Corría a toda velocidad por el pasillo del gran edificio de Ciencias y Tecnologías, tratando de esquivar a las personas en mi camino, al mismo tiempo iba rezando para no caerme y quedar en ridículo frente a toda la población estudiantil el primer día de clases; aunque una parte de mi mente me decía que no había forma en la que yo no quedara en ridículo frente a los demás así que, qué más daba si era el primer día o despues.
Aun así seguí corriendo muy rápido y lo más cuidadosa que fui capaz. Sin detenerme, saqué del bolsillo de mi pantalón el horario de clases y busqué el número del aula, miré hacia la puerta más cercana a mí para ver el número en la puerta, y fue entonces cuando me di cuenta que ni siquiera me encontraba en el piso correcto, debía subir las escaleras para llegar al segundo piso. Aumenté la velocidad, rogando que mis piernas no me fallaran como siempre hacían, y empecé a subir.
Unos minutos mas tarde llegué a la puerta de mi clase, completamente sudada, sin aliento, y con las rodillas sucias porque, pese a que milagrosamente logré salir ilesa de las escaleras, terminé trastabillando a medio pasillo y caí, pero por suerte no había mucha gente en el lugar. Miré mi reloj de pulsera, aún con todos mis esfuerzos, llegaba con casi treinta minutos de retraso, resoplé y mis oraciones se hicieron más intensas mientras abría la puerta.
Tras dar tan solo dos pasos quedé petrificada en la entraba mientras veía como todos los estudiantes del salón estaban... ¿Dormidos? ¿Desmayados? ¡¿Muertos?! En ese momento no podía saberlo, el hecho fue que aquello era increíblemente desconcertante, debían de estar unas cuarenta personas en el lugar y todos, desde aquellos en los asientos superiores, hasta los de la primera fila estaban en el mismo estado.
Se encontraban sentados en sus sillas, pero con el resto del cuerpo apoyado en las mesas, como si durmieran. Algunos tenían la boca abierta, y había lápices y libretas tiradas por todo el suelo. En una de las esquinas del lugar, junto al cesto de la basura, dos chicos estaban tirados en el suelo, uno encima del otro, ambos tenían un lápiz en la mano, como si hubiesen estado afilando sus lápices cuando... Sucedió lo que sea que haya pasado.
Tragué con dificultad pero me armé de valor y avancé unos pasos más para asomarme hacia el escritorio del profesor. Allí estaba el que debía ser el Señor Thompson, desparramado sobre su mesa, en el mismo estado que todos los demás en el salón, pero junto a su cabeza, sentado sobre el escritorio y con las piernas cruzadas, estaba un chico, un chico despierto.
Era rubio y sus rizos le llegaban a los hombros, su piel era como porcelana blanca, iba vestido con unos jeans gastados y una franela negra debajo de una chaqueta de cuero rojo. Era alto y delgado, tenía una sutil barba rubia de unos pocos días perfectamente cuidada, y era tan condenadamente apuesto que no inspiraba ni una pizca de confianza, por muy absurdo que suene ese argumento, bueno... eso y el hecho de que era la única persona despierta en medio de aquel caos, y lo mas importante era que su actitud dejaba claro que no estaba ahí para ayudar.
El chico tenía en las manos una fina vara de madera con la que tocaba una y otra vez la cabeza de mi inconsciente profesor de matemáticas, como un niño que verifica si la ardilla inerte tirada en medio de su jardín está muerta. Tocaba repetidamente las gordas mejillas del hombre y no conforme con eso, luego se dispuso a jugar con su nariz. De pronto, y sin oportunidad de evitarlo, lancé un gritó de susto ante un pensamiento aterrador que cruzó mi mente.
¿Estaba muerto el señor Thompson? me pregunté, y otro sollozo escapó de mis labios. El chico, que había girado hacia mí al escucharme, se mostró sorprendido y entonces me sonrió alegremente. Su sonrisa era deslumbrante, perfectos dientes blancos como la más pura de las nieves, y sus ojos azules mostraban una alegría que me desconcertó completamente.
- ¡Sabrina! Por fin llegas - dijo soltando la vara y bajando las piernas de la mesa, se acomodó en el borde de esta y empezó a mecerlas en el aire - Aunque déjame decirte que llegas un poco tarde - apretó sus labios en gesto de reproche, y con el pulgar sobre su hombro, me señaló el gran reloj de pared que estaba tras de él - Por lo que me contaron de ti habría jurado que eras un poco más puntual - chasqueó la lengua varias veces y luego se encogió de hombros. - Pero bueno, ya yo me encargué de eso por ti, nadie ha notado tu pequeño retraso, así que tranquila, y de nada, - me miró con malicia y sonrió al desviar su mirada por el salón lleno de chicos desmayados, tirados sobre las mesas y regados por el suelo.
La situación era increíble, todas esas personas estaban inconscientes y ese niño estaba dándome a entender que tenía algo que ver en el asunto, y lo peor era que no se mostraba ni un poco avergonzado o arrepentido por eso, es más... hasta petulante al respecto.
- ¿Tú hiciste esto? - pregunté con voz temblorosa, tratando de oírme por encima de los acelerados latidos de mi corazón, cosa que era casi imposible en ese momento.
Él asintió, sonrió nuevamente y me guiñó un ojo. Mis ojos por otro lado, estaban tan abiertos de la impresión, que sentí que se me iban a salir de la cara. Los nervios me iban a matar, él había... ¿Lastimado a mis compañeros de clases? ¿Él solo? Este chico de contextura promedio pudo de algún modo noquear a más de treinta personas en tan sólo unos minutos y sin ayuda.
"¿Cómo es eso posible?"
Pensé, presa del pánico, porque ese chico podíaser un criminal potencialmente peligroso y yo estaba parada ahí en medio del salón sola e indefensa ante él.
Por un segundo tuve intenciones de salir corriendo, pensé que si me giraba con rapidez podría escapar con facilidad... Tal vez, porque el camino entre la puerta y yo estaba libre y dado que él se encontraba a unos metros de distancia de mí, aún sobre el escritorio del señor Thompson, las probabilidades se inclinaban un poco a mi favor. Pero teniendo en cuenta lo torpe que era yo y recordando que, de algún modo, este chico había acabado con todas estas personas por su cuenta, o al menos eso parecía, entonces en ese caso las probabilidades le daban toda la victoria a él, sin duda alguna.
Si quería escapar tendría que plantearme bien mis acciones, no podía simplemente correr y ya, eso rara vez funciona, había visto suficientes películas de terror como para saberlo. Sin embargo, en cualquier caso, todo esto seguiría ocurriendo solo en mi cabeza, porque en realidad yo estaba anclada al suelo, mis piernas no se movían ni por unos milímetros por más que mi cerebro las instaba a hacerlo. No sabía si se debía a cansancio por mi carrera previa o si simplemente era por el pánico que me dominaba en ese momento... Yo me inclinaba por lo segundo. Pero lo que estaba claro era que, a la hora de una huida, mis piernas no serían de ninguna ayuda, pero aún así debía encontrar la manera ¿No? Tenía que salir de ahí cuanto antes.
Él me miró en silencio durante los segundos que tomó mi análisis, hizo una mueca con la boca nuevamente y ladeo la cabeza sonriendo, y en sus ojos pude notar que estaba captando mis intenciones.
- Mmm... ¿Ya te quieres ir Sabrina? ¿Tan rápido? ¿No crees que eso es un poco malagradecido de tu parte? Digo, después de todo, esto... - dijo abanicando su mano izquierda hacia donde estaban los chicos inconscientes y luego señalando directamente al hombre a su lado - Lo hice sólo para ayudarte ¿Así es cómo vas a pagarme? ¿Huyendo de mí?
Me sonrió otra vez, en esta ocasión con actitud amenazante, para luego encogerse de hombros dedicándome una mirada desafiante, pero irónicamente me quedó claro que el chico sólo quería provocarme mas no asustarme, y si me ponía a pensarlo... En ningún momento vi de él algún gesto realmente amenazador hacia mí. Es decir, sí, la situación me espeluznaba, pero el chico no intentó acercarse en ningún momento a pesar de todo, ni me dijo nada abiertamente agresivo, él solo estaba ahí sentado, como si no tuviese ninguna preocupación en la vida y yo solo era un curioso entretenimiento.
Así que respiré con dificultad y traté de organizar las ideas en mi cabeza, para poder obtener respuestas por todo lo que estaba pasando; y cuando tuve algo claro en mente... hablé.
- ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? - pregunté tratando de disimular el temblor de mis labios, su mirada se tornó un tanto más amable esta vez, pero sin que su sonrisa perdiera el aire desafiante que había tenido hasta ese momento.
- Tranquila nena, no soy ningún loco psicópata, no te haré daño... Estoy aquí para ayudarte, y eso es lo que haré - dijo en tono indiferente ladeando la cabeza.
Intenté darle sentido a su respuesta pero antes de que pudiera responder, de la nada apareció otro joven, y todo lo demás perdió importancia, porque... literal, ese otro chico simplemente apareció ante nosotros, así sin más, un momento no estaba y al siguiente estaba ahí, frente a nosotros.
Era un poco más pequeño que el otro joven, pero mucho más musculoso, aunque no era realmente musculoso, simplemente su contextura era más ancha y fuerte que el chico rubio, era mas bien como rellenito. Su piel oscura como el chocolate se veía tersa, casi tan perfecta como la del rubio, pero a diferencia del otro este casi no tenía cabello, tenía simplemente como una sombra oscura que cubría su cabeza, sus ojos eran casi negros y salvo por sus gruesas cejas los rasgos de su cara eran muy finos.
Estaba perfectamente afeitado e iba vestido con un ligero suéter blanco cuya capucha colgaba en la parte trasera de su espalda, con las mangas recogidas hasta sus codos, unos impecables jeans azul pálido y unas zapatillas deportivas, vestía tan casual como el otro pero este no tenía ese aire de chico malo.
Llegó con una expresión de disgusto en su rostro, y apuntaba repetidamente con el dedo índice al de la chaqueta roja, era un gesto de acusación, y todo parecía estar a punto de ponerse feo.
- ¡TÚ! ¡Sabía que ibas a estar aquí! ¡Lo sabía! - dijo en tono de reproche y dando un paso hacia él. El rubio arrugó un poco la frente con confusión pero sin acobardarse ni un poco ante la acusación que le hacían.
- Claro que estoy aquí, tenemos una cita con Sabrina - respondió estirando su mano hacia mí - Hasta lo anotaste en esa estúpida agenda que siempre llevas ¿De qué sirve si no la lees?
"¿Tenían una cita conmigo? ¿De qué está hablando este hombre?"
Pensé desconcertada pero sin abrir la boca, yo jamás había visto a esos dos seres en mi vida. Pero sin darme oportunidad de pensar mucho más, de pronto el chico de blanco empezó a negar enérgicamente con la cabeza ante el comentario del otro y dio un paso más hacia él.
- Sí, sí que lo recuerdp, pero también recuerdo que dijeron que no era necesario venir hasta acá ¡Teníamos que esperarla en su casa! Nos lo dijeron una y otra vez, no debemos... - al girarse me vio, y en su cara estaba escrita la sorpresa, era como si no hubiera notado mi presencia en todo ese tiempo.
- ¡Sabrina! Estás aquí... ¡Que gusto conocerte! Estaba tan ancioso - dijo alegramente haciendo un ademán de acercarse a mí con las manos extendida como para abrazarme.
Pero entonces su mirada se desvió de mi rostro hacia el resto de la clase, a los chicos totalmente inconsciente y desplomados por todas partes. Los ojos se le pusieron como plato al darse cuenta de la situación, frenó en seco y se giró bruscamente hacia el rubio.
- ¡¿Qué hiciste?! ¿No nos advirtieron sobre esto? ¿Se te olvidó el entrenamiento? ¡Se supone que no debemos jugar con ellos! - el otro se encogió de hombros nuevamente e hizo un gesto con la mano restándole importancia al asunto, y descubrí en ese momento que ya ese gesto me estaba sacando de quicio.
Yo no entendía nada y mi paciencia se estaba agotando, llevaba no sé cuánto tiempo ahí parada ahí y aún no tenía ni la más remota idea de lo que estaba pasando, así que armándome de valor nuevamente, y logrando mover las piernas por fin, me acerqué a ellos paso a paso y hablé con firmeza.
- ¿Quién demonios son ustedes? - Pregunté mientras caminaba con más velocidad pero, Oh-qué-sorpresa, tropecé con una pila de libretas en el suelo y estuve a punto de caer, como pude me sujeté de la pared y logré reponerme, solté una maldición en voz baja al incorporarme y entonces el de blanco me miró y me apuntó con su dedo.
- ¡No maldigas jovencita! Es un hábito horrible - dijo enérgicamente, reprendiéndome por mi vulgar elección de palabras.
- ¡Maldice todo lo que quieras! No le prestes atención a este santurrón, se cree mejor que todo el mundo y cree que puede ir por ahí diciéndole a los demás qué hacer - reprochó el rubio y de pronto su cara se crispó de rabia - ¡A mí no me señales con ese dedo! - grito cuando el chico de blanco y lo apuntó a la cara, estaba prácticamente sobre él.
En respuesta a la invación de su espacio personal el rubio levantó su mano también y con un golpe desvió el dedo del otro chico. Y entonces ocurrió lo más ridículo que podía pasar dada las circunstancias, lo último que hubiese cruzado por mi mente... Estos dos adultos y extraños sujetos empezaron a forcejear con sus dedos violentamente. Tenían sus dedos índices uno contra el otro haciendo el intento de hacer retroceder al otro.
Y en medio de aquella ridícula pelea el moreno mantenía sus labios fruncidos, mientras que el rubio mostraba sus dientes apretados con rabia, podía ver sus manos temblar por el esfuerzo, y así estuvieron por unos minutos más mientras mi desconcierto me mantenía nuevamente incapacitada para hablar, pero de pronto la pelea pasó de ser sólo de manos a algo realmente físico, y en un abrir y cerrar de ojos se tomaron de las camisas y empezaron a pelear de verdad.
Yo estaba parada frente a ellos con la boca abierta a mas no poder, sin poder creerme lo que estaba viendo. Y mientras aquello seguía pasando no dejaba de preguntarme... ¿Era el chico de blanco cómplice del rubio? ¿A qué se referían con eso de que tenían una cita conmigo? ¡¿Y por qué demonios estaban peleando?! Mas y mas preguntas se acumulaban en mi cabeza y parecía que no tendría ninguna respuesta si las cosas seguían así.
Noté como el rubio logró meterle un dedo en el ojo al otro, y entonces este con ojos desorbitados por la furia, saltó sobre él tumbándolo en el proceso... Al instante siguiente estaban los dos girando sobre el suelo dándose verdaderos puñetazos y lanzándose insultos entre un golpe y otro.
Yo pude haber corrido, sé que pude haberme ido del salón y dejarlos ahí mientras la pelea les distraía, pero es que no podía, simplemente no podía hacerlo, algo dentro de mí necesitaba respuestas y sabía que solo quedándome las iba a encontrar.
El "Toma y Dame" siguía y siguía, y juraría que vi al chico del suéter blanco morder al rubio por encima de su chaqueta de cuero. Todo eso era inaudito, y ya estana alcanzando niveles mas allá de lo absurdo, así que di unos pasos al frente, tomé los hombros del rubio, que para ese entonces ya estaba arriba del otro, y con mucho esfuerzo logré separarlos al halarlo hacia mí, el rubio cayó sobre su trasero y cuando el moreno quiso levantarse, tomé a cada uno por las orejas.
- ¡Ya basta! ¡Demonios! En este instante me van a decir ¿Quiénes son y qué están haciendo aquí? - dije molesta y desconcertada. El de la chaqueta me sonrió con picardía, pero hizo un gesto de dolor al sentir el apretón de mis dedos.
- No hables en plural, sólo hay un demonio aquí, y ese soy yo. Ya quisiera este parecerse a mí - dijo señalando al otro joven, que intentó volver a atacarlo pero se detuvo cuando apreté su oreja con más fuerza. El rubio le sacó la lengua y empezó a reír burlón, entonces apreté con fuerza su oreja, y aunque primero gritó y forcejeó un poco, despues se quedó tranquilo.
¡Dios, son unos niños!
Pensé irritada, cuando estuve segura de que se habían calmado los solté y me alejé de ellos sin quitarle la vista de encima a ninguno.
- Ahora, me van a decir quiénes son, y quiero la verdad, no estúpidas frases crípticas - miré primero a uno y luego al otro, ambos estaban mirandome muy tranquilos, pero después de unos segundos fue el rubio el que habló primero.
- Me llamo Deck - dijo y frunció el ceño cuando el otro soltó una carcajada.
- No te llamas Deck, te llamas d**k - comentó el otro entre carcajadas, haciendo que el primero se molestara y tuve que resoplar disimulando mi risa alte ese comentario.
- Dije que me llamo Deck - repitió el chico con enfasis antes de continuar - Y soy tu humilde servidor por los próximos treinta días - se inclinó a modo de reverencia - Y él es Nolan, el cálculo en tus riñones que durará treinta días en bajar - Nolan se giró hacia él con los ojos como platos y lo señaló - ¡¿Qué te dije de ese dedo?! - respondió Deck al gesto, y antes de poder evitarlo, empezaron a pelearse otra vez.
Una vez los dos tirados y rodando por el suelo, Nolan logró alcanzar la vara con la que Deck había estado golpeando al señor Thompson unos minutos atrás, lo tomó con fuerza de los cabellos y empezó a golpearlo con ella una y otra vez. Pero Deck, que parecía no inmutarse por los golpes, levantó una pierna y le barrió los pies en un solo movimiento y volvieron a caer al suelo para seguir con su guerra.
- ¡Ya basta! d**k, Nolan ¡Comportense! - grité perdiendo todo rastro de afinación. Ambos se pusieron de pie de un salto y mirándome se fueron a lados opuestos del salón.
- No era necesario que nos gritaras así mamá - dijo Nolan con el tono de niño berrinchudo, yo le lancé una mirada furiosa y él levantó ambas manos en señal de rendición - No dije nada... No dije nada.
- Para que quede claro, repito... Mi nombre es Deck ¿Ok? D-E-C-K - me corrigió el chico haciendo reir al otro - ¡Cállate!
- ¡Silencio los dos! - grité otra vez, tomé un respiro para calmarme y retomé la conversación - De acuerdo... Deck, lo siento. Dicho esto... Empecemos de nuevo... ¿A qué te refieres con eso de los treinta días? - le pregunté a Deck cuyos cabellos estaban enredados y apuntaban en direcciones diferentes.
Pero de pronto, con un súbito recuerdo del sueño que tuve la noche anterior lo supe, "Un mes" había dicho La Muerte en mi sueño, o lo que creí que había sido un sueño... Treinta días, ni mas ni menos. Todo había sido real, y esa idea me dejó clavada al suelo nuevamente.
Fue Nolan, con su camisa arrugada y fuera de lugar, quien se acercó a mí y me puso una mano sobre el hombro para traerme de vuelta a la realidad.
- Vinimos porque se nos asignaró tu caso Sabrina, estamos aquí para ser tus consejeros, yo soy Nolan y él es Deck, como ya te dijo mi compañero. - Deck sonrió y pasó un brazo por los hombros de Nolan, como si minutos antes no se hubiesen estado peleando violentamente.
- ¡Saluda a tu nueva y mejorada conciencia! - dijo Deck sonriéndome, y vi como Nolan abrió un poco sus manos en gesto teatral de presentación.
Yo los miré confundida primero a uno y luego al otro sin terminar de creer lo que estaba pasando, pero con el fuerte presentimiento que largos y difíciles días estaban por venir.