Negociemos

1226 Words
Layla llegó al reino una hora más tarde, sin saber qué hacer o qué decir, simplemente sabía que esa era su casa por el tiempo que pudiera estaría ahí. Los empleados quedaron sorprendidos de verla ahí. La princesa, como siempre, los saludó con toda la educación posible y se fue directo hacia su ala de la casa en el que residía su madre. Eso sorprendía a algunos de los empleados, porque todos creían que iría directo a ver a su padre, los más cercanos sabían que el rey siempre aprovechaba para recordarle a Layla que no era lo que él esperaba, por consiguiente; era casi natural que los baños de abandono y reproches se pagaran con silencio y frío. El rey moriría solo en una habitación. Ella se metió en la habitación que solía ser la de su madre. Layla fue al clóset de la reina y se escondió dentro de él, como cuando era pequeña. Se permitió llorar un par de minutos y luego vio su celular vibrar. No quería rechazar la llamada porque Leonel no se lo merecía, pero tampoco tenía el corazón para explicarle que ella era una muerta viviente, estaba sola, aterrada y dolida. Marcharse de Tierra del sol significaba dos cosas: el príncipe y el rey se verían en obligación de negociar condiciones en las que Farah y Nala serían enviadas lejos del palacio para que ella pueda vivir dentro de él, tendrían que hablar de su inminente matrimonio, de aportar tan ponto un heredero al reino como sea posible y básicamente casarse con el reino de por vida. De lo contrario, el rey podía venir acompañado de su ejército y acabar con su reino en días o semanas, dependiendo de cuan armados estuvieran. Antes del último tono, la joven toma la llamada de Leonel, él saludó de inmediato, un poco nervioso comentó: —Layla, estoy buscando un avión, iré a verte. —No, Leonel, te agradezco y siento muchísimo haberte fallado. ¿Sabes? Eso de no vivir pensando en lo que podría haber sido, me hubiese encantado vivirlo y fallar tal vez, pero en ese momento no puede ser, no podrá ser nunca… —Layla… Leonel no había dejado de pensar en ella, de intentar contactarla, había mareado al esposo de su prima quien tenía altos cargos en las operaciones militares Mainvillanas e incluso había pedido a su abuelo, un plan para ayudar a la princesa. Gabriel había escuchado con atención a su nieto y le parecía sorprendente el amor que Leonel reflejaba en su voz por esa pobre chica, pero sabía que su poder e influencias no serían suficientes para rescatarlas. —Yo he anunciado mi compromiso con el príncipe Kamal, no puedo retirarme y tú no puedes detener tu vida para esperarme. —Lo entiendo. —Yo sé que es mucho pedir, pero la vacante para un amigo sigue estando disponible y de verdad necesito a alguien de mi lado. —Entonces, ¿sí tomo ese vuelo? —No... cuéntame algo que nos haga reír. Layla había encendido la luz en el armario y buscó en uno de los cajones secretos alcohol. Su madre solía ocultarlo ahí porque la reina de Azalam tenía prohibido consumir bebidas alcohólicas, y la princesa también, así que Vijad mantenía un minibar activo para las necesidades discretas de la princesa. Ella se sentó a escuchar todo lo que Leonel tenía que decir, se sentó a beber y conversar sobre su vida, en la que era libre y no tenía mucho de qué preocuparse. La princesa sabía que nadie vendría por ella, nadie la rescataría y lo más que podría hacer era pelear, y no estaba lista. —Layla, ¿estás ahí? —Estoy muy sola —reconoció. —Baruk, mi hermano era monstruoso, pero siempre sabía que contaba con él para hacer el trabajo sucio. Siempre peleaba por mí, incluso ante mi padre, cuando dije que quería estudiar en el extranjero, Baruk lo pagó todo de su bolsillo, y no me lo dijo, solo me subió al avión y me prohibió llamar a papá en un par de meses. —¿Ha muerto? —Mi hermano... mi hermano está muerto —respondió. —Mis hermanos están muertos, mi mamá está muerta y mi papá está pendiendo de un hilo. Estoy sola. —Escúchame, sabes que Mainvillage tiene acceso a militares, ¿necesitas que vaya y te saque de ahí? —Si me voy, moriría demasiada gente inocente. Los emires de los reinos vecinos querrán asegurarse de que no quede ningún heredero antes de coronarse y vendrán a matarme. No puedo huir de mi realidad. Leonel la escuchó llorar durante horas, y después de que la batería de su celular se acabara, fue a casa de su abuelo por un consejo. El presidente le aseguró que Layla no estaba equivocada, las leyes del desierto eran muy claras, al poder se llega a través de un linaje real, el matrimonio o asesinando a quien esté a la cabeza del reino. Lo mejor que podía hacer la princesa era casarse con uno de los príncipes del sol. —Puedo llamar a Isam, el rey de Tierra del Sol, y preguntarle su propuesta respecto a la princesa, pero siento que tú no has venido a ayudarle a casarse. Leonel, siempre los animo a ir detrás de lo que quieren, y hoy te advierto que lo mejor para tu amiga es que se case con uno de los príncipes del sol y no contigo. Amar a una princesa es dejarla ir. —Bueno, necesito que vayas y la apoyes. Layla necesita alguien de su lado, alguien que sepa lo que está haciendo. ¿Puedes hacer eso por mí? —Puedo asegurarme de que la princesa reciba el mejor de los tratos, y como eres uno de mis doce nietos favoritos —Leonel sonríe. —Iré personalmente. La princesa se despertó al día siguiente con una resaca terrible, con las defensas aparentemente bajas, fiebre, vómitos y síntomas respiratorios. El médico lo atribuyó todo al estrés combinado con el alcohol. Le pusieron suero y la dejaron descansar. Cuando volvió a despertarse, Vijad anunció la visita del presidente Westborn de Mainvillage y la llegada del príncipe Kamal al palacio. —¿De qué estás hablando? —El presidente Gabriel Westborn ha venido como mediador, el rey Isam está de camino y el príncipe Kamal llegó hace unas horas. Están tomando unas bebidas en el jardín norte. Layla saltó de la cama y fue corriendo a bañarse. Se peinó el pelo de forma que le cubriera parte del rostro y bajó corriendo al jardín. El presidente Gabriel observó y se puso en pie para saludarla. —Presidente Westborn. —Abuelo para ti, querida. —Gracias por venir —él la abraza. —Que nadie nunca se dé cuenta de que estás muriendo de miedo —susurra el hombre en su oído. Ella asiente y lo abraza con más fuerza. Kamal se pone en pie y en cuanto se sueltan, le da un beso en la mejilla a la princesa y la abraza. —Creo que estando solos los tres podemos negociar con más tranquilidad las condiciones de nuestro matrimonio. Layla, creo que hay cosas que solo nos incumben a los dos y solo yo podré prometerte. —¿Qué tal si tomamos asiento y negociamos? —propone Gabriel y los príncipes obedecen.
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