Uno por uno, sus amigos se despidieron de la misma manera que siempre lo hacían, con abrazos fuertes y palmadas pesadas en la espalda, todos sabían que lo que Hank necesitaba más que nada en ese momento era espacio, Luke fue el último en salir, dándole una palmada en la espalda antes de cerrar la puerta. Cuando la puerta se cerró, el silencio en la oficina se volvió abrumador, Hank se quedó solo, rodeado por los papeles que ahora parecían pesar más que nunca, sabía que sus amigos regresarían, que no lo dejarían enfrentar eso solo, pero el dolor inmediato de la traición lo abrumaba.
El reloj seguía marcando el paso del tiempo, pero para Hank, las horas laborales que quedaban parecían una eternidad, afuera, la ciudad seguía con su ritmo imparable, sin embargo, él intentaba procesar cómo el mundo que conocía acababa de cambiar para siempre. Mientras Hank estaba sumido en el dilema y el dolor de la traición, su teléfono vibró sobre el escritorio, interrumpiendo el silencio de la oficina, miró la pantalla y su corazón dio un vuelco, Rachel, el nombre de su esposa aparecía claramente en la llamada entrante.
Durante un segundo, Hank dudó en responder ¿Qué podía decirle después de lo que acababa de descubrir? Sus pensamientos iban a mil por hora ¿Confrontarla de inmediato? ¿Pretender que todo estaba bien? No tenía respuestas claras, solo la certeza de que su vida había cambiado para siempre. Tomó una respiración profunda y deslizó el dedo para contestar.
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— Hola. — dijo, su voz más controlada de lo que se sentía por dentro.
— Hola, amor... — al otro lado de la línea la voz de Rachel sonaba como si no ocurriera nada — Solo llamaba para ver cómo estabas, no he sabido mucho de ti estos días y quería asegurarme de que todo esté bien. — esas palabras hicieron que Hank pensara en que ella estaba en culpa porque hace mucho que no era tan dulce con él.
Hank sintió una oleada de emociones, ira, tristeza, confusión, todos ellos chocando dentro de él ¿Cómo podía sonar tan casual? Tan tranquila, como si no estuviera ocultando nada, pero la conocía bien y podía sentir que a ella le pasaba algo.
— Todo está bien. — respondió, tratando de mantener la calma mientras apretaba el borde de su escritorio con fuerza, había un nudo en su estómago, pero decidió escucharla por un momento más antes de decir algo.
— Me alegra escuchar eso... — continuó Rachel, ajena al torbellino emocional que estaba viviendo Hank — Eva está dormida ahora mismo, pero te extraña, deberías pasar más tiempo con ella cuando llegues a casa. — aquellas palabras lo estremecieron.
Hank cerró los ojos, sintiendo el peso de sus palabras, el nombre de su hija le recordaba lo frágil que era todo lo que estaban construyendo juntos, o lo que él pensaba que estaban construyendo, no podía aguantar más.
— Rachel... — interrumpió de repente, con una firmeza que ella notó de inmediato — Necesitamos hablar cuando llegue a casa. — dijo con seriedad.
— Hank ¿Qué pasa? — Rachel se tensó de una forma donde solo alguien que la conociera bien se daría cuenta.
— Ya hablaremos cuando vuelva a casa, no será esta noche, pero sí tendremos que hablar seriamente. — sin darle más explicaciones, colgó el teléfono, sintiendo que el control que había mantenido durante la llamada comenzaba a desvanecerse.
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La ira y el dolor lo invadían, sentía que de enfrentarse a Rachel en ese estado cometería errores serios, decisiones impulsivas de las que se arrepentiría o que lo podrían meter en problemas legales tal cual se lo expresaron sus amigos, podía sentir el calor en su pecho, el fuego de la traición encendiendo pensamientos oscuros, no podía confiar en sí mismo para mantener la calma, no después de lo que acababa de descubrir. Miró nuevamente el informe en su escritorio, las imágenes que lo torturaban con la realidad que no quería enfrentar, sabía que, si ponía un pie en su hogar en ese momento, las emociones se apoderarían de él. Podía decir cosas que lastimarían aún más, o actuar de manera que después lamentaría, su relación con Rachel ya estaba rota, pero había una línea que aún no quería cruzar, sobre todo, pensaba en Eva, no quería que su hija se viera atrapada en una escena que pudiera lastimarla, que le dejara cicatrices.
Se arregló el traje y salió de la oficina sin mirar atrás, necesitaba espacio, tiempo para pensar, decidió no ir a casa, sino buscar un lugar donde pudiera aclarar su mente antes de tomar cualquier decisión que afectaría muy seguramente toda su vida, sus amigos vendrían a recogerlo al final del día y eso le daba una sensación de consuelo, sabía que, aunque no podía lidiar con Rachel en ese momento, no estaba solo.
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Dentro de una casa modesta en los suburbios de Los Ángeles, Emily Grace Turner se preparaba frente al espejo, ajustando su maquillaje con precisión y cuidado, la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas, iluminando su pequeño dormitorio con un resplandor cálido, era una rutina que conocía bien, prepararse para su turno en The Elysian, un club nocturno para caballeros en el corazón de la ciudad.
Emily sabía lo que implicaba trabajar allí, el brillo y el lujo del club contrastaban con la vida sencilla que llevaba fuera de él, The Elysian era exclusivo, frecuentado por hombres adinerados que buscaban más que solo una bebida; buscaban compañía, distracción y algo de emoción en sus vidas, aunque a veces sentía el peso de lo que implicaba ese trabajo, Emily mantenía sus límites claros, era buena en lo que hacía, sabía manejar a los clientes y, sobre todo, sabía protegerse a sí misma. Emily había cumplido los diecinueve años hacía apenas unos meses y su vida ya estaba llena de secretos, trabajar como bailarina, no era lo que había imaginado para sí misma, pero lo hacía a escondidas de su padre, John y su madrastra Martha. Sabía que si descubrieran dónde trabajaba, todo cambiaría, John, siempre estricto y protector, jamás lo permitiría y Martha, posiblemente estaría muy decepcionada de ella pues le había dado una crianza excelente.
Salir cada noche no era algo fácil, Emily le había contado a su familia que tenía un empleo temporal en un restaurante, lo suficientemente lejos como para evitar cualquier riesgo de ser descubierta, cada día, llevaba consigo ropa modesta, cambiándose en un pequeño baño en el club pues cada noche debía usar un traje diferente para deleitar a los clientes con sus elegantes pasos de baile. Emily lo hacía por una razón que llevaba como un peso silencioso sobre sus hombros; su madre, Diana, las drogas habían destrozado gran parte de la vida de Diana y con ellas vinieron las deudas, Emily había crecido en una parte de su vida viendo a su madre luchar contra sus propios demonios, mientras las facturas y las amenazas de los acreedores se acumulaban, sabía que, si no hacía algo, su madre podría perderlo todo, incluso hasta la vida, esas eran las excusas que noche tras noche recibía por mensaje en su celular.
Trabajar en The Elysian no era una elección fácil, pero era lo único que le permitía ganar el dinero que Diana necesitaba para mantenerse a flote, a veces, Emily se sentía atrapada entre dos mundos; el de la joven que su padre creía que era y el de la mujer que tenía que ser para ayudar a su madre, sin embargo, las mentiras empezaban a pesarle, sabía que no podía mantener este doble juego por mucho tiempo. Emily llevaba un ritmo de vida agotador, tratando de equilibrar dos mundos muy diferentes, por la mañana, era una estudiante universitaria más, asistiendo a clases y participando en trabajos en grupo, tratando de mantener un perfil bajo, la universidad era su escape, un lugar donde podía soñar con un futuro diferente mientras cursaba la carrera de enfermería, lejos de las luces del club y las deudas de su madre.
Pero por la noche, todo cambiaba, se convertía en una bailarina de poca ropa, en un mundo donde las reglas eran otras y las miradas eran constantes, después de un año en ese ciclo, ya se había acostumbrado a la doble vida, aunque a veces el cansancio y el estrés casi la superaban, la única razón por la que aguantaba era por la esperanza de que, algún día, su esfuerzo le permitiría salvar la vida de su madre y dejar todo eso atrás para poder tenerla en su vida a pesar de que cuando era niña no estuvo, Emily sabía que debía mantener todo en secreto.
