Tiempos turbios. 3

4009 Words
Hank y sus amigos habían llegado a The Elysian hacía una hora, desde el momento en que entraron, el ambiente del club los envolvió, las luces tenues, la música suave y el aroma a cigarro mezclado con perfumes caros, se sentaron en una mesa cerca del escenario principal, ordenaron bebidas y se dejaron llevar por el espectáculo, las bailarinas se movían al ritmo de la música, y Hank, a pesar de su dilema interno, intentaba desconectar de la angustia que lo había estado consumiendo. Sus amigos reían, brindaban y disfrutaban de los bailes, pero Hank apenas podía mantenerse enfocado en lo que sucedía a su alrededor, su mente regresaba constantemente a la carpeta que había abierto esa misma mañana y a las fotografías que confirmaban lo que ya sospechaba. Rachel le había sido infiel, la traición lo carcomía por dentro, aunque intentaba ahogar el dolor en el alcohol y las distracciones del club, nada parecía funcionar, por suerte recordó apagar su celular pues no quería que Rachel lo estuviera llamando con insistencia, sin embargo, a medida que la noche avanzaba, Hank se encontró prestando más atención al escenario, una bailarina con una máscara de encaje había capturado su atención, su presencia era magnética, diferente a las demás, había algo en la forma en que se movía, en cómo mantenía su identidad oculta detrás de la máscara, que lo hacía sentir una curiosidad inesperada, aunque sabía que solo estaba allí para distraerse, en ese momento, sentía que no podía apartar la vista de ella hasta que terminó su presentación. — ¿Como vas? — preguntó James sirviendo más licor en el vaso de su amigo. — No puedo quejarme, las bailarinas son hermosas y el licor es de calidad. — respondió Hank un poco desanimado, la bailarina que lo atrapó antes ya no estaba en el escenario. — Cuando a mí me deje una mujer quiero que me consuelen trayéndome a este lugar y que me paguen varias acompañantes... — dijo Luke sonriendo embobado mientras veía pasar a una mesera vestida con un traje de conejita muy pequeño — No quiero que me lleven de pesca ni a gastar mi dinero en maquinitas de casino, quiero que me consuelen mujeres preciosas. — volvió su atención a sus amigos. — Ahora me siento terrible por ustedes dos. — Hank vio a Mario y Tommy. — Claro, a ti te traen a deleitar tus ojos con mujeres semidesnudas hermosas, pero a nosotros nos llevan a pescar y a los casinos, la vida es injusta. — Mario lanzó un beso a otra mesera que pasó acariciando su espalda. — Pidan otras dos botellas, esas corren por mi cuenta. — Hank sonrió y se puso en pie. — ¿A dónde vas? — James lo tomó del brazo pensando en que se iba a ir del club. — Necesito vaciar la vejiga ¿Me quieres ayudar? No sabía que tenías esos gustos hora. — se rio al ver a su amigo mostrarle el dedo medio. Necesitaba un respiro de todo, del ruido, de la música, de la compañía de sus amigos y, sobre todo, de la bailarina con la máscara de encaje que atrapó su mirada desde que salió al escenario, había algo en ella que lo desconcertaba, una atracción que no era meramente física, sino algo más profundo que no podía explicar, pero ahora, con todo lo que tenía en mente, lo último que necesitaba era enredarse en pensamientos sobre una mujer que apenas conocía. Al entrar al baño, el silencio, aunque no completo, fue un alivio inmediato, se apoyó en el lavamanos de mármol frío y miró su propio reflejo, su rostro mostraba las marcas de las largas horas en la oficina, las noches sin dormir y el estrés que lo consumía desde que comenzó a sospechar la infidelidad de Rachel, el agotamiento no era solo físico; era emocional, mental y por un momento, se permitió sentir el peso de todo. El baño, aunque parte del club, estaba lejos del bullicio, las paredes eran de azulejos negros y las luces tenues, algo que de alguna manera lo relajaba, Hank respiró hondo, tratando de despejar su mente, el alcohol que había bebido no ayudaba mucho, pero al menos le daba un ligero entumecimiento que necesitaba para seguir adelante esa noche. Mientras se miraba en el espejo, recordó la mirada de la bailarina, el brillo en sus ojos detrás de la máscara y cómo parecía moverse con una gracia que lo desarmaba, se sacudió el pensamiento de inmediato, no podía permitirse otro dilema emocional en ese momento, Rachel ya había sido suficiente. — Esto es solo un lugar para distraerse. — se dijo a sí mismo, pero una pequeña voz en su cabeza seguía recordándole que, en algún nivel, se sentía atraído por ese misterio. Después de mojarse la cara con agua fría, se enderezó y salió del baño, listo para regresar al caos del club, aunque sabía que, en el fondo, sus pensamientos no lo dejarían en paz tan fácilmente, se distrajo por un segundo dentro de su dilema mental y accidentalmente terminó chocando contra una mujer. Emily se tomó un pequeño descanso después de su tercer número y aprovechó el momento para cambiarse de vestuario, las luces del escenario aún parpadeaban en la distancia y los murmullos del club apenas se escuchaban desde el vestidor, se despojó del atuendo brillante y lleno de lentejuelas, optando por algo más sofisticado y sensual, un conjunto de satén n***o que realzaba su figura y le daba una elegancia misteriosa, en sintonía con su máscara de encaje. Mientras ajustaba las cintas del nuevo vestuario frente al espejo, se tomó un momento para respirar profundamente, los descansos para ciertas bailarinas eran raros, pero para ella no lo eran, siempre le servían para reconectar consigo misma, recordar por qué hacía todo aquello, no era solo por el dinero, sino también por la sensación de control que le daba poder manejar esta parte de su vida a su manera, aunque el precio fuera tener que esconderlo todo de su familia. Con el nuevo atuendo, Emily se sentía más segura, preparada para volver al escenario, al salir de los vestidores, Emily caminaba con la mente enfocada en su próxima presentación, pero no esperaba el pequeño choque que ocurrió al doblar la esquina, su cuerpo se encontró de golpe con un hombre, un cliente del club y casi perdió el equilibrio, el contacto fue tan rápido que ambos retrocedieron, sorprendidos. — Lo siento, no te vi venir. — dijo el hombre con una sonrisa ligera, alzando las manos en señal de disculpa. Era alto, de cabello oscuro y con una expresión preocupada, aunque sus ojos no se apartaban de ella, claramente intrigado. Emily se quedó inmóvil por un segundo, tratando de recuperarse del choque tanto físico como mental, el hombre no parecía ser de los habituales y su presencia la inquietó un poco. — No pasa nada. — murmuró ella, intentando esquivar la situación mientras ajustaba su máscara de encaje, que se había movido un poco. El hombre la miró por un momento más largo de lo necesario, como si intentara desentrañar quién era realmente detrás de la máscara y eso provocó que Emily se pusiera muy nerviosa. — Supongo que te veré en el escenario dentro de poco. — dijo antes de continuar su camino hacia la zona de clientes, dejándola con una sensación extraña. Emily, todavía recuperándose de la breve interacción, respiró hondo y siguió su camino, a veces se llegaba a topar con clientes muy peculiares, misteriosos y otros que podían llegar a ser aterradores, pero aquel hombre solo la dejo intrigada. Hank regresó a la mesa después de un incidente inesperado que lo había sacudido más de lo que esperaba, había chocado accidentalmente con la misma bailarina que había captado su atención antes, la mujer de la máscara de encaje, el impacto fue breve, pero suficiente para detenerlo en seco, sus miradas se cruzaron por un instante que pareció alargarse y él murmuró una disculpa rápida, ella aceptó sus disculpas y su voz tan suave logró erizar su piel como hace mucho no ocurría. Ahora, de vuelta en la mesa con sus amigos, Hank no podía evitar revivir el momento, había algo en la manera en que ella lo miró, una chispa de reconocimiento o quizá solo era su imaginación, se sirvió otra copa y trató de sumergirse en la conversación de sus amigos, pero sus pensamientos volvían, una y otra vez, a la misma mujer. — Hank ¿Estás bien? — preguntó James en un susurro, los otros estaban ocupados viendo el escenario y los atrevidos desnudos. — Sí, sí, todo bien. — mintió, tomando un sorbo de su bebida. La verdad era que estaba lejos de estar bien, entre el dolor de la traición de Rachel y la extraña atracción que sentía por esta bailarina, sentía que su mundo estaba desmoronándose lentamente y no tenía idea de cómo detenerlo. — ¿Seguro que estas bien? — James volvió a insistir, era quien mejor lo conocía por los años que llevaban siendo amigos. — Sigo pensando en lo que ha pasado, me duele todo lo que me hizo y siento que no debería estar en este lugar porque... — guardó silencio al ver quien subía al escenario también. — ¿Por qué? — preguntó antes de seguir la mirada de su amigo. Emily subió al escenario de nuevo, sintiendo el nerviosismo habitual que la acompañaba antes de cada actuación a pesar de que estas se repitieran una y otra vez, sin embargo, esta vez había una peculiaridad en el aire. Cuando giró hacia la audiencia, sus ojos se encontraron de inmediato con los del mismo hombre que había chocado con ella en el pasillo, su mirada estaba fija en ella, intensa y penetrante, por un momento el mundo a su alrededor se desvaneció. Había algo en su expresión que la hizo sentir tanto fascinada como inquieta, aunque llevaba una máscara de encaje, Emily podía ver que sus ojos mostraban una mezcla de curiosidad y una profunda melancolía, como si él estuviera atravesando una tormenta interna que lo consumía, esa conexión instantánea la hizo titubear ligeramente al comenzar su rutina, pero se recompuso rápidamente, recordando que estaba allí para hacer su trabajo, no conexiones extrañas con desconocidos. A medida que la música comenzaba a sonar, Emily se dejó llevar por el ritmo, intentando olvidarse del hombre en la audiencia, se movía con gracia y confianza, pero la presencia de Hank seguía pesando sobre ella, como si él tuviera un poder especial sobre sus pensamientos y emociones. Cada giro y cada paso que daba parecían resonar en el aire y no podía evitar robarle miradas furtivas, la manera en que él la observaba la hacía sentir viva, pero también la llenaba de una inexplicable ansiedad. La máscara que llevaba le daba un sentido de seguridad, pero al mismo tiempo, la hacía cuestionar si realmente podría mantener su identidad oculta de alguien que parecía tan perceptivo, con el corazón latiendo con fuerza, Emily decidió sumergirse en el momento y olvidar sus preocupaciones, al menos por esa noche. Al terminar su baile, Emily se sintió aliviada, aunque todavía con el corazón acelerado por la intensidad de su actuación y la presencia del hombre en la audiencia, sabía que tenía que tomar un descanso, así que se acercó a Paola. — Necesito un respiro, me siento un poco abrumada ¿Puedes cubrirme? — le confesó, tratando de ocultar el nerviosismo en su voz. — Claro, pero qué pasa contigo, no sueles hacer este tipo de peticiones. — ella se extrañó mucho, sobre todo por verla más agitada de lo normal. — No lo sé, solo necesito aire fresco. — Emily se alejó rápidamente. Su amiga asintió y le sonrió comprensivamente viéndola alejarse hacia una de las terrazas privadas donde las bailarinas acostumbraban salir a fumar o a despejarse simplemente, por suerte el lugar estaba solo y pudo respirar hondo el aire medianamente frío de esa noche. Mientras se acomodaba el vestuario brillante escuchó dos golpes suaves a los cristales de las puertas provocando que se diera la vuelta rápidamente. — Emily, tienes visitas y no pude negarle la entrada porque comenzó a hacer un escándalo. — dijo Mateo haciéndose hacia un lado. — ¿Mamá? — Emily se sorprendió muchísimo al ver a la mujer. Su madre no solía comunicarse con ella a menos que necesitara dinero, pero que se tomara el tiempo de irla a buscar a su trabajo la hizo preocuparse muchísimo, pensó en lo peor, Diana estaba lidiando con problemas de salud gracias a todo lo que consumía y los fantasmas de las deudas siempre acechaban en su vida. — Las dejo para que hablen, no te tardes mucho que sabes que eres la favorita de los clientes y cuando no apareces en tus tiempos te comienzan a exigir. — dijo el hombre antes de irse. Diana levantó la vista con algo de vergüenza en su rostro, si es que aún le quedaba un poco después de haber llevado años de descaro, pero en su amor ciego, Emily no podía ver lo mala que era su madre y lo poco que ella le importaba desde que era una niña. — Emily... — Diana camino hacia su hija — Necesito que me ayudes. — murmuró entre dientes. — Te di más de la mitad de mi sueldo la semana pasada, no me queda más que darte y me prometiste que ocuparías el dinero en comida. — se frotó las sienes, sabía que su madre de nuevo estaba drogada. — ¡Lo sé, no tienes que juzgarme, no tienes derecho! — Diana le gritó saliéndose de su drama completamente — Lo siento cariño... — rectifico rápidamente — Pero créeme que no estaría aquí si no fuera una verdadera urgencia, van a matarme. — se comenzó a retorcer las manos e hizo el intento por romper en llanto, pero no le salió a la primera. — ¿De que estas hablando? — no entendió nada. — Es que perdí