CAPÍTULO V Para la hora en que el té debía estar listo, Erlina había logrado ayudar a la señora Dawes a preparar un apetitoso acompañamiento. Había emparedados, pastelillos y tostadas calientes con mantequilla, así como empanadas, varios tipos de bizcochos y uno grande de chocolate, que era la especialidad de la señora Dawes. Erlina le pidió a Hignet que comunicara al Marqués y a sus invitados que el té estaba esperando. —Ojalá Su Señoría logre librarse de ellos, eso es lo que deseo — dijo Hignet—. Puede usted apostar hasta su último penique que el señor Oliver ya está planeando cómo sacarle dinero. —¿Por qué es el Marqués tan generoso con él?— preguntó Erlina. —El señor Oliver es su presunto heredero— contestó Hignet. —¿Su presunto heredero? ¿Me quiere usted decir… que si el Marqué