"Capítulo 3: Te voy a merecer, Inda Flores"

3978 Words
—Me están sudando las putas manos. —Suspiró Aster con los ojos cerrados. — ¿Qué hago para tranquilizarme? —Cuestionó entonces enfocando sus ojos azules en los de Don Mario, que se encontraba lavando fruta. Habían pasado la tarde organizando lo correspondiente al trabajo del día siguiente en la pequeña propiedad del hombre de mediana edad. —Pues nada, esto es tu culpa. —Se encogió en hombros irremediablemente. —Tú quisiste invitarla a salir, ahora atente a las consecuencias. Irás perfumado, a tiempo y la tratarás como una princesita. —Agregó. —Porque básicamente es una ¿No es cierto? Después de todo se hospeda en ese hotel. —En mi hotel. —Corrigió Aster con una sonrisa sin dientes. Mario negó con la cabeza un par de veces, consideraba que Aster era un soñador, sin embargo, le asustaba aquel brillo en la mirada, tan apasionado como determinado. Realmente lo creía capaz de conseguir todo lo que se propusiera, costara lo que costara. —Bueno, tu hotel. —Terminó por decir en un timbre burlón. — ¿La vas a llevar en ese cacharro tuyo? —Preguntