Las esposas

1924 Words
Una hora más tarde, la princesa se despidió de sus acompañantes, estrechó la mano de Sebastian, luego la de Damian. Sebastian le propone hacer una cena, en un par de noches, para que pueda conocer otros inversores interesados y así ver un par de propuestas, la princesa acepta encantada y después se pone las gafas de sol, ve a los paparazzi y tuerce los ojos antes de dirigirse hacia su auto. No le sorprendería que mañana hubiese otra nota sobre su vida s****l y la posibilidad de ser involucrada con algún de esos hombres casados. La joven decide quedarse en silencio en lugar de hacer un berrinche fenomenal. La princesa regresó al hotel y se encontró con que había sido recibida por Kamal. Él había metido con sus cosas en una habitación al lado de la suya. La joven ingresa en la habitación y ve a Selene acostada en la cama principal y a Kamal sentado leyendo el computador. —Necesitamos hablar, los tres—exigió Layla. —No estoy de humor. —Selene, vienes o me empiezo a tirar a tu marido. —La princesa siguió abrazada de su almohada, en ese momento exacto estaba jugando a ignorar a su marido, eran libres de hacer lo que quisieran. —Es injusto Kamal, no soy una niña, no debería tener dos niñeras que monitoreen mis pasos, yo no me merezco ser tratada como la zorra del pueblo por hacer lo mismo que te haces con la persona a la que amas. —¿Amas a Leonel, de eso va esta conversación o te pone caliente? Porque hay una diferencia; si lo amas, si es el hombre de tu vida ven y dame una clase de lo que mereces o no, pero, definitivamente no me merezco un discurso de mi esposa la infiel porque quiere coger con un fuckboy. —Las dos estaban sorprendidas pro la furia de Kamal, el hombre que siempre estaba serio y sereno, había perdido por completo la calma. —Yo no me merezco estar en espera de mi sexto hijo el cual va a fallecer en unos días después de que su mamá y yo lo discutamos con la terapeuta que a ella le encanta y no siento que me merezca casarme contigo en contra de la voluntad de mi esposa para que me seas infiel. ¿Como consecuencia quedo como el cornudo del planeta, Layla? ¿El marido insensible, Selene? De verdad, ayúdenme un poco. ¿Cómo hago sus vidas más insatisfactorias? Selene, te invito a divorciarte de mí, y Layla, tú de una vez máteme y declárate reina de todo. —Kamal... —No, a la mierda con las dos, no puedo, no quiero y no voy a soportarles un berrinche más. Kamal caminó hacia la puerta y la cerró con fuerza. Las dos mujeres compartieron una mirada y Selene se sirvió un par de shots de tequila. —Ya habíamos discutido. —Ahh... llegué a la repesca. —Sí. Las princesas chocaron sus vasos. —¿Deberíamos ponernos de acuerdo para discutir con él? —Se supone que sus palabras podemos matarlo y dividirnos el reino —comentó Selene y bebió el contenido de su copa. Las dos rieron y asintieron. —¿Te lo tiraste?—pregunta Selene. —¿De qué va esa pelea?—pregunta Layla. Ninguna de las dos quería entrar en detalles, así que decidieron que para molestar al príncipe un poco más le dejarían la cama de visitas disponible, y ordenarían todo para una pijamada. —Comedia, no aguanto una película triste —comentó Layla mientras Selene buscaba. Layla recibió un mensaje de Leonel. Leonel: ¿Layla? Vio los puntos mientras él escribía. No era su primer mensaje del día, ya llevaban unos diez mensajes desde la última vez que se vieron. La última vez en la cual habían estado apasionados el uno con el otro, Leonel había decidido que si bien la penetración vaginal no estaba en juego, podían hacer un millón de otras cosas juntos. Se habían adorado el uno al otro, habían dicho las cosas correctas desnudos, bajo la luz de las velas, se acariciaron en todos los lugares y comentaron cómo serían sus vidas si ella no tuviese que estar casada y si él pudiese ser el hombre de todos los días de su vida. En esa vida, habría más momentos como esos, a solas en una habitación fría, jugando con sus cuerpos, besándose, pero habría hijos y un perro porque Layla siempre había querido uno, una mascota pequeña y algo redonda. Habría problemas normales como una hipoteca o un auto que se tiene que cambiar, pero una casa hermosa y llena. Layla se había sentido más amada que nunca, más mujer que en toda su vida, se había sentido satisfecha y en la mañana estaba tomando sus cosas cuando Leonel abrió los ojos. —¿Te vas sin despedirte? —No quiero que se dé cuenta —murmuró mientras tomaba el mango de la puerta. —Lo sabrá de todas formas. —le aseguró él desde la cama. —Vuelve aquí, Layla, no estoy listo. La princesa se giró con su bolsa pequeña de mano y le volvió a la cama, con los ojos cerrados, por infantil que fuese y por inmaduro que sonara, él no deseaba verla partir, no podría con el dolor. —Yo te amo. ¿Eso no cuenta? La habitación se quedó en silencio y Leonel supo que la princesa se había ido. Layla se quitó los tacones y dejó la blusa en el suelo, se sentó en la cama. —¿Por qué me amas? Leonel contuvo el aire que estaba sosteniendo y se sentó a su lado. —Eres muy inteligente, tienes unas tetas precisas, te gusta surfear, crees en la educación, pero sobre todo en los valores. Eres muy dulce, te gustan las reglas, me encanta cómo envías mensajes de texto ortográfica y gramaticalmente correctos, quiero que me veas a los ojos porque detienes las dudas y la ansiedad de mi cabeza. Es cierto, nos hemos visto cuatro veces en la vida, pero sé que te amo, sé que te quiero incluso si tienes que vivir al otro lado del mundo. —Nunca antes nadie me había dicho que me amaba —reconoció Layla. —¿Un novio? ¿Tus padres? ¿Tu hermano? —la princesa negó con la cabeza. —No. —¿Nunca? —No. Nunca. Nadie. —él tomó asiento sobre la cama.—Kamal me quiere, me respeta y me apoya muchísimo, y creo que si le pongo los cuernos contigo, podría incluso sacar a su esposa del juego. Somos lo que está correcto, pero es lo que has dicho de los ojos, cuando me miras, me siento sexy, correspondida, segura, cuidada y adorada. —¿Entonces, qué vamos a hacer? —Layla le dio un beso en los labios, uno corto, y se desnudó después. Leonel, le miró con atención y le recordó que habían decidido esperar a que ella supiera qué era mejor. Para Layla, lo que siente por Leonel no es calentura, y tal vez no sabe lo que es el amor, no lo había experimentado antes, pero ella se merecía eso, perder su virginidad con alguien a quien amaba. Le besó, acarició el cuerpo masculino debajo del suyo, él jugueteó con uno de sus pechos mientras con la otra mano acariciaba su sexo. Layla había descubierto que Leonel le enloquecía, que le besaran las orejas, y lo hizo mientras acariciaba su polla totalmente erecta y lista para estar dentro de ella. La joven le miró a los ojos antes de besarle e introducir completamente el m*****o viril y grueso del joven. Leonel contuvo la respiración mientras la princesa absorbía cada sensación en su cuerpo. No era mágico como pensaba que sería, no era doloroso en una mala manera, pero definitivamente diferente que acostumbrarse. Leonel le acarició el pelo y le besó la barbilla, continuó repartiendo besos en su cuello y acariciando su espalda. —Esto está mal. —Es perfecto, porque eres tú, para mí también eres tú. —La princesa continuó moviéndose despacio y él simplemente disfrutó de ser él. Layla desbloqueó la pantalla y vio el mensaje. Leonel Tenías razón, alguien saldrá herido y definitivamente esta vez he sido yo. Te amo, eso no va a cambiar, y si me lo pedís esperaré, si no lo hacés, probablemente también. Lo que no merezco es saber de ti por las revistas o por los periódicos. Lo único que pido de vez en cuando es que contestes el teléfono, las llamadas, los mensajes, Layla. He dicho y he escrito que te amo y que estoy dispuesto a congelar mi vida por ti, pero merezco algo, lo mínimo, las migajas más minúsculas, pero algo. Layla No sé cómo gestionar nada de esto. No soy una infiel, ni una mentirosa, te quiero, pero no quiero hacerte daño. No quiero que esperes a alguien que no sabes si algún día va a poder regresar. Yo de verdad lo siento, Leonel, pero... creo que lo mejor es dejarlo estar. No hubo respuesta, conforme miraba la pantalla en espera de un mensaje furioso y destructivo, sentía su corazón llenarse de terror, de ansiedad. Selene se puso en pie para ir por la comida que ordenó y las botellas de vino, se acercó a la bandeja a la cama y vio a la esposa de su marido totalmente rota, paralizada y llena de dolor. —¿Layla?—le llama Selene mientras se acerca. La princesa se llevó las manos al pecho e intentaba arrancarse la camisa, llevó las manos a su cuello y Selene le vio horrorizada. —¿No puedes respirar? —preguntó en pánico antes de correr a su lado de la cama. —Levántate, Layla. ¡Respira! —le ordenó la princesa mientras la rodeaba con sus brazos. —Es un ataque de pánico, intenta respirar —exigió y le dio un par de golpes en la espalda, pero la princesa no podía más. La princesa cayó sobre el suelo y Selene salió corriendo de la habitación a exigirles a sus guardas que pidieran un doctor y le hicieran RCP o algo para mantenerla con vida. Necesitaba ayuda urgente. Leonel guardó el teléfono en su bolsillo en cuanto vio al príncipe Kamal ingresar al reservado del restaurante que eligieron, el hombre extendió su mano hacia él y Leonel le dio un apretón como saludo. —Vine a hablarte de Layla, mi esposa. —comento el príncipe antes de tomar asiento. —Lo tengo claro, ¿qué tienes que decir? —Vengo a exigirte que te alejes, por su bien. —¿Qué significa eso? ¿Vas a lastimarla o qué? —Significa que no creo que seas el hombre que necesita —Kamal pone sobre la mesa una lista de los peores momentos de Leonel, con imágenes y se lo muestra. —Eres el consentido de tu abuelo, y eso es fenomenal para cualquier chica, pero no para la princesa, no ahora y no en unos años. ¿Recuerdas a esa mujer que nunca regresó a casa por tu culpa? Si te sigues acercando, lo haré noticia internacional. —Reconoció Kamal y le mostró el segundo archivo con documentos. —Este es el prenupcial de mi esposa y deja muy en claro cuáles compañías no podrás tener después de nuestro matrimonio, y un exconvicto definitivamente no está en la lista. De todas formas, te la has tirado, y eso definitivamente pienso cobrármelo.
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