GENEVIEVE —Déjame salir contigo esta noche—, me pidió mientras apoyaba una cadera en mi escritorio. Me recosté en la silla y crucé los brazos sobre el pecho con una sonrisa: —¿A ese sitio al que fuimos en nuestra primera cita? Sonrió satisfecho y supe que estaba pensando en aquella noche: —¿Siempre folláis en la primera cita? Me sonrojé y puse los ojos en blanco: —Yo era virgen, así que eso es imposible. La sonrisa burlona seguía presente: —Sí, eras un poco virgen para papá, ¿no? —Dios mío, Dominic. ¿Muy engreído? Me alegraba que no me hubiera hecho sentir rara por decirle que lo amaba. Me alegraba que todo siguiera igual entre nosotros. Seguíamos coqueteando como no debíamos y yo seguía excitándome con sus palabras. Me alegraba que la excitación no terminara solo porque lo hic