Nuestra princesa

1822 Words
Layla pasó el resto de la tarde conociendo gente, productos y técnicas de preparación. Escuchó quejas e historias de sus abuelos y bisabuelos, y la gente parecía guardarles cariño. Kamal observó a la princesa y a sus hermanos comiendo con confianza, conversando con naturalidad y, sobre todo, escuchando. Se sintió orgulloso de los más pequeños, quienes habían dominado el arte de la empatía. Le sorprendía la gracia con la que la princesa hacía las cosas. Estaba preparando un café tradicional con arena caliente del desierto, y todos parecían encantados con ella. La gente aplaudía mientras se desempeñaba como barista, y el dueño del local la felicitaba por su habilidad. Kamal aplaudió desde lejos. —¿La quieres? —preguntó el artesano al príncipe. —Claro —respondió Kamal—. Es una mujer encantadora, una reina espectacular y será una madre impresionante. —Te pregunté si la quieres, no necesito su currículum de princesa. —Lo hago a mi manera. Los príncipes estaban ocupados comiendo bocadillos y compartiendo las reglas reales que les impedían consumir productos no supervisados. Layla tomó un par de vasos de café y los llevó hacia Kamal y el joyero. El hombre cubrió sus manos para que la princesa no viera en qué trabajaba. Kamal se quejó porque todo era más difícil sin visibilidad, pero el hombre parecía feliz de tener la oportunidad de conversar con la princesa sobre su madre. Layla se sorprendió al escuchar historias sobre su madre, cosas que sabía que eran reales, como su colección de joyas escondidas por todo el palacio y que dos de sus coronas habían sido creadas por artesanos locales exclusivamente para ellas. También escuchó que la princesa deseaba casarse de todo corazón con el príncipe Isam, pero este estaba seguro de no querer nada con el reino y su padre estaba decidido a convertirla en reina en lugar de dejarla como una eterna princesa. Kamal escuchaba encantado esa historia, ya que no pensaba que su tío Isam estuviera atado en ningún momento a un matrimonio arreglado, el cual su padre había disuelto a cambio de oro y agua. A Kamal le pareció interesante cómo la historia se repetía. Su padre y la suegra de su hermano habían tenido una relación, y su hermano y su tío habían estado comprometidos a la fuerza con madre e hija. Era algo extraño pero cierto. Kamal probó el café de Layla y sonrió. —¿Sabes cocinar? —No es de tu incumbencia —rió el artesano. —¿Terminaste de socializar? —Sí. —Mira a ese par, mi mamá nos mata si les da diarrea. —No les va a dar, han comido de todo. —Serán muchachos grandes y fuertes —celebró el artesano mientras metía las joyas en una caja. Se las entregó al príncipe, quien pagó lo necesario y le da las gracias con un estrechón de manos. —¿Por qué no se lo entrega? —insiste una de las señoras. Kamal sonríe y Layla continúa bebiendo su café mientras conversa con los niños sobre la cantidad de cosas que han comido. —La verdad, está todo rico. —El mejor pan de mano que he probado. —Amir, siempre dices lo mismo —Todos se ríen. —Layla —llama Kamal. —Tu mercado quiere asegurarse de que lleves la joya perfecta. —Ahh... —Vamos a ver si pasa calidad, porque ya me dijeron que eres barato. —Sí —Los dos ríen. Kamal le muestra la banda llena de diamantes y le pregunta si es suficiente para ella. El joven le muestra la suscripción y la fecha. Layla se ríe cuando lee: "sonríe" con los trazos torpes de Kamal. Además, la fecha es de la noche anterior. —Gracias, pero mi pueblo y yo seguiremos pensando que eres tacaño hasta que no haya un carnaval y flores por todo el lugar. —Majestad, ¿se casarán aquí o en Tierra del Sol? —Creo que en Tierra del Sol, pero eso no nos impide celebrar. Somos uno ahora. Nos tomará tiempo acostumbrarnos. Puede que el príncipe sea tacaño, pero siempre voy a velar porque ustedes tengan salud, trabajo, buenas oportunidades. Este matrimonio no significa más poder para ellos, quizá una extensión de territorio, pero no voy a abandonarlos. —Nuestros consultores están trabajando para iniciar proyectos que se han hecho en otras zonas con menos belleza y oportunidades. Nosotros tenemos encanto, tenemos tierra, tenemos vistas preciosas, y sí, tocará ponernos al día y darle un aspecto tradicional a la modernidad, para que pronto seamos tan grandes como algunos de nuestros países vecinos. Tierra del Sol pronto dará la apertura al turismo y la idea es convertir ciertas zonas de Azlam en atractivos, para que su historia sea conocida y su gente cuente con un trabajo fijo. —Las cosas serán diferentes, pero el cambio no tiene por qué ser negativo si lo afrontamos juntos y creemos todos que estamos dando lo mejor de nosotros mismos —añade Layla—. Como han podido notar, me he escapado, y la esposa del príncipe Kamal está de visita, no quiero que sienta que la abandoné, pero volveré y sabré hacer samosas y sabré el truco para el pan de mano con huevo. —Es muy competitiva —se queja Kamal y todos ríen—. Gracias