Capítulo 25: Confirmación

2000 Words
No dudé ni un segundo en hacer todo lo posible para sacar a mi hermano del bosque por temor de que terminara justo como yo o peor. Me rocié con el agua del jarrón de las rosas que tenía junto a mi cama y en un pequeño frasco, llevé un poco conmigo. El objetivo de todo era que aquel ser no se pudiera acercar a mí, de manera que no me pudiera hacer ningún tipo de daño. Después de todo, no era tan tonta como Sam o Jensen creían y no estaba tan indefensa como para no poder enfrentarme a ese Mason. Había aprendido mucho de los relatos de Anna, quien era la única que me daba algo de información sobre la naturaleza de los vampiros, y sabía cómo defenderme a mí misma sin necesidad de que ninguno de ellos estuviera cuidando mis pasos como si fuera una niña de cinco años. Tomé el carro de Veronica, un Ford blanco del 2019, y conduje hasta el lugar pactado. Conmigo llevaba una linterna para alumbrar la noche, aunque no era necesario ya que la luna llena se alzaba sobre los árboles del bosque para anunciarme que quizás, y para mi pesar, ese animal que me había atacado hacia un mes atrás apareciera entre los robles del bosque con su boca ensangrentada y de nuevo tratara de asesinarme. Incluso sabiendo que se trataba de Sam, no lograba poder controlar mi terror hacia él. La herida en mi brazo comenzaba a escocer y los dolores en todo el cuerpo como los de la noche anterior volvían a presentarse en el peor momento posible, para mi desdicha. Aunque pensé en todo lo que podía salir bestialmente mal con mi decisión, nada me hizo temblar, darme por vencida y, mucho menos, declinar en mi intento de rescatar a los que me importaban, sin tener en cuenta las consecuencias que esto pudiera tener en mi vida. Siempre me importaban más otras personas y ponía en primer lugar las necesidades de todo el mundo antes de las mías propias: esa era mi gran virtud, o mi gran defecto, en dependencia del contexto donde me encontrara. —¡Finalmente estas aquí! —escuché la voz masculina salir tras un árbol—. Ya veo que no trajiste a tus nuevos amigos —dijo. Era Mason, quien de seguro se había cerciorado de que los otros no estuvieran conmigo en una olfateada a mi alrededor. Por un momento me alegré de aparecer sola, pues quién sabía lo que habría hecho si le preparaba una emboscada con el resto de los sobrenaturales que me cuidaban. —No. Supuse que era más seguro si me encontraba contigo según tus instrucciones —dije para estrechar una rama de olivo entre nosotros dos y que confiara en mí—. Entiendo que eres de palabra, de manera que cumplirás tu parte de trato que planearemos aquí ¿no es cierto? —me acerqué un poco a él. —¡No te acerques más! El hedor a rosas me está matando —frunció el ceño—. Eres inteligente, pero eso no salvará a tu amiga o a tu hermano —dijo alejándose y mostrándome a ambos atados tras un árbol. Katherine estaba despierta. Podía ver sus ojos horrorizados y llorosos. Tenía una mordaza en la boca de manera que no podía escuchar sus súplicas, pero por las lágrimas que derramaba, estaba desesperada. En cambio, mi hermano estaba inconsciente. Primeramente me preocupó su condición, pero luego comprendí que si me quebraba, aunque fuese solo por unos segundos, iba a ser más fácil para Mason controlarme y eso era algo que no me podía permitir a mí misma. —¿Ellos están bien? —pregunté con voz autoritaria disimulando tanto como pude el nerviosismo. —Sí, Erick está intacto, pero Kat ha sido una chica bastante mala, de manera que tuve que calmarla —me dijo tocando suavemente el cuello de la joven donde se avistaba una nueva y sangrante mordida. El roce de su piel con la muchacha cambió completamente el rostro de Mason y se convirtió en la cosa más espantosa y retorcida que jamás había visto en mi vida. No era para nada como Anna o Jensen. Aquellas venas negras recorriendo toda su cara y los enormes colmillos que no le permitían cerrar completamente la boca asustaban aún más cuando me miraba con esos ojos rojos y negros. —Déjame decirte que eres mucho más bella de lo que imaginé. Con razón Alex te está buscando. Sin duda te quiere añadir a su colección personal y yo afirmo su interés —dijo acercándose a mí muy a pesar del olor a rosas. —No tengo ni idea qué interés puede tener Alexandra conmigo. —¿Pero tus amiguitos no te lo han dicho? —preguntó en un tono sarcástico acompañado de una mirada juguetona—. Mi querida Artemis, tan inocente y frágil. No eres más que una broma para todos nosotros, hijos de Selene… —trató de tocar mi piel, pero en un movimiento rápido, casi invisible para mis humanos ojos, se alejó de mí al escuchar el grito de Jensen. —¡Aléjate de ella inmediatamente! —gritó el rubio mostrando su faceta sobrenatural. A ambos lados, Lachlan y Anna reforzaban su posición y el rugido que se alzó tras Jensen me dejó entender que Sam se había tornado en aquel tenebroso ser que, entre las sombras, me atacó en ese mismo valle. Doblaba en tamaño y musculatura a cualquier hombre común y su rostro, grotesco, con un hocico y orejas prominentes, brillaban en un pelaje n***o zaino que se extendía por su cuerpo. La criatura sobrenatural que era el trigueño estaba aparentemente calmada, pero miraba con aquellos penetrantes ojos verdes a Mason con la mayor intención de asesinarlo al más mínimo movimiento. Me sentí imposibilitada para realizar cualquier acto por el hecho de que esa cosa, que ahora con certeza sabía que era un hombre lobo, estaba allí presente. No sé por qué un fuerte dolor en mi brazo izquierdo me hizo quedar