Daez Brhazo.
Desperté en una camilla con los huesos fracturados y aun teniendo la genética a mi favor demoré media semana en sanar por completo. Me considero a mí mismo como el malnacido que elimina las amenazas y camina por senderos donde nadie más puede caminar. Cometí dos errores en mi vida, la primera fue enamorarme de quien no debía y la segunda fue dejarla entrar en mi vida aun sabiendo que sería una debilidad.
Pero, el mayor error siempre está en las decisiones que tomamos y no aceptamos. Dejar con vida a Eliot Morgan, fue un error como ninguno. Lo acepto, cometí el error y estando lastimado en una estúpida camilla, el enojo de mis decisiones me tenía al límite de explotar.
Las cosas no eran fáciles, no me importaba las órdenes del círculo o del concejo Freman. Yo soy mi líder y hago lo que quiero, yo soy quien toma las decisiones y carga con las consecuencias, no pido permiso, ejecutó. Limpio el camino dejando una hilera de fuego y cenizas a mi paso, siempre fue así.
Se dice que una relación es de dos y por eso le di más de lo que soy. Por qué se lo debía, no niego mi culpa en las heridas que Clare vivió, tampoco las reniego o me arrepiento. Intente matar a Liam Hugh, porque un lazo te vuelve dependiente y no podía aceptarlo, yo soy su gravedad, así mismo como ella es mi eje. No podía permitir que su atención se dividiera en dos partes. Las cosas como son, las mentiras, el engaño y las manipulaciones, no siempre son causadas por egoísmo o malos actos, en su caso, tanto Peind Wilson, como kaleth Wilson, lo sabían, ella no está lista para la verdad, no está lista para la crueldad del mundo.
Yo solo escogí entre ser portador de malas noticias o ser aquel que daba la alegría a su mundo y no me fue difícil elegir. Pero esto… Esto es una mierda.
Me costó cinco segundos entrar en la cabeza de Eliot Morgan y ver la estúpida abstinencia que tiene hacia ella. ¿Por qué siempre tiene que estar en medio del huracán?
No la dejará ir, lo sé, por qué ya lo intento, durante años desde que era una niña intento mantener distancia y si algo tenemos en común es el capricho, la satisfacción de tener lo que deseamos, conseguirlo sin problemas, tiene sus vítores, pero arrancar algo que pertenece a otro es la verdadera satisfacción del placer.
Él la alejó de su vida y hubiera seguido de esa manera, si yo no hubiera intervenido, yo la puse de nuevo en su radar y ahora quiere arrancarla de mis manos, pero… No me consideró tan pendejo para regalar u ofrecer lo que ya se me dio.
Necesitaba acción, no pendejadas, de parte del círculo o del consejo Freman, ¿Quién estaba más desesperado? Marcus, llevaba días manteniendo la calma en medio de la tormenta y por primera vez Kaleth Wilson levantó su mano con estrés. Solo era cuestión de tiempo para que sucediera lo que sucedió y yo no soy tan paciente como ellos.
¿Dejarlos atrás? Me burlé de la simple idea, dejaría arder el mundo antes de hacerla esperar más de lo debido. Pero, Mikahail pidió paciencia y obedecí aun sabiendo que el animal en mí estaba deseoso de salir.
“No podemos arriesgar la vida de los demás”
La estupidez más grande que escuche en más de un ciclo. Creo que olvidaron quién soy, quién es Marcus y quién es kaleth, No pedí permiso, iría por ella con ellos o sin ellos, no obstante, ser genéticamente más avanzados que los humanos no quita que seamos mentalmente más avanzados.
Se nos vinieron encima, un grupo de ancianos y consejeros contra nosotros, intentando detenernos. Ya había tenía suficiente paciencia, y esa paciencia se drenó por completo y mi verdadera naturaleza emergió. Lo hice por ella, no por ellos. Suprimí todo muy dentro durante meses, oculte el enojo, las ganas de matar y me sumí en la paz que ella quería, pero sin ella presente ¿Quién me obliga a callar? Y el más grande error de ellos es pensar que pueden domar a un hombre que nunca ha tenido fronteras.
Los maté y no me arrepiento, no son más que lastres acostumbrados a que los demás den la cara por ellos. Kaleth Wilson no renegó y Marcus tampoco internamente sé que sonrieron y me agradecieron. Ellos no podían hacer nada, pero yo sí.
El círculo es solo un centenar de puestos que cuidan el liderazgo y ese liderazgo me pertenece desde que nací, yo solo exigí lo que me pertenece y ellos se negaron, fue la excusa que di para los pocos que se atrevieron a preguntar mis razones. Ya habían vivido suficiente y sin ellos en el camino no hay quien me detenga.
Haber intentado ser quien no soy es el causante de todo esto. Si solo hubiera hecho las cosas a mi modo, ella no tendría que haber sacrificado algo tan preciado como su libertad, un derecho con el cual nació y yo respeto. Quiso tiempo y se lo di durante tres años, pero renuncio tan fácil a él solo por mí.
Estoy tan enojado que siento como la sangre me hierve quemando mi piel por cada segundo que pasa. Me enseñaron primero a pensar y no a desesperarme y eso hice, intente hablar con el círculo y no llegue a nada. Intente jugar el juego de Morgan y solo termine peor. Impondré mis reglas por encima de los demás y a quien no le guste que empiece a alejarse.
Lo mismo pasa con Eliot Morgan, no le doy derecho de seguir vivo, ya sentencié su muerte y el Hoyo para su tumba ya sé cabo. La necesito lejos de aquí por qué no dejaré un solo trozo del lugar en pie. Considero que la paz mental es más importante que la paz física, y no tendré paz sabiendo que hay alguien que amenaza nuestra paz mental.
El sacrificio ya lo hice. Perdone una vida entre tantas. John Robinson prometió mantenerla a salvo y confié en él, no por mí, por ella. Es ruda, un soldadito como él, no es alguien que pueda lastimarla y quiera o no aceptarlo, es otro más en la interminable lista de sujetos capaces de hacer arder el mundo por ella y eso me guste o no, es lo que me da la confianza de dejarla con él.
Los demás fueron mandados a diferentes lugares a lo largo de Inglaterra y Usa. La caída del centro quirúrgico más grande del mundo es una evidencia de que ya no tendré piedad con nadie, sean humanos o antinaturales, la paz no llega con diálogos, llega cuando las muertes y la destrucción es tan grande que no hay una palabra que lo describa.
No me interesa la paz, puedo vivir con el enojo o el miedo de los humanos, pero no puedo vivir en mundo donde soy cazado como un animal. Eliot lo sabe, ese era su plan original, obligar a todos a esconderse, a los humanos a tener pánico, mientras él tenía libertad y recursos.
—¡Está en la planta dos! —grita Kaleth Wilson. —Lancen el dispositivo.
Ellos crearon bombas y objetos capaces de matarnos, pero olvidaron que crear esas armas también es un arma de doble filo para ellos. No miro quién está delante de mí. Nuestra gente salió del edificio hace mucho tiempo y solo quedan aquellos que deben ser eliminados.
Disparo las balas sobre aquellos que están intentando huir del fuego y cuando las balas se agotan saco las espadas duales arremetiendo contra todo. Tengo el cuerpo manchado de sangre y voy subiendo las escaleras seguido por los demás que van a mis espaldas. Otra detonación hace que el edificio se incline y las grietas internas empiezan a dejar caer pedazos de concreto.
Le pido a los demás que esperen mientras me sumerjo en los pensamientos de otro guardia enemigo. Eliot evacuó al piso superior y ellos se quedaron defendiendo.
Paso de largo y ninguno de los guardias se atreve a dispararme. Subo al ascensor dando la orden de matarlos y los disparos se mezclan con el olor metálico de la sangre.
Mirando a través de las ventanas de vidrio está parado el malnacido de Eliot jugando un cubo Rubik se gira al verme y sonríe con malicia. ¿Qué mierda está planeando?
—Sabes. Hay cuatro cosas imparables en este mundo. —me habla. —La magia es una de ellas, la tecnología, la genética y el destino. —se ríe. —Pero. ¿Qué pasa si las unes en un solo lugar?
Señala hacia el estante con un millar de jeringas con un líquido plateado.
—¡Eso pasa! —confirma.
Lo rodeo sacando la daga que acabará con su vida y él se saca la corbata enrollándola en sus manos.
—Si mezclas magia con genética y sangre, puedes crear cosas inigualables. Pero… Si conectas la magia con el destino se vuelve imparable y eso es lo que somos todos los antinaturales “imparables” pero ¿Cómo romper esa rueda y volver a un antinatural débil, como quitarle su destino? Es hay donde unes la tecnología, la ciencia, la genética y tienes un poder de romper lazos y quebrar cadenas.
No entiendo, pero sé a qué se refiere. Lo que alardea es poder más allá de fuerza física o política.
—No se juega con el destino. —advierto. —Por ejemplo, ¡Hoy morirás! Ese es tu destino.
—Puede que sea cierto. —pero te regalaré un último regalo. —me amenaza.
Suelta los botones de su camisa y toma la mesa lanzándola en mi dirección. La esquivo y antes de darme cuenta estrella los puños en mis costillas haciendo alarde de su fuerza. No respiro el dolor, le regreso dos golpes, uno en la mandíbula y el otro en el pecho. Lo sujeto por los hombros insertando mi rodilla en su estómago y escupe sangre como la rata que es.
Barre el suelo y caigo de espalda, no duda en patearme con la punta de sus botas y le doy la espalda levantándome de un solo. Le inserto dos patadas en las rodillas y grita cuando inserto la daga en sus costillas.
—Te devuelvo el dolor. —me burlo.
Aquí no hay piedad. Golpeo con más fuerza sus costillas hasta escuchar como crujen. Una, dos, tres, cuatro. Toma mi talón con sus manos y caigo por segunda vez, toma la barra de metal que arranco de la mesa y las estrella en mi rostro y otra en mis omoplatos.
La tercera la interceptó quitándole el metal de las manos, con esta misma reviento el vidrio de las ventanas y pateó su tórax haciéndolo retroceder.
Otro golpe hace que su mandíbula baile en su rostro y no me detengo. Me desquito todo el enojo, siento que los puños me arden del impacto que ejerzo en ellos. Dejo su cabeza colgando en el ventanal y el aire helado de la lluvia me golpea el adolorido rostro, lo tomo con fuerza estrellando su rostro contra lo que queda de la ventana. Me alejo y lanzo otra patada que lo arquea rompiendo lo que queda de sus costillas.
Saco la daga y la entierro en sus muslos. No sé queja, aguanta el dolor como si fuera un chiste. No quiero juegos, empuñó la daga enterrándola más profunda, la deslizó hacia arriba cortando los ligamentos de su piel.
Se ríe con más fuerza como si no sintiera dolor y saco la daga enterrándola en su pectoral. Empiezo a deslizarla con delicadeza, quiero verlo sufrir, que ruegue por su vida, arrancarle el corazón y hacer que se lo trague mientras su cuerpo aún esté caliente.
—Eres tan impredecible. —mira sobre mi hombro con la mirada fría. Entierran la rodilla en mi columna inmovilizándome y no es hasta que siento el frío recorrer mis venas que me doy cuenta de que tengo enterrada una jeringa en cuello.
—¡Clare Wilson! —musita en mis oídos la voz femenina.
Meto el codo en la cara de la chica de cabello corto que tengo encima y ella escupe sangre. La tomo por la mandíbula haciendo que se ahogue con su propia sangre cuando entierro una, dos, tres, veces la daga en su estómago para después deslizarla abriéndole el estómago, hasta llegar al valle de sus pechos, entierro la mano tocando su columna vertebral y no me detengo hasta que crujen en mis manos.
Cae al suelo muerta aún con los ojos llenos de terror y tan abiertos que noto la esclerótica. Me saco la jeringa.
—¿Qué mierda es esto? —le entierro la punta de la jeringa a Eliot en la base de la mandíbula, atravesando su lengua con la punta.
—Eso es mi regalo. —balbucea riéndose con los dientes manchados de rojo sangre. El ruido sordo del misil me ensordece, impacta derribando las bases del edificio y Morgan salta por los ventanales cayendo al vacío huyendo como la rata que es.
El edificio tiembla antes de inclinarse sobre el pavimento. El techo empieza a caer y grito tan alto como puedo ordenando evacuar. Corro hacia los estantes sujetando dos de las jeringas que están exhibidas, No sé qué demonios me inyectó, pero pronto lo sabré.
Salto sobre el portal evacuando el lugar.
Tengo que ir por… ¿Clare? Empiezo a divagar con confusión. Posiblemente, sea el efecto de inyección. Estoy bajo la lluvia y determinó el líquido plateado de las jeringas sintiendo que algo no está bien.
Estoy delante de la central de la FMA y me preguntó por qué era tan importante estar aquí, lo recuerdo más, no me interesa. Que se encargue Liz. Me giró con el dolor en los músculos.
—¿Todos evacuaron? —pregunto por el auricular. —Sí. —me confirman del otro lado.
Regreso al lugar y todos me miran con extrañeza. —¿Qué? —indago. Le entrego las jeringas a Joshua. —Me inyectaron esto, investiga que es.
—¿Por qué estás aquí? —habla Joshua con un rastro de pánico en su voz. —¿Dónde está Clare? —pregunta y que enerva que pregunte por la chica viendo el estado en el que estoy.
—Liz se encargó —confirmo. Arruga las cejas tomándome el rostro con sus manos. —¿A qué te refieres con eso? ¿Estás bien? —me examina.
—Que bien que preguntes. —digo con sarcasmo. —Ahora que lo dices, necesito un médico o una posición para el maldito dolor y que verifiques que demonios es eso. —señalo la jeringa.
Entro a la ducha quitándome la sangre de encima y para cuando salgo Joshua todavía está parada en la misma posición mirando la jeringas con pánico.
—Daez. —me llama. —¿Sabes quién es Clare? —pregunta y en serio no sé por qué pregunta tal estupidez.
El doctor entra a la habitación, tomo la poción, atienden mis heridas y Joshua guarda silencio durante el tiempo que pasa.
—Claro que sé quién es. —confirmo una vez que los demás despojan la alcoba. Y el alivio la invade. —Ahora tenemos que resolver que es eso. —vuelvo a señalar las jeringas que mantiene en las manos.
Aprecio mi vida y no quiero morir de imprevisto, nada de lo que hace ese imbécil puede ser bueno. Joshua suspira profundamente dejando las preocupaciones atrás.
—¿Te inyectaron esto? —examina a fondo las jeringas. —¡Eso dije! —confirmo. Me toma por el cuello examinado la marca que dejó la jeringa. Y las preguntas comienzan. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que te inyectaron? ¿Sientes algún cambio?
No me duele nada excepto por los golpes, me siento normal, nada fuera de lo normal o nada por la cual deba exaltarme o preocuparme. Mis sentidos están bien, mi dote igual, puedo entrar en fase y por ahora todo está bien.
—¿Y mentalmente? —pregunta.
¿Mentalmente? Mmmm. Estoy bien. Digo todo esta en su lugar.
—¿Tus recuerdos? —pregunta exaltada.
—Si sabes que puedo entrar en los recuerdos de los demás, ¿Verdad? —le recuerdo para que deje de preguntar sandeces.
Me mira con pesadez y tengo que confirmar que estoy bien para que deje su preocupación atrás.
—¿Ahora qué? Empezarás a preguntarme si conozco o recuerdo a todos. —me le burlo.
—Es extraño, Daez. —responde. —Estás bien físicamente y mentalmente. ¿Entonces que fue lo que te inyectó? —cuestiona.
—Prometo preguntarle la próxima vez que lo vea. ¡Ahora vámonos! —le digo.
Me detiene mirándome con esos ojos juzgones. —Daez, ¿Seguro que estás bien?
No le contesto, la tomo por los hombros mirándola a los ojos. —hagamos la prueba. —miro en sus recuerdos recreando los últimos tres meses y quedó sin aliento cuando no encuentro nada del otro mundo.
—Sí, recuerdo todo lo que hay en tu mente. —la suelto. —¡Contenta!
—Eso creo. —habla. —Está bien, vámonos. —mete las jeringas en su bolso. —Igual me llevaré esto, para analizarlas con más cuidado.
—Sea lo que sea, algún efecto debe de tener, el muy malnacido se burló como si hubiera obtenido la victoria. —aclaro con enojo.
—¡Eso es lo que me preocupa! Quiero ver Marcus, estaba muy preocupado por Clare.
—¿Marcus y Clare? ¿Quiénes son esos? —le digo y su semblante cambia por completo.
—¿Disculpa? Cómo que quienes son. —habla con un hilo de voz. —Marcus: mi esposo. —habla como si debiera saberlo. —Clare: tu novia.
Nos miramos dejando que el silencio invada la habitación hasta que suelto la risa haciendo que todo en ella se contraiga.
—Mierda, me asustaste. —golpea mi hombro. —En serio no juegues con eso. —me reprende.
Llegamos al búnker y miro la hora en mi reloj, camino hacia el ala central y Joshua me llama con apuro.
—¿A dónde vas? La sala de emergencia está por aquí. —señala el pasillo.
—No voy a la sala de emergencia. No sé si lo olvidas, pero ahora soy el líder del círculo y debo resolver unos asuntos.
—Pero… —hace una pausa. —Clare está en la sala de emergencia y por lo que escuche no está bien, el hijo del general Robinson murió protegiéndola y se culpa de eso.
—Pues visítala y llévale flores para que se recupere. —dicto con apremio. —No iré a escuchar llantos ajenos y negaría si digo que me da lastima la muerte del idiota ese.
Joshua no dice nada, me determina con rigidez como si hubiera dicho algo malo, la ignoro caminando hacia mi destino. Se mete en mi camino y golpea con fuerza mi hombro intentando hacerme entrar en razón.
—¿Es en serio? Sé que eres un idiota, pero el chico le salvó la vida ¿Entiendes? Deberías al menos estar agradecido.
—Bueno, esperemos que ella le haya agradecido por su sacrificio. —reniego con la exasperación que me toma el cuerpo.
—Daez, deja de jugar, esto no es un juego.
—No estoy jugando. —Vuelvo a mi camino y ella se queda atrás.
Se comporta ridículamente, ¿Qué se supone que debo hacer yo? Ir a la tumba de John Robinson y agradecerle por salvarle la vida a la princesa Freman. Claro que no. Tengo asuntos importantes y esto no es uno de ellos.
CONTINUARÁ…