En la guerra se muere de pie y en el amor se dice adiós con dignidad.
E.G.
Esteban
Han pasado tres días desde que salí de la casa de Yxora y parece que empieza a extrañarme, tengo varias llamadas perdidas suyas en mi celular, me extraña o ya necesita su juguete, sea cual sea el motivo que tiene para estarme llamando con tanta insistencia igual tengo que ir y terminar con ella de frente, sabía en lo que me metía cuando accedí a tener algo con ella y no puedo culparla por mi corazón roto. De nuevo el teléfono suena y medito entre sí contestar o no, como su sumiso me estoy ganando una buena paliza, pero como el hombre que la ama, me ilusiona imaginar que me llama porque me ama y me extraña, mejor contesto y dejo de soñar con imposibles.
―Yxora ―abro la llamada y contengo la respiración.
―Esteban, necesito que vengas, ya han intentado asesinarme dos noches seguidas, estoy en el departamento del centro ―informa sin preámbulos.
―¿Estás bien, te hicieron algo? ―interrogo culpándome por no haber estado con ella para cuidarla, aunque sé perfectamente que ella sabe cómo hacerlo sin ni siquiera sudar.
―Sí, pero por favor ven te necesito, estoy sin jefe de seguridad ―contesta tranquilizadora.
―¿Por qué estás sin jefe de seguridad? ¿Fue el quién quiso matarte? ―indago porque no comprendo el motivo para que su seguridad este sin un líder que los organice.
―Lo asesiné la primera noche para darles una lección a los demás, pero no contaba con que volverían tan pronto y por suerte ambas noches he estado despierta y he podido eliminar a los intrusos sin que mis propios custodios se den cuenta ―confiesa con ironía.
―Nos vemos en veinte minutos ―digo y cuelgo la llamada para salir directo al departamento.
Quizás me está usando como muchas tantas otras ocasiones, pero no puedo dejar que corra peligro sin importar que esté dispuesto a terminar todo tipo de relación entre los dos, porque no creo ser capaz de mantener una relación de amistad con ella e ignorar todos mis sentimientos hacia ella. Serpenteo los autos que se me cruzan en el camino, trato de ir lo más rápido que puedo, pero tengo que respetar el límite de seguridad si no quiero que me detengan y me hagan perder un tiempo valioso. Es increíble como personas que está acostumbrada a vivir entre tiros y muertos sea tan fácil de burlar, aunque les concedo razón, desde que Yxora decidió dejar el contrabando en un segundo plano y hacerse legal, sus hombres se han vuelto flojos y confiados, como si se contentaran con la idea de que ya nadie vendrá a amenazarlos de muerte.
Aunque a decir verdad, en muy rara ocasiones ella traía armas usando alguna ruta alternativa, al igual que otro tipo de mercancías que están prohibidas en este país, sin embargo, ahora sus importaciones son totalmente legales. Aunque de vez en cuando planifica la entrada de armas para un tercero, lo que le produce una cuantiosa ganancia. Ese es otro detalle, la mayor parte de su dinero se encuentra en inversiones, edificios, centros comerciales, departamentos, autos, es muy buena en lo que hace, supongo que habiendo crecido en medio de todas esas cosas es muy fácil para ella.
Como dije, tardo veinte minutos en llegar al edificio que por su puesto es de ella, al entrar me doy cuenta de los hombres fuera, cuidando la entrada, imagino que tiene más hombres resguardando el perímetro y dentro del departamento, Yxora es una mujer muy valiente, no le tiembla la mano para jalar el gatillo además de ser buena en estrategia, sabe camuflarse y ser muy sigilosa, es una mujer mortal para quien la quiera como enemiga. Exactamente como imagine tiene hombres en cada entrada y en cada acceso a su departamento, saludo a los hombres que se cruzan en mi camino hasta que salgo del ascensor y entro al piso de Yxora Venegas, toda esta movilización me recuerda a cuando la conocí.
Esa noche íbamos por un solo hombre, pero algo salió mal y nos descubrieron en medio de la confusión, ella saltó sobre mí…
―Bien podrías morir ahora mismo ―susurra en mi odio.
No sé cómo hizo para sorprenderme cuando era yo quien tenía que sorprenderla a ella, ahora me tiene inmovilizado en el suelo, tiene suficiente fuerza como para evitar que me libere de su agarre.
―¿Y por qué no me eliminas sin tanto rodeo? ¿Te da miedo matar? ―la provoco.
―Cariño, no te hagas el interesante, una mujer como yo no tiene corazón, nada me importaría acabar contigo ahora mismo sin que tus amigos se den cuenta, pero algo me dice que no han venido por mí ―argumenta. Me mata la forma en la que me habla, con dominio.
―¿Cómo estás tan segura? ―cuestiono mientras veo la manera de soltarme y cambiar de lugar con ella.
―Primero, tus amigos no están ahora mismo defendiéndote de mí y segundo el hombre con el que estaba teniendo sexo antes de que llegaran acaba de morir, lo que explica la ausencia de tus amigos ―responde antes de que encuentre un punto de apoyo para impulsarme hacia arriba sin previo aviso logrando que su agarre tambalee.
Invierto los papeles al girar y quedar sobre ella, subo a horcajadas sobre su cuerpo y sujeto ambas manos por sobre su cabeza, me sorprendo al verla sonreír como si se esperara que yo hiciera ese movimiento, es demasiado hermosa en mi interior algo se enciende enseguida, un magnetismo peligroso y atrayente.
―Todos los hombres son predecibles, sabía que terminaríamos así en cualquier momento, únicamente te tardaste más de lo que esperaba ―señala dibujando una sonrisa ardiente en sus labios rojos.
―Espero te des por vencida, así no saldrás herida ―digo ignorando su discurso, sé bien que ya no puede hacer nada, no importa que tanta fuerza tenga ahora, yo tengo la ventaja y no dejaré que se vaya.
Susurra varias palabras y sin darme cuenta suelto una de sus manos, la cual termina sobre mi mejilla y lentamente me acerca a su boca, su aliento caliente me golpea en la nariz provocando que me olvide del trabajo que vinimos a hacer, no sé en qué momento suelto su otra mano hasta que siento un pinchazo en el cuello.
―No vas a morir, solo me dará el tiempo que necesito para escapar ―Me empuja a un lado y me deja tirado en el piso mirando cómo se aleja―. En cinco minutos estará bien ―chilla antes de que la pierda de vista.
―Esteban, ¿En qué piensas? ―la voz de Yxora me trae al presente.
―En nada importante ―mascullo―, disculpa ¿Cómo estás? ―reacciono.
Ella en todas sus versiones me tiene en total cautiverio, prisionero de su voz y su piel, preso en el mar de sus ojos, pero es hora de decirle adiós y ver si así comprende cuanto pierde, no porque yo sea la última gota de agua en el mundo, sino porque ningún hombre la va a amar como yo estoy dispuesto a hacerlo cada maldito día de mi vida.
―Reorganizare a tus hombres y cuando estés segura, lo nuestro se termina ―digo y me voy directo al cuarto de control en donde están todas las cámaras, sus ojos se abren de manera desmesurada, pero no dice nada.
Es lo mejor para mí, buscar mi camino alejado del de ella, aunque seguiré cuidando sus pasos hasta asegurarme de que su vida ya no corre peligro.