La empresa Nexora Technologies está en la vanguardia, especializada en inteligencia artificial y soluciones de automatización empresarial, la compañía desarrolla software y herramientas para grandes corporaciones ayudando a optimizar sus operaciones mediante análisis de datos, automatizando los procesos y servicios de ciberseguridad. El edificio donde se encontraba la empresa era un rascacielos imponente, de unos cincuenta pisos de altura, ubicado en el corazón del centro de Los Ángeles, su estructura, moderna y vanguardista, estaba recubierta por paneles de vidrio tintado en azul oscuro, que reflejaban tanto el vibrante cielo californiano como el ajetreo urbano de las calles debajo, a medida que el sol cambiaba de posición durante el día, el edificio brillaba con destellos metálicos, casi como si estuviera en constante movimiento.
La arquitectura del edificio combinaba elegancia y funcionalidad, su diseño angular y limpio destacaba entre los rascacielos circundantes, con un ligero giro en su estructura que lo hacía parecer que se estiraba hacia el cielo en una espiral sutil. El lobby, de techos altísimos, estaba revestido en mármol blanco pulido y madera oscura, con paredes adornadas con esculturas contemporáneas, las luces suaves y estratégicamente colocadas daban al espacio un aire acogedor pero exclusivo.
Fuera, una plaza minimalista con bancos y pequeñas fuentes rodeaba la entrada principal, donde los empleados y visitantes podían detenerse unos momentos antes de entrar en la atmósfera frenética del edificio, las ventanas de los pisos superiores ofrecían una vista espectacular de la ciudad, desde el horizonte hasta el lejano océano Pacífico, lo que hacía que el edificio fuera no solo un centro de negocios, sino un símbolo de éxito. En la azotea, había un jardín exclusivo con áreas para reuniones al aire libre, diseñado con estilo zen, que proporcionaba un respiro verde en medio del acero y concreto de la ciudad, este oasis estaba reservado para ejecutivos y socios clave, un lugar donde se cerraban acuerdos importantes en medio de una vista que abarcaba desde las montañas de San Gabriel hasta la costa.
El edificio, en su conjunto, representaba el poder y la influencia de su dueño, encajando perfectamente en el paisaje del distrito financiero de Los Ángeles, pero con un toque de distinción que lo hacía sobresalir. Hank William Ransome, un joven empresario de veinticinco años que está en pleno ascenso, conocido por su habilidad para detectar oportunidades y cerrar tratos que otros hubieran considerado imposibles, a pesar de su juventud, ya se había hecho un nombre en el competitivo mundo de los negocios de Los Ángeles, donde su ambición y determinación lo impulsaban a escalar rápidamente. Había comenzado su empresa con pocos recursos, pero su visión innovadora y su capacidad para adelantarse a las tendencias del mercado lo llevaron a posicionarse en la élite empresarial.
Su éxito no solo se reflejaba en los números de la compañía, sino también en la imagen imponente del edificio que ahora albergaba su oficina en el centro de la ciudad, Hank había llegado lejos en muy poco tiempo, pero aún sabía que el verdadero desafío estaba en mantenerse en la cima y mantener unida a su familia que estaba también en crecimiento, pues hace ocho meses había nacido su primer hijo. Hank estaba en una etapa de su vida donde el equilibrio entre su floreciente empresa y su familia parecía más complicado de lo que había anticipado, mientras se esforzaba por mantener su compañía en la cima del mercado, su corazón estaba con su pequeña hija Eva, de tan solo ocho meses, a pesar de su apretada agenda y los interminables compromisos laborales, siempre encontraba momentos para estar con ella, intentando no perderse esos instantes irrepetibles de su crecimiento.