paralizada tan solo posé mis ojos en Sam. Quizás el inminente recuerdo del ataque me hacía rememorar lo sucedido con una memoria corporal. Pero por otro lado, la presencia de Jensen me daba la seguridad necesaria para no acobardarme en esa situación. En una brecha que pude observar entre Mason y los muchachos atados sobre las raíces de un roble, salí corriendo hacia ellos y rocié el agua con rosas sobre sus cuerpos y ataduras. El neófito volvió su rostro encolerizado hacia mí; sabía que ahora no nos podía hacer ningún tipo de daño a cualquiera de nosotros tres. —Son una desgracia para nuestra r**a —le dijo Mason a los dos vampiros. —¿Y qué sabe un neófito de tres meses de nuestra r**a? —presionó Anna, quien se veía inquieta y completamente lista para atacar. Yo intentaba desesperadamente desatar a Kat mientras llamaba a Erick para que recuperara el conocimiento, pero nada parecía funcionar. —Sé todo lo que Alex me enseñó —respondió Mason, quien no había abandonado su forma vampírica un solo segundo, mientras el monstruo detrás de Jensen y Anna caminaba de un lado a otro rodeándonos en un círculo—. Le debo lealtad a mis hermanas y hermanos, y a mi papel en la lucha de nuestra reina. —¿A la perra de Alex? —presionó Anna. —Selene —respondió Helena detrás de mí. ¿Quién demonios era Selene? La expresión de la pelirroja era totalmente desconocida para mí. Su profunda mirada azul era incluso más atemorizante que el propio Sam caminando detrás de ella. —Y la gran destronada regresa —sonrió Mason refiriéndose a Helena—. ¿Qué podría hacer esta diosa caída frente a una reina? —inquirió el chico en un tono burlesco. Helena levantó sus manos en el aire e hizo que el chico comenzara a ahogarse al momento. Lo alzó frente a ella e hizo que su espalda se doblara de formas tan grotescas que incluso se escuchaban las vertebras de su columna romperse. Kat gritaba y cerraba los ojos para evitar mirar el grotesco espectáculo, pues el chico no moría, sino que a pesar de que los huesos del vampiro sobresalían de su carne, continuaba riendo como si se tratara de un deporte más. —Incluso una desgraciada diosa caída puede hacerte retorcer del dolor con un solo gesto —sentenció Helena regodeándose de su poder mientras que torturaba al chico. Los gritos de Mason rápidamente se convirtieron en risas que se fundieron con los gruñidos de la bestia que nos rodeaba. Cada vez que lo sentía caminar por mi lado, se me helaban hasta las entrañas. —Me mentiste, Elizabeth —habló el neófito mirándome mientras la sangre corría por toda su cara—, pero yo tampoco fui del todo honesto —rió—. Tienes los más inusuales aliados, pero yo también… Mason no estaba solo, y nos lo hizo saber de la peor manera posible. Mientras nosotros pensábamos que le habíamos tendido una emboscada a un vampiro solitario y con menos de un año de su nueva vida adquirida, el resto del nido de neófitos se replegaba a nuestro alrededor. Tan pronto el chico habló, algo tiró de Helena haciendo que la pelirroja cayera contra el tronco de un árbol y terminara escupiendo sangre en el piso. Dos mujeres de cabello blanco aparecieron frente a ella conjurando palabras que no comprendía haciendo que Helena comenzara a gritar mientras la sangre y un extraño plasma n***o comenzara a salir de sus ojos y su nariz. No pasó mucho tiempo antes de que sus oídos reventaran y de su boca, la misma combinación de líquidos comenzó a gotear hasta su cuello, que, por algún tipo de magia, comenzaba a abrirse como si un cuchillo invisible intentara degollarla. —¡Brujas blancas! —gritó Jensen, pero antes de que pudiera moverse siquiera, los vampiros se abalanzaron sobre ellos. Eran una veintena de ellos contra cuatro en una desventaja bastante obvia. Lachlan corrió hasta nosotros y se opuso a los neófitos que intentaban llegar hasta Kat, Erick y a mí. El rostro de Lachlan no dejaba lugar a dudas de lo que era y aunque conservaba sus piernas, las hendiduras en su cuello dejaron saber a los vampiros que él no era como el resto. —Hace demasiado tiempo que no pruebo sangre de neófito —amenazó Lachlan tornando sus ojos de un jade intenso y enseñando su afilada dentadura. Los rabiosos vampiros no se detuvieron, sin embargo, y se lanzaron contra el moreno que los mordía y los desangraba como si se tratara de un deporte más para él. Jensen y Anna hacían lo propio con los neófitos que intentaban lanzarse contra ellos, y aunque les era imposible matarlos de la misma forma en la que Lachlan lo hacía, arrancaban los corazones, las cabezas y las columnas de sus cuerpos con una facilidad aterradora. Los que atacaron a Sam tampoco corrieron con muy buena suerte, pues aunque trepaban por su espalda y lo mordían y arañaban, una sola garra de aquel monstruo podía diezmar a cualquiera de ellos. Él, al igual que Lachlan, estaba dándose un festín con la carne de los neófitos lanzados por Mason detrás de mí y la sangre empapaba toda su grotesca figura, haciendo que flashazos de la noche del ataque regresara a mi cabeza de la más vívida forma. Incluso Mason se refugió en la distancia y la retaguardia tan pronto comprendió que era imposible vencer contra aquella alianza impensable. —¡Ve por Helena! —le grité a Lachlan cuando no quedaron más vampiros cerca de nosotros. Jensen y Anna corrieron a ayudarnos entonces, y en un rápido movimiento, ambos desaparecieron con Kat y Erick a sus espaldas. A tal altura de la noche, incluso llegué a pensar que lo peor había pasado; pero nada más alejado de la realidad...
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD