Después de aquel beso, las cosas parecían jugar a favor de Aster.
— ¡Ya vete a callar! —Se burló Darío, uno de sus mejores amigos. Se encontraban todos en la costa tomando y conversando tranquilamente, por supuesto, todos menos Aster, quien repudiaba al alcohol pese a las constantes insistencias de sus amigos porque bebiera con ellos. — ¡No te creo nada! —Agregó, todos continuaron riendo.
—Pues la traeré para que la conozcan. —Murmuró mirando su botella de agua, era una de aquellas tardes calurosas en las que el sudor se le pegaba a la frente de cada uno de ellos. —Y entonces seré yo el que te mande a callar, imbécil. —Agregó bebiendo de su botella de agua.
— ¡Siempre supe que estabas destinado para la grandeza! —Se burló Josué mientras abrazaba por el hombro a Aster. —Primero pensé que