Cada vez que miraba la sonrisa inocente de Eva, sentía la presión de ser un buen padre mientras sostenía el peso de su éxito empresarial sobre sus hombros, sabía que no podía dejar de lado ninguna de las dos cosas; ambas eran pilares de su vida, aunque a veces parecía que se desmoronaban en direcciones opuestas. Hank se había casado con Rachel Cross hace tres años, en lo que parecía el inicio de una vida perfecta juntos, ambos compartían sueños y ambiciones, cuando la noticia del embarazo fue oficial pensaron que su familia estaba completa, sin embargo, después del nacimiento de Eva, todo cambió. Rachel comenzó a alejarse de él, sumergida en sus propios pensamientos y distanciándose emocionalmente, Hank no entendía del todo qué había fallado, entre el estrés de manejar su empresa y los cambios que trajo la llegada de Eva, las conversaciones con Rachel se volvieron más frías y las tensiones crecieron, a pesar de sus intentos por acercarse, parecía que el abismo entre ellos se hacía más grande.
Hank estaba en su oficina, trabajando como siempre, el sonido constante de las teclas resonaba en el amplio espacio de su oficina, solo interrumpido por el ocasional suspiro que se le escapaba con las constantes ideas que azotaban su cabeza desde la mañana en que salió de la casa. Apilados en la esquina de su escritorio, informes sin terminar esperaban pacientemente a que los revisara, pero por más que se esforzaba en concentrarse, su mente divagaba, atrapada en pensamientos que preferiría olvidar.
El reloj de pared marcaba las 10:00 a.m., pero para Hank, el tiempo parecía haberse detenido desde aquella llamada la noche anterior, un investigador privado ya tenía las respuestas que él había pedido, respuestas que quizás prefería no conocer, mientras su mirada seguía fija en la ventana, observando sin ver realmente, las palabras del detective resonaban en su mente.
Las dudas que lo habían perseguido durante meses, la distancia de Rachel, su cambio repentino después del nacimiento de Eva, todo parecía tener una explicación, una que ahora estaba escrita en un informe que yacía sobre su escritorio, esperando ser leído, Hank no lo había abierto aún, le temía a lo que encontraría dentro, a cómo esas palabras podrían destrozar lo que quedaba de su vida familiar, ya tan frágil. Inspiró profundamente, tratando de calmar el torbellino que sentía en su interior, sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar la verdad, pero hasta ese momento, prefería vivir en la incertidumbre, donde aún existía la esperanza de que todo fuera un malentendido.
— ¡Llego el amor de tu vida! — exclamó un hombre alto de ojos azules, tras abrir las puertas de la oficina con bastante brusquedad.
— ¡Lo siento mucho señor Ransome, intente detenerlos y explicarles que usted pidió que no lo molestaran! — la secretaria iba detrás, nerviosa y agitada por su incapacidad de cumplir una orden.
— Como si detener a James fuera algo posible. — dijo otro hombre de cabello rubio y mirada severa entrando a la oficina también.
— Intenta cubrirte con un paraguas en medio de un huracán. — un hombre más se iba arreglando la corbata y su cabello lacio ligeramente largo fue peinado hacia atrás por una de sus manos.
Hank los observó fijamente por unos segundos antes de sonreír de forma divertida y después fijó sus ojos verdes en su secretaria que parecía estar al borde un colapso nervioso por todo el escándalo que el hombre había formado al entrar a la oficina.
— Esta bien Pamela, a estos hombres nunca les ha importado mis peticiones. — se recostó hacia atrás en su silla.
— En eso tienes razón... — dijo el hombre que entró primero — Tu opinión cuando estás en una situación sentimental mala, no importa mucho, nosotros somos tu salvavidas y no nos vamos a ir hasta verte de mejor humor. — sonrió metiendo las manos en sus bolsillos.
— Preciosa, tráenos unas tazas de café, una de ellas que sea café n***o bien cargado, necesito resucitar. — dijo otro hombre de cabello castaño con una voz coqueta.
— Permiso. — la secretaría casi que salió corriendo de la oficina.
— Siempre que vienen terminan poniendo a mi secretaria un poco histérica. — Hank negó con la cabeza mientras se reía.
