Capítulo 21: Epifanía

1745 Words
Pasé las manos por mi rostro y me obligué a respirar profundo. Ya no sabía qué hacer para mantener la compostura y no terminar montando una escena. —Quieres que me relaje, ¿no es cierto? —inquirí un poco desesperada mientras caminaba por la habitación con las manos en la cintura e intentaba soltar todo lo que tenía reprimido dentro de mí—. ¡No sé qué demonio eres tú… o lo que soy yo, en cualquier caso! ¡Y estoy al borde de un colapso mental...! ¡Pero tú crees que un té puede calmarme! ¿Acaso me voy a convertir en ese monstruo del bosque en la próxima luna llena? ¿Voy a ser igual que él, Lachlan? —recriminé y golpeando su pecho cuando se acercó a mí, tumbé la taza de sus manos y se hizo añicos en el suelo—. ¿O voy a ser igual que tú? ¡Porque no tengo ni puta idea de lo que está sucediendo o de lo que ustedes quieren de mí! Mis emociones me abrumaban de tal manera que no era capaz de controlar mis palabras, incluso si sabía que estaba despotricando contra la persona incorrecta. De alguna forma Lachlan también lo sabía, por lo que tomó todos mis golpes y cuando no tuve fuerza para continuar, apoyó mi cabeza contra su pecho y me permitió llorar en él. —¿Recuerdas lo que te dije el primer día que nos conocimos? —me preguntó. Yo asentí bebiéndome las lágrimas—. Fuimos Helena y yo los que te hicimos eso en tu bañera. No fue una imaginación tuya, Lizzy. Yo lo hice —se sinceró haciendo que me alejara de él. Me limpié el rostro y mi sola expresión pedía las respuestas que él no tardó en darme. —¿Qué hicieron? —inquirí. Lachlan asintió y respiró profundo antes de comenzar su explicación que vino acompañada de él deshaciéndose de sus prendas. —Hay mucho más que vampiros en este mundo —me dijo tirando su pullover sobre el suelo y luciendo los sus tatuajes que se extendían por su torso completo–. Helena, Sam y yo somos algunas de esas otras criaturas creadas por dioses que tú desconoces para aumentar su poder. —Criaturas de la noche. —No todas son terribles —aclaró—, pero todas las creadas por dos de las tres lunas, son seres que únicamente se alimentan de humanos. Sus pantalones se deslizaron por sus piernas y no tenía ni idea de lo qué se proponía, pero cuando se dio la media vuelta y caminó hacia la bañera, en donde el agua se tornaba negra, supuse que nada bueno podía suceder. —No te acerques —me advirtió mirándome por encima del hombro y, de espaldas a mí, se quitó el bóxer. Aparté los ojos tan rápido como pude, pero no pude evitar sonrojarme ante su descarada desnudez—. Y no corras… El agua negra lo consumió. ¿Qué tan profundo podía ser aquel pequeño jacuzzi? El chico desapareció por completo y, muy a pesar de sus advertencias, di unos tímidos pasos hacia la alberca. Algo se movió debajo de la superficie, pero era imposible ver mucho más allá. Las manos de Lachlan salieron de la bañera y se apoyaron en su borde haciendo que me sobresaltara al instante. Apoyándose en ellas, el resto de su torso salió a flote haciendo que un grito ahogado se escapara de mi boca. Sus ojos brillaban en un jade intenso y en su boca, unos prominentes colmillos se alcanzaban a ver debajo de sus voluptuosos labios rojos. La piel estaba cubierta por escamas tornasoles y debajo de sus abdominales, una cola de pez con patrones que se asemejaban a la de un tiburón tigre, se movía debajo del agua. La cola se hundía en la oscuridad y, si era como la de aquella mujer que vi en mi extraña visión, no dudaba que fuera de un metro y medio, lo que era difícil de aceptar. Para que yo pudiera observar toda la realidad de su figura entera, el chico levantó su cola por encima de su cabeza y fue entonces que vi la majestuosidad de lo que era realmente. —Una sirena —habló Lachlan sonriente y mostrando todos sus dientes mientras agitaba el aguijón de su cola en el aire—. O eso dicen por ahí. A mí personalmente me gusta mucho más el término de “profundos”. No me causa mucha gracia que me tomen por un frígido pez, cuando soy mucho más peligroso que cualquier criatura terrestre —sentenció con su ácido humor intacto. —¿Cómo puedes estar dentro de una piscina tan superficial y ser así? —pregunté, pues cuando pasé mis ojos por su habitación, aquel jacuzzi no parecía tener mucho más que medio metro de profundidad. —Es la forma, Lizzy —explicó regresando su cuerpo al agua—. Cuando adopto mi cola, cualquier estanque se convierte en una extensión de mi mar —me dijo moviendo su brazos en el agua para mantenerse a flote—. Pero no te acerques mucho. Cada vez que sea un como uno de las