DOMINIC Volví a pasarle el pulgar por la mejilla mientras la veía respirar entrecortadamente. Vi que sus pezones chocaban contra el vestido y supuse que era otra buena señal. Al cabo de un momento seguía sin decir nada y admití que me preocupaba que todo lo que había oído hubiera sido demasiado para ella. —Genevieve, por favor, di algo, princesa—, le supliqué en voz baja. Ella cerró los ojos un momento y, cuando los volvió a abrir, vi cómo sus pupilas se contraían y se dilataban antes de estremecerse ligeramente: —Sí—, susurró, —quiero esto. Lo quiero todo. Sentí que el alivio me inundaba. Quería que ella quisiera lo que yo quería y estaba agradecido de que lo hiciera, pero me serené antes de dejar que mis emociones se desbocaran. Aún tenía que explicarle las reglas. Enderecé la esp