Si su padre descubriera lo que hacía por las noches, el enojo sería devastador, no solo la culparía a ella, sino que también arremetería contra Diana, a quien ya consideraba una mala influencia, John había sido estricto desde siempre, pero también muy amoroso con ella, apretó las cuerdas cuando debía para que ella no se descarriara y Emily agradecía mucho eso, pero él no toleraría que su hija se viera envuelta en ese tipo de vida, incluso si las razones fueran nobles, sabía que le rompería el corazón y posiblemente dejaría de apoyarla en sus estudios universitarios. Cada vez que Emily mentía sobre su paradero, sentía la presión de mantener la verdad oculta para evitar un conflicto que podría destrozar aún más a su familia, tener que mentirle a Martha también era muy difícil, la mujer que había hecho el rol de madre que le tocaba a Diana, no decepcionarlos era un impulso más para seguir guardando silencio.
— ¿Ya te vas? — preguntó Martha cuando la vio bajar a la sala.
— Si, ya es hora de comenzar una jornada más de trabajo. — respondió con voz suave mientras la veía preparar la cena.
— Yo sé que no debería meterme... — soltó un suspiro dejando el cuchillo aun lado — Se que eres una adulta y que deseas independizarte, pero tu padre y yo podemos cubrir tus gastos universitarios, quisiera que dejaras de trabajar en ese restaurante. — la vio con preocupación reflejada en sus ojos marrones.
— Gracias, papá también me ha dicho lo mismo, pero no quisiera cargarlos con gastos excesivos, ese dinero pueden ahorrarlo. — dejó escapar un suspiro.
— Hija... — se acercó a ella — Ten cuidado en tu camino, me mandas un mensaje cuando llegues a tu trabajo. — sonrió antes de darle un beso en la frente.
— Gracias... — Emily se dio cuenta de que no dijo lo que realmente quería decir — Seis meses más, trabajare de noche solo seis meses más. — le dio un beso en la mejilla a forma de despedida.
— No quiero que olvides nunca que te adoro como mi propia hija, puedes acudir a mí siempre que lo necesites, yo te voy a proteger contra viento y marea. — le apretó suavemente las mejillas, era su forma de demostrarle amor.
Emily salió de casa con el corazón pesado por las palabras de su madrastra, las palabras de la mujer iban a resonar en su mente toda la noche, llenándola de frustración porque no podía acudir a ella a pesar de que lo deseara con el alma. Con cada paso que daba, las calles del suburbio se sentían más opresivas, el aire fresco de la tarde no podía disipar la nube de tensión que la seguía, a pesar de la angustia, Emily no podía permitirse rendirse, tenía que llegar a su trabajo, esforzarse porque su madre le había jurado pagar todas sus deudas en seis meses con su ayuda y después entraría a rehabilitación, Emily quería creer en esas promesas, en esta ocasión sabía que si lo iba a cumplir.
La fachada del club era impresionante, iluminada con luces brillantes que resaltan los intrincados detalles ornamentales, típicos del art déco, esos detalles incluyen patrones geométricos y florales estilizados que adornan la parte superior del edificio y sus columnas. El letrero en la entrada principal indica el nombre del lugar; "The Elysian," un "Night Club for Gentlemen." El nombre estaba en grandes letras brillantes y la marquesina circular sobre la entrada estaba decorada con luces que creaban un ambiente glamuroso y exclusivo, las columnas que flanquean la entrada eran clásicas, añadiendo un toque de sofisticación.
En el exterior también se podían ver arbustos en macetas bien cuidadas y las luces cálidas alrededor de la puerta principal contribuían a una atmósfera acogedora, pero distinguida, la combinación de la iluminación dramática y los elementos decorativos detallados otorgaban al edificio una apariencia retro, lujosa y atractiva, ideal para un club nocturno de alta categoría.
