Capítulo 24: Neófito

3419 Words
Esa noche dormí insegura. A veces me despertaba un poco exaltada e imaginaba entre sueños que alguien estaba en mi habitación observándome. No fueron pocos los momentos en los que quise nuevamente por la ventana para cerciorarme de que fueran solo pesadillas y no una realidad, pero Anna durmiendo a mi lado me hacía recuperar un poco la calma, aunque no era del todo reconfortante para mí. La chica se levantaba cada una hora e iba al cuarto de mi hermano por unos minutos para ver que todo estuviera en orden, pero parecía que él podía dormir mucho mejor que yo. Sobre las tres de la mañana, cuando regresó del cuarto de Erick, me vio dando vueltas sobre la cama y me habló. —Por lo que veo, no has dormido para nada bien —afirmó cuando me vio con unas profundas ojeras negras circulando mis ojos. —Las pesadillas me están matando —dije mientras recogía las sábanas y almohadas—. Y soñé con Sam toda la noche… —Esos no fueron sueños, amiga —me dijo sonriente, pero su semblante cambió enseguida. Anna se quedó un poco aislada por unos instantes. Su rostro se tornó serio y vi como sus ojos se volvieron tan azules que parecían blancos, como los de Jensen. La primera vez que vi a Anna estaba con los ojos completamente negros. Supuse que solo los vampiros que se alimentaban de sangre, tenían aquella mirada. Se puso a caminar por todo el cuarto como si buscara algo en específico y se detuvo frente al jarrón de rosas sobre la mesa de la cama. —¡Un vampiro estuvo aquí ahora mismo! —dijo en total alerta mirando las flores. ¡¿Un vampiro?! repetí exaltada en mi cabeza. Solo en cuestiones de minutos alguien había entrado sin hacer el menor ruido mientras la chica observaba a mi hermano. Anna continuaba mirando atentamente el jarrón fichando el aroma del intruso. —Él es rápido —sentenció Anna—. Su habilidad debe ser esa. De esa forma escapó de Sam… no hay otra explicación… —divagaba caminando por toda la habitación y centrándose en la ventana cerrada. —¿Entró por esta ventana? —pregunté, lo que parecía completamente irreal, pues había estado cerrada todo el tiempo. —Sí —asintió ella todavía olfateando el aire—. Fue invitado a entrar por alguien de esta casa, así que cualquier persona nueva cercana a ti, a Erick o a tus padres es sospechosa. Desperté a Erick al instante y revisamos la casa. Parecía que todo estaba en orden. Richard y Vero dormían tranquilos sin tener ninguna idea, pero nosotros estábamos en una total alerta. A una llamada de teléfono de distancia, Jensen y Lachlan aparecieron en mi habitación. —Sam está afuera con Helena —afirmó el rubio—. Lach, quédate en la planta baja. Yo vigilaré a sus padres —dijo y el chico tatuado asintió de inmediato. —Temprano esta noche dijeron que había un nido de neófitos en la ciudad —recordé—. Sam ya se deshizo de tres, pero ¿Cuántos pueden ser? —Generalmente los nidos son de una docena de vampiros —explicó Jensen—. Al principio de la conversión se agrupan y forman una pequeña manada como los lobos para alimentarse en grupo, pero se disuelven pasados los primeros años. —Se caza mejor en solitario —aclaró Anna, y ella sabía mucho más del tema que Jensen—. Estos vampiros son todos creados por un solo antiguo —añadió—. Puedo oler que todos tienen la misma sangre, pero no reconozco el creador… pero eso solo puede significar que es Alex. —¿Cómo puedes estar segura de eso? —preguntó Erick totalmente aterrado. Había sufrido demasiados años la agonía de las visiones que Alexandra había puesto en su cabeza. —No entren en pánico, chicos —intervino Jensen intentando parecer calmo—. Efectivamente, si no podemos rastrear la sangre del vampiro, es porque es nuestro creador, pero mis contactos me enviaron unas fotos que la sitúan en España. No puede ser ella —respondió. El rubio estaba tan paranoico con respecto a su esposa, que la tenía fuertemente vigilada. —Quizás sea alguien diferente —especulé. —Es posible. Alex me enseñó a asesinar con su modus operandi. Un neófito de ella, puede que sea —respondió Anna bajando la mirada para no hacer contacto con los ojos de Erick. El rubio apretó su mandíbula y asintió antes la aclaración de su hermana adoptiva. Salió de la habitación recordándole a Anna que no bajara su guardia en ningún momento. De más está decir que en las próximas horas hasta el amanecer, ninguno de nosotros pegó ojo. Fue una agonía constante para mi hermano y para mí estar a la expectativa sin saber con completa seguridad qué iba a suceder. Incluso cuando salió el sol, tuvimos que estar en alerta máxima y mientras ellos se dividieron para proteger a mi familia entera, nosotros teníamos que continuar como si no sucediera nada para no levantar ningún tipo de sospechas. Sam fue con mi padre, Jensen con Vero a la estación con alguna excusa que inventó para financiar un reportaje y Lachlan fue el encargado de estar todo el día con mi hermano, muy a mi pesar. —¿En serio prefieres a Lachlan antes que a mí? —me preguntó Anna con una fingida molestia cuando le comenté mi preocupación de que el carácter explosivo del moreno fuera a causar algún tipo de estrago con Erick—. Es obvio que que él tiene otros intereses contigo —bromeó—, pero creía que no confiabas en mí para estar cerca de Erick. —No confío en ninguno de ustedes, Anna —respondí con la crudeza que ella agradecía—, pero en estos momento necesito aliados junto a mí. Y si ustedes pueden asegurar la vida de mi familia, los tendré a mí lado. —Esa es la Elizabeth que necesitamos —asintió la de cabello oscuro con un poco de orgullo en su voz. Realmente, era un personaje particular con quien me entendía a la perfección. Estuvimos en la biblioteca la mayor parte de la mañana intentando centrarnos en un trabajo investigativo sobre la repercusión de la Guerra de Secesión y su influencia en el norte. Por suerte para mí, contaba con la mejor historiadora como pareja ya que Anna, en su tiempo libre se dedicaba a estudiar, y según me dijo en una ocasión, había pasado el instituto seis veces y la universidad, diez. El problema era que yo no estaba para nada interesada en la Guerra de Secesión; yo quería saber todo lo que pudiera acerca de los vampiros. —¿Tienen alguna idea de quién pudo haber creado a estos neófitos? Dijeron que fue un “antiguo”, pero no tengo idea a lo que eso se refiera —pregunté mientras revisaba un viejo tomo de historia, completamente descoordinada de mi tarea. —Los antiguos son vampiros de más de 200 años —aclaró—. Incluso 150 años es demasiado tiempo de vida para un vampiro. —No entiendo. Lach dijo que él y Helena habían pasado miles de años buscándome por alguna razón… —recordé, pero ella rápidamente respondió la pregunta que no me dio tiempo a formular. —Lach y Helena no son como nosotros. —¿Una sirena y una bruja? Ella sonrió y arqueó una ceja. Se acercó para intentar decirme algo, pero se retractó de sus palabras sin siquiera pronunciarlas. —Los profundos tienen una vida ilimitada y las brujas son las encargadas de hacer los sacrificios necesarios para saciar el poder de sus dioses; son sus sacerdotisas. Son inmortales y se mantienen de esa forma porque fueron los primeros creados por la diosa. Además, a diferencia de nosotros, ellos nunca fueron humanos. No conocen los mismos sentimientos que nosotros, ni tienen las mismas necesidades. —dijo. Aquellos dos chicos con frecuencia se referían a esa deidad que los había hecho y yo aún desconocía—. Los vampiros y cambiaformas