un paquete de droga que me habían encargado cuidar y si no lo p**o hoy mismo van a matarme... — fingió sentirse como un cachorrito asustado — Necesito que me ayudes a reponer ese dinero, te prometo que no volveré a pedirte ni volveré a aceptar tener esas cosas, pero por favor, ayúdame. — tomo los brazos de Emily. — No puedo quedarme sin dinero, solo tengo dos mil dólares ahorrados y son para la universidad. — negó con la cabeza. — ¿Como puedes ser así de cruel? — Diana comenzó a llorar — ¿Como puedes ser tan desalmada con la mujer que te dio la vida? — la apretó con fuerza — ¡Eres una malagradecida que solo piensa en sí misma, el dinero ya te lavo la cabeza, como tu madre es una miserable drogadicta no importa lo que le pase! — la empujo hacia atrás. — ¡Si no me importaras no estaría trabajando aquí! — Emily se sintió muy frustrada por sus palabras. — ¡Entonces ayúdame, demuestra que te importa tu madre y que no eres una puta materialista como tu padre! — la vio con recelo. — ¡A papá no lo metas! — le habló con firmeza — Saca a papá de tu boca que lo único que ha hecho es cuidarme cuando a ti no te importaba un carajo mi vida de niña ¿Cuánto dinero necesitas? — respiro profundo buscando calmarse, la amaba, pero había cosas que no olvidaba. — Quiero diez mil. — la respuesta de Diana casi hace que Emily se vaya de espaldas. — ¡¿Te volviste loca?! — exclamó — ¡Yo no tengo esa cantidad y ni trabajando toda la noche sin descanso la puedo conseguir! — la vio fruncir el ceño. — Bien, entonces espero que vayas mañana a reconocer mi cuerpo a la morgue. — enderezo la espalda y se limpió las lágrimas de cocodrilo. — ¿Por qué no entiendes que no tengo ese dinero? — se le hizo un nudo en la garganta — No puedo conseguirlo en una sola noche e incluso trabajando por una semana, yo también tengo gastos personales. — se abrazó a sí misma sintiendo mucha desesperación. — ¿Cuánto puedes conseguir? — preguntó Diana ya con una voz más fría. — Tres mil, puedo pedir prestado a Paola tres mil dólares, no más. — era su único apoyo en momentos como ese. — Pídele cinco, si es tu amiga de verdad te los va a prestar... — se cruzó de brazos mientras la barría con la mirada — ¡No puedo creer que no puedas ganar suficiente dinero, pero no es para menos, estás gorda y con esas piernas tan escuálidas no debes gustarles a los clientes, por eso no ganas lo suficiente, si fueras una buena hija me lo darías todo! — se comenzó a rascar el brazo con desesperación. Emily sabía que su madre se ponía insoportable cuando estaba en un corto periodo de abstinencia, era grosera, violenta y muy mal hablada, en un par de ocasiones la había llegado a agredir exigiendo dinero para comprar más droga y a veces Emily cedía solo para poder tenerla tranquila, era una situación complicada, pero era su madre quien sufría y solo podía ayudarla lo mejor que podía. — Iré a pedirle tres, no más. — derrotada comenzó a caminar hacia adentro del club nuevamente. — Bueno, ya vere si puedo convencerlos de que no me maten, pero seguramente van a darme una paliza cuando les lleve solo esa miseria de dinero. — se cubrió el rostro con ambas manos fingiendo estar preocupada. Mientras Emily se adentraba en el club, intentando procesar la situación con su madre, de repente sintió una mano fuerte y firme tomarla del brazo, antes de que pudiera reaccionar, fue llevada a un lugar apartado, una pequeña área oscura detrás de una de las paredes decoradas con luces de neón, la sorpresa y el miedo se apoderaron de ella. — No grites y no te asustes, no tengo intenciones de hacerte nada. — dijo el hombre que la había llevado a ese lugar. — ¿Quién es usted? ¿Qué quiere de mí? Los clientes no pueden forzar a las bailarinas. — se apartó, pero vio que era uno de los hombres que acompañaban al que chocó con ella antes. — Mi nombre es irrelevante en este momento, pero la propuesta que tengo para ti es importante. — sonrió con cierta malicia. — ¡No soy prostituta! — gruño con firmeza y quiso irse, pero él le cerró el paso. — He preguntado el costo de un baile privado tuyo, siendo una de las mejores me han dicho que dos mil dólares por una hora... — sacó la billetera del bolsillo de su saco — Pagaré los dos mil para mi amigo y te daré cinco mil más en efectivo si consigues que mi amigo se olvide por una noche de su mujer infiel. — puso en la mano de Emily los billetes de cien. — Usted parece buscar algo más y eso no va