Emily llegó al club y entró por la parte de atrás, donde las luces brillantes y el bullicio del espectáculo no la alcanzaban aún, la entrada trasera era un pasadizo conocido para las bailarinas, un camino que le permitía evitar las miradas curiosas de los clientes que ya comenzaban a llegar, con un ligero suspiro, trató de dejar atrás el peso de la mañana y la conversación con Martha. El aire en el vestidor era cálido y lleno de los aromas de perfumes y maquillaje, algunas de sus compañeras ya estaban allí, preparándose para la noche, riendo y compartiendo chismes sobre los clientes de la semana pasada, Emily se unió a la rutina, pero su mente aún estaba dividida entre su vida en el club y las responsabilidades que la esperaban al día siguiente en la universidad.
Mientras se miraba en el espejo, aplicándose el último toque de maquillaje en los labios, intentó despejar sus pensamientos, sabía que esa noche tendría que dar lo mejor de sí, actuar con confianza y dejar que la música la llevara lejos de sus preocupaciones. Mientras se miraba en el espejo, ajustando una hebra de cabello castaño que se había soltado, su amiga Paola, se sentó a su lado. Paola Olmeda era una mujer de espíritu libre, con una sonrisa amplia y una confianza contagiosa que hacía que todos a su alrededor se sintieran mejor, había sido ella quien le había conseguido el trabajo en The Elysian y desde entonces habían forjado una amistad sólida en medio de las luces y sombras del club.
— ¿Lista para otra noche de diversión? — preguntó Paola, sonriendo mientras comenzaba a aplicar su propio maquillaje.
Sus ojos brillaban con emoción, como si cada turno fuera una nueva aventura, ella disfrutaba mucho su trabajo y aunque también tenía sus propios límites, Emily sabía que a veces se animaba a ir más lejos con los clientes, sabía que ganaba más dinero, pero ella siempre pensaba en que nunca llegaría a ese punto. Emily sonrió débilmente, aun cargando con la pesada conversación que había tenido con Martha.
— Intentando estarlo. — respondió, tratando de que su voz sonara más animada de lo que realmente se sentía.
— ¿Qué pasa? Te veo con la cabeza llena de nubes, ya sabes que este es el lugar para dejar atrás tus problemas. — Paola noto la tensión en su amiga y frunció el ceño.
— Es solo... — Emily dudo, terminaría aburriendo a su amiga con hablar siempre de su madre — Es solo que mi madre ha estado muy insistente con tener más dinero, no puedo darle más de la mitad de lo que gano aquí, la otra mitad la uso para mis estudios. — dijo, sintiendo que podía abrirse un poco con ella.
— Olvídate de lo que diga... — respondió, su tono firme y decidido — Tú haces lo que debes hacer para sobrevivir y no es justo que ella intente quitártelo todo solo por sus vicios estúpidos. — Paola le tenía cierto odio a Diana, sabía que la mujer manipulaba a su amiga de una forma muy burda y eso lo odiaba con el alma.
— Sabes que si no la ayudo le puede pasar algo malo, es mi madre. — bajó la cabeza, sabia los sentimientos de Paola.
— Emily... — le tomó las manos — Yo sé que la quieres, comprendo que es tu madre, pero ella es un parásito que se está alimentando de ti, sé que odias este trabajo, lo haces solo por ella y ella te paga comprando más droga, endeudándose más con sus vendedores, eres demasiado buena para una madre tan perra. — soltó todo lo que pensaba sin filtro ninguno.
— Yo quiero creer en sus promesas, seis meses más y entrara a rehabilitación. — bajo la cabeza un poco desanimada.
— ¡Eres demasiado ingenua! — negó con la cabeza un poco frustrada — Esta noche hay que brillar, es viernes y fecha de p**o, los hombres vienen a gastar más. — decidió concentrarse en su maquillaje para la noche.
— Espero que hoy mi baile me deje buenas propinas. — Emily se dio la vuelta para verse de nuevo en el espejo.
— Siempre me ha encantado lo bonita que te ves usando ropa de odalisca... — pasó los dedos por las monedas ruidosas que colgaban del traje — Mateo se lució mucho comprándote un nuevo traje para que bailes, está muy interesado en ti. — sonrió ampliamente.
