Nos necesitamos

1342 Words
La niñera se llevó a los príncipes a desayunar en otro salón, a petición del rey. Los niños se despidieron e hicieron prometer a sus tíos que irían a buscarles para jugar juntos a la mitad de la clase. Su padre intentó no reírse y su madre no regañarle, pero les dio una mirada de advertencia a sus cuñados. El rey aprovechó la salida de sus nietos para explicar a sus hijos que Farah había elegido las palabras correctas: "Los príncipes de Azalam han desposado a mi hermano". Al no especificar cuál, podrían adjudicar el fallecimiento de Baruk y la salud precaria del rey de Azalam a las demoras para anunciar al reino la próxima boda real entre Kamal y Layla. —¿Cuál será mi rol? —Serás una esposa política, Layla, así que tendrás que asistir a eventos, realizar obras de caridad y lucir como una buena persona, dulce, feliz y enamorada —explica Isam. —¿Cómo voy a hacer para lucir buena? —pregunta Farah, y Layla le mira sorprendida por el ataque. Las princesas toda la vida habían tenido sus diferencias, pero Layla no creía merecer ese ataque ni ningún otro porque le gustaran los lujos. Desde muy temprano en la vida había tenido dinero y había sabido manejarlo. Su madre le heredó toda su fortuna, mientras que su hermano obtendría un reino completo y millones en oro y efectivo. Lo único que alguno de sus padres había hecho por ella y parte de la herencia de sus abuelos fue repartida entre ella y su hermano. Layla había sabido ponerlo a trabajar e invertir, e incluso, sabiendo que tenía un cómodo colchón para vivir, la princesa había decidido trabajar en la escritura durante años. —No es la imagen que proyectas, entre tú y Selene. Creo que la imagen de dulzura es la de ella, además, es la primera esposa del rey. No entiendo por qué debe actuar como la segunda. —La verdad es que no tengo la preparación para ese cargo y la gente quiere conectar con Layla. —Está bien que se case, pero no siento que deba ser la cara del reino. —Yo soy una buena persona, Farah. No ando diciendo lo que dono o tomándome fotos mientras lo hago, pero soy una buena persona. —No es lo que quise decir —comenta Farah. —No son tus acciones, vienes del reino de la “oscuridad”, un reino que acaba de atravesar años de violencia y dictadura. No queremos enviarle ese mensaje al pueblo. —No es tu decisión —responde su hermano. —Layla, ante los ojos del pueblo, es una niña rica, pretenciosa y caprichosa. La hija de un dictador. Eso va en contra de todo lo que defendemos. —Tú me vas a decir que voy a ser una mala reina y que soy una mala persona porque tengo clase y dinero. —Tú no tienes nada más que un título. —Yo tengo mucho más dinero que todos en esta mesa, y no me lo regaló el reino. Tengo un trabajo y gano lo suficiente como para no depender económicamente de un hombre. Yo tengo un abanico de opciones, y que haya venido aquí y su padre me haya abierto las puertas es lo único que nos aleja de una guerra, pero si tengo que usar esa carta, lo haré. Quiero todo por escrito de mi estancia en Tierra del Sol, mis planes de divorcio y mi liquidación económica al finalizar. Cuando tengan una propuesta clara y formal, se la enviaré a mi abogado. —¿Tienes dinero, pero necesitas el del reino? —No lo necesito, me lo merezco. El reino, ustedes, necesitan mi imagen para que no les quemen el palacio. No sé si te has dado cuenta, pero soy libre de marcharme e iniciar una revolución hasta que nos matemos todos. Tú tienes un bebé en el útero, ellos unos niños en camino y estos tres hijos más. Hazme el favor de no insultarme porque, a diferencia de todos ustedes, yo no tengo nada que perder. ¿Qué va a hacer la perfecta Princesa del Sol? ¿Va a matar nuevamente a mi hermano o desconectar a mi padre? Farah, la más dulce y buena de las princesas. Layla se puso en pie e Isam la llamó nuevamente para que regresara a la mesa. —Quiero todo por escrito en 24 horas, o se atienen a las consecuencias. El rey y sus hijos sabían que si la princesa se declaraba secuestrada o prisionera de guerra en su país, su ejército vendría a rescatarla y se desataría una guerra impresionante. Todos en la mesa miraron a Farah. —¿Era necesario liberar todos tus pensamientos? —pregunta Elías. —¿No has tenido suficiente, Layla? —Sí, tú eres el mejor para quejarte, aquel a quien están quitando un problema de encima —comenta Farah. —Hay días que no les creo —grita Isam—. Son tres adultos huevones y se comportan como niños. A veces pienso, ellos tres pueden solos con su reino, ellos serán fabulosos, trabajadores y creerán todo lo que yo no pude. Y después hacen estas chiquilladas. El reino de Ramil y el de Azalam están a la espera de la mínima provocación para atacar al reino, y tú tienes la necesidad de opinar sobre el carácter de Layla, Farah. —La princesa baja la mirada porque su padre está furioso. —Kamal y yo no pasamos horas conversando ayer en la noche porque nos guste privarnos de sueño o decidir sobre la vida de alguien más. Farah había aprendido a guardar silencio cuando cometía errores como el que acaba de desembocar, y Elías, por primera vez, defiende a la princesa. —No la conoces y deberías disculparte, Farah—el joven se gira hacia su padre y pregunta: —Lo que no entiendo es por qué has tomado la decisión unilateral de anular mi matrimonio con la princesa. —Por el amor de Dios —comenta Amir, incrédulo. —Eventualmente, Layla y yo podemos resolverlo —su mujer y sus hermanas le ven sorprendidos. —No tenemos tu tiempo, Elías —señala Zair. —Que alguien le informe a mi hermano que el mundo no gira a su alrededor. Elías les explica que la princesa nunca estará cómoda alrededor de Kamal, como si su hermano fuera una especie de villano o agresor de mujeres. Kamal y su esposa le miran incrédulos, y la mesa se llena de comentarios negativos hacia lo que está diciendo Elías, incluso Lorenzo tiene que admitir que es egoísta todo lo que sale de la boca de su cuñado. Nala quiere entender cuándo cambiaron sus sentimientos por su nueva esposa, y la reina simplemente quiere que todos se callen. La voz de Kamal sobresale por encima de la de todos, y sus hermanos le prestan total atención: —Farah, Elías y Nala, necesito que entiendan que Layla es su futura reina. El que esté incómodo se puede ir. A la única persona a la que planeo aguantarle un berrinche con respecto a mi relación con la princesa es a Selene, mi mujer. El resto de ustedes puede irse a tomar por culo. No ruedan los ojos cuando Layla va por un pasillo, ni comentan entre ustedes cuando la ven pasar. De hoy en adelante, bajan la cabeza y hacen una jodida reverencia. Y para que quede muy claro, desde este momento no es tu esposa y tampoco tu amiga, Elías. Por consiguiente, no te disculpes más ni te acerques. La casa del palacio deberías tomarla tú y tu familia, tan pronto como sea posible. De camino a su habitación, Layla toma uno de los teléfonos del reino. Estaba segura de que alguien más escucharía su conversación. Sin embargo, escucha a Vijad, quien le informa que tanto él como su sobrino están bien, lo que llena el corazón de la princesa de alegría. —¿Cómo está, princesa? —Necesito que me ayudes.
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