¿Casarme con un desconocido?

1099 Words
El estómago de Adeline se revolvió de inmediato ante la idea. ¿Una esposa? Sus pensamientos se detuvieron en seco. La propuesta era absurda, insultante. —¿Qué? —susurró, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. ¿De verdad la estaban pidiendo que se vendiera para salvar la empresa de su padre? —Es la única manera, —insistió Don Enrique, con el rostro endurecido por la culpa. —Si no aceptas, no solo perderemos la empresa, sino que no podré ayudarte a pagar el tratamiento de tu madre. Todo se vendrá abajo. El aire en la sala de pronto se volvió insoportablemente pesado tras las palabras de Don Enrique. Cada segundo se estiraba como una cuerda tensa, a punto de romperse, mientras Adeline luchaba por procesar lo que acababa de escuchar. “¿Casarme con un desconocido?” Adeline sintió que las lágrimas quemaban en sus ojos ante la absurda propuesta de su padre, pero se negó a dejarlas caer. Su corazón latía desbocado en su pecho, y su mente giraba en un tumulto de pensamientos. Sabía que su madre estaba en una situación crítica, pero la idea de casarse con un desconocido, de ser vendida como un objeto para salvar una empresa que había dejado de ser su responsabilidad desde el momento que dejó entrar a Clara a su vida… era demasiado. Su mente giraba, tratando de encontrar una salida a lo que su padre acababa de proponer. Casarse por dinero era lo que siempre había temido que sucediera en ese entorno frío y calculador en el que se movía su madrastra y su hermanastra, donde el valor de una persona no se medía por su corazón o su alma, sino por lo que podía aportar a la riqueza familiar. —Papá…— murmuró con voz quebrada, y su mirada llena de incredulidad y enojo, se fijó en su padre. —No puedo creer que estés diciéndome esto. Don Enrique no pudo sostenerle la mirada, sus ojos, normalmente fríos y calculadores, ahora reflejaban una especie de culpa, sabía que la petición era cruel. —Adeline, querida, si aceptas casarte con él, —intervino Clara con una sonrisa triunfante, saboreando cada palabra—, él salvará la empresa... y tu madre podrá recibir el tratamiento que necesita. No puedes esperar que te demos cincuenta mil dólares y no hagas nada a cambio, querida. Es lo mínimo que puedes hacer si realmente quieres salvar a tu madre. Adeline sintió que las paredes de la sala de estar se cerraban sobre ella. Casarse con un hombre que no conocía… a cambio de dinero, era muy alejado a lo que pensaba. El silencio de Lucía y la satisfacción en los ojos de Clara eran un claro indicio de que algo más estaba sucediendo. ¿Por qué estaban tan interesadas a que aceptara? Su mente volaba en mil direcciones. "Esto no puede estar pasando." Miró a su padre buscando una señal de que todo era una broma cruel, pero la tristeza en sus ojos confirmaba lo peor. —¿Me estás pidiendo que me case con un desconocido a cambio de dinero? ¿Qué me venda para salvar la empresa? —preguntó, incrédula, sintiendo cómo la rabia hervía en su pecho. Las palabras le salieron con más fuerza de la que esperaba, y la sonrisa de Clara y Lucía se apagaron lentamente. Don Enrique apartó la mirada, incapaz de responder. Era Clara quien manejaba los hilos, quien había plantado la idea para que fuera Lucía, su hija, quien se casara para salvar lo que quedaba de la empresa de su esposo y seguir disfrutando de sus lujos, pero aquella visita cayó como anillo al dedo, por supuesto que prefería que fuese Adeline quien se casara con el nieto del Sr. Donovan, y ahora la culpa se reflejaba en el rostro de Enrique. —Es la única forma, —insistió Clara, endulzando su tono, pero sus ojos seguían siendo fríos—. Si no lo haces, no podremos ayudarte, Adeline. Todo se vendrá abajo. Es una solución que beneficiará a todos, querida. La empresa se salvará, y tú obtendrás el dinero que tanto necesitas. —dijo con frialdad—. ¿O acaso prefieres dejar morir a tu madre? Adeline se quedó helada, el sonido del latido de su corazón retumbando en sus oídos. "¿De verdad me estaban pidiendo que sacrificara mi vida así?" Miró a su padre, que no hizo más que bajar la cabeza, derrotado, como si no hubiese nada más que pudiese hacer, a pesar de que se trataba de la vida de la mujer que le ayudó a levantar su empresa ladrillo a ladrillo, y así es como le pagaba. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Adeline sintió cómo la rabia le quemaba la piel, y sus dedos temblaban de furia. Dio un paso hacia adelante, enfrentando a Clara con la cabeza en alto, su voz firme y decidida. —No soy una mercancía para que me vendan al mejor postor, —dijo con un tono tan afilado como un cuchillo—. Y si piensas que voy a traicionar mi dignidad para satisfacer tus intereses, estás equivocada. —Adeline, no lo veas así. —Enrique intentaba sonar razonable, pero su voz temblaba. —Es la única manera de salvarnos a todos, de salvarte a ti y a tu madre. —¿Salvarnos? —Adeline dejó escapar una risa amarga. —Esto no tiene nada que ver conmigo o con mamá, es sobre ti y tu empresa. Si realmente me quisieras salvar, no me pedirías que me casara con un hombre que no conozco. El silencio que siguió fue aplastante, y Lucía, que hasta ese momento había estado observando con una sonrisa de satisfacción, decidió intervenir. —Papá tiene razón, Adeline. Él está haciendo lo mejor para todos. Si no puedes ver eso, tal vez no eres tan lista como crees. —dijo Lucía, con una sonrisa venenosa en sus labios, pues ella era la más interesada en no ser casada con ese hombre, su libertad lo era todo, y Adeline era su única salvación. Adeline se giró hacia Lucía, su hermanastra, que había sido una fuente constante de desprecio durante toda su vida y sintió la rabia subir por su cuerpo, entonces, antes de poder controlarse, las palabras salieron disparadas de su boca. —Si necesitan tanto una hija para casar a cambio de dinero, ¿por qué no casas a Lucía? A pesar de ser tu hijastra, está claro que ella es más importante para ti que tu propia hija.
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