son resultado de una maldición que una suprema lanzó contra una familia mortal. Como consecuencia, no somos tan longevos. —Entonces —presumí— ¿ustedes no son inmortales? —Sam no lo es. Él envejece como una persona normal. O sea, tiene solo 19 años aunque se comporte con mucha más madurez que el propio Lachlan —sonrió—. Y Jensen y yo no somos inmortales. Siempre que consumamos sangre, nuestra vida se extiende, pero no hay ningún vampiro que haya vivido más de 500 años. Los humanos son seres bio-psico-sociales, y los vampiros somos solitarios. Es un cambio tan brusco de realidad que ninguno puede soportar más de medio siglo de vida. Generalmente se dejan matar por otras criaturas o mueren ellos mismos. —Por eso comienzan siendo nidos… —Exactamente —asintió—. Al principio de la conversión, nuestra humanidad todavía persiste y el sentimiento de una comunidad es todo lo que tenemos en nuestra mente porque, como humanos, vivimos así. En algunas escasas circunstancias, los nuevos se quedan cerca de su creador como si fuera su figura paterna, pero la regularidad es que se separen en cuestión de meses. Era un sistema bastante complejo. Realmente tenía mucha lógica y se distanciaba en algunos puntos de todo lo que había escrito acerca de esos seres sobrenaturales. Todo me llamaba demasiado la atención y sentía que de alguna forma, tenía que estar alerta a todas las reglas de su naturaleza para no pasar ninguna por alto. —¿Y una alianza entre todos ustedes, criaturas sobrenaturales, es tan inusual entonces? —presioné. —Es impensable, Lizzy —dijo Anna volteando sus ojos en blanco—. Nos hemos odiado y cazado entre nuestras especies por siglos. Una mordida de Sam puede matarnos a Jensen o a mí. Lachlan fácilmente puede alimentarse de cualquiera de nosotros y logrará conseguir más fuerza. De hecho, su clan solía alimentarse solo de criaturas de la noche, y Helena… ella es un caso aparte. —¿Por qué? Anna podía ofrecerme mucha información de los de su especie, y poco a poco me iba empapando de las habilidades y capacidades de los otros, pero había una gran laguna en lo que respectaba a Helena y el resto de las brujas. —Porque yo no soy como Sabrina Spellman y no vas a poder anotar todos mis truquitos en un papel —dijo la pelirroja sentándose a mi lado con un libro en sus manos. ¿Cómo había aparecido en aquel lugar, o cómo nos había escuchado hablar? Todo era una tremenda interrogante cuando se trataba de ella. —Hablando del diablo —sonrió Anna. —Estaba sola y sin ningún entretenimiento —dijo Helena levantando sus hombros y colocando sus pies sobre la mesa—. Sabes que detesto estar aburrida. —¿Ya te cansaste de usar mi cara? —solté de inmediato y el semblante de la chica pasó de confundido a totalmente consciente del suceso al que me refería. —Así que funcionó —sonrió y tomó el libro en sus manos para comenzar a hojearlo. Bien se veía que estaba poco interesada en la lectura—. Sabía que Sammy iba a caer. —Déjenme fuera de lo que hacen por las noches —arremetí bruscamente y era como si todo el evento se repitiera en mi cabeza. —¿Qué puedo decir? No hay muchas nuevas experiencias luego de cinco o seis milenios en este letárgico mundo de humanos. —¿Y entonces por qué no haces lo mismo que los vampiros y vas y te matas o te desapareces? —lancé con todo mi sarcasmo y el ácido en las palabras que me caracterizaba. Helena era algo que se salía de mi completo entendimiento, de ello no había la menor duda. Lejos de picarse por mi osado comentario, solo rió estrepitosamente llevándose un regaño de la bibliotecaria. —Se suponía que tenías que quedarte protegiendo la casa —le habló Anna. —Está protegida —habló la pelirroja—. Ningún sobrenatural puede entrar ahí y lo sabes. No es necesaria mi presencia en la mansión. —Es que como te haces vieja, presiento que dentro de poco estarás senil —bromeó la Amell haciendo que Helena frunciera su semblante. Al parecer tenía cierto recelo con su edad. —Me voy —dijo súbitamente—. Esto aquí está igual de aburrido y no estoy para lidiar con frígidas tan temprano en la mañana. —Es mediodía —aclaré de inmediato llevándome una fría mirada por parte de ella. —Siempre fuiste la menor de nosotras y, realmente, te perdonaba todo —dijo mirándome a los ojos. Sus palabras eran un acertijo para mí, pero parecían cargadas de una verdad que se escapaba de mi entendimiento—. Pero las circunstancias han cambiado, Elizabeth —mi nombre se escuchó raro en su boca. —Creo que es suficiente —objetó Anna impidiendo que la pelirroja continuara hablando muy a su pesar. Definitivamente, aquella era una alianza bastante hostil entre todos ellos y por algún motivo, las lealtades siempre estaban prendiendo de un hilo. Helena se fue justo a tiempo para marcharnos y disfrutar un pequeño almuerzo. A muchas otras parejas les había tocado temas igualmente difíciles así que también recurrieron a buscar información en la base de datos. Para nuestra sorpresa, durante un tiempo libre que dedicamos para almorzar en el Valley Pub, descubrimos que Katherine se encontraba allí ayudando a su nuevo novio, Mason, a terminar ese mismo trabajo. —Ayer me dijeron que te saltaste la mascarada porque no estabas bien de salud. ¿Es la herida del ataque? —me preguntó Kat. Para mi sorpresa se escuchaba sin una gota de su natural tendencia de cotilla. Se escuchaba más bien apagada. —Sí… —asintió Anna un poco nerviosa. —Era un simple virus —intenté despreocuparla—. Aún no logro acostumbrarme a este clima. —Sé lo que se siente. Mason también es nuevo en la ciudad —comentó Katherine sonriente, pero igualmente nerviosa—. Tengo que regresar. Él debe estar esperándome —dijo. Me entregó un pequeño papel doblado y luego se fue rápidamente. Aquel papel me sorprendió un poco, lo miré detenidamente y vi en una esquina unas gotas de sangre. En mi mente la paranoia me dejó sin respiración en ese instante. Lo abrí alterada y descubrí el texto escrito con un labial rojo. Ayúdame, decía. Katherine acababa de salir del baño cuando nos encontramos. A Anna se le ocurrió entonces que tal vez en el baño encontráramos alguna pista del problema que tenía, pero antes de esto me pidió que no articulara palabra alguna. Ese tema olía a vampiros y efectivamente, tal y como sospechamos, en uno de los cestos de basura encontramos un apósito manchado de sangre que de seguro le pertenecía a Kat. Ahora recordaba que antes de entrar al baño llevaba una bufanda y posteriormente salió con el cabello cubriendo el lado derecho de su cuello. La posibilidad de que aquel chico fuera uno de los neófitos se hacía cada vez más evidente. —¿Es posible…? —intenté hablar, pero me acordé de lo que Anna me había dicho con anterioridad. Los vampiros podían escuchar conversaciones a varios metros de distancia. Si Mason tan solo sospechaba que Kat había pedido ayuda, de seguro le haría daño. No dije nada más, sino que salimos del Pub de camino a casa de los Amell. —No hay duda. Es Mason —me dijo Anna—. Desde su primer día en la escuela pidió un horario en la sección inversa a la mía buscando evitarme. Sabía que podía descubrirlo —¿Cómo es que estás tan segura de ello? —pregunté tratando de buscar una forma para salvar a Katherine de ese problema. —El mismo olor que sentí en tu casa estaba por toda la ropa de Katherine. Sin duda él era el que estaba espiándote anoche —dijo Anna. En ese mismo instante Jensen llegó apresurado y un poco nervioso para decirnos que había encontrado