Los cuatro hombres que entraron a su oficina de la nada y alteraron la paz de su oficina, eran sus amigos de años, aunque los había ido conociendo en tiempos diferentes durante lo largo de su vida. El primer hombre que entró con la energía de un rayo, era James Walker, era su vecino de toda la vida, ambos vivían en Seattle y estuvieron juntos desde el jardín de infantes hasta la universidad pues ambos se mudaron a Los Ángeles a estudiar, salvo que James regresó a Seattle mientras que Hank se casó y comenzó a construir su propia empresa en la ciudad. James tenía su cabello es oscuro, peinado hacia atrás con un estilo elegante y pulido, lo que destacaba su rostro simétrico y definido, su piel era clara y suave, bien cuidada, con una barba corta y bien recortada que enmarca su mandíbula fuerte, sus ojos eran de un color azul intenso, su expresión siempre era seria pero tranquila, transmitiendo confianza y seguridad, era bastante alto y con una elegancia natural.
El segundo hombre que entró era Luke Foster, un excelente amigo que conocieron cuando estaban en la primaria, él se quedó en Seattle para estudiar la universidad, pero los kilómetros que los separaban no fueron suficientes para cortar la amistad que tenían; Luke tenía el cabello rubio caramelo, peinado cuidadosamente hacia un lado con un estilo elegante, su piel clara hacía destacar sus iris de un color gris bastante llamativos, tenía una barba bastante recortada apenas visible. Tommy Carter fue el tercer hombre que entró a la oficina y el que iba a arreglando su ropa, en secundaria fue el niño nuevo del que los brabucones se burlaron desde el primer día por usar Brackets con unas gomas a los laterales dentro de su boca, pero Tommy congenió bastante bien con Luke y él lo introdujo al grupo sin mucho esfuerzo; él tenía el cabello azabache, tan oscuro como el mismo carbón, lacio y tan largo hasta su nuca, lo tenía peinado cuidadosamente hacia atrás, una barba muy bien cuidada que enmarcaba su mandíbula perfectamente, sus ojos de un verde oscuro hipnotizantes, era el más bajo de todos y el paso de los años hizo maravillas en su físico.
El hombre más nuevo en unirse a aquel grupo fue Mario Andrade, un coqueto de primera al que Luke y Tommy conocieron durante su tiempo universitario en Seattle, no le costó mucho ganarse la confianza de los otros dos amigos en la primera vez que se conocieron, la química entre los cinco fue perfecta y eso creó una amalgama fuerte de amistad; Mario era un hombre bastante atractivo, alto y con una sonrisa encantadora, una barba tupida y bien cuidada, unos misteriosos ojos azules que hacían suspirar a las chicas cuando se fijaban sobre ellas.
— ¡Hank! — exclamó James de la nada — No esperabas una visita sorpresa ¿Verdad? — en sus labios se dibujó una gran sonrisa.
Hank lo vio caminar hacia enfrente de su escritorio y con despreocupación arrastró la silla un poco hacia atrás antes de dejarse caer sobre ella, él no necesitaba invitación para hacer lo que quería, la confianza entre ellos era demasiada.
— La verdad es que no. — vio a los otros hombres acercar las otras sillas hacia el escritorio.
— ¿Qué pasa contigo? Pareces haber visto un fantasma. — dijo Luke, notando la tensión en el rostro de Hank.
— He estado teniendo algunos problemas, nada serio. — pasó las manos por su rostro.
— ¿Por eso has estado esquivo en el chat de grupo? — Tommy ladeo la cabeza ligeramente mientras lo miraba.
— Llevas mucho tiempo con la nariz metida entre documentos de la empresa, ahora que te has convertido en padre tienes más presiones que nunca, por eso hemos venido... — James se soltó la corbata y se la quitó — Hoy es viernes y una noche de copas con tus mejores amigos te sentaría bien, tu esposa podría comprenderlo, además no te dejaremos beber mucho para que no seas mala influencia para tu princesa. — entrelazo sus dedos sin quitar la sonrisa de sus labios.
— Yo presiento que lo que necesita es más una intervención en lugar de una noche de copas. — Mario también era muy intuitivo.
Para Hank era un alivio verlos ahí, como si por un momento la vida fuera normal otra vez, pero las respuestas que el investigador le había dado y el distanciamiento de Rachel pesaban sobre él y aunque eran sus amigos, Hank no podía compartir con ellos lo que estaba sucediendo en su mente, sentía que no debía arruinarles el buen ambiente que llevaban en esos momentos.
— Nada de eso, solo ha sido una semana muy llena de trabajo y creo que una noche para mí no estaría mal. — se acomodó de mejor manera en la silla.
— ¿Cuántos años llevamos siendo amigos Hank? — preguntó James cambiando su expresión a una más seria.
— Desde que usábamos pañales. — respondió mientras se rascaba la nuca con algo de incomodidad.
— Yo no llevo conociéndolos mucho tiempo, pero tu mal semblante es bastante obvio y tu distanciamiento también lo ha sido, algo te pasa. — Mario se soltó la corbata también, necesitaba comodidad pues la conversación iba para largo.
— Siempre nos hemos ayudado en los problemas, cuando a Tommy lo dejo su novia lo llevamos a los casinos de Las Vegas, Mario perdió el trabajo y lo llevamos a pescar... — Luke habló — Hemos venido porque nos necesitas, eso hacen los buenos amigos, se apoyan entre ellos. — se recostó hacia un lado apoyando la mejilla en sus nudillos.
Hank, por un momento dudó en compartir sus inquietudes con sus amigos, el informe seguía sobre su escritorio y las palabras del investigador aún resonaban en su mente, sabía que una vez que hablara, no habría vuelta atrás, apretó la mandíbula y miró a sus amigos, que estaban esperando pacientemente a que se animara a compartir su tormento. James, Luke, Tommy y Mario siempre habían estado a su lado, pero esta vez, Hank no estaba seguro de cómo reaccionarían, el aire despreocupado en la sala contrastaba con la tormenta que sentía por dentro, no quería ser vulnerable frente a ellos, no cuando siempre había sido el líder del grupo, el que lo tenía todo bajo control, pero al final, algo dentro de él cedió, sus hombros, tensos desde que entraron, se relajaron un poco y dejó escapar un suspiro.
— Bueno, hay algo que necesito contarles. — dijo con voz más baja de lo habitual, lo que de inmediato atrajo la atención del grupo.
— Hermano, desahoga tus penurias que aquí tienes ocho orejas para escucharte con atención. — dijo James, inclinándose hacia adelante con una expresión seria.
— Es Rachel... — comenzó, sintiendo el nudo en su estómago crecer — Hace unos meses, después de que nació Eva, empezó a distanciarse de mí... — Hank pasó la mano por su cabello y miró el informe sin abrir en su escritorio — Al principio pensé que era el estrés de la maternidad, que era normal, pero luego empecé a notar cosas que no cuadraban. — vio a sus amigos escuchándolo atentamente — Contrate a un investigador privado... — continuó con algo de alivio — Anoche me llamó, me dijo que ya tenía las respuestas y esta mañana a las siete, vino a dejarme un informe... — ninguno de ellos lo interrumpió a pesar de que se estaban imaginando lo que llevaría aquel informe — Todavía no lo he leído, no sé si quiero saber la verdad. — miro a sus amigos, buscando algún tipo de apoyo.
— Hank, estamos contigo, sea lo que sea que diga ese informe, no tienes que enfrentarlo solo. — Luke fue el primero en hablar, su voz calmada, pero firme.
— ¿Qué crees que diga el informe? — pregunto James igualmente serio.
— Que soy un cornudo. — dejó escapar un suspiro pesado mientras se encogía un poco en la silla.
— No creo que debas ser tan negativo, quizás solo sea depresión postparto. — Mario no quería que su amigo se adelantara a los hechos.
— ¡Depresión mis pelotas! — Hank golpeó el escritorio con los puños, perdió la estabilidad por un momento — Hay señales, las he estado viendo y por eso contrate a un investigador privado, la carpeta esta enorme y sé que no me va a gustar lo que hay adentro. — respiro profundo tratando de volver a la calma habitual.