profundidades, mi madre puede acceder a ti. Es como una puerta. Se abre en los dos sentidos —explicó. Estaba aún sin palabras. Totalmente fuera de mí misma. Como si estuviera dentro de una epifanía o un sueño demasiado bizarro como para ser recordado a la mañana siguiente. —¿Tu madre es la sirena que vi en mi bañera? Helena y tú permitieron que ella me mordiera —recordé, y la irritabilidad regresaba a mi tono de voz mientras me acercaba a la piscina a encarar al chico que esperaba apoyado en el borde y sacaba su pecho sobre la alberca. —Necesitábamos saber si eras la correcta. Hemos cometido muchos errores en los últimos tres mil años. ¿Tres mil años? ¿Qué diablos…? Retrocedí y me senté sobre su cama. Volvía a estar aturdida, por lo que exhalé con cierto pesar. Al parecer tenía muchas más interrogantes revoloteando en mi cabeza de las que cualquier persona podía responder. —Ella me mordió solo para que ustedes pudieran comprobar una teoría —repetí—. ¿Y si no hubiera sido yo a quién buscabas? ¿Qué hubiera sido de mí? —pregunté, y por la expresión del moreno que desvió la mirada y se pasó la lengua por los labios, supe que un destino bastante sangriento me hubiera esperado. —Pero Nemea no pudo probar tu sangre —me dijo en un intento de reparar el daño que cometió al contarme la verdad—. Nadie puede hacerlo, y eso te convierte en la que estábamos buscando. —Ustedes me necesitan para algo —asimilé conmocionada—. A mí y a mi hermano. —Te lo dije aquella noche en el bar, Lizzy —recordó—. Todos quieren algo de ti. —Incluso tú —recriminé y el sonrió al sentir la decepción en mis palabras. Aquel brillo en sus ojos me hacía enfurecer más cada vez que ellos centelleaban entretenidos por mi indignación. Él estaba disfrutando cada instante de mi desesperación. —Yo quiero muchas cosas de ti —dijo regresando a su tono meloso—. Pero al menos yo te ofrezco algo a cambio —sonrió. —No me hace ni puta gracia, Lachlan —le reñí. El agua del estanque retomó su color y la piel morena del chico regresó a ser humana. Las escamas se hundieron en sus poros y los colmillos se retiraron en sus encías. Se puso de pie en medio del jacuzzi dejando que las gotas de agua destilaran sobre su cuerpo y se quedó así para que yo apreciara su completa desnudez. Lachlan podía mantener su forma humana dentro del agua, y si me había mostrado lo que era realmente, había sido solo para ser honesto conmigo. —No estoy bromeando con respecto a ofrecerte algo —guiñó un ojo—. ¿Me alcanzas una toalla con la que cubrirme o me prefieres así el resto de la noche? —insinuó. —Sal y búscala tú mismo —respondí cruzada de brazos intentando no dejar de lado mi tono fastidioso muy a pesar de las obvias incitaciones de Lachlan. Él asintió ante mi negativa y salió de la alberca. Recogió el bóxer sobre el suelo y se lo puso sin mayor premura e incapaz de separar sus ojos de mí. —No lo entiendes ahora, Elizabeth, pero lo harás —me dijo—. Todos nosotros intentamos protegerte del resto del mundo. Ya caíste una vez y esta vida es todo lo que tienes ahora. —¿Qué se supone que significa eso, Lachlan? Para mí es solo más palabrería barata que no puedo comprender porque todo lo que sale de tu boca son sinsentidos y jerigonzas —recriminé hastiada del secretismo con el que me trataban todos en aquel lugar. Él caminó hacia mí y se arrodilló frente a mis piernas. —¿Confías en mí? —preguntó. —No. —Entonces confía en esto —me dijo tomando una de mis manos y poniéndola sobre su pecho me dejó sentir el sereno y estable latido de su corazón—. Estamos hechos de lo mismo. Tú, yo y todos los demás. Somos carne, hueso y sangre —apretaba su mano contra la mía para que pudiera sentirlo por completo—. Y por este corazón te juro que soy honesto cuando digo que no permitiré que nadie te haga daño, Lizzy. —Pero ya lo hiciste —sentencié—. Dos veces… Jensen apareció en la puerta de la habitación de Lachlan justo para ver el rostro vencido del chico por mis palabras. Sam observaba todo por encima del hombro del rubio y parecía fatigado por alguna razón, puesto que su pecho subía y bajaba en cortas respiraciones. Su camisa negra estaba un tanto desgarrada en el borde interior y había sangre goteando detrás de su oreja. —¿Qué sucede, Jen? —preguntó Lachlan de inmediato al ver la preocupación en el rostro de Jensen. —Hay vampiros nuevos en la ciudad —respondió el hombre y mis ojos fueron directo a las manos ensangrentadas de Sam, haciendo que un escalofrío me helara las entrañas—. Un nido entero de neófitos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD