Promesas

1823 Words
Casi un mes más tarde. Layla vio por la ventana de su casa en la Toscana, vio a Leonel conversando con las plantas, siendo increíblemente feliz, y ella sonrió. Miró al joven tomar asiento sobre el suelo y disfrutar del sol, luego fue a la cocina a preparar un té para ambos. Últimamente, sentía náuseas y conforme pasaban los días no dudaba estar embarazada, sentía sus pezones adoloridos y ciertos mareos. La reina sabía que debía darle la noticia lo antes posible al rey, pero le gustaba pensar que si había un bebé dentro de ella, era sobre ambos. Le acercó el té a Leonel y este sonrió, le dio las gracias y tomó el plato con tostadas para que no se le cayeran. Los dos se miraron, se dieron un beso corto sobre los labios y él rodeó con su brazo los hombros de la reina. —¿Qué tal los tomates? —preguntó Layla. —Son unos cabrones, quieren estar enfermos y estoy por darme por vencido, pero esta mezcla que he comprado parece buena. —Qué bien. —¿Cómo "qué bien"? Layla se rió, pero desde que llegaron a casa, Leonel se había ocupado del huerto por completo, se había convertido en una especie de apasionado de la jardinería en extremo y, a ratos, a ella le parecía que era un trabajo para evitarla a ella. Leonel había estado de acuerdo en tomar unas vacaciones juntos, pero había dejado claro desde el principio que su relación sería tan platónica como cuando el rey estaba a unos cuantos metros de distancia. Porque si la princesa esperaba un bebé, debía estar segura de que fuera el hijo del rey, y lo más importante es que a Leonel le preocupaba muchísimo el futuro. Cuando eres infiel con alguien, simplemente no puedes construir algo bueno después. Muy poca gente sobrevive siendo el amante para siempre, queda la duda de si alguien más ocupará ese lugar. Desde su punto de vista, ya era difícil para ambos que Kamal siempre fuera parte de sus vidas, así que estaban tomando vacaciones juntos, conociéndose, disfrutando del silencio. —¿Qué piensas hacer con todos estos tomates, Leonel? —Salsa, mermelada, venderlos —le mira divertida y le besa en la mejilla. La princesa se acomoda al lado de Leonel, quien le abraza y le pregunta cuál es su comida favorita. —Hay un pan tradicional en mi pueblo, lo hacen con quesos y ajo, lo rellenan con pollo cargado de salsas y vegetales, pero a mí me gustan solas. El tipo de pan relleno solo con un pollo simple, cremoso tal vez... —Tienes buen apetito. —Sí, la verdad. Los dos se quedan en silencio y como todo el tiempo cuando solo quiere comerse a besos, la princesa se acomoda entre sus brazos y le da un beso en la mejilla. Leonel le mira y pregunta si quiere salir a comer con él, la reina se niega y le responde que hay demasiada comida en el refrigerador. —¿Podemos hablar de nosotros? —pregunta la reina. —¿Quieres un nosotros? —¿No somos un nosotros? —replica Leonel. Él la acoge con sus brazos y la llena de besos. —¿Qué quieres oír, que voy a esperarte? Porque planeo hacerlo. —Estás a mi lado y literalmente no me tocas. Y sé lo que dices sobre ser infiel, pero esta es una situación extraordinaria. —Mi amor, Layla, estás embarazada de otro hombre. Tendrás que volver mínimo un año con él, y yo me iré con el corazón roto. He pensado qué pasará cuando la niña nazca y no quieras dejarla, o cuando finalmente te enamores del rey. —Nadie se enamora de Kamal más que él mismo. —Sí, mi amor, yo sé, pero... podría pasar. Puedo y voy a esperarte. Solo… no quiero lastimarte. —Me lastima estar aquí pensando que tienes un pie fuera y uno dentro. —Layla, tengo los dos pies adentro y estoy sosteniéndome la polla, para no follarte hasta perder sentido, porque tengo miedo Layla, amarte es una apuesta, no de los dos va a perder y uno de los dos va a salir lastimados, pero, si es por mi culpa si te pierdo por mi culpa. Si he encontrado a la persona que se supone que debo amar y cuidar e inicio por faltarle el respeto a nuestra relación, Layla, no voy a poder perdonarme.—Leonel suspira pesado y busca con la mirada a Layla.— Vengo de una familia de infieles. Y cuando me conozcas, lo vas a escuchar. Y también soy hijo de una psicóloga que analiza a sus hijos a través de su ropa y sus dibujos y su amor por el riesgo. Patológicamente, estoy diseñado para vivir por el riesgo. No quiero que seas un riesgo. Quiero que seas la paz sobre la calma. Quiero una familia contigo y ese bebé. Así que estoy siendo cauteloso. —Toda tu vida está basada en un riesgo y no quieres arriesgarte conmigo. —Layla, estoy aquí. —Estás acompañándome mientras él se casa con el amor de su vida. Tú eres el hijo de una pareja de infieles, yo soy la hija que nadie quería. Mi hermano mayor, Baruk, era el hijastro del rey y él hubiese preferido darle el reino a su hijastro