Prólogo.

1371 Words
Emily Grace Turner, nació en el bullicioso corazón de Los Ángeles, California, una ciudad de sueños y desilusiones, desde el primer aliento, su vida estuvo marcada por la lucha y la esperanza. Su padre, John Turner, apenas un adolescente de 17 años cuando ella llegó al mundo, se esforzaba por ser el hombre responsable que su familia necesitaba, sin embargo, su madre, Diana Martin, atrapada en la inmadurez de los 16 años y la negación de haberse convertido en madre sin antes haber conseguido sus metas, se resistía a asumir las responsabilidades de la maternidad. Creció en los suburbios, en una casa modesta que reflejaba las aspiraciones y las limitaciones de sus jóvenes padres que para ese tiempo ambos estaban viviendo con la madre de John pues no tenían economía suficiente para vivir solos; su padre trabajaba largas horas en un supermercado intentando proveer un futuro mejor para Emily, mientras que su madre, incapaz de enfrentar la realidad, se sumergía cada vez más en un oscuro abismo que era promovido por una suegra que no la quería, se iba de fiesta casi todos los viernes y no le importaba gastarse los ahorros que John tenía, mientras ella se iba a vivir su vida, la suegra trataba de convencer a su hijo de que la dejara y que diera a su hija en adopción para que pudiera continuar con sus estudios de forma libre, pero John se negó en rotundo, estaba enamorado de Diana y consiguió convencerla de que se casaran cuatro meses después de que Emily naciera, presentó acciones legales para que su hija fuera completamente legítima e incluso buscó un segundo trabajo mientras terminaba los estudios en una jornada nocturna. Diana por su parte quiso ser madre responsable, pero aquel deseo solo le duro unos cuantos meses antes de volver a las mismas andadas de joven sin responsabilidades, fue animada por su esposo a terminar la secundaria en una jornada nocturna al igual que él, en ese tiempo la abuela podría cuidar a Emily, pero aquello fue lo que precipitó el declive de Diana. Las drogas se convirtieron en su escape mientras lidiaba con el hecho de que era una madre joven y con cada día que pasaba, la distancia entre ellos se hacía más grande, las peleas comenzaban a ser cada vez más cargadas de resentimiento e incluso estaban comenzando a llegar a las agresiones físicas, a Diana no le importaba mucho la presencia de Emily entre sus peleas, ella solo quería irse a disfrutar de la juventud que juraba haber perdido por su hija. Emily fue creciendo entre peleas constantes entre sus padres y palabras soberbias por parte de su abuela en contra de Diana, a pesar de su corta edad, comprendía más de lo que sus padres imaginaban. Los gritos y las discusiones se convirtieron en el telón de fondo de su infancia y las noches solitarias, en su compañera constante, sin embargo, en medio de la tormenta, encontró refugio en los pequeños momentos de paz; las tardes soleadas en el parque después de las clases en el jardín de niños, las historias que su padre le contaba antes de dormir y los sueños de un futuro donde la felicidad no fuera solo una ilusión, un futuro donde su madre fuera mucho más amorosa de lo que era en aquellos momentos donde la mujer la despreciaba casi todos los días. A pesar de las dificultades, la relación entre Emily y su padre se forjó con una fuerza inquebrantable, él era su roca, el pilar que sostenía su mundo, cada mañana, antes de irse al trabajo, le dejaba una nota en la mesa de la cocina, recordándole que la amaba y que siempre estaría allí para ella, por las noches, cuando regresaba agotado, se sentaba a su lado y le leía cuentos, su voz suave y reconfortante llenando el vacío dejado por su madre que cada vez se iba metiendo más en un mundo de desorden. Emily admiraba la determinación de su padre, su capacidad para enfrentar cada día con una sonrisa a pesar del peso que llevaba sobre sus hombros, él le enseñó el valor del trabajo duro y la importancia de nunca rendirse, en los momentos más oscuros, cuando las discusiones y los gritos que Diana comenzaba por nada se volvían insoportables, su padre la abrazaba y le susurraba que todo estaría bien, que juntos superarían cualquier obstáculo. La ausencia de su madre dejó una marca profunda en Emily, aunque su padre hacía todo lo posible por llenar ese vacío, Emily sentía la falta de una figura materna en su vida, las preguntas sin respuesta y los momentos en los que necesitaba el consuelo de una madre se convirtieron en heridas invisibles que cargaba en silencio, en la escuela, observaba a sus compañeros con sus madres y se preguntaba cómo sería tener a alguien que la abrazara y la guiara con ternura femenina. Emily aprendió a ser fuerte y autosuficiente a una edad temprana, la ausencia de su madre la obligó a madurar rápidamente, a encontrar consuelo en sí misma y en la naturaleza que la rodeaba, los parques y los rincones tranquilos de los suburbios se convirtieron en sus refugios, lugares donde podía llorar en silencio y soñar con un futuro diferente, a pesar de todo, nunca perdió la esperanza de que algún día su madre regresara, sana y dispuesta a ser la madre que siempre había necesitado. Cuando Emily cumplió siete años, su madre ya era una completa drogadicta, un día, sin previo aviso, se fue de casa con sus amigos, dejando a Emily y a su padre completamente solos pues la abuela hace un tiempo debía recibir asistencia médica constante, fue entonces cuando John, decidió buscar el divorcio, con la esperanza de proteger a su hija y ofrecerle una vida más estable. Sin embargo, el proceso de divorcio fue una batalla amarga, Diana, desesperada por seguir recibiendo apoyo financiero sin hacer mucho esfuerzo, pidió la custodia completa de Emily y trató de pintar a John como un hombre irresponsable y peligroso. El juez, influenciado por las manipulaciones de una madre dramática le creyó y limitó las visitas de John con su hija, Emily, que ya había sufrido la ausencia emocional de su madre, ahora se enfrentaba a la separación física de su padre, el único pilar de estabilidad en su vida, las visitas se volvieron esporádicas y supervisadas, cada despedida era un recordatorio doloroso de la injusticia que los separaba. Durante los siguientes dos años, Emily sufrió descuidos y maltratos brutales a manos de su madre, cada vez más consumida por las drogas, la pequeña Emily, que ya había aprendido a ser fuerte y autosuficiente, ahora enfrentaba un nuevo nivel de sufrimiento y soledad, sin embargo, su padre nunca dejó de luchar por ella. John, con el apoyo incondicional de su nueva pareja, Martha, reunió todas las pruebas necesarias para demostrar el maltrato y la negligencia de su exesposa, Martha, una mujer de gran corazón y determinación, se convirtió en un pilar fundamental en la vida de John y Emily, juntos, presentaron un caso sólido ante el juez, mostrando las evidencias de los abusos y el entorno peligroso en el que Emily vivía, finalmente, después de una larga y ardua batalla legal, John consiguió recuperar la custodia de su hija, pero aun con una inclinación al derecho maternal, el juez ordenó visitas de fin de semana con Diana. Sin embargo, la victoria en la corte no significó el fin de los problemas para Emily, Diana, comenzó a manipularla emocionalmente, instigándola a robarle a su padre para darle dinero a ella, Diana la acusaba de ser la causa de su adicción, diciéndole que la había traicionado y que prefería a su madrastra antes que a ella, esas manipulaciones dejaron cicatrices profundas en el corazón de Emily, quien se debatía entre el amor por su madre y la lealtad hacia su padre, sin quererlo ni desearlo, se terminó dejando enredar por las palabras de una drogadicta que sería capaz de vender cualquier cosa con tal de tener dinero para una dosis más y no le importaba en lo absoluto los sentimientos de la hija que la amaba sin importar que tan cruel fuera con ella.
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