— Es un hombre muy mayor para mí y creo que está más interesado en el dinero que genera cada vez que me pide ir a los privados. — sufrió un escalofrío, bailar en privados no era algo que le gustara a pesar de que tenía seguridad, sentía que eso un día no iba a servir de nada.
— Quince años mayor... — Paola entrecerró los ojos — Salir con un hombre como ese podría facilitar un poco más tu vida, podrías incluso proponerle ser tu patrocinador. — movió sus cejas de forma burlona.
— ¡No! — exclamó y se puso en pie — Llevo un año manteniéndome firme con la idea de no convertirme en una prostituta. — arrugó la nariz con disgusto mientras se veía en el espejo de nuevo.
— No te esponjes tanto querida, era solo una sugerencia, sé que tu moral no está tan podrida como la mía... — su sonrisa fue burlona — Pero salir con Mateo te solucionaría muchos problemas, te ahorraría seguir yendo a los privados. — tomó su labial rojo y lo paso por sus labios.
Emily sabía que Mateo, el dueño del club, estaba interesado en ella, desde su primer día en el lugar, había notado cómo sus miradas se detenían en ella un poco más de lo habitual y cómo su presencia parecía iluminar el ambiente cuando él estaba cerca, aunque era un hombre carismático y atractivo, con un aire de confianza que lo rodeaba, Emily se sentía incómoda acerca de su interés. Emily siempre escapaba de Mateo porque desconfiaba de él, aunque sus sonrisas y comentarios halagadores podían parecer inofensivos, había algo en la forma en que la miraba que la hacía sentir incómoda, sabía que la atención que recibía podría ser solo una parte del juego del club y no quería ser otra más en su lista de conquistas.
Cada vez que él se acercaba, ella encontraba una excusa para alejarse, una conversación con una compañera, un cambio de vestuario de último momento o simplemente un vistazo rápido a su celular, la idea de involucrarse con el dueño del club era demasiado arriesgada y su instinto le decía que no debía confiar en él. Emily había visto cómo otros hombres en el club jugaban con los sentimientos de las bailarinas, usándolas y dejándolas cuando ya no eran de interés, no quería eso para ella, era una romántica empedernida que soñaba con algún día encontrar a su media naranja y Mateo tenía pinta de ser un medio aguacate que no encajaba con ella en lo más mínimo.
Emily usaba una fina máscara de encaje para proteger su identidad mientras bailaba, la delicada tela le permitía mantener un aire de misterio, ocultando parte de su rostro y dándole un toque de glamour a su actuación, era su forma de separarse del mundo exterior, de ese mundo en el que tenía que ser Emily, la estudiante universitaria que lidiaba con la vida familiar y las deudas de su madre. La máscara no solo la protegía, sino que también le otorgaba una especie de poder, al ocultar su identidad, podía liberarse de las restricciones que la sociedad le imponía, permitiéndole explorar una parte de sí misma que había estado escondida.
Cuando estaba en el escenario, sentía que la máscara la transformaba en una versión más audaz de ella misma, una mujer que podía ser todo lo que quería ser sin las miradas de juicio de su familia o del mundo que conocía a pesar de que ellos no sabían nada de su trabajo. Mientras las luces parpadeaban y la música resonaba, Emily se movía al ritmo de la música, disfrutando de la libertad que le otorgaba la máscara, era su refugio, su escudo en un mundo donde tenía que ser cuidadosa con quién era y con quién se relacionaba, sin embargo, aunque podía ocultar su rostro, no podía escapar de los sentimientos y las realidades que la rodeaban.
A medida que la noche avanzaba y con la música pulsando, las luces parpadeando y los clientes pagando por sus bailes, ella se prometía a sí misma que, aunque fuera difícil, debía ayudar a la mujer por la cual tenía vida, la mujer que la llevó nueve meses en su vientre y que le dio su nombre.
Nota: La novela comienza a actualizarse el 1 de noviembre, un capítulo por día a partir de las 18:00 hora centro, el de hoy es un bocadito más de lo que está por venir, espero que les guste y os atrape.