La princesa divorciada

Límites

El programa de historia es amplio cuando estudias y tus padres planean que algún día seas rey o la esposa de uno. La primera vez que Layla leyó sobre una guerra tenía 10 años y se obsesionó con las historias que la gente tenía que contar posterior a ello, la apreciación de enfermedades como el estrés postraumático, la fiebre de las trincheras, el tifus, la expansión voraz de la gripe. Dios estaba molesto porque esa no es la batalla que planeaba que pelearan, una batalla por poder y territorio.

Layla sabía sobre defensa, estrategia, planes de ataque y entendía qué les pasaba a los soldados que perdían y a aquellos que se atrevían a planear, siempre les iba a peor.

Después de cinco días de guerra, Tierra del Sol había expandido su territorio exitosamente en un 700 %, adquiriendo Ramil y Azalam por completo. El rey quería saber si ella tenía alguna sugerencia con respecto a la salud de su padre.

—¿Cómo está Kamal?—pregunta Layla. — ¿Cuándo será nuestra boda?

—¿Layla? ¿Recuerdas que te casamos con Elías? —le pregunta el rey Isam.

—Yo estoy comprometida con el futuro rey de Tierra del Sol, lo siento, se lo he dicho a sus hijos mientras intentaban pronunciarme casada. Creí que era un intento por salvarme en caso de que mi hermano irrumpiera en el lugar, como eso no ha pasado, quiero una anulación, quiero casarme con Kamal.

—¿Layla, te estoy hablando de tu padre?

—Es un asesino, que me prometió con un psicópata y llevó a mi madre al s******o. No sé qué hacer con él, ¿puedo inyectarle algo personalmente para que se muera o qué quieres que haga o diga... ¿Perdón?

—Vale, estás enojada con tu padre, Layla.

—Sí, y con mi hermano y con usted.

—¿Conmigo? —responde asombrado.

—Claro, ¿cómo se le ocurre permitir que me casen con Elías?

—Hija, le amas de toda la vida.

Layla ve lo que todos tienen en los ojos en ese palacio, desde el más pequeño al más grande sienten lástima por ella. Elías no la ama y Kamal está en el clímax de su vida, a punto de ser rey porque sus hermanos confían en él lo suficiente como para dejarle liderar, y su padre quiere irse lo más pronto posible del cargo. Y Layla, "la pobre princesa de Azalam", a quien le toca destruir a esa familia tan hermosa y unida que tienen los príncipes de Tierra del Sol.

La mujer no sabía qué era peor, la falsa compasión o el odio extremo de la princesa Farah y su amiga Nala.

—Tiene dos hijos con otra mujer.

—¿Podemos ser maduros todos con respecto a esto?

—¿Dónde está su segunda esposa? —pregunta Layla. —No está porque su mujer no se lo permitiría. Nala me matará dormida, la mujer me odia y para ser honestas, a mí tampoco me cae bien, y la verdad, sí va de Elías, no voy a estar casada con un hijo de puta que no me ama y en sus cabales no me tocaría ni con un palo de escoba. He esperado toda mi jodida vida a que ese cabrón que tiene de hijo se arrodillara y me pidiera matrimonio y esta vez, finalmente lo hizo, mientras miraba a su jodida mujer. No me caso, no me caso y no consumo ese matrimonio, porque le he dado mi tiempo y mi corazón, no puedo darle la poca dignidad que me queda, no le voy a dar mi coño o mis lágrimas. ¿Queda, claro?

Isam se ríe, Layla siempre ha sido una verdadera princesa. Todo lo que se esperaba de una pequeña niña con su título lo cumplía, era obediente, quieta, silenciosa, dulce, amable, y de mujer se convirtió en esta persona que siempre hacía lo mejor por su pueblo, por su vida y la verdad buscaba estar apartada.

—Majestad, concédame la muerte —pide Layla e Isam la ve incrédulo.

—¿Explícame?

—Hay gente que cree en la filosofía de mi hermano y otros, pero creen en la filosofía de Malik. Si yo vivo, si me voy de aquí sola, que sería lo ideal, vendrán por mí y por todos a los que amo, porque no puede haber un m*****o de la antigua casa real suelto. Máteme.

—¿Layla, me estás pidiendo que finja tu muerte o que te asesine? —pregunta Isam de forma directa porque no quiere pensarlo.

—Lo que te quede mejor, si la fingimos me encontrarán y me matarán, si me matas, tal vez, veneno en la comida, nada muy doloroso, me dará tiempo de estar en paz.

Isam se queda en silencio viendo a la princesa, esperando que ría, que llore o que diga que es una mentira y se dé cuenta de cuán seria es, cuán grande es su necesidad por huir de la vida en la que está metida. Él, mejor que nadie, sabía lo que era ser el segundo hijo del rey, el que vive con la promesa de menos responsabilidades y termina haciéndose responsable de todo.

Isam se pone en pie y le da un brazo a la pequeña Layla, la abraza fuerte y le promete encontrar una solución lo antes posible, pero le asegura que su vida no es negociable.

Él le toma las mejillas y le advierte:

—Morirte o matarte no es una opción. Fui amigo personal de tus padres, te vi crecer en este palacio, te recuerdo jugando con los príncipes, Layla. No voy a matarte y mucho menos dejarte morir.

Layla lloró durante unos minutos entre los brazos del rey. Isam la acurrucó como a cualquiera de sus hijos, luego llevó a la princesa a su habitación y se aseguró de que hubiese un guardia en la puerta. Llamó a Fátima, la encargada de limpieza del palacio, y le ordenó que retirara todo lo que pudiera conducir a una autoeliminación.

—Quiero el veneno en un lugar lejos de su alcance y bajo llave, supervisado si es necesario, no le dejes pastillas ni cosas filoso, nada con lo que se pueda colgar y matar, el médico se las dará y no puede estar sola. Así que los de seguridad encenderán la cámara de la habitación y habrá dos guardias vigilándola todo el tiempo. Hazte cargo de lo que te pedí y yo me encargo del resto.

—Sí, majestad.

—Fátima, de esto no se lo digas a nadie, especialmente a Nala.

—Sí, mi Rey.

—Gracias.

El hombre va hacia los de seguridad y les indica que hagan sombra a la princesa, luego pide que le preparen el té favorito de su hijo. Una de las criadas indica que ha estado pidiendo algún tipo de café con desesperación.

—Descafeinado con leche, un capuchino —pide su padre para molestarle. —A mí dame uno n***o, sin azúcar —La criada asiente y los preparará.

De camino a su habitación, Isam ve a Elías, su hijo favorito, pero por mucho y sobre todas las cosas, está con sus hijos intentando escuchar al nuevo bebé, el que todos esperan sea una niña. Los tres ríen y su mujer les hace una seña para que les dejen en paz. Elías ve a su padre y se disculpa con su familia para acercarse.

—¿Estás bien?

—Creo que todos necesitamos hablar.

—¿Reunión de hombres?

—Farah, regresa a la cama.

—No me gusta cómo me preparan el té, tengo derecho a uno bien hecho al día. Necesito moverme o voy a despedazar a alguien —El rey y su hijo miran a Farah.

—¿Tú te sientes bien? —se anima a preguntar Elías.

La criada viene con la bandeja para el rey y el príncipe Kamal y el rey, cuando les encuentra casi todos conversando.

—¿Puedes traer más café para Elías y algo más para que coma?

—Qué lío, definiendo a su reino del culo y luego tienen una reunión secreta de hombres —anuncia Farah y su marido la carga. —¡Lorenzo!

—¡Reposo absoluto!

—Por qué no tomamos el té y el café todos juntos fuera, bajaré a Kamal y alguien preparará el té. Conversaremos y solucionaremos un asunto importante.

—¿De qué tema? —pregunta la reina mientras se acerca con su hijo Zair.

—Vamos a hablar de la princesa de Azalam.

—¿De Layla? ¿Qué quieres hablar? —pregunta Elías.

—Me ha pedido la anulación de su matrimonio y pienso concedérsela si tu hermano acepta desposarla, porque estás comportándote como un hijo de puta. ¿No la has ido a visitar en tres semanas Elías? Yo espero mucho más de ti, puede que no quieras ser su marido, pero, has sido su amigo toda la vida y Layla y ha perdido a su hermano, a su padre y a su reino. Las cosas se resuelven de frente, pudiste venir a mí en busca de una solución y en su lugar decidiste hacer… ¿Qué? ¿Un juego de desprecio? ¿Un empujón al s******o? ¿Explícame, no tenemos suficiente con el ejemplo de Max? Si te gusta tanto tu vida color de rosa, ve y disfrútala, pero está fuera de la mesa para ti y para cualquiera en esta casa afectarle emocionalmente, lo mismo para tu esposa.

¡Oficialmente se puso BUENO... esto no lo habían leído!