La princesa divorciada

Juntos

Layla era predominantemente buena guardando secretos, pero pensaba que si ella estuviese embarazada del amor de su vida estaría dando saltos por todo el lugar. Sin embargo, según lo que Kamal había dicho, les había resultado difícil a él y su esposa convertirse en padres. Según lo que había escuchado en el reino, después de su separación, Selene había sufrido cáncer de piel y cáncer de seno. Los tratamientos para ambas enfermedades dificultaban el proceso de reproducción.

De todos modos, algo quedó claro para Layla: no debía meterse en la relación de Selene y Kamal y cumplir su promesa era todo lo que planeaba hacer. Esa noche, se reunieron los tres como estaba previsto para comer. Kamal se sentó al lado de su esposa y esta vio el plato casi todo el tiempo. Ninguno de los dos sabía qué más decir, porque de alguna forma sentía que con cada explicación que daban, Selene se hundía.

—Creo que esta debería ser una plática entre ustedes, así que me llevaré la cena y lo que ustedes decidan para su matrimonio, yo lo respetaré.

—Yo solo... prefiero volver al palacio.

—Gracias, Layla, creo que tienes razón. Necesito hablar a solas con Selene.

La princesa se disculpó con ambos antes de ir en dirección al cuarto de cine. Para llegar allí, tenía que pasar por la habitación en el primer piso que su hermano había elegido para su amado padre. La joven se detuvo contra la puerta y el médico, que la vio acercarse, le preguntó si quería hacer una visita al rey.

—¿Quiero saber si es posible desconectarle?

—Sin las máquinas y medicamentos, no sobrevivirá.

—Sí, de eso quiero hablar.

—El rey Isam ha dicho que hasta que no se celebren sus bodas y su coronación, lo recomendable es mantener el soporte.

—El rey Isam tiene su reino y yo el mío —le recuerda Layla al médico—. Ahora, ¿cuánto aproximadamente tardaría en ocurrir?

—Horas a semanas, es impredecible.

—Gracias, es lo que quería escuchar.

La princesa siguió su camino hasta la sala de cine en la que los chicos veían una comedia familiar mientras comían pizza. Los dos se reían ante la escena de la película y Layla tomó asiento detrás de ellos, les quitó un pedazo de pizza y los chicos le hicieron espacio en una butaca en medio de ellos. La joven sonrió y se deslizó junto a sus cuñados. Se permitió relajarse un poco y les pidió a los chicos que le resumieran lo que habían visto. Los dos se rieron y Amir reinició la película porque los dos estaban de acuerdo en que no se puede explicar, deben simplemente verla. La princesa pidió una botella de vino y un sirviente se acercó para recordarle las recomendaciones del príncipe Kamal.

—Una botella de vino blanco y una copa, ahora. Es una orden —respondió la princesa y dio un largo sorbo de su copa de vino. Se quedó en silencio, esperando que Selene dijera algo o siquiera comiera.

—Agape, puedes dejar de ignorarme.

—Sé eso, Kamal, solo estoy preocupada.

—Los niños la pasan de maravilla con Isabela y Sergio, los dos hablan muy bien el árabe y aparentemente están aprendiendo español.

—Vi los videos —respondió Selene.

—¿Qué te preocupa?

—Estoy... embarazada —Kamal creyó haber escuchado mal, así que le pidió que repitiera lo que acababa de decir.

En su lugar, su esposa explicó que pensó que se estaba sintiendo mal por algún cambio hormonal, y mientras él se revisaba por todo el tema del balazo y la guerra y todo lo malo de los últimos dos meses. Ella le pidió a un médico que vino a revisar a sus cuñadas que le diera un chequeo para asegurarse de que el cáncer estuviese desapareciendo.

El médico le dijo que estaba embarazada, lo cual era completamente difícil debido a que los tratamientos que recibió eran bastante agresivos. Sin embargo, después de cinco años de estar desintoxicada y libre de cáncer, su cuerpo parecía estar mucho más recuperado de lo que los médicos podían predecir.

Estaba embarazada, era básicamente un milagro. Si todo salía bien, serían padres de su próximo hijo y ninguno de los dos lograba estar lo suficientemente feliz. Ella porque la habían revisado tres médicos diferentes y los tres estaban de acuerdo en que, con sus antecedentes ginecológicos y oncológicos, sería un embarazo difícil de llevar a término, pero no imposible. Para ella, sonaba increíble.

Kamal estaba preocupado porque un nuevo bebé, un hijo suyo específicamente, modificaba la línea de sucesión y eso afectaba directamente su acuerdo con Layla. Su hijo en común sería el rey de Azalam, pero su hijo con Selene sería el legítimo heredero de Tierra del Sol.

Tendrían un hijo.

Selene ve a su esposo sonreír y ella se queda en silencio mirándolo.

—¿De cuánto estás?

—Dieciséis semanas.

—¿Pensabas decírmelo en algún punto? —pregunta molesto.

—Cuando naciera —Kamal toma la mano de su esposa en silencio y la acaricia.

—¿Qué dicen los médicos sobre el parto o los cuidados? ¿Es seguro que viajes?

—Hasta el momento no hay riesgos. Estoy poniéndome los óvulos de progesterona y me hago un ultrasonido semanal.

—Quiero ir al próximo.

—No quiero que nadie lo sepa.

—Por cortesía, debo decírselo a Layla.

—Se lo he dicho yo.

—Vale... ¿Y por qué es una noticia que no vamos a compartir?

—Porque... tengo miedo.

—Selene, permitámonos estar felices. No sabemos lo que va a pasar, pero por ahora, estás sana, el bebé está bien, creciendo dentro de ti. Permitámonos estar felices y mañana veremos —pide antes de darle un par de besos y abrazarla. Layla bebió la botella de vino por completo mientras veía una película tras otra. Sus cuñados insistieron en ir a la cama pasada la medianoche. La joven se volvió a quedar frente a la habitación de su padre y vio la puerta de la enfermería abierta. Observó el recetario, un lapicero al lado y escribió una nota.

Para Selene la felicidad sería verle nacer, crecer, amarlo, pero, tener el apoyo de su marido, por lo menos le contagiaba el optimismo y la felicidad por tener un hijo más, incluso cuando no era le mejor momento para ninguno de los dos, para su familia en generar, su llegaba era un motivo de celebración para sus padres.