por recibirnos. —Hasta pronto —se despide Layla mientras su marido la dirige hacia el auto. El joven les abre las puertas a su mujer, a sus hermanos y finalmente rodea el auto y se despide. Kamal conduce en silencio durante casi diez minutos, en los que Layla y sus hermanos hablan emocionados de todo lo que han hecho y de las caras de felicidad de la gente y todo lo que creen que podrían mejorar para que el mercadillo tome más cuerpo. —Los felicito a los tres, son príncipes y princesas muy valientes, pero necesito que entiendan que su seguridad es importante. ¿Saben cuánto dinero gasta un reino en secuestros? —pregunta Kamal—. La respuesta es nada. Que los asesinen al aire libre sería una tragedia, nos dolería, pero las horas de evolución de un secuestro, saber que los torturan, les violan, es otra cosa y la amenaza de que nunca más van a volver es totalmente diferente. Cuando digo "por favor, no vayan a un lugar", es una orden que espero se tomen en serio. ¿Entendido? —Sí, Kamal. —Lo siento, fue mi culpa. —Sí, siéntelo —sus hermanos en la parte trasera ríen ante la respuesta de su hermano, pero Layla sí está muy avergonzada. No fue su intención ponerlos en riesgo en ningún momento. Selene había descansado y después bajó a almorzar para enterarse de que su esposo, sus hermanos y la princesa estaban de paseo, su transporte no estaba listo y que estaba atrapada en su peor pesadilla. Las puertas del palacio se abrieron e hicieron un ruido muy particular. La joven mujer vio a los más pequeños entrar primero, luego a su esposo y finalmente a la princesa. —Selene, fuimos al mercadillo, a ti te hubiese encantado. —Compramos unas cosas para ti, mamá y Farah. —Oh no, no le compramos nada. Ana... —Compramos de todo en el mercado, algo le podrán llevar. —Sí, pero a todas les compramos joyas. —Mañana podemos mandar a alguien —responde Layla—. Suelo tomar el té en el exterior, Selene, ¿te gustaría venir conmigo? —Claro, me hará bien el aire libre. Las dos mujeres salen al jardín después de disculparse con los más pequeños y el príncipe, quien les propone a sus hermanos unas partidas de cartas. Los dos se ríen porque Kamal les ha dejado ganar toda la vida y no saben cuán bueno es jugando a las cartas. Las dos mujeres toman asiento en el exterior y ya está todo preparado para servirle a Layla. —¿Quieres algún té en especial? —pregunta Layla. —Jengibre y limón. —Yo quiero una tetera con las especias de ayer —pide Layla. La joven les da las gracias a sus empleadas y les pide que se retiren. —Selene, creo que tienes una idea equivocada de lo que este matrimonio es para mí o para Kamal. —Creo que tanto tú como Kamal dirían cualquier cosa para salirse con la suya. —Eso es una realidad, somos leo de signo zodiacal, somos persistentes y resilientes de naturaleza y muy apasionados. ¿Nos ves sintiendo alguna pasión por el otro? —pregunta Layla—. Tienes un marido fantástico, un hombre espectacular, es guapo, inteligente, es amable, comprensivo, educado, pero no nos amamos, ni queremos sexo desesperadamente. Puedo hablar con Kamal por horas, puedes escucharle por años, pero él no hace que yo quiera quedarme aquí o allá, no hace que quiera discutir contigo o jalar tus mechas. Selene, hemos hecho las cosas que teníamos que hacer, casarnos, sonreír y jurarnos lealtad, y lo voy a cumplir. Si en diez años Kamal muere, vendré y daré mi apoyo, te apoyaré a ti y a tus hijos, pero la verdad es que esto es temporal y de eso nos hemos asegurado. —Para ti es fácil, porque no sientes nada. —Sí, sí siento —contradice Layla—. Siento demasiado últimamente, estoy muy cansada, estoy abrumada, no sé en quién confiar. Me duele a veces el pecho y creo que es un infarto cuando en realidad es mi corazón pidiéndome que le dé un descanso. Yo siento muchísimo, Selene, que tengas que compartir a tu marido conmigo, pero necesito que entiendas que si mañana las dos tenemos un accidente de auto, Kamal correrá al lado de tu cama y en la mía no habrá nadie. Selene sabe que es verdad todo lo que la nueva esposa de su marido dice, bebe un sorbo de té antes de asegurarle y reconocer que no todos sus problemas son sobre ella: —Amir y Zair, irán —las dos ríen—. Kamal y yo tenemos más temas que resolver. —Sí, ya le has dado las noticias. ¿De cuánto estás? —¿Cómo...? —Te vi las caderas, pero el té de jengibre me lo confirmó, y la forma en que te estás comiendo esa galleta. ¿Quieres vomitar o algo? —Me siento muy mal todo el día. —¿Quieres que llame al médico? —No, siempre tengo muchos achaques. —Lo que necesites, solo pídelo, pero creo que será bueno que te revisen. Has vuelto y tienes historial de abortos. —Gracias, Layla —responde Selene—. Podrías no decírselo a Kamal. —Claro, imagino que querrás decírselo de alguna forma pomposa. —No, voy a esperar. —¿Sabes? Como vivimos, si tienes miedo o estás con una actitud negativa, es muy probable que no pegue.
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