Condiciones

1666 Words
Layla había solicitado un ejército para ella, un ejército que obedeciera a su reina. Eso obligaría a Isam a matarla de una vez por todas o a solucionar a su favor. Ser una esposa política era mucho más de lo que esperaba, pero si lo habían puesto sobre la mesa, lo quería. Tendría oportunidad de viajar, de salir, de vivir un poco. Los golpes en la puerta la alertaron. Esta gente regularmente ingresaba sin siquiera esperar, y ahí estaba Kamal con un par de botellas. La joven tomó asiento en la sala de su habitación y el príncipe la siguió. —Mi idea siempre ha sido negociar contigo tus términos, Layla. Es muy probable que estemos unidos a la vida del otro toda la vida, y tenemos que tener un hijo, el cual espero no tenga que escuchar en sus vacaciones que soy una basura o prohibir en el reino hablar de ti de por vida. Quiero que nos llevemos bien, quiero que nuestro hijo tenga la vida más estable posible. Quiero saber que, si bien no te sientes amada de una forma romántica, indiscutiblemente sabrás que eres mi amiga y que nos cuidaremos las espaldas. —Tu hermana acaba de atacarme. —Y acabo de gritarle a ella y a mi hermano. —No es lo que quiero, no quiero discusiones. Escuchan golpes en la puerta y Kamal se pone en pie. Va hacia la puerta y ve a sus hermanos. El joven eleva una ceja y Amir ingresa con tranquilidad. —¿Oye, mañana quieres venir a correr? Y queríamos preguntarte si cenas hoy con nosotros dos. —¿Ustedes, quienes quemaron la tostada y cortaron la mitad de la pera quitándole la piel? —Sí —la princesa ríe. —Yo cocinaré y veremos una película, ¿les apetece? —Claro, te dejamos con el futuro rey Kamal. Nos hablas si necesitas algo —comenta Amir, y su hermano mayor rueda los ojos. Selene ve a los pequeños y les acaricia el pelo. Sus cuñados sonríen hacia ella, y la mujer de Kamal le pregunta a la princesa si puede pasar por su habitación. —Creo que lo mejor es que hablemos los tres, porque es algo que nos compete solo a nosotros. Layla ve a Kamal muy sorprendida y luego a Selene. La mujer viene con comida dulce y es casi imposible odiar o resentir a alguien tan perfecto. Layla toma un sorbo de la botella de agua ardiente que es lo primero que Kamal tomó del minibar. Los tres toman asiento y ella intenta no decir nada hiriente, no burlarse ni insultar, porque de verdad el Kamal que tiene en frente no es el mismo de siempre y a ratos siente que su esposo la tiene un poco más engañada de lo que está por hacer, pero tampoco dice nada. —¿Layla? —No entiendo, me pareces mejor que hace veinte años, pero no entiendo. —Nosotros no podemos dar un hijo biológico al reino. Adoptaremos, pero la condición es que pueden tener títulos, pero no aspirarán a la corona. Esto no puede pasar en mejor momento para nosotros, logramos darle al reino lo que necesita y a nuestra familia. —Yo sé que tu papá tenía tres esposas y varias concubinas, y no era fácil para nadie, pero no quiero que la historia se repita y no podamos vernos. No voy a relegarte a un ala del palacio donde nadie te vea. —¿Qué les parece si hablamos de reglas? —pregunta Layla—. Yo quiero irme, quiero un matrimonio de dos o tres años, pasaré aquí el primer año de vida de mi hijo y me iré, luego haremos custodia compartida. —No existe custodia compartida en ningún reino. —Díselo a Carlos y Diana —responde mientras se cruza de brazos. —Okay. ¿Qué propones? —Vacaciones al 100 % a mediados de año y finales. Vendremos aquí para Navidad y cumpleaños, y en cuanto cumpla trece puede elegir si quiere pasar más tiempo conmigo o no. —Eso no funciona para mí, ¿qué tal si es rebelde y tú una mano floja? —Layla rueda los ojos. —No me interesa, quiero que mi hijo me conozca y que sepa que quiero estar con él o con ella, y a los veinte estará liderando este cochinero, déjale divertirse. —No, lo siento, fueron mano floja conmigo y no funcionó. Si a ti y a mí nos hubiesen presionado un poco más, tendríamos ya dos herederos al trono y estaríamos casados —responde Kamal. —Yo sé que pelearse por alguien que no ha nacido es un tema que les parece ideal, pero, yo necesito que tengamos claras cosas de adultos antes de abarcar otros temas—propone Selene. — … ¿En dónde te deja a ti? ¿Dormirán juntos? ¿Cuántas veces por semana planean darse una oportunidad? ¿O simplemente van a ignorarse o tendrás una pareja? —Selene, tu marido es tuyo. Kamal y yo intentaremos ser los más cordiales del mundo, tanto s****l como románticamente, es todo tuyo. Yo no planeo entrometerme, tu marido está enamorado de ti, él y yo tenemos una cuestión simplemente política. —¿Cómo creen que van a hacer un bebé? —Inseminación in vitro. Nos aseguramos de que todo salga bien y que todo esté en su lugar. No voy a tener sexo contigo en nombre del reino, eso es prostitución y ese es mi límite. Así como no voy a poner a Nala a sufrir tampoco lo haré contigo, has sido comprensiva y respetuosa. Desde el inicio, puedo asegurarte que mis intensiones se basan en cumplir y partir cuanto sea posible. Kamal y Layla discuten algunos puntos que deben estar por escrito, tanto los arreglos de custodia como los arreglos maritales. La joven parece tranquila, mucho más que cuando llegaron, y después de unos minutos la pareja sale de la habitación. Selene va tomada de la mano de su esposo y parece más descontenta que al inicio. Ella está clara de que su esposo no tiene que resultarle perfecto, guapo y sexy a todas las mujeres, pero ese tipo de acuerdos meramente por conveniencia no siempre salen bien. —¿Qué pasa, Selene? —Entiendo que no estamos en posición de decir que no, pero es evidente que Layla no es de piedra, además tú tampoco, y creo que por más documentos que haya en medio, esto se va a salir de control y no sé bien dónde nos dejará a nosotros. Isam se acerca a la pareja y acaricia el brazo de su nuera. —¿Tienes las condiciones de la princesa? —Tengo que hablar con Selene… papá. —¿Han llegado a un acuerdo? —pregunta Elías. —No todavía. —La frontera de Azalam está llena de soldados y hay helicópteros sobrevolando el reino. —¿Quién los ha convocado? —La princesa y su única reina legítima —responde Farah. Kamal y Layla discuten algunos puntos que deben estar por escrito, tanto los arreglos de custodia como los arreglos maritales. La joven parece tranquila, mucho más que cuando llegaron, y después de unos minutos la pareja sale de la habitación. Selene va tomada de la mano de su esposo y parece más descontenta que al inicio. Ella está clara de que su esposo no tiene que resultarle perfecto, guapo y sexy a todas las mujeres, pero ese tipo de acuerdos meramente por conveniencia no siempre salen bien. —¿Qué pasa, Selene? —Entiendo que no estamos en posición de decir que no, pero es evidente que Layla no es de piedra, además tú tampoco, y creo que por más documentos que haya en medio, esto se va a salir de control y no sé bien dónde nos dejará a nosotros. Isam se acerca a la pareja y acaricia el brazo de su nuera. —¿Tienes las condiciones de la princesa, Kamal? —Tengo que hablar con Selene… papá… Yo... Danos un minuto. Elías y Farah se acerca al grupo, Elías prefiere que hablen en la privacidad de la oficina del rey. Los cuatro ingresan y cierran la puerta a su paso y le pregunta a su hermano: —¿Han llegado a un acuerdo? —pregunta Elías. —No, todavía no. —La frontera de Azalam está llena de soldados y hay helicópteros sobrevolando el reino. —¿Quién los ha convocado? —La princesa y su única reina legítima —responde Farah.—No se ha tirado un farol. —El reino de Ramil, se ha unido a la revuelta y demandan ver a su princesa antes del medio día, si no vamos a guerra —comenta Elías. —¿Selene nos reglas un minuto?—pregunta el rey mientras toma el papel que tiene Kamal en la mano. La princesa se disculpa y se retira para ir a su habitación el rey. Isam lee rápidamente la lista y niega con la cabeza. —Hay algo que absolutamente no podemos darle a Layla y se trae todo esto abajo. —¿Qué es?—pregunta Farah y lee parte del documento. —El divorcio. —¿Por qué no? —pregunta Kamal. —Es lo que más añora. —Eres el rey, no pueden hacer una excepción. —Ningún rey puede divorciarse. ¿Por qué creen que repentinamente murieron todas las esposas de Murat y las de Jordan? Un rey del desierto, solo puede enviudar. —¿Entonces qué hacemos? —El rey puede anular cualquier documento, tardarán años peleando ese prenupcial y de aquí a eso Layla estará menos enojada, en este momento necesitas subir y convencerla de no declarar la guerra a Tierra del sol y salir a informar lo bien que se lo está pasando aquí cuidada y amada por nosotros. —¿Y después qué, la van a matar?—pregunta Farah. Los tres hombre se giran hacia ella.
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