GENEVIEVE Me estremecí al instante cuando sentí que la sustancia fría me tocaba los hombros. —Relájate, gatita. Deja que te lo aplique en la piel. —Pero hace mucho frío, papi—, gemí, sintiendo cómo me subían escalofríos por los brazos. —Lo sé, cariño, pero cuando te haya frotado esto, te daré un capricho. ¿Qué te parece? Volví a morderme el labio: —¿Qué clase de regalo? Se rió mientras me masajeaba la piel con el gel: —Algo que tú quieras... —Tú—, pregunté inocentemente. —No en casa de tus padres, gatita—, dijo con severidad. Resoplé y puse mala cara. Yo tampoco quería que nos vieran, pero tengo 22 años, soy adulta, y mi madre ya cree que me lo estoy “tirando”, así que ¿cuál era su verdadero problema? —¿Me tienes lástima, Preston?— Sentí sus manos frotando más gel en mi espalda