GENEVIEVE
—Mañana iremos de compras, solos tú y yo, ¿vale?—, me preguntó mi madre mientras lavábamos los platos juntos.
—Me parece genial, mamá. Entonces, ¿te gusta?— Me mordí el labio esperando su respuesta.
—No parece una relación del tipo “yo consigo lo que quiero, él consigue lo que quiere” como tú la pintaste. Parece que le gustas de verdad, lo veo cada vez que te mira.
Recordé la llamada telefónica que le había hecho a principios de semana. El hombre que hablaba de traer entonces era completamente diferente del que realmente me acompañaba y odiaba mentirle a mi madre sobre algo tan importante como eso, pero tal vez se lo diría mañana.
—Este me gusta, mamá—, y no era mentira.
—Ya lo veo, calabacita. Pero ten cuidado, sobre todo si es tu jefe.
Mi corazón se apretó por un momento
