Las cláusulas

1300 Words
Layla siempre había respetado a Selene como mujer y como esposa del rey. Entendía que su relación con Kamal era prioritaria en su vida y para su felicidad, pero con el tiempo se han ido conociendo, y se han ido haciendo amigos. Layla detectó que Selene no solo tiene un carácter que puede resultar pasivo ante los ojos de cualquiera, es una mujer que deja todo en los hombros de su marido y sería incapaz de reconocer su culpa. La reina jamás hizo un comentario mal hacia la mujer que le había permitido casarse con su marido. Era una mujer discreta y, sobre todo, respetuosa, pero no le gustaba que le hicieran daño a los suyos y creía firmemente que lo que Selene no entendía era que Kamal buscaría el amor y se aferraría a él de por vida, porque lo único que no tenían los primogénitos era una vida fácil o llena de amor. No la tuvo de pequeño y menos de grande, lo que pasa es que todos veían una gran pareja, con una historia llena de amor, cuando a puertas cerradas solo había gritos y dolor. —Kamal está descansando, Selene. Yo me quedaré en casa y esperaré que traiga la cena, ¿por qué no hablamos en el jardín? —Layla... —La joven ve a sus invitados y toma una bocanada de aire. —Perdón, esta es Selene, la esposa de Kamal. Ellos son Ralph y Atlas, son familia de Leonel. —Ya nos habíamos conocido —dice mientras estrecha su mano con la de Leonel—. Un gusto conocerles. —Un placer —dicen Atlas y Ralph. Todos se despiden y Ralph camina de la mano de su esposa, básicamente la jala lejos de la casa y regaña porque no diga nada, Leonel se queda detrás de ellos buscando un poco de aire para no gritar ni volver atrás, su primo y Atlas se giran y le miran. La joven se acerca donde está y le abraza, acaricia la espalda y le abraza, Ralph se une a ellos y le da un beso en la frente y los dos le aseguran que no es reflejo de Layla el mal matrimonio en el que vive. —No, es siempre así. Sino, ya habríamos matado a alguno de los tres —comenta Atlas—. Pero esta última mujer es un lobo en cuerpo de cordero. —¿Tú, Layla, y yo escuchamos lo mismo? —Sí, y muy perra. Layla una es su amante con disponibilidad 24/7, es su esposa. —Sí, me encanta como lees entre palabras. —El chisme está bueno en la casa, pero debe haber un bar con shots que podemos beber mientras nos hablas de ella, ¿cómo se conocieron? —pregunta Atlas mientras se dirige hacia el bar del pueblo sin conocer. Leonel le lleva en la dirección contraria y le toma de la mano para que no se pierda, los tres se ríen y cuando llegan al pequeño bar, Atlas va a la barra y deja que Ralph y Leonel tengan un momento, los dos se quedan en silencio mirándose. Ralph no sabe qué decir sin que su primo piense que es un ataque y Leonel no sabe qué comentar sin que su primo crea que se está justificando. —Layla estará bien, tal vez debamos regresar. —Es su familia. Debería poder estar bien. —¿Tú cómo estás? —pregunta Ralph—. Soy tu familia, deberías poder decírmelo. Atlas los vio conversando y, con el poco italiano que había aprendido, le dijo cómplice a la mujer que se tomara su tiempo sirviendo las copas de vino. Ella entendió y usó el sacacorchos dañado mientras intentaba conversar con la mujer en la barra en un inglés básico y un italiano básico. Las dos rieron y observaron a ambos hombres. Leonel dijo la verdad, que estaba preocupado, que conforme la conocía y pasaban los días la amaba más, pero sabía que ella no podría irse. Escuchaba en sus reuniones, planificando cosas junto con respecto al reino, veía su relación con Kamal y, a pesar de que era como tener un hermano mayor tocapelotas, era un matrimonio al final del día. Layla con total transparencia había abordado la necesidad de brindar un heredero al reino y cómo habían concebido, sin embargo, a veces, era demasiado incluso para él. Lo mismo le pasaba a Selene, por más que amara a su marido e intentara entender el enredo en el que estaban viviendo, no podía confiar en Layla y la verdad, llegados a este punto no podía confiar en Kamal, porque la mantenía siempre en la oscuridad absoluta. Selene había esperado en el jardín de Layla, vio los tomates y todo lo que estaban cosechando. Gran parte de los alimentos que estaban ingiriendo eran del jardín que mantenían los empleados para casos de emergencia y visitas de la reina. Ella sirve el té para ambas y toma asiento frente a Selene. —Nunca fue mi intención darte la noticia, pensé que lo sabías, ustedes se lo cuentan casi todo. —No es tu culpa, era su obligación comentarme lo que pasa. —Claro, pero asumo que estás dolido, Selene, y tu dolor es el mío y el suyo. —No. —¿Sabes lo primero que me exigió Kamal? —pregunta Layla. —¿Qué? —Que tú pudieras ser una segunda madre para cualquiera de sus hijos. —¿Y tú aceptaste? —No, tus hijos son tuyos y los míos son míos. —Vale. —Eso no quiere decir que no vayas a tener un papel importante en su vida. Lo que pasa es que Kamal y yo tenemos una cláusula con respecto a “terceros” y su conducta. La verdad, la forma en la que tratas a Kamal para mí deja mucho que decir sobre lo que sientes por él y no es amor, es resentimiento y apego. Ese definitivamente es un tema marital que ambos deben trabajar, pero, por tus actos de los últimos meses, los celos, los gritos y las amenazas, prefería que te mantuvieras lo más lejos posible de mi hijo y de mí. —Layla. —Creo que tu relación con Kamal no va bien, y no me gustaría que nos pongas en una situación de riesgo. —¿Layla? —le llama Kamal. —Resuelvan sus problemas, si no es así, no nos metan a mí y a mi hijo en ellos. —La reina se pone en pie y señala su asiento para que Kamal lo tome—. Ahora, tengo visitas y agradecería que por favor, si no pueden estar juntos, tomen las decisiones pertinentes. Necesito que alguno de los dos o los dos se vayan y, sobre todo, necesito que mi hijo no crezca en la red de enojo e incomodidad, así que debe ser pronto. Kamal vio a sus dos esposas, primero a Selene porque no entendía cómo le había rastreado y el hecho de que estuviese en la casa de vacaciones de Layla le decía que ella conocía sus planes incluso antes de salir. Estaba seguro de que su personal no le traicionaría pasándole información de sus planes de viaje y de vida a ninguna de las dos mujeres, pero ahí estaba. Después vio a Layla, quien nunca comentaba sobre su vida o su relación con su esposa, dando un discurso bastante claro. Él sabía que entre sus mujeres reinaba el respeto e incluso consideraba que Layla respetaba muchísimo más a su mujer que Selene a ella, pero no podía imaginar que pusiera en práctica ninguna de las cláusulas de alejamiento. Los dos vieron a Layla alejarse, esta se llevó una mano a la cabeza, sintió un fuerte mareo y cayó desplomada en el suelo.
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