Había pasado una hora desde que los muchachos se empezaron a comer. A Coral se le había tomado varias fotos en las se la veía cómo devoraba de manera ansiosa cada cosa que se había servido en el plato; se la había “matado” como nunca creyó que lo haría, cosa que a Vladimir le causó gracia. No había tenido cerca de él a una niña popi que haciera tales demostraciones de cómo comer fritura tan descaradamente, lo que hizo que Sulermy quisiera entrar en una competencia.
Ella lo miró con los ojos cristalinos de la emoción mientras despedazaba con sus manos un poco de chicharrón.
— Vamo hacé la competencia. — Replicaba Sulermy, al parecer dolida de ver como Coral era ovacionada en la mesa por la forma en que comía.
— Ya yo ‘toy llena, no voy má’. — Dijo Coral poniéndose la mano en el estómago, al parecer el tanto comer le estaba afectando ya.
— Ninguno de utede tiene valol, no ombe. — Se quejaba Sulermy al intervenir nueva vez.
— Yo no soy de mucho comer, así que yo paso. — Decía Alfredo al mismo tiempo que Zuleika usaba las dos manos para negarse, ya que estaba atiborrada de tanto comer, beber cerveza y reír.
— Yo sí quiero competir contigo, more. — Se escuchó una voz que era desconocida para cualquiera de los que estaban en esa mesa.
Sulermy comenzó a buscar por todo el lugar hasta que localizó al dueño de aquella voz que sonaba fuerte, pero que a ella poco le intimidaba.
— Lo siento, pai, no soy tu more, y no ‘taba hablando contigo. — Contestó Sulermy apenas volteándose en su asiento para dirigirse a aquel hombre que le había dirigido la palabra.
— Pero yo sí soy ‘toy hablando contigo. — Decía aquel tipo mientras se dirigía a la mesa donde estaba Sulermy con los demás.
Vladimir reaccionó como quien iba a levantarse de su asiento para defender a su amiga, pero Sulermy lo aquietó con su mano izquierda para luego levantarse.
— Me gutan la mujere así, rútica, como tú.
— Pero a mí no me gutan lo sombre vocone como tú. — Acto seguido, Sulermy tomó una botella de vidrio de su lado de la mesa por el cuello, estaba dispuesta a desbaratársela en la cabeza porque veía que aquel tipo no venía con buenas intenciones hacia ella.
Coral inmediatamente se echó hacia atrás al ver que la situación parecía ponerse peligrosa, e instintivamente se acoró detrás de Vladimir, quien se puso totalmente delante de ella para evitar cualquier contrariedad, lo mismo hizo el flaco de Alfredo por la Zuli, sin embargo, no pasó de ahí.
— Mielda, goldita, tú me guta, me gutan la mujere impulsiva, y tú y yo no’ vamo a ve de nuevo. — El chamaco le dedicó una sonrisa de medio lado a Sulermy, dejándola un poco descolocada, además de alterada. Ella estaba dispuesta a lo que fuera con tal de quitarse a ese tipo de encima.
Mymí era la más chica de cuatro hermanos, además de ser la única mujer, por lo que ellos la molestaban mucho, hasta que a los ocho años decidió aprender a defenderse y les daba con lo primero que tuviera a su alcance. Y a pesar de que su mamá intentaba impedir que ellos la fastidiaran, y siempre estaba bajo el cuidado de su papá, los muchachos buscaban cualquier momento propicio para sacarla de quicio, por lo que ella misma, buscando vídeos en línea, comenzó a estudiar movimientos de autodefensa para ir en contra de aquellos tres. Ya de grandes todo aquello había mermado, pero quedó la secuela de estar siempre a la defensiva desde que aparecía algún brabucón, lo malo era que esta vez apareció uno con las medidas exactas que a ella le fascinaba de un hombre, piel oscura, alto, robusto, ojos marrones, sonrisa seductora y personalidad atrevida.
— Repira, vieja, ya se fue tu derriengue. — Dijo Vladimir al ver a su amiga temblando de los nervios, aunque no sabía qué nombre ponerle a ese sentimiento, ya que todos sabían, menos Coral, que ese tipo de hombre era el que le gustaba a Sulermy, pero hasta hacía poco ella había pasado por una decepción amorosa.
Precisamente, de un momento a otro Coral comenzó a sentirse mal. Al parecer, el hecho de haber comido tanta fritura, cosa que ella no había hecho en toda su vida, combinado con el hecho de los nervios que tuvo al ver el posible enfrentamiento entre Sulermy con el tipo aquel, ella tuvo que pedir ayuda.
— ¡Señore! Llévenme a una clínica ahora. — Demandó la señorita.
— ¿A ti qué te pasa ahora? — Preguntó Vladimir incrédulo a que fuera algo serio.
