Amar

1305 Words
Hay un punto en la vida en el que no puedes cuantificar el exceso de felicidad que estás experimentando. Simplemente, sabes que es demasiado, que estás desbordado, que no es algo habitual y que cuando termine, la amargura, la infelicidad o más precisamente, la lucha por volver a vivirlo será enorme. Pero ahí, entre los brazos del hombre al que Layla amaba, solo quería saborear la plenitud. Sentirse amada, vista, una mujer completa, le proporcionaba una satisfacción enorme. No estaba segura de si se trataba del embarazo o de sus sentimientos por Leonel, pero deseaba que despertar no se convirtiera en una pesadilla. Cuando sus brazos dejaran de rodearla, sus sábanas perdieran el olor especial de Leonel y su cabello y sus besos ya no fueran lo primero que la despertara, en lugar de los golpes en la puerta o las alarmas. La princesa acarició el cabello oscuro y despeinado de su amante, el cual repartía pequeños besos sobre el pecho de la mujer, mientras sus dedos se turnaban para acariciar clítoris. La reina acarició su pecho y repartió besos y mordiscos. El joven sonrió junto a su oreja y murmuró: —No sé cuánto tiempo más podré resistirme—comenta el joven. —No te contengas y solo ámame. —Te amo. —Adórame. —Adoro todo de ti —respondió mientras la besaba sobre sus pechos. La princesa anhelaba su contacto y él sonrió al notar la evidencia de su deseo sobre la piel de sus pezones. Layla introdujo sus manos bajo el pantalón de Leonel, acarició sus nalgas con toda la palma de su mano y lo empujó contra su sexo. Leonel suspiró encantado y la miró a los ojos. —¿Estás segura? —Muy segura, te deseo muchísimo. —Yo a ti, Layla. Esta se deshizo de la prenda que cubría al joven y lo besó con fervor. Él respondió de la misma manera ardiente y ansiosa, y se entregaron durante horas uno al cuerpo del otro. Cada uno vivía su propia versión del amor y, a pesar de los kilómetros de distancia, el amor estaba representado en los tres hijos que estaban en su casa y su esposo, muy concentrados intentando crear los mejores pancakes de desayuno posibles. La mujer vio a Kamal, su esposo, sirviéndole el desayuno a los niños. Se acercó y le acarició la espalda. El rey se inclinó y le dio un beso en los labios a su mujer. —Buenos días, Agape. —Buenos días, amor. —Kamal sonrió. —Mira, este es con chispas de chocolate amargo, pero sin exceso de azúcar y caramelo. —Parece que has sacado un máster. —Están muy buenos, papá —felicitaron Islasa y sus hermanos, sonriendo antes de felicitarle. Los niños se miraron, Kamal rodeó a su esposa entre sus brazos y Selene le miró a los ojos. —Y tengo una sorpresa para mamá. Está bien si se quedan con el tío Alex y su primita. —Sí —respondieron los tres al unísono. Kamal alzó una ceja divertido y Selene comenzó con la lista de advertencias para sus hijos. Los cuatro compartieron una sonrisa cómplice mientras la esposa del rey insistía en que no debían jugar videojuegos hasta que les dolieran los ojos y mucho menos hacer experimentos en el cabello de nadie. —Mami —la llamó Raj. —Sí, amor. —No has probado los pancakes. —Cierto —comentó Selene con una sonrisa, les dio una probada—. Wow, espectaculares, los mejores hasta ahora. —Oye papá, ¿vas a ir al super? —preguntó Alan cuando su padre tomó asiento a su lado. Este le dio un beso en la frente y asintió—. Yo nunca he ido al supermercado. —Estás bromeando —dijo su madre y él negó con la cabeza. —Ni yo —respondió Raj. —A mí me encanta ir al supermercado. Después de esto iremos y tomaremos cinco carros y los llenaremos con todo lo que se nos ocurra y lo que no necesitemos lo donaremos —respondió el rey. Su mujer sonrió y le miró encantada, sin entender cómo ese hombre dulce, carismático y excelente padre, el amor de su vida, podía llenarla de tanta paz, amor, felicidad y dolor al mismo tiempo. La reina vio a sus hijos de pie comiendo pancakes y les hizo una seña para que tomaran asiento, prometiéndoles que irían sí o sí al supermercado. Su esposo rió y le tomó la mano por debajo de la mesa. Ella dio un par de bocados más a los pancakes y él sonrió. Los niños fueron a arreglarse y Selene recogió la mesa junto a Kamal. Él la miró y preguntó: —Estás rara desde que llegué. —No quiero pelear. Siento que por más que me enamoro y me ilusiono, siempre encuentras la forma de arrancarme el corazón. —No entiendo cómo podría haber hecho tanto daño sin siquiera estar. —Tú tienes la respuesta, Kamal. Piensa en lo que me has estado ocultando. —No sé de qué se me culpa. Solo quiero estar felices, vivir este momento. He quitado a Layla del medio por completo y estoy tratando de darte todo y más, Selene. ¿Qué hice? —Podrías habérmelo dicho. No tengo que enterarme de las cosas de segunda mano. Es doloroso, Kamal. —¿De qué estás hablando? —De tu hijo con Layla. —Selene... yo... Layla y yo no hemos hablado de eso. —¿Pero está esperando o podría estarlo? Es que conozco las zonas grises y te conozco a ti. No has pedido una confirmación para no tener que decírmelo. Bueno, ahora lo sabes. Es real. ¿A qué edad vas a decirme que tienes un hijo? ¿A los dieciocho? ¿Cuál es tu nuevo plan con tu esposa? ¿Va a ir a vivir lejos hasta que el niño sea mayor y autosuficiente o nos lo quedamos nosotros? —Selene, ¿cómo nos afecta positivamente si tengo un hijo que sé que quieres tener y no puedes con otra mujer? —La omisión también es una mentira. —¿Cuándo era un buen momento para no omitir? ¿Cuándo estabas conmigo porque volé aquí de sorpresa? ¿Cuándo estabas diciendo que queríamos intentar tener un bebé y que ella no lo tuviese? ¿O después, cuando estábamos comprometiéndonos delante de tu familia, planeando una boda, a unos días de casarnos de nuevo e irnos de luna de miel? ¿Cuándo es un buen momento para romperme el corazón, Selene? —Esta es la peor decisión de nuestras vidas —dijo mientras comenzaba a llorar. Él se acercó y la abraza. —Lo siento. Selene continúa llorando y pone distancia entre los dos. —Llevaré a los niños al supermercado, quédate a descansar. Isla es la primera en estar lista, y su padre va a cargarla y llenarla de besos. Los dos se abrazan y la pequeña le acaricia la espalda mientras ve a su madre irse a la habitación. Raj se encuentra con su madre en el pasillo y le mira a los ojos, enrojecidos e inflamados, y le toma de la mano. —¿Quieres que me quede contigo, mamá? —No, cielo, ve a divertirte. A mamá le duele la cabeza y se quedará descansando y preparando las cosas para su paseo con papá. Alan pasa corriendo emocionado a su lado, se detiene y le da un abrazo a Selene y un beso. Ella sonríe contagiada por su emoción. El pequeño va corriendo hacia su padre y su hermana, rodea las piernas de Kamal, este se ríe y le mira a los ojos. —Te amo, a ti, a ti y a mamá. —Les dice a sus hijos y todos sonríen antes de apurarse.
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