Capítulo 22: Cambiaformas

2244 Words
—Necesito ir a casa con Erick —exigí súbitamente haciendo que Sam volteara los ojos en blanco y traqueara su cuello en un gesto que solo podía ser descrito como muy suyo—. Disculpa, pero no planeo quedarme aquí ni otro segundo. Jensen intentó llevarme la contraria de la forma más delicada posible, como siempre lo hacía, pero Sam se adelantó a reprocharme antes de que el rubio tuviera una oportunidad siquiera. Adentrándose en la habitación de Lachlan con una palpable ira y permitiendo que contemplara toda la sangre en sus manos, el de los cabellos negros caminó frente a mí y trató de imponerse con su colosal estatura. —¿No escuchaste lo que dijo Jensen? —preguntó arqueando las cejas y arrugando su frente, unas gotas de sangre caían de su cabello sobre sus mejillas pálidas. Sus ojos centelleaban en esmeralda, y de alguna extraña forma, el chico que tenía frente a mí no se parecía en nada al que había conocido en la biblioteca en mi primer día de escuela. Tal parecía que su acto se hubiera disipado tan pronto como yo había descubierto el mundo de criaturas sobrenaturales que se extendían debajo de mis pies. —¿Así que esto es lo que realmente eres, Sammuel Fennigan? —presioné, y por la negativa en el rostro de Jensen, no era el mejor momento para comenzar una disputa con el pelinegro. Sin embargo, yo estaba igual de irritada que él y tampoco era aconsejable cruzarse en mi camino aquella noche. —¿Perdona? —preguntó Sam ladeando su cabeza como para darme una segunda oportunidad y replantearme mis palabras. —El acto de chico tímido que quería colarse en mi mundo —continué sin ningún tacto mientras sus ojos brillaban en verde y se cruzaba de brazos—. ¿Qué querías lograr con ello? Querías hacerte el inocente para que después te perdonará por el ataque del bosque, ¿no es cierto? No confío en ti, Sammuel —me apresuré a confesar mientras el brillo de la luna llena se reflejaba en su profundo mirar. Había un furor en sus orbes que me incitaba a lanzarme a cualquier abismo al que ellos me pudieran acercar. Había un peligro real en él y eso lo hacía diferente a Lachlan en muchos sentidos. El escozor en la cicatriz de mi hombro y espalda me suplicaba ir con paso ligero alrededor de Sam, pero el fuego quemando en mi interior me urgía a dejarlo salir todo contra él. —¿Qué no confías en mí? —repitió—.Tengo sobre mis manos sangre de tres vampiros que maté por ti y tú dices que no confías en mí. La irritabilidad en sus palabras y el gesto de pasarse la lengua por lo labios después de haberlas pronunciado me impulsaban a querer despedazarlo en el lugar, como si por alguna cósmica razón, yo contara con la fuerza necesaria para hacerlo sin el mayor esfuerzo. —Esta herida lo deja ver bastante claro. ¡Tú fuiste la criatura del bosque que pudo haberme matado de no haber sido por Jensen! ¿Y quieres que así confíe en ti? Mata a uno o a mío vampiros en mi nombre y no te creeré nada, porque para mí no eres más que un actor jugando un papel... un mentiroso... El rostro de Sam se ensombreció y hasta Lachlan, quien no hacía otra cosa que observar en silencio toda la discusión, intentó interrumpir mis reclamos. —Elizabeth, vámonos —intervino Jensen con su tono más paternal, pero le fue imposible disuadirme de mi propósito—. Lach y yo te llevaremos a tu casa y aclararemos todo lo demás con más tranquilidad en la mañana. —¡No quiero hablar de nada Jensen! —exclamé enseguida—–. Tu charla dulce no va a lograr hacerme desistir —mi discurso picaba en él como si tuviera el poder de herirlo deliberadamente—. No eres mi padre y ninguno de ustedes es nada para mí, más que un inminente peligro. Toda mi furia interna estaba siendo canalizada hacia una sola persona y cada uno de los que estaba en la habitación sabía a quién me refería. Lachlan solo se limitó a observar la escena de mis reclamos sin mover un solo músculo, pues temía que de alguna forma u otra fuera a