— A eta le dio una perpejía. — Soltó Alfredo junto a una carcajada mientras recibía un golpe en su omóplato izquierdo por parte de Zuleika.
— Pero debemo llamá al 911 entonce para que se la lleven.
Comenzaron a discutir si lo hacían o no, el malestar estomacal de Coral estaba empezando a agudizarse. Estaban ponderando seriamente llamar un taxi para dirigirse a la clínica más cercana, pues algunos de ellos dudaban de la eficiencia del servicio de ambulancias público, pero ella insistía en que fuera llevada en un servicio ambulatorio privado y ser trasladada a una clínica que estaba ubicada en una plaza cerca del estadio de béisbol principal del Distrito Nacional, lo que terminaron por aceptar.
En cuestión de una hora ya estaban en la clínica ubicada en el Ensanche La Fe. En la emergencia del referido lugar le estaban practicando varios exámenes médicos, mientras que esperaban a Gilberto, el hermano mayor de Coral, quien había recibido la llamada desde el teléfono de su hermana, el cual se alarmó al escuchar la voz de un hombre desde la otra línea telefónica, sin embargo, Vladimir no tuvo que explicarle con mucho detalle lo que pasó, puesto que durante la cena la chica le había enviado una foto donde ella estaba degustando la comida prohibida de las frituras en su casa, por lo que no se hizo esperar para llegar al médico.
Cuando Gilberto llegó, no tuvo que dar muchas vueltas para reconocer a quienes estaban con su hermana, por la foto que había recibido de ella, por lo que fue hasta ellos para saber cómo iba todo.
— Buena noche… — Saludó Gilberto a los demás.
— ¡Buenas! — Respondieron todos al unísono.
Gilberto se quedó mirando a Zuleika, Alfredo y a Sulermy un poco extrañado, pues le parecían personas con las cuales su hermana no debía codearse, se les veía la falta de clase, aunque también sabía que a aquella Villalona le gustaba andar con personas de diferentes clases sociales y etnias, que no le importaba nada de esas cosas. No obstante, se quedó mirando a Sulermy más de lo debido, al parecer la chica curvy estaba más interesante esa noche de lo habitual.
— Tú anda bucando a Coral, ¿Veldá? — Preguntó Sulermy mirando a Gilberto de arriba abajo despectivamente, le estresaba que la relojearan tanto.
— ¡Ah, sí!
— Anda con Vladimir, él ‘ta silviéndole de batón. — Comentó Zuleika.
— ¿Tan mal ‘ta ella? — Preguntó Gilberto horrorizado.
Sulermy reaccionó ligeramente iracunda, realmente no tenía paciencia con los de sangre azul.
— Tú ere otro dramático… Ella ‘taba llamando la atención de Vladimir. Ella sólo tiene un dolorcito de barriga. ¡Ay Dió! — Terminó ella llevando sus brazos al aire para luego ponerlos sobre su cabeza entre mirando a Gilberto.
— ¿Quién e’ Vladimir?
— ¿Quién ‘ta preguntando por mí?
Justamente venía él, pero sin Coral, por lo que todos le preguntaron dónde la había dejado.
— Ahí ‘ta, en una cama. Le pusieron suero porque ella se fue en vómito.
— ¿Por qué mi hermana vomitó? ¿Qué utede le dieron de comé? — Esta vez Gilberto estaba alterado.
— Sólo comimo fritura, y ella se dio una jartura porque en su vida había comío algo así de bueno. — Intervino Zuleika como si eso no fuera nada para ella.
— Es que ella no está acostumbrada a comer esa clase de disparates, ella lo sabe. Mami la va a matar cuando lo sepa. — Gilberto hablaba muy respingado usando un tono muy molesto, parecía emular las formas de su padre.
Acto seguido, él iba a tomar su teléfono para llamar a su casa, pero Sulermy le arrebató el aparato antes de que siquiera lograra marcar. Probablemente se armaría tremendo jaleo si su familia se enteraba de aquel desliz y lo pondrían como si fuera una tragedia griega.
Mientras discutían todos con Gilberto, una enfermería se acercó a ellos para preguntar por Vladimir y para pedirles que por favor se callaran. Así todos lo hicieron y él interpelado asintió para irse con Coral, pues ella requería de su presencia.
Gilberto se molestó porque Coral quisiera estar con un desconocido que con él, pero ella no sabía que su hermano estaba en la clínica. Luego se calmó, ya que Alfredo lo apartó para explicarle la situación y pedirle que entendiera.
Mientras tanto, Coral estaba somnolienta y desesperada por irse a su casa, pero cuando llegó Vladimir, el rostro se le iluminó y su sonrisa apareció, no obstante, éste seguía con un semblante estoico, lo cual hizo que a ella se le fuera la alegría que presentó breves instantes atrás.
— Tu sonrisa es linda, no tenías que oculta’la.
— Tú ‘ta muy serio. Parece que hice algo malo, de nuevo.
— No realmente, sólo te dite una jartura de algo que tú no sabe comé.
Comenzaron a hablar de algunas cosas, como qué marca de ropa era mejor, las películas que ambos preferían, viendo que las de acción y ciencia ficción, además de las de suspenso eran su tema en común. A Vladimir le sorprendió que a ella no le simpatizara las comedias románticas, le creía una total niña fresa. Finalmente tocaron las fílmicas en la que implicaban autos, luego terminaron hablando de ese tema y cayeron en el tipo de vehículos que a ambos les gustaba; él explicándole a Coral el nombre de cada uno de los que ella mencionaba además de sus características.
— Me encantaría tené a alguien que me enseñe en serio eso de lo’ carro’.
— Na má’ hay que juntarse un día pa hablá de eso.
— A mi helmano le guta corré y se va a la avenida central donde to eso corredore clandetino se reúnen depué de la doce.
— Si tú quiere, me invita.
— Yo no ando corriendo realmente, yo voy a apoyá a mi helmano cuando le da pol corré.
— A ti te pelean si come fritura, pero a él no le dicen na si hace carrera clandetina. ¿Cómo e’ qué son en tu familia?
Vladimir y Coral estaban tan entretenidos hablando que no se dieron cuenta que eran más de las doce de la medianoche. Los muchachos le habían dejado dicho a él por mensaje que se irían a sus respectivos hogares, y aunque Gilberto le rogó a Sulermy que le diera su número de teléfono, ésta se negó en dárselo; no le gustaba mucho codearse con gente popi, y aunque ella era de una zona popi, prefería estar y comportarse con gente wawawa, o de clase poco acomodada, les parecían personas más sencillas.
Ya por fin la de alta llegó, no era algo tan grande el hecho de que Coral haya vomitado, pero la doctora de turno en la emergencia le advirtió que debía beber mucha agua. Ella buscaba rebatirle con el hecho de que ella consumía mucho jugo, pero la galena no transigió y le volvió a recalcar que debía tomar agua sin ningún tipo de saborizante ni edulcorante; Vladimir cortó la discusión haciéndole prometer a la chica que cumpliría con lo prescrito.
Gilberto estaba esperando a que su hermana terminara de discutir con la doctora en silencio. Observaba el desarrollo de la conversación, sobre todo cuando Coral hacía pucheros al no recibir apoyo por parte del hombre que la acompañaba y que se le imponía para que hiciera las cosas en pos de su salud. En cierto grado este muchacho le agradaba, ya que no acataba las órdenes de la chica como santa palabra; mostraba carácter, algo que ella necesitaba en su vida por parte de una pareja.
Habiendo terminado todas las indicaciones médicas, Vladimir y Coral iban de salida de la emergencia de la clínica cuando se percataron de la presencia de Gilberto, quien los miraba circunspecto.
— ¡Oh, Vladi! Este es mi hermano, Gilberto Villalona. —Declaró Coral al ver a su hermano y sobresaltarse en el acto, creía que andaba acompañado, pero respiró aliviada al ver que no era así.
— ¡Mucho guto! Vladimir Rodríguez. — Contestó el hombre piel canela, de ojos rasgados de lo más serio.
— ¡Igualmente!... Manita, ¿Qué le vamo’ a inventá a mami? A ella hay que hilale fino pa creale una mentira. — Inquirió Gilberto bastante angustiado.
— ¡Naaa! Díganle que ella se intosicó pol ‘ta bebiendo celveza.
— E’ que yo no bebo, tonto…
— ¡Con má’ vera! Si mami sabe que comite chicharrón, te lo va hacé salí del cuelpo aunque sea dejándote una semana a pan integral y agua.
Vladimir puso una expresión en su rostro que daba a entender que no creía la exageración que salía de la boca de Gilberto. Para él que Coral fuera a comer algo que para muchos era normal no era un motivo para creer un molote tan grande.
Sin embargo, el hermano de la blanquita tenía razón. Era raro que los hermanos mayores andaran juntos, pero a veces, muy pocas, pasaba, mas no era algo que se percibiera exagerado, no obstante, Carolina no se tragó el cuento al día siguiente de que Coral se haya intoxicado con alcohol, de haber sido así, debería apestar, además tendría un dolor de cabeza al punto de querer arrancársela, y aunque sí parecía que había vomitado, pudo llevarse algo al estómago, que por ligero que fuera, no lo habría hecho si hubiera sido intoxicación por ingesta de alcohol.
Carolina estaba obsesionada con lo fitness, no quería saber de nada que tuviera que ver con lo que fuera alto consumo de calorías, carbohidratos, lácteos o gluten, y quería arrastrar a su hija mayor en eso, incluso, estaba haciendo planes con su hija menor Marbella, la pobre.
En un descuido de Coral, su madre tuvo acceso a la ropa que su hija había tenido puesta la noche anterior. Se cercioró de que el olor a cerveza o del alcohol que se suponía haberla intoxicado debía estar impregnado en sus prendas, pero para pena de la pechugoncita, su progenitora sintió algo que para ella era inconcebible.
Carolina esperó de lo más tranquila a Coral sentada en su cama. Ésta entró muy absorta a lo que sucedía en su habitación, pero ya dentro de allí comenzó lo inevitable.
— Mínimo tú no comes en esta casa, Coral Amelia Villalona Sosa.
— ¿Qué yo hice ahora?
— ¿No qué fue por intoxicación alcohólica que tuviste en la emergencia de la clínica? Y no me lo niegue, que ya llamé a la doctora que estaba de turno anoche, y me confirmó que tú ‘tuvite allá por un malestar estomacal por la ingesta de fritura… ¿Dime Coral, ese tipo de cosas es lo que estás aprendiendo en la universidad? Cuidaíto con quien tú me ‘ta andando últimamente en esa universidá, que a mí no me importa sa-carte.
La advertencia había sido clara y precisa cuando Carolina le acotó a Coral sobre que una posible juntiña debía estar dañando su comportamiento de niña ejemplar. A ella no le cabía en la cabeza el hecho de que una de sus hijos anduviera haciendo malas juntas con personas que pudieran alterar el esfuerzo de tantos años con su bebé.
Literalmente, a la semana subsiguiente del evento con el malestar estomacal que tuvo Coral, su madre la hizo hacer una dieta a base de jugos verdes, para según ella, desintoxicare el cuerpo de años de mala alimentación, sólo por haber comido, un día, cosas fritas con aceite de cerdo que parecía aceite quemado de motor de camión, y no de cocinar precisamente, aunque eso a la muchacha poco le importó.
Además de imponerle una dieta, la estuvo llevando al gimnasio para que su entrenador la hiciera ejercitarse de manera rigurosa, para que no se atreviera a dejar que esas grasas hicieran estragos en su cuerpo. Sin embargo, en lo que no pudo cumplirle a su adorada madre fue en dejar de verse con sus amigas, y por ende con Vladimir, ya que la relación de ellos estaba caminando, no a pasos agigantados, pero tenía buenos avances.
Ya la histeria de Carolina había bajado, dado que Coral, en complicidad con el entrenador, le hicieron saber que ella había quemado las calorías necesarias para bajar la grasa consumida el sábado anterior, por lo que todo estaba olvidado, al menos para la señora.
Cuando Coral les contaba a la Zuli y a Mymí sobre las reacciones que tuvo su madre durante el proceso de “desintoxicación calórica” de su hija, mientras estaban sentadas en una de las embajadas de los pueblos del interior ubicados cerca de la facultad de la chica curvy, un extraño se apareció detrás de ellas.
— Oye tipa, ese e’ mi asiento. — Demandó aquel extraño con voz fuerte y bastante coqueta dirigiéndose a Sulermy.
— Párame, ven si tú ere un hombre. — Devolvió ella con una voz de poca cordialidad hacia el extraño que la retaba.
— ¡Ah, carajo! Ahora sí, e’ de maldá la vaina. — Reaccionó Zuleika al ver que era el mismo tipo de la vez que estaban en el puesto de chicharrones “El Pueblo de los Cuero’”, sin embargo, Mymí estaba dispuesta a terminar lo que él empezó en aquel lugar.
Para sorpresa de las mujeres, había llegado Gilberto, con el pretexto de visitar a su hermanita, cosa que nunca había hecho en su vida, ni siquiera había ido a ver a su padre a su trabajo, puesto que él consideraba la universidad estatal de poca estirpe para estudiar allí, por lo que estaba en una privada de alta alcurnia. Mas la intención de él era ir a visitar a la gordita de curvas escandalosas y de color trigueño claro, que cuando vio lo que estaba pasando, lejos de amedrentarse, se acercó a ella para darle un beso desde atrás del cuello, cosa que sorprendió a Coral y a Zuleika, y algo que casi le traía una trompada frontal por parte del morenazo con el tuvieron el choque hacía unos cinco atrás, mientras que todos se quedaron fríos al ver que Sulermy fue quien dio un giro para cachetear al muchacho, que por su blanco color de piel se le había marcado la cara inmediatamente.
— ¿Qué fue eso, estúpido? Uté y yo no somo na pa que me ande chuliando. — Dijo Sulermy molesta.
— Me pareció que ete tipo te ‘taba agrediendo. — Agregó Gilberto de lo más tranquilo.
— Ete tipo la vio primero, y resulta que esa goldita me guta. — Dijo el extraño con aparente confianza en sí mismo.
— Po tamo iguale. — Dijo Gilberto encarando al tipo.