Pelear

1204 Words
Layla tenía diez años cuando su padre la llevó a conocer su fortuna. Una mujer se sentó con unas cartas e intentó descifrar el futuro. Le dijo que conocería al amor de su vida y el amor para su vida. Uno ofrecería oro, tierras y castillos para mantenerse a su lado, y el otro le ofrecería su corazón. Su padre le dijo que lo segundo era demasiado poco porque los sentimientos se desvanecían con el tiempo, ni siquiera el odio duraba tanto. Por muchos años, Layla creyó que esa mujer se había equivocado, que Elías era ambas cosas, hasta que cumplió 16 y su hermano la llevó con otra persona. Él quería saber cuándo sería su momento de ser rey. El hombre respondió: no serás rey, ella será reina de tres reinos, encontrará al amor y luego reinará. De vez en cuando se maquillaba y se peinaba y se prometía que ese sería el día en el que lo conocería, al amor de su vida. Reinar no le importaba, pero conocer al amor de su vida sí. Se despertaba todas las mañanas con deseo, deseo de encontrarlo en la cama, sentado en la silla esperándola, parado en la puerta, un mensaje o una llamada. Algo, esperaba algo. En su lugar se encontraba Kamal. Su esposo había decidido dormir junto a ella, porque a él le relaja dormir acompañado y probablemente al útero de la princesa también. El rey había tomado la mano de su esposa el día de la extracción y ella pensó que simplemente volaría y se reuniría con su mujer. En su lugar, Kamal les había llevado a cenar, a bailar, y de vuelta al hotel. Layla no se sentía exactamente bien y él quería cuidarla, así que le pareció bien quedarse en la cama con él. Kamal había abrazado a su mujer durante los dos días siguientes, mientras leían, trabajaban en propuestas, comían saludable en la cama y luego iban a entrenar juntos y a ejercitarse juntos. —Kamal, quiero espacio. —Yo estoy feliz. —Kamal, tienes a Selene. —Pero quiero demostrarte que conmigo puedes tenerlo todo. —Menos sexo. —Puedes tener todo lo que quieras. —Tu mujer está feliz con esto. —Creo que llegados a este punto le da igual —responde Kamal. —No le deja de molestar pero lo entiende. —¿Por qué estás haciendo esto? —No creo que él se quede, pero yo no tengo por qué irme sin luchar. Layla volvía a despertar con la ilusión de verlo a su lado, esperándolo en la cama. Esta mañana fue particularmente lluviosa, no solía ser lo ideal para decidir tener un hijo. Kamal estaba despierto, vio a su esposa abrir los ojos y estos se llenaron de tristeza. Le acarició el contorno del rostro. Ella pensó en él, Leonel, no le acariciaba con la punta de los dedos antes de besarla. Leonel colocaba la palma de su mano contra su mejilla. Ella intentó acomodar su mejilla contra la mano de su esposo, lo miró a los ojos y él se acercó un poco más a ella. Esperó paciente a que Layla diera el siguiente paso y el celular de Kamal sonó, interrumpiendo el momento. El hombre ignoró la llamada y besó los labios de su esposa porque era lo que quería hacer. Layla tardó un par de segundos en devolverle el beso, pero lo hizo. Lo besó lentamente y fueron aumentando el tono de sus besos y caricias. Él se acomodó encima de su mujer y estimuló con cuidado uno de sus pezones mientras frotaba su erección contra el monte de Venus de su esposa. Ella deslizó sus dedos por el pelo de su esposo para intensificar el beso. Pero la textura del pelo, la falta de fuego en el beso, el cuerpo masculino sobre ella. No era él y no pudo evitar llorar. —¿Layla? —Lo siento, lo siento. —Lo siento, yo... espero no haberte dañado. —No, lo siento, Kamal, soy yo la del problema. —No pasa nada, tomaré una ducha. —Dijo el rey y salió de la cama de inmediato. Layla se limpió. Ante su insistencia, decidió ver la pantalla y se encontró con sus ojos. Esperó varios minutos a que Kamal saliera del baño. Ella llamó a Leonel, esperó en cada timbre a que tomara la llamada a pesar de que no sabía qué le diría, o sin antes dejarle un mensaje a Leonel. Layla, Espero que estés recuperándote pronto. Te amo, Leonel, no sé si escuchaste esa parte la última vez que nos vimos, pero te amo por si no te ha quedado claro desde la última vez que hablamos. Leonel estaba sentado en el jardín junto a Victoria. Ella sabía que no era un error. Leonel no había terminado con ella por los nervios de la carrera, porque estuvo presionado en su trabajo o cansado por los entrenamientos. La había dejado de amar a tan solo dos semanas de comprometerse. Ella tomó asiento, tomó de la mano a Leonel y le preguntó: —Se trata de otra, ¿has dejado de amarme o es otra? —No, somos nosotros... no terminamos de encajar. —Leonel, yo te amo y encajamos todo el tiempo. Tú haces parrilladas y me despiertas con café. Sabes mi color favorito. —Victoria... no todo es malo, pero no es bueno como para compartir un matrimonio y lograr que dure. —Leonel, las cosas no cambian en dos semanas. Me pediste matrimonio, fuiste a España y de repente todo cambió —dice con tristeza. —Yo te amo y si uno tiene que pelear para que funcione, entonces pelearé por los dos. —Te quiero, pero no creo que sea lo mejor para nosotros. —No me puedo ir sin una explicación, Leonel —el teléfono de Leonel suena con insistencia. Este rechaza la llamada y lo saca de su bolsillo, ve que es ella, reconoce el número de inmediato y bloquea la pantalla. —Leonel, me iré.—anuncia Victoria. — Fingiré que tengo una emergencia de trabajo, esperaré paciente y cuando esté mejor, necesitas darme una explicación lógica. Vivimos juntos, por Dios, pasamos el 80% del día juntos. No puedes dejarme, no... ahora. La joven llora y Leonel se sienta a su lado, le acaricia la espalda. Él suelta el celular sobre la banca y la abraza, le besa la frente y trata de disculparse por el dolor que ha causado. Layla, por otro lado, fue a realizarse la fecundación. Su cuerpo estaba listo, los médicos estaban listos, sus óvulos. Solo dos espermatozoides más fuera. Durante todo el procedimiento, Kamal sostuvo la mano de su esposa y escuchó las indicaciones posteriores al tratamiento. Luego, él la llevó de vuelta al hotel y le dio las gracias a su esposa. —Siento de verdad lo de esta mañana. —Fuimos los dos y, la verdad, no... no estoy lista, pero gracias por intentarlo. —Gracias por el bebé. Siento que en unas semanas brincaremos la felicidad —comenta Kamal. —¿Quieres algo de comer o beber? —Solo quiero acostarme —responde la princesa. Entonces lo ve, junto a la puerta de la habitación.
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