Robar y mentir

1346 Words
Kamal había tomado unas vacaciones de un mes. Sin embargo, había viajado unas cuantas veces a Tierra del Sol. Cada visita estaba más llena de estrés, problemas, idas, órdenes y mensajes. Llevaba casi tres días ahí metido, trabajando, y su esposa tenía un nuevo proyecto de salud pública bastante amplio, lo cual le hacía pensar que las vacaciones de Layla eran una mierda total. Selene quería que se involucrara en la boda, pero para eso él había contratado gente y le había dado una tarjeta infinita para comprar todas las flores y cosas que ella quisiera. Selene se merecía una buena boda. Tenía recuerdos de su primera vez casándose y recordaba haber tomado un montón de decisiones que no tenían nada que ver con el ritual romántico marital que merecía su esposa. Entre ellos, un lugar bonito, la familia, su padre entregándola y muchas flores. Eso, a pesar de que tarde, era lo que la mujer de su vida merecía. El joven estaba firmando unos papeles cuando su secretaria le acercó el teléfono. Era la reina Selene, quien llamaba a su marido con toda la traición acumulada en su pecho y en sus ojos. No solo había iniciado el proceso de fertilidad con Layla, sino que durante todo el mes en el que ella planeaba una boda, probablemente como consuelo, su marido había fallado en decirle la verdad. Selene quería creer que su esposo no le estaba mintiendo para evitarle dolor, pero no podía. Imaginar cómo ocultarle que su mujer estaba embarazada hacía que le doliera menos. Kamal recibió una llamada de Selene, y respondió de inmediato y de buen humor. —Hola, amor, ¿cómo has estado? ¿Te gustaría que lleve alguna joya o algún velo especial para la boda? Mi madre usó uno, Farah, mi tía, y Layla. Creo que vendría bien llevarlo para tener suerte. Lo llevaré y si te gusta, lo usas. Si no, al carajo con ellos y la suerte falsa. —No sé, si es especial, tráelo... —respondió Selene.—¿Has hablado con Layla? —No, en cuanto aterrice en Grecia, la llamo para recordarle de la boda y que estamos tomando vacaciones. Me ha enviado un papeleo del diablo. —Ya... —respondió y se quedó en silencio. —¿Está todo bien? —preguntó Kamal.—¿Qué ha pasado, ágape? —Nada, todo normal. Los niños están trabajando en el restaurante. —¿Nuestros hijos? —Sí, cambiaron de papas como todos mis sobrinos. Solo que Ej se ha revelado y ha exigido un salario muy sutilmente. —Me encanta la habilidad de negociación de nuestro hijo. —Fue con mi padre y le preguntó: ¿cuánto ganan al día los demás? Y mi papá empezó a explicarle. Ahora él y sus hermanos ganarán cinco dólares a la semana más las papas y una coca para los tres —Kamal se rió. —¿Qué dijo tu padre? —Está encantado y lo ha ascendido a cajas. —Me encanta. Estaré ahí en nada, pero no vayan al supermercado sin mí. —Vale, cielo, te esperaremos. Kamal salió de Tierra del Sol unas horas más tarde y cuando subió a su auto en Grecia, mientras el chofer lo llevaba al restaurante de su suegro con flores y regalos, el joven llamó a su segunda esposa: —Buenas. —¿Llamo en mal momento? —preguntó Kamal. —No. —Me alegra. Tengo entendido que no quieres venir a la boda. —Dije que enviaría un regalo precioso, pero es su día, es el día de Selene, con su familia que no te quiere y sus amigos. Déjalo ser todo sobre ella, de forma positiva, sin miradas incómodas y preguntas sobre sexo que no tenemos. —Gracias por recalcar mi situación familiar. —Me divierte muchísimo —reconoció la princesa. —¿Layla…—empezó a preguntar Kamal por el estado de fertilidad de su esposa, pero decidió entender que el silencio podía ser una respuesta negativa. Así que lo omitió. Saber que tendrían un hijo sería un gran alivio para su situación política, pero en cuanto a su situación sentimental, sabía que la noticia no le sentaría bien a Selene y tendría que dársela, sí o sí, con la boda encima o sin ella. En cambio... si no sabía, si no tenía respuesta, no había nada que contar. —Eres familia, deberías venir, pero creo que es un gesto muy dulce. —No es cualquiera el que cumple diez años con el amor de su vida. Kamal sonrió y reconoció que era afortunado de tenerlas a ambas, y le pidió que dejara de enviar propuestas laborales durante sus vacaciones, mucho menos durante los tres días que se tomarían de Luna de miel. La reina rió y le prometió descansar al máximo antes de despedirse. La mujer puso el teléfono en la mesa antes de salir al jardín con la intención de tener claro cuál era el plan de Leonel, quien llevaba un perro entre los brazos. —Te has robado un perro. —No, ¿cómo se te ocurre? —Negó Leonel mientras continuaba acariciándolo. —Ese es el perro que ladra toda la noche. —Rompí el cristal y lo liberé —respondió Leonel. —¿Tú solo hiciste eso? —No, le pedí ayuda a los vecinos. —¿A los niños? —preguntó Layla. —Sí. Su propiedad estaba a diez kilómetros de una de las casas más cercanas. Aparentemente, los niños no iban a la escuela y Leonel les había estado enseñando a escribir y leer como si su italiano fuera perfecto. Además, jugaban a la pelota y pasaban las mañanas juntos disfrutando. Evidentemente, eran parte de las fechorías de Leonel. —Y creo que Zeus necesita alimento, baño y vacunación—comentó mientras le quitaba el collar con la placa de información. —Y, ¿qué vas a hacer cuando regresen los vecinos? —No han venido en dos semanas. Mañana el papá de los niños nos arregla el vidrio y fingiré que he comprado un perro igual. —Todo este plan tiene fallas, pero dame al perrito y conduzcamos a la ciudad. Leonel sonrió y se acercó, le dio un beso a Layla, y esta se contagió de su felicidad. El veterinario revisó al perro y ellos se aseguraron de sobornarle lo suficiente para que eliminara cualquier chip de identificación y rastreo. El hombre reconoció que sus dueños eran unos irresponsables y que varias personas que se ejercitaban por la zona se habían quejado con anterioridad. La reina y su pareja compartieron una mirada y los dos rieron antes de que el médico les indicara el alimento y los medicamentos que debían darle al perro. Luego les mostraron los perros en adopción y Layla encontró uno pequeño, gordo, sin una pata que daba lástima a todos. Pero nadie se atrevía a llevárselo debido a sus problemas intestinales. —¿Qué problemas intestinales? —Colitis y diarreas, necesita una dieta especial y cuidados especiales, sobre todo, salidas especiales. —Bueno, yo tengo personal que podría encargarse. —Layla, eso es triste. Un animal lo tienes que cuidar tú, no tus empleados. —Leonel, te estás robando un perro. No me des clases de moral. —Exigió la princesa y los dos observaron al perrito con tristeza antes de irse solo con su perro robado. Porque según Layla, él podía tener un perro nuevo o robado, al final de cuentas estaría ocupada intentando criar un humano, un bebé. —¿No lo quieres? —Te estoy dejando ganar... —comentó la reina y él sonrió. —La verdad, no puedo con la responsabilidad y un perro es demasiado. —Bueno, nos llevamos este y todas sus necesidades —comentó Leonel mientras cargaba al perro. —¿Cómo lo llamaremos? —Rob. —Es hembra—Le recuerda Leonel. —La gente pensará que se llama "Roberta", pero tú y yo sabremos que te llamas "Robo". —¿Vandalismo? —Muy largo —comentó divertida. —Roby, no te sientas juzgada.
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