La casa del león

1717 Words
Después de tres días y un montón de reconocimientos que sentí que no valían la pena, Leonel decidió salir del hospital e ir directo a su casa en Mainvillage. Sus abuelos, padres y algunos de sus tíos estaban en Mónaco, pero la única persona que estaba de acuerdo en liberarlo del sufrimiento de saber que ella estaba a solo unos minutos de distancia era demasiado. Quería a Layla y quería estar con ella, planeaba esperar si era necesario, pero con un bebé en la mezcla, nunca conocería a sus hijos ni tendría hijos propios, era demasiado complicado. —¿Leonel? —¿Qué pasa si me voy a vivir a Chile? —¿A Chile? —pregunta Ralph, su primo. —Sí, al final del año. —Hijos, quiero hablar con ustedes —dijo Gabriel mientras los interceptaba en la salida del hospital, conocía a sus nietos mucho mejor que a sus hijos. Esos dos pasaban demasiado tiempo con él, crecieron junto a su abuelo y él sabía lo que significaba cada una de sus miradas, risas y silencios. El hombre los dirigió a una salida oculta del hospital y los subió al auto, no sin antes darles un beso y un abrazo a cada uno, uno más largo a Leonel. —Estoy orgulloso de ti, hijo. —Te amo —respondió Leonel. Los tres subieron al auto y Gabriel condujo por la ciudad, llevó a sus nietos a ver el paisaje, la gente y disfrutar con un helado mientras intentaban no ser reconocidos. Los dos se miraron sobre el hombro de su abuelo, quien estaba disfrutando de un cono. —Ralphy, ¿dónde está Atlas? —Max ha salido con su padre y su hermano, y ella está ayudando con Hank. —¿El sobrino? —Es dulce, precioso, pero les hace pasar un mal rato. —Tiene actitudes de hijo único —pregunta Gabriel mientras ven un video en el que el bebé escupe todo lo que le ponen para mantenerlo en silencio. —Se parece muchísimo a su padre. —Sí, tienen el mismo carácter. —¿De qué nos querías hablar, abuelo? —pregunta Ralph. —Solo quería asegurarme de que Atlas y tú no se hayan dejado. —No, estamos bien, gracias. —Sí. Leonel, tú eres el que me preocupa. Dejaste a tu novia y dejaste a la princesa, ¿cuál es el plan? —¿Me estás diciendo que vaya detrás de una mujer casada? —pregunta Leonel. —¡Qué modernos nos hemos vuelto! —murmura Ralph. —Layla se ha divorciado del rey, no lo harán público ni oficial hasta que tengan un heredero y decidan cómo repartirse la custodia y sus nuevos papeles en el reino. —Abuelo, me duele la cabeza. —Eso dicen las mujeres cuando no quieren sexo —dice Gabriel para que sus nietos se rían. —Bueno, es lo que yo digo cuando no quiero pensar. —Vamos a casa, tu abuela ha cocinado. Leonel, voy a decirte una cosa, el amor no toca la puerta dos veces y la vida te está presentando a dos mujeres. —Yo personalmente elegiría a Victoria, soltera, joven, guapa, amiga de mi esposa —Ralph lame su helado.—Le gustan los deportes. —Y sale en televisión —dice Gabriel y los tres ríen.—y es muy guapa, pero Layla es una reina, y es amable, inteligente, muy guapa, y tú dijiste que tenías que ayudarla porque la amabas y ahora estás siendo un imbécil después de que te comprara un hospital y renunciara a su marido. Leonel sabía todo y más sobre Victoria. Durante la despedida de solteros muy familiar de su primo, la entonces prometida de Ralph le presentó a una de sus compañeras de trabajo, Victoria Jackson, una periodista deportiva, exatleta olímpica en gimnasia rítmica, guapísima, inteligente y muy enfocada. Pero al igual que Leonel, quería una familia, una relación, estabilidad, eran perfectos el uno para el otro. Sin embargo, cada mañana cuando se despertaba y la veía por la mañana, además de ver a una mujer hermosa, sentía decepción. Por primera vez en su vida, sentía que se había fallado a sí mismo. Lo más duro era que se daba cuenta de que la estaba haciendo perder su tiempo. —Abuelo, me duele muchísimo la cabeza. —Leonel, es tu vida, pero no puedes ir rompiendo corazones por el tiempo que te dé la gana. Ya no tienes 20 años y ninguna de ellas es Abigail para soportarte tanto. —Sí, pobrecita ella si estaba enamorada —Leonel vio a Ralph y se puso en pie rápidamente, el joven se sintió mareado y su abuelo y su primo intentaron convencerlo de regresar al hospital, pero lo único que había logrado era perder su boleto directo a casa. Su abuelo aseguraba que su madre estaba cocinando para recibirlo y no se iría del país, y que no dejaría a su abuela preocupada. Los tres llegaron media hora más tarde a la casa de vacaciones de Pía y Gabriel. La hermana pequeña de Gabriel lo recibió con un cartel lleno de escarcha. Él bajó del auto y corrió a abrazarla. —Te amo, pulgui. —Yo a ti, me alegro de que estés bien. —Mi hermano mayor —dice Paulina y Leonel se ríe antes de abrazarla también. —Yo te preparé un cheesecake para ti, Eric ha estado ocupado preparando algo que puede que te duela el estómago y Sandra un cartel divino. —No puede ser. ¿Me aman tanto? —Sí. —La verdad ni chocaste, no entiendo por qué nos estamos esforzando. —Porque ganó, tonta. —Ahh... —Dice Paulina confundida y su hermana pequeña ríe, su abuelo le toma de la mano y se ríe para llevarla al interior. —¿Dónde está nuestra madre? —Fue por albahaca fresca.—interviene su padre. —¿Dónde está mi hijo favorito? —saluda Leonel a su primogénito y este niega con la cabeza, detrás está su hermano. —Eres mi hijo mayor. —Ya... que los demás sobran, nos ha quedado clarísimo. Cuando escasee el dinero tú vas para la calle y mi mamá se lleva los recursos —anuncia Sandra enojada y su padre intenta no reírse. —Tú eres mi hija favorita. —Es malísimo emocionalmente para los hijos eso del favoritismo —critica Paulina a su padre y estos se ríen. —Ven, salúdame hermano favorito. —Soy tu único hermano —comenta el pequeño. —Sí, pero eres el que más he deseado, sobre todo después de que Pau habló —Leonel le da un beso en la mejilla a su hermano, le da un abrazo y él a él. —Preparé esos palitos de queso, como los que te gustan, con ajo y pepperoni, extra queso. —¿Preparaste mis palitos de queso? —pregunta Leonel y se acerca a la bandeja, prueba uno caliente y gime. —Amo esto. —todos se ríen. —Eric, este es el truco —le muestra su hermano y toma la bandeja, la mete en el congelador y le pone un cronómetro, le da a probar a sus hermanas y a su hermano la maravilla que ha preparado el pequeño, los tres coinciden en que está muy bueno. Luego le pide a su hermano que saque la bandeja del congelador, saca uno y suena crujiente y maravilloso. —¿Entienden lo delicioso que es esto? —pregunta Leonel. —Estoy de acuerdo con mi hermano. —Estás de acuerdo... —Sí —Leonel le da un beso a Sandra. —Leonel, tengo que decirte algo... La pequeña lo mira, ve a su hermano a los ojos y piensa en lo mucho que necesita decirle la verdad, porque cuando ella le preguntó a Layla si amaba a Leonel, ella le hizo una señal de silencio y dijo en un idioma extraño en su oído: "kthyraan". La pequeña no entendió su significado, pero repitió la palabra tantas veces como pudo y apenas llegó a casa buscó su significado. Encontró que correspondía a: “mucho”. Layla no solo le amaba, sino que le amaba mucho, y ante los ojos de la menor de los Westborn, su hermano se veía más feliz coqueteándole a distancia que cuando estaba con Victoria. —Tengo que decirte un secreto, Leonel —comenta Sadra y su papá niega con la cabeza. Ella asiente y Leonel los mira a ambos. —¿Dónde está mamá? —No le digas que te dije. —Sadra. —En lo personal, no me cae bien Victoria. Yo sé que te gusta y que es guapa, pero artificial y falsa—Su hermana mayor intentó contener la risa. — a mí me cae muy mal Victoria, pero la reina, ella es todo lo opuesto, es inteligente, divina, muy dulce y las revistas dicen que ustedes están juntos, ¿por qué no se divorcia y te casas con ella? — ¿Papá, Paulina, Eric, dónde está mi mamá? —Victoria ha dejado el trabajo para venir a cuidarte —responde su padre. —Hemos terminado. —Leonel, le diste un anillo y después rompiste el compromiso, nadie lo sabe aún y ella está enamorada. —¿Entonces qué, le doy alas cuando no quiero casarme con ella? —Hijo, tu mamá está actuando de buen corazón —responde —¿Y tú no le has dicho? —Es la primera vez en todo tu matrimonio y toda mi vida que no has ido directo a la cama y le has contado lo que te conté. —Sí, porque era privado —Leonel se llevó una mano a la frente y la puerta de la casa se abrió. Pia, Erica y Victoria ingresaron a casa. La madre de Leonel se acercó y él le dio un beso, rosas y la felicitó por el triunfo y por estar en casa. Su hermana pequeña prueba otro de los sticks y ve a Victoria con ojos de odio, su hermano le da un codazo e intenta fingir que le cae bien y Leonel se pone en pie para saludarla, la joven sonríe aliviada porque no sabía cómo iba a reaccionar y este insiste en que vayan fuera.
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