información sobre el nuevo vampiro. Al parecer había encontrado unas fotos de Mason con Alexandra en agosto de ese mismo año. —Sin duda es un neófito —dijo mirando las fotos luego de que Anna y yo le contamos lo que acabábamos de descubrir unos minutos atrás. Ahora todo lo que la joven había dicho en el Valley Pub cobraba un poco más de sentido. De seguro que no podía hablar porque sabía que él la estaba vigilando; lo que no acababa de entender era cómo ella seguía con vida si él era tan peligroso como decían Anna y Jensen. —Tenemos que hacer algo. Hay que encontrar una forma para liberar a Kat de ese maniático —dije mientras ideaba en mi cabeza alguna solución. —Tú no vas a hacer absolutamente nada —me dijo Jensen con un tono autoritario que me molestó bastante y luego se encerró en su despacho con Anna para allí poder hablar sin que yo me inmiscuyera en las cosas. Su sobreprotección me estaba subestimando y eso me ponía histérica. Traté varias veces de escuchar lo que aquellos dos estaban tramando, pero un mensaje de texto de Erick me hizo desconcentrarme por completo y no pude terminar de escuchar la conversación. Me decía que estaba de camino a la casa; había ido a Bismarck a concretar los asuntos referentes a una beca que le había concedido la universidad. Jensen llamó a Sam diciéndole que fuera para la mansión tan rápido como pudiera. Me molestaba aún más el hecho de que a él sí lo dejara participar en toda la conspiración y que yo estuviera ausente de toda la realidad por estar “segura” en mi casa. Sam se apareció en unos pocos minutos junto a Helena y Lachlan. Al verlo me desesperé. —¿Dejaste a mi hermano solo? —pregunté tan pronto vi entrar al moreno por la puerta. —El resto de tu familia también lo está —recordó él levantando las cejas—. Pero no te preocupes. Está fuera de la ciudad y se fue por su cuenta. Dudo que cualquier vampiro quiera ir a por él teniéndote a ti aquí —aclaró. Sus palabras no me convencieron del todo, pero no podía hacer otra cosa que esperar. Después de todo, quien estaba en peligro era Kat, no Erick. —Prometo que te avisaré de todo lo que suceda —me dijo Lachlan, quien fue el encargado de llevarme a casa con el fin de quitar el caño fruncido que mi rostro tenía—. Sabes bien que es por tu propio bien. Nada de lo que él pudiera decirme me aportaba nada de tranquilidad, como tampoco lo hacía el hecho de que no había nadie en la casa y Lachlan estaba sentado en el sofá de mi sala. —Necesito descansar —le dije—. Tengo una terrible migraña al parecer –me excusé y el chico asintió. —Estaré afuera si quieres dormir algo —sonrió—. Pero el mejor tratamiento para el dolor de cabeza es un poco más entretenido —bromeó y se fue tan pronto me vio volteando los ojos en blanco. Él tenía la habilidad de disociarme de todo, pero aún así no era suficiente. Lachlan era muchas cosas, pero nunca suficiente. El mensaje de texto vibrando en el teléfono sobre la mesa de noche, me despertó de mi tan necesitada siesta. Provenía del número de mi hermano, pero tan pronto lo leí supe que no se trataba de él. Kilómetro 23 a Bismark. Ven sola o serás hija única. Definitivamente era Mason quien lo firmaba y me decía que se encontraría conmigo en kilómetro 23 de la carretera de camino a Bismarck y sola; ese había sido el camino en el cual me había atacado Sam hacía cuestión de un poco más de un mes y medio. Tragué en seco e intenté llamar a Lachlan o a Jensen para avisarle del inminente peligro en el que se encontraba mi hermano, pero me detuve tan pronto como comprendí que me iban a hacer a un lado. Debía entender que para ellos, yo era relevante, pero Erick no estaba en su lista de prioridades.
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