— Solo hay una forma de saber si tus sospechas son verdad o si solo es un drama hormonal tuyo, ten huevitos y revisa la carpeta. — James se inclinó hacia el escritorio y deslizó la carpeta hacia enfrente de su amigo, era obvio que carpeta era.
Esa fue la chispa que necesitaba, Hank asintió, agradecido por el apoyo de sus amigos y tomó la carpeta con manos temblorosas, sabiendo que, al final, no importaba lo que dijera el informe, lo enfrentaría y no lo haría solo, eso era lo bueno. Hank abrió la carpeta lentamente, sintiendo el peso de cada segundo mientras lo hacía, el aire en su oficina se volvía más denso era como si el mundo entero estuviera en pausa para ese momento, sus amigos observaban en silencio, respetando el espacio que Hank necesitaba para enfrentar lo que estaba a punto de descubrir.
Al abrir la carpeta, sus ojos comenzaron a escanear las páginas llenas de informes, fotografías y detalles que el investigador privado había reunido, entonces lo vio; imágenes de Rachel con otro hombre, tomados de la mano, entrando en un restaurante que Hank reconoció, las fechas en los documentos correspondían a momentos en que Rachel le había dicho que estaba ocupada con otras cosas relacionadas a su trabajo como relacionista pública, eran fotografías que no dejaban lugar a dudas, conversaciones documentadas que mostraban la doble vida que ella había estado llevando por esos últimos tres meses según había marcado el investigador.
El corazón de Hank se encogió en su pecho, cada palabra, cada imagen, siendo como un golpe sordo que lo dejaba sin aliento, había sospechado algo, pero verlo frente a él era devastador, su esposa, la madre de su hija, le estaba siendo infiel, el hombre que aparecía en las fotos no era alguien que conociera, pero eso no importaba, lo que importaba era la traición, el engaño. El silencio en la habitación se volvió más pesado y Hank sintió un nudo en la garganta que apenas le dejaba respirar, cerró los ojos por un momento, tratando de asimilar la información, mientras los papeles resbalaban de sus manos y caían sobre el escritorio.
— Lo sabía... — murmuró, su voz apenas un susurro — Siempre lo supe, pero no quería verlo. — abrió los ojos enfocándose primero en James.
— ¿Puedo? — preguntó James señalando los papeles.
— No hay nada que ocultar. — se encogió de hombros ya con completo desinterés.
Los cuatro hombres también revisaron el informe, más que todo las fotografías, deseaban creer que la mujer que su mejor amigo tanto amaba no era capaz de romperle el corazón con una infidelidad y menos después de haberle dado una preciosa hija, pero no había cabida a las dudas, Rachel le estaba siendo infiel con un hombre que lucía bastante joven.
— Hank, no tienes que pasar por esto solo y pienso que deberías tomarte tu tiempo para pensar las cosas. — Mario fue el primero en romper el silencio pesado que cayó sobre ellos.
— No voy a regresar a casa esta noche... — tiro la cabeza hacia atrás y se quedó observando el techo de su oficina — Siento que voy a cometer una estupidez si veo a Rachel con esta ira que va creciendo dentro de mí. — con ellos podía ser completamente sincero.
— ¿Vas a perdonarla si te lo pide? — preguntó Tommy.
— ¡Eso sería estúpido! — Luke frunció el ceño — ¡Seria como decirle a esa mujer, úsame como tu tapete, soy tu basurero personal y puedes hacer conmigo lo que quieras! — no le gustó mucho la pregunta.
— Tranquilos... — James movió sus manos — Hank no está para pensar en eso, al menos no en estos momentos donde se acaba de enterar que su esposa lo engaña. — devolvió los papeles al escritorio.
