Capítulo 6

1302 Words
Desperté esperando que lo que había vivido no fuera más que un sueño, pero lamentablemente no fue así. Súbitamente, un dolor se introdujo bajo mi piel y ahí quedo aturdiendo mis sentidos, no sé cuanto tiempo estuve tirada sin lograr moverme, nada de lo que podía observar tenía sentido alguno. Había humo y fuego por todas partes, además no lograba escuchar nada, solo un zumbido que me atormentaba a cada segundo. Intente reincorporarme, pero mi cuerpo no respondió con normalidad, solo logre sentarme sobre el suelo; la cabeza me palpitaba, el dolor era casi insoportable al mismo tiempo que mi rostro ardía como si me hubiera quemado y no lograba abrir un ojo, temí que me lo hubiera lastimado al caer por ese extraño impulso que había recibido, pero mis malestares eran lo de menos. Todo cuanto conocía, las calles, las casas, los negocios, estaban destruidos, pero quizás lo peor de todo era que estaba sola. Un horrible pensamiento se apoderó de mi cabeza, el paradero de mis padres y si se encontraban a salvo. Había escapado lejos de las bombas olvidándome de ellos, nada podía ser peor que eso y pensar que les había sucedido algo solo empeoro las cosas. Volví hacer el intento de levantarme, todo mi cuerpo suplico piedad ante el tremendo sufrimiento que cada movimiento me ocasionaba, pero me repetí a mí misma que mi dolor no debía importarme, tenía que soportarlo de una u otra manera e intentar buscar a mis padres. El zumbido persistió perforando mis oídos y el dolor de mi cuerpo me impedía acelerar el paso. Cada movimiento era un martirio e incluso algo tan simple como era el respirar se volvió una tortura constante que no me dejaba pensar con claridad; camine y camine sin idea de donde me encontraba, debido a la destrucción de las calles era imposible saber con exactitud mi ubicación. Vi humo y fuego, caos y destrucción, pero lo peor fue encontrar c*******s a mi paso, hombres, mujeres y niños por igual. Desvié la mirada, asustada, con el alma hecha pedazos y con el corazón entre las manos, sin saber cómo reaccionar ante lo que mis ojos lograban ver, sangre, dolor y muerte. Quería llorar, pero ni mis lágrimas fueron valientes para brotar; solo pensé en llegar a casa, rogaba por un milagro, que mi calle no hubiera sido destruida en el bombardeo y que mis padres siguieran con vida. Era el único pensamiento que me mantenía de pie, mi única motivación para ignorar el dolor que aquejaba cada parte de mi cuerpo, pero por mucho que lo deseara, me era imposible seguir, no podía dar un paso más. Mi cuerpo sucumbió, caí sobre los escombros de lo que parecía ser la sala de una casa, había madera por todas partes, polvo y restos de la estructura. Mire el firmamento desde mi sitio, templado y pacífico, muy diferente de lo que había aquí abajo, cerré el único ojo que podía abrir y me mantuve quieta esperando a que el dolor cesara y mi cuerpo recuperara fuerzas. Tal vez me quedé dormida, pues al abrir nuevamente el ojo vi el cielo completamente oscuro. Me reincorporé con mucha dificultad, mi cuerpo clamaba seguir descansando, pero mis deseos fueron más poderosos. El panorama no era diferente del que había visto antes de caer y pensándolo bien, probablemente me había desmayado. El humo seguía elevándose por lo alto de la ciudad, un recordatorio de lo que había ocurrido horas antes, un bombardeo. Aún recordaba que había leído un titular acerca de eso esa misma tarde, pero no le había tomado importancia, la guerra me había parecido muy lejana gracias a mis padres, porque ellos habían huido siempre de esa realidad para protegerme, pero de un momento a otro y sin que sospecháramos nada, la sombra de esa guerra nos había alcanzado. Era la primera vez que presenciaba su poder y su destrucción, sin lograr entender el porqué de su existencia, las guerras nunca daban nada, en realidad su único objetivo era arrebatar y dejar en cada corazón una huella de dolor. Di un paso y luego otro y así sucesivamente hasta llegar a un camino más o menos despejado de escombros en el que pude encontrar personas asustadas, corriendo o estáticos, observando los c*******s que iban formando en una fila que parecía interminable. Caminé lentamente observándolos uno a uno, esperando no encontrar un rostro familiar, los de mis padres, pero no los vi, al menos no en esa fila de cuerpos, lo que me dio esperanzas de que en algún lado ellos seguían con vida y quizás estaban buscándome. Al alzar la vista pude reconocer la calle o al menos lo que quedaba de ella, vi la oficina de correos parcialmente destruida, solo la parte trasera del edificio había sido derribada, pero su fachada estaba intacta y seguramente la carta de mi padre aún seguía en óptimas condiciones para ser entregada, pero con todo este caos, eso ya ni siquiera tenía importancia. —¿Niña, estás bien? —de repente se me acerco una mujer que me dirigió una mirada horrorizada. La vi de arriba abajo, no la reconocí, pero ella me miraba como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo, me tomo del hombro y me inspecciono, una mirada que viajo por todo mi cuerpo y mientras más veía, su expresión cambiaba del horror al pánico— ¡Estás sangrando mucho! Sus palabras no parecían tener relevancia hasta que baje la mirada para inspeccionarme yo misma. Efectivamente, por mis brazos escurrían pequeños afluentes de un líquido carmesí que corrían por mi piel y caían en pequeñas gotas por mis dedos. Al examinar la ubicación de mis heridas descubrí que tenía cortadas profundas en los antebrazos, no me dolía, pero la sangre que resbalaba era prueba de que debía acudir a un servicio médico pronto, pero simplemente no podía solo pensar en mí, debía buscar a mis padres, aunque la mujer frente a mí no parecía pensar lo mismo que yo. —Ven— me dijo sujetándome del brazo y obligándome a caminar a su lado, acción que me alarmo. No supe por qué, pero recordé aquella vez en que mi madre me dijo que no hablara con extraños y mucho menos dejara que me llevaran, pero me lo había dicho cuando tenía diez años y por supuesto lo decía por esas personas que se dedicaban al tráfico de personas; la mujer frente a mí no parecía ser de ese tipo de personas, algo en ella me lo dijo, probablemente fue su sombrero café con un par de flores a su costado que llevaba puesto, o quizás el suéter oscuro que hacía juego con el sombrero o tal vez el vestido verde que le llegaba hasta los tobillos, aunque tal vez fueron sus zapatos o al menos uno de ellos, ya que aparentemente lo había perdido. Ella también había sido víctima de esta terrible calamidad y la falta de uno de sus zapatos era la prueba de que tal vez su preocupación se debía a que mi situación era mucho más precaria que la suya, ella parecía estar bien mientras que a mí me dolía todo el cuerpo y estaba sangrando, seguramente solo quería ayudarme. —Debo buscar a mis padres— le dije en voz baja, creo que si lo hubiera dicho más alto, un rastro de dolor se hubiera asomado demostrando cuanto me había afectado esa situación, pero de que servía el lamentarse, por supuesto, me dolía, pero tampoco podía quedarme sin hacer nada. Aquella mujer arrugó el espacio que había entre sus cejas, me miro consternada como si quisiera decirme algo o al menos advertirme, pero en vez de eso solo forzó una sonrisa. —Están llevando a todos los heridos al hospital, tal vez tus padres estén ahí, buscándote.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD