los labios con apuro como si le fuera difícil hablar. —¡ah! Cierto. —Sonríe con afán. —Tú también pasaste por algo similar. —me dice. Pongo rostro de confusión y ella hace señas dibujando un lazo. ¡Oh, mierda! —¡Eres su lazo! —dicto alarmada. —Era. Pasado. —se contrae. Me explica que se dieron cuenta a los ocho años e inconscientemente siempre estuvieron juntos sin saberlo. Al menos, esto cambio cuando cumplieron los doce y Daniel… me callo con las palabras que me sobrepasan. «Abusø de ella» no, yo diría que no cuenta como abuso, pues ella explica que consintió el acto, pero luego de ese accidente se dieron cuenta del lazo que los unía y Daniel hizo lo impensable por alejarse, estuvo con otras mujeres y le causó tantos daños emocionales que llegó un momento en la cual se sentía vacía. Ella era un paladín y sabían que una vez se transformará el vínculo se rompería justo como sucedió conmigo y Liam. Pero no fue menos doloroso. Cuando cumplieron los quince, ya habían pasado más de dos años sin verse. Entonces pensó que podía seguir con su vida y lo hizo, aun cuando todo le dolía y nada la satisfacía. Ella se enamoró o eso creyó, era un chico lindo y lo quería más, no lo amaba y las ansias por olvidar las huellas de Daniel en ella, la llevo a adentrarse en terreno prohibido. «Se entregó al chico» Pero un lazo y en especial uno construido durante años se vuelve sólido a tal grado de experimentar las mismas sensaciones. Un solo cuerpo y un solo ser. Así funciona esto. Tu otro lado, la cara de la misma moneda y los sé por qué así me siento con Liam. No lo quiero, claro está, pero siento que con él soy yo, no necesito explicarle nada por qué él lo entiende, al principio fue extraño y ambos intentamos mantener la distancia, pero con el tiempo simplemente nos dimos cuenta de que la amistad surgió, simplemente surgió. Pero en su caso… El pobre chico no le dio la satisfacción que ella deseaba y por alguna razón se sentía culpable, sucia y esa misma sensación se transfirió a Daniel y él solo pensó en una cosa y fue. «La obligó» La rabia, el enojo, la culpa y la amargura se mezcló y Daniel estallo, el chico no tenía la culpa y ella tampoco, pero el sí. Y claramente una vida se perdió y ellos solo se ahogaron. Se dictó que ninguno de los dos debería estar en el mismo sitio y es así como la academia Wilson se dividió en dos partes. Cuando se transformó supuso que todo se iría, pero la conexión siguió y es ahí donde ella lo entendió, no solo era por el lazo, posiblemente lo quiso desde antes y lo quería, pero no podía cargar con la culpa y el odio hacia él y simplemente Daniel no intento remediar las cosas, mujeres, alcohol, mal humor y solo quedó enojo entre ellos. El cual aumento cuando Kristen decidido dejar de sufrir por él, no esperar nada a cambio y simplemente sanar. Y así se hizo, pero dos polos se unen y durante el proceso colisionan más de una vez. No puedo no sentir lástima por ella. Al menos ahora entiendo por qué Daez no me dio siguiera la oportunidad de la duda con Liam, ya tenía su propio ejemplo. —Fue mala idea venir. —su voz se rompe, pero su determinación sigue en pie y con todo, se levanta y sacude su falda con una sonrisa. —¡Ese imbécil, no me verá derrotada, no lo hizo antes y no lo hará ahora! —se ríe. La veo seguir su trayecto y no hay que negar que es hermosa, es esa típica chica que acapara la vista de todos, su cabello rojizo le llega a las caderas, su cuerpo se asemeja a una porrista escolar sexi y como toda domadora pavonea la minifalda mostrando sus glúteos y más de uno la voltea ver. Pretendientes no le faltan. Mientras tanto, Daniel, aun estando rodeado de mujeres, disimula la mirada que le carga antes de mandar miradas airosas a aquellos que la miran. «Qué testarudo es» Mi vista pasa de ellos a Wesley, quien entra con rostro de pánico, voltea a verme y evade la mirada con intriga. «Está ocultando algo» lo conozco. Llama a Sofía y está deja caer su cuaderno de apuntes con la noticia que este le dio. Me acercó a ellos y es Sofía quien me sujeta del dorso llevándome contra la pared después de ocultarnos en los cuadrantes. —¡Tenemos problemas! —me dice exasperada. Los nervios me invaden y contento el grito cuando me comunica lo sucedido. Jodidos. Estamos jodidos. —¿Cómo demonios escapo? —miro al guardia que apenado no responde. Wesley se pasea ansioso por la celda del fugitivo. —¡No lo sabemos, señorita! —me confirma el guardia. —¿Qué. ¿Demonios? —llega Marcus con los aires caldeados. —¡Es mi culpa! —confirmo. Marcus patea los barrotes provocando los sonidos metálicos que alertan a todos. —¡Manden rastreo sobre tierra y aire! —sale furioso. —¡Marcus debemos irnos! —habla Wesley. —¡No dirá nada, lo sé! —intento convencerme yo misma. —Joder Clare, no es momento para tener fe en un Robinson. —se regresa Marcus. —Se fugó y debemos encontrarlo antes de que hable. —su tono se altera. —Vivo o muerto. —me mira con ínfulas de: no me contradigas y no lo hago, es mi culpa que en capitán se escapara. No debí haber soltado sus cadenas. CONTINUARÁ…
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