a ocurrir. — intento devolverlo. — No quiero nada más, solo que bailes para él, que seas cariñosa y es un tipo guapo, róbale un par de besitos en la boca, si quieres que pase algo, queda a tu completa discreción. — le cerró los dedos sobre los billetes. — ¡Gracias, pero tengo dignidad! — por la fuerza se los metió en el bolsillo. — El dinero podría ayudar a tu madre... — las palabras del hombre la hicieron detenerse en seco — No quise escuchar, pero te estaba buscando para hacerte la propuesta de que bailaras para él, un dinero extra por debajo de la mesa no te caería mal, solo tienes que ser cariñosa, él es un caballero y no se acostara contigo si tu no se lo permites, pero quisiera que fueras más suelta con él, que le robes besos. — ladeo la cabeza con una sonrisa mucho más amplia en sus labios. Emily se vio tentada por el mismísimo diablo en aquellos momentos, entró en el dilema de salvar la vida de su madre, de prevenir que terminará en el hospital con algún hueso roto o quizás hasta en la morgue, o de seguir manteniendo su reputación, de seguir siendo integra a sus principios y de no rebajarse a vender su intimidad por unos cuantos dólares. Vio al hombre sacar los billetes retorcidos de su bolsillo, los aliso un poco antes de doblarlos por la mitad y extenderlos de nuevo hacia ella, cinco mil dólares por debajo de la mesa sin duda podrían ayudarla muchísimo, salvarían la vida de su madre a costa de su dignidad, pero Emily llegó a la conclusión de que lo estaba haciendo por una buena causa. — Privado número veinte. — dijo Emily tomando el dinero. — Privado número veinte. — repitió el hombre antes de irse. Volvió a salir a la terraza y vio a su madre caminando de un lado a otro con mucha desesperación, se veía ansiosa y estaba temblando, por un segundo se arrepintió de haber aceptado. — ¡Emily! — exclamó Diana al notar su presencia — ¡Dime que conseguiste el dinero, me acaban de llamar y dicen que si no les doy por lo menos cinco mil dólares esta misma noche van a matarme! — chillo en angustias. — Acabo de aceptar un privado, por favor no te sigas metiendo en problemas. — apenas abrió la palma cuando Diana ya le había arrebatado el dinero. — Eres una buena hija, esto es lo que una buena hija hace por su madre y por eso te quiero. — la abrazo y le dio un beso en la frente. — Te amo mamá. — ella quiso corresponder el abrazo, pero Diana la alejo. — Tengo que irme a pagar eso, nos vemos pronto. — casi que se fue corriendo dejando a Emily con un sentimiento de tristeza muy profundo. Después de la tensa interacción con Diana, Emily se obligó a concentrarse en su trabajo nuevamente, la noche continuaba y aunque su mente estaba llena de preocupaciones, sabía que tenía que seguir adelante, cumplir con el trabajo que ya había sido pagado a pesar de que no quisiera. Hacer un baile privado era un paso que no tomaba muy a menudo, le causaba muchísima desconfianza estar a solas en un cuarto con un hombre desconocido, nunca le había pasado nada, todas habían sido experiencias relativamente buenas, pero eso no la hacía exenta de que en algún momento algo podía pasar. — Tienes un privado ¿Quieres hacerlo? — dijo Mateo, él se encargaba de esos temas. — Si, mándalo al cuarto veinte. — su voz fue sin esperanza ninguna. — ¿Segura? Si quieres puedo cancelarlo y sigues bailando, te prestaré un poco de dinero si lo necesitas. — su interés en ella lo hizo hacerle aquel ofrecimiento. — Gracias, prefiero no estar endeudada con usted y de todos modos es mi trabajo. — se encogió de hombros y caminó hacia el bar, los clientes de privados siempre tenían una botella de champaña. Emily se sintió un poco nerviosa al saber que estaría tan cerca del hombre con el que había chocado antes, a pesar de que habían tenido un encuentro breve, la forma en que él la miraba la hacía sentir vulnerable y expuesta. Mientras se preparaba para subir al cuarto, sus pensamientos giraban en torno a él, el hombre que la había dejado con una sensación de confusión, Emily recordaba su mirada, la intensidad de su atención cuando estaba bailando en el escenario, había algo en su forma de ser que la intrigaba, pero también la asustaba, no sabía que podría pasar cuando estuvieran solos, no sabía si intentaría algo intimó apenas cruzara la puerta y ella no estaba preparada para eso, pero ya solo le quedaba respirar profundo y aguantar.
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