— Creo que no regresar a tu casa sería una buena idea, se piensa mal con la cabeza aireada y en calor... — Mario se cruzó de brazos — No quiero verme insensible ni parecer un maldito, pero creo que deberíamos irnos de fiesta, nos estamos quedando en el hotel Inda y puedes quedarte con alguno de nosotros, bebes, te despejas y mañana con la luz de un nuevo día enfrentas esta tormenta marital. — el hombre estaba aplicando la misma metodología que usaron en el pasado, un tiempo de distracción absoluta antes de enfrentar los problemas serios.
— No me siento con ánimos de salir, quisiera irme a casa a gritarle, quisiera poner su dignidad por el suelo y después sacarla a patadas. — los ojos verdes de Hank dieron un destello de furia.
— ¿Que vas a ganar haciendo esa mierda? — James se cruzó de brazos — Rachel te va a llamar a la policía, te van a arrestar, vas a ir a juicio y tu imperio empresarial se va a desmoronar, la perra puede pelearte a tu hija en los juzgados y dejarte sin ella por ser agresivo. — era el más suelto para hablar y para él Rachel ya era menos que basura pues no toleraba las fallas de ningún tipo.
— No le digas así, es una mujer. — dijo Tommy pensando en que estaba siendo demasiado cruel con sus palabras.
— Perfecto que sea mujer, entonces ¿Solo por ser mujer puede hacer lo que ha hecho? — alzó una ceja viendo al hombre.
— Venga... — Luka dio un gruñido — No nos vamos a poner a discutir lo que es Rachel a nuestros ojos, mejor hay que pensar donde podemos llevar a Hank para que se distraiga. — señaló al hombre son su mano.
— Podemos emborracharnos en el bar del hotel, la verdad que no me importa mucho. — paso ambas manos por su rostro sintiéndose completamente desanimado.
— ¡Amigo, te mereces diversión absoluta por una noche! — Mario dio un fuerte aplauso para despabilarlo — ¿Por qué no vamos al club Elysian? — vio a cada uno de sus amigos — Fuimos ahí para tu despedida de soltero y sabes que hay un excelente ambiente, bebemos, comemos muchas semillas como canarios, vemos a hermosas damas bailar en poca ropa y despejas tu mente. — levantó los pulgares mientras sonreía después de hablar.
— Me gustaba la idea hasta que dijiste eso de las damas en poca ropa, no tengo ganas de ver mujeres. — Hank rodó los ojos.
— De eso no hay problema, pedimos una tanga prestada y se la ponemos a Tommy para que nos baile en un privado. — la broma de James los hizo reír a todos, hasta al mismo Tommy que le pegó un puñetazo suave en el brazo.
— Con ese culo de durazno que tiene, se vería sabroso. — Luke se unió a la broma.
— Estoy seguro que despertaría envidias entre las bailarinas por como sabe mover las posaderas. — Mario arrancó carcajadas.
— Subido en la tarima aplaudiendo con las nalgas. — Hank aplaudió con las manos aumentando las risotadas.
— Entonces... — Tommy vio a Hank mientras se limpiaba las lágrimas de la risa — ¿Nos vamos al club a divertirnos? — pregunto.
— Sigo dudando. — Hank también estaba llorando de la risa.
— ¡Vamos! — James dio unos golpecitos al escritorio con los dedos — ¡Te contratamos un par de chicas o chicos para que te bailen, la idea es despejar tu mente! — su sonrisa divertida fue contagiosa.
— Nos vemos a las siete entonces. — al final Hank terminó aceptando la idea desubicada de sus amigos.
— No campeón, nos vemos a las cinco porque es la hora en la que sales y nos vamos directo al hotel, no vamos a dejar que vayas a casa para nada. — Luke negó con la cabeza, no lo iba a dejar solo.
Hank respiró hondo, tratando de mantener el control después de que James continuara haciendo bromas, pero en su interior sentía como si todo su mundo se desmoronara a su alrededor y las risas de ese momento solo eran un pequeño curita, para una herida profunda; la empresa, la familia, el futuro que había construido en su mente, ahora todo parecía desvanecerse con cada imagen de esa traición.