caer víctima de ellos también. —No puedo confiar en los que me esconden realidades que me atañen a mí y a mí familia se ríen en mi propia cara mientras me utilizan y me lastiman deliberadamente —sentencié encarando a Sam y él respondió a mi acusación solo cruzando sus brazos sobre su pecho y doblando el ancho de su espalda. —¿En serio quieres hacer esto en este momento? —preguntó el trigueño curveando sus perfiladas cejas. —¿En serio van a hacer esto en mi habitación? —repuso Lachlan con su natural vis cómica haciendo su entrada en el peor momento posible, por lo que Jensen entró y sacó al chico prácticamente de las orejas. Ninguno de los dos bajamos nuestras miradas, sino que mantuvimos la vista fija el uno en el otro hasta que estuvimos completamente solos. Parecía que teníamos una guerra donde nos era imposible parpadear siquiera. —¿Cuándo vas a aceptar lo que me hiciste? —le forcé a admitir su culpa y ante mi escudriño, Sam retrocedió y separó su ojos de mí—. El acto de chico tímido se cayó hace ya demasiado tiempo. —Así que piensas que todo fue un acto —habló recogiendo su cabello en un moño descuidado con algo de roña—. No sabes nada, Elizabeth. No tienes ni idea de lo que soy o de lo que puedo llegar a hacer. —¡No tengo ni idea porque tú me empujas hacia afuera cada vez que intento acercarme! —¡No soy Lachlan, de acuerdo! —levantó su voz y gesticuló con sus manos a ambos lados de mi rostro. Aquel chico era tan alto que para hablarme tenía que curvear su espalda y yo rondaba el metro setenta—. ¡No hay nada rescatable en mi persona para y no voy a meterme debajo de tu piel ni voy a desvelarte todos mis secretos solo por gravitar en tu órbita! —No te estoy pidiendo que lo hagas —hablé y la sinceridad en su voz se mezclaba con algo de peso y dolor en su oratoria. —¡Sí! ¡Sí lo haces! Crees que puedes leerme como un libro o encasillarme en una etiqueta. Elizabeth, ni siquiera puedo controlarme yo mismo y necesito ayuda constantemente —decía mientras yo notaba su camisa rasgada por unas garras en su pecho—. ¿Quieres saber por qué estoy con Helena? Porque ella puede tranquilizar mi mente con sus hechizos. ¿Quieres saber por qué estaba en la biblioteca aquel día? ¿Por qué te seguí en el bosque cuando viajabas en el autobús? Yo sabía quién eras y necesitaba conocerte. —¿Por qué? Mi constantes presiones lo hacían sentir incomodo y parecía que el peso de ellas recaían en sus hombros decididas a aplastarlo. Él se retraía y atacaba justo como yo lo hacía y se sentía como si los dos estuviéramos construyendo una pared para protegernos del otro. —Necesitaba saber qué tipo de persona eras —confesó algo vencido—. No estaba dispuesto a hacer lo que Lachlan hizo. No te iba a seducir, solo quería conocerte y tomar la decisión por mí mismo de separarme de esta locura o de continuar con ella. Ellos quieren protegerte de una realidad inminente y me necesitan a mí para eso, pero yo quería saber si debía dejarte a la merced de tu destino o debía intervenir. Jensen me permitió llegar a ti primero y te estuve observando desde aquel día en la biblioteca. Si las palabras hubieran llegado a matar, yo seguro hubiera muerto allí mismo por su honestidad, por su crudeza. Sammuel me odiaba y el odio se reflejaba en todo su mirar como en el más claro de los espejos —Creo que ya conozco tu decisión —hablé pasando la mano por mi cicatriz. Después del ataque en el bosque, Sam se había alejado de mí como si yo fuera completamente tóxica para él. Nuestra relación, completamente basada en una mentira, se había esfumado tan rápido como se había creado. —No asumas cosas que no son —ladeó su cabeza y suavizó su mirar—. Sigo aquí, ¿no es cierto? Quizás ni siquiera estaba allí por las razones correctas. Vergüenza, lástima, incluso condescendencia era todo lo que él podía sentir hacia mí. Nada más. —Entonces tu familia en el cementerio fue una mentira también. —Creo que esa fue la única verdad entre nosotros —aceptó aún con su rostro fruncido. —¿Cuál era el punto de todo, Sam? —pregunté, pues era inentendible para mí su errático actuar—. Si todo lo que necesitabas de mí era tenerme cerca, ¿por qué me atacaste en el bosque? Ni siquiera tienes el valor para decirme que efectivamente fuiste tú quien me hizo esto. —No quise hacerlo. Nunca fue mi intención… —¡Eso es todo lo que dices! —volví a atacar—. De la forma en la que yo lo veo no tienes intenciones de nada pero estuviste a punto de matarme. —¡Es una jodida maldición, Elizabeth! —se defendió en un grito pero con una expresión vencida en su rostro—. ¡No puedo controlarme a mí mismo como lo hace Jensen o Lachlan! Se va de mis manos y lo único que veo frente a mis ojos es una puta nube roja de ira y una furia insaciable. Es una sed de sangre que me supera —confesó volteándose de espaldas y escondiendo su cara de mí. En un tono mucho más suave y condescendiente, justo como cuando lo había conocido, Sam continuó—. Él te vio primero que yo... Ese asesino aquella noche en el valle y supe lo que quería hacer desde el momento en punto que olí su sangre —recordó. Cuando el alguacil fue a interrogarme acerca del ataque había mencionado algo acerca de un cadáver a unos pocos metros de donde Jensen me había encontrado. La respuesta siempre había sido que el animal fue primero a por ese hombre y luego se desvió hacia mí, y al parecer la realidad no estaba muy lejos de eso. —Yo no quería hacerte daño, Lizzy —era la primera vez que Sam me llamaba de aquella forma y mi nombre en sus labios me dolía hasta el alma—. Yo lo maté porque él quería hacer lo mismo contigo —ratificó dándome la cara y la inexpresividad total se posó sobre él escondiendo todo ápice de remordimiento—. Y luego te ataqué porque no pude controlarme. Pude haberte matado en ese bosque de no haber sido por Jensen. Tal confesión de su propia boca era mucho más de lo que yo podía soportar y en parte, él sabía que con aquellas palabras estaba deshaciendo cada adarme de confianza o complicidad que existió alguna vez entre nosotros dos. —No quiero volverte a ver cerca de mí o de mi familia en lo que me resta de vida —afirmé con completa claridad mientras la rabia brotaba de cada uno de mis poros. —Pues lo siento mucho —dijo volviendo a armarse de orgullo y apuntó a mi cicatriz—. Esa herida te vincula conmigo y desgraciadamente para ambos, vamos a tener que soportarlo ambos por lo que te reste de vida. Sam tampoco estaba muy feliz al respecto, pero aparentemente no había mucho que ninguno de los dos pudiéramos hacer más que ignorarnos por tanto tiempo como fuera posible. —Mantente fuera de mi camino… —Vas a estar en mi cabeza y yo en la tuya. Creo que eso no va a ser una opción —refutó antes de que yo dejara la habitación con el disgusto escrito en toda mi cara—. Especialmente en las noches de luna llena, como hoy, así que aprende a lidiar con eso. —Trata de entrar en mi cabeza y te juro que voy a ir en tu contra. Él sonrió ante mi amenaza con una mirada provocadora que nunca le había visto antes. Definitivamente, no había mucho del Sam que yo conocí a los pocos días de llegar a Valley City en aquel chico que ahora se mostraba frente a mí. Sammuel había mostrado sus verdaderos colores y era mucho más complicado que el propio Lachlan. De hecho, Lach y él eran absolutamente lo contrario: el primero era brusco, pero honesto y hasta cierto punto real conmigo y Sam era oscuro, enigmático y sin lugar a dudas, una muy atractiva mala noticia para mí. —Vete a la mierda —me despedí de él en un insulto dejando la habitación. —Buenas noches para ti también, Elizabeth Shendfield —respondió cuando pasé por su lado en un intento de bloquearme el paso con su cuerpo. En su rostro, una juguetona mirada se divisaba mientras, en sus labios, una sonrisa me instaban a besarlos o morderlos... quizás, a hacer las dos cosas a la vez.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD