Lady Isabel la miró con desconfianza: —Su vestido, ciertamente procede de la calle Bond— comentó—, y debe usted ser muy rica para poder pagar uno de los modelos de madame Rachel. Erlina no tuvo que contestarle, ya que en aquel momento el Marqués entró en el salón. Gerry lo había ayudado a bajar la escalera. —¡Oh, aquí estás, queridísimo Michael!— exclamó Lady Isabel. Atravesó la estancia y lo besó en la mejilla. —Me encanta hallarme contigo— dijo. Entonces, en lo que se suponía era un murmullo, pero que Erlina pudo oír perfectamente, exclamó: —¡No me digas que ese niño va a cenar con nosotros! —Gerry es mi invitado, como lo sois vosotros— dijo el Marqués—, y vamos a cenar temprano, porque así conviene a la señora Dawes, mi cocinera. Al observarla, Erlina comprendió que Lady Isabe