antes que a mí. Mi papá violó a mi mamá para asegurar el reino y salí yo, por lo que se conformó con el hijo del lacayo como rey. Si yo hubiese sido hombre, hubiese mandado a matar a Baruk. Y por eso mi hermano me menospreciaba, porque gracias a mi feminidad, él podía seguir viviendo y ser rey. —Eso es... perturbador. —Nadie nunca me ha amado, Leonel. Nadie nunca siquiera me ha mirado de la forma en que lo has hecho tú. Creo que rogar es horrible, mucho más cuando es por amor. Pero voy a rogarte: ámame. Sé el primero. Elígeme y ámame sobre todas las cosas —Ruega Layla mientras le mira directo a los ojos. Leonel le abraza y sonríe tranquilo porque piensa en que a pesar de que no es perfecto lo está haciendo bien, la mira a los ojos y le dice que la ama, le acaricia el pelo y le besa en los labios. Unas horas más tarde Leonel dice que tiene que hacer un mandado y Layla como siempre que él se iba a hacer mandados o tomar un tiempo a sola sentía que no iba a regresar, la reina solía abrir una botella de vino y ponerle a respirar. Para cuando él regresara bebían juntos una copa mientras disfrutaban del atardecer,e sta tarde se metió en el baño y abrió una prueba de embarazo, orinó en un frasco y la puso a remojar ligeramente antes de sentarse y esperar. Su celular sonó por lo que fue corriendo a tomar la llamada. —Hola—saluda Layla. —¿Layla? —Sí, hola. —Hola—saluda de nuevo divertida Selene. —No has confirmado ni te has negado a venir a mi boda. —¿Selene, quién quiere a la segunda esposa ahí? —Kamal quiere a su amiga Layla en nuestra boda, y yo quiero que vengas. Eres parte de nuestra familia y creo que no siempre es fácil sobrellevar nuestro papel en la vida del otro, pero no quiero que tengamos una mala relación. —No tendremos una mala relación si en tu día de boda o renovación de votos tu marido solo tiene que velar por ti y por tu felicidad. No te hace egoísta, ni mala persona. Yo enviaré un regalo precioso y mis mejores deseos, pero no iré, porque quiero que mi amigo y su esposa disfruten muchísimo de su día. —¿Cómo estás tú? —Cansada, con náuseas y hambre… —¿Náuseas...? —repite la mujer en tono de sorpresa. —¡Ah! El jengibre es maravilloso. —¿En serio? —Sí, en galletas. A mí me gustaba en galletas más que en té. —Compraré unas. —Descansa, Layla, y si quieres venir siempre habrá un espacio para ti —responde tranquila Selene. Leonel llega a casa una hora más tarde con el cajón de la camioneta lleno de semillas, fertilizante y tierra, tambié un par de regalos, y un ramo de rosas enorme. Él va hacia la casa y toca la puerta, ella va corriendo a abrirle, pensando que necesita ayuda. Layla abre y él le muestra el ramo de rosas y una caja con un anillo. Es delgado, de oro y parece formar una "ele" cursiva a cada lado. La princesa lo observa, al anillo y a él. —¿Qué es esto? —Te amo. Desde el momento en que te vi en la cafetería, supe que no eras una carrera, sino un viaje largo en carretera. Cuando niño, adoraba sentarme en el frente y vigilar al chofer. Siempre que íbamos a hacer campaña, nos paraba llegar de primeros a los pueblos. Entonces, adelantar uno o tres autos tenía sentido. Cuando la policía nos escoltaba porque mi abuelo nos llevaba al colegio, todo fluía rápido y a mí me encantaba la adrenalina, el subidón. Siempre supe que quería ir solo y rápido. Pero mis viajes favoritos eran en autos grandes llenos y con familia. —Leonel se acerca un poco más y le da las rosas a su Layla. —Viajar todos mezclados, a destinos largos. En los que hay chistes, risas y se crean historias para toda la vida. Desde el asiento de atrás me reía con mi primo y mi hermana. A mitad del camino veía a mis padres entrelazar sus dedos en rectas muy largas. Cuando caía la noche y se detenían para hacer cambio de conductor, de vez en cuando los pescaba dándose un beso, un abrazo, un apretón de nalgas en medio de risas y besos. —Es una linda historia y un anillo muy pequeño. —Eres muy difícil… —dice en tono de broma. —Continúa, no quiero cortarte —respondió la reina mientras se acercaba a él. —Quiero que viajes en el auto grande y largo. Layla se inclinó y le dio un beso a Leonel en los labios. —Te amo, te elijo, te quiero en mi vida para siempre. Y no podemos tener una boda, ni podemos comprometernos de verdad. Así que este es un anillo de promesa del tamaño adecuado para prometer algo. Pero si aceptas, sembraré todo lo que llevo en el camión de rosas, para que las veas todo el tiempo. No llamaré al cura, como usualmente haría, pero te citaré en un lugar especial y me casaré contigo sin importar que estás casada con alguien más. Te amo, y voy a amarte toda mi vida. —Te amo y acepto. —¿Qué aceptas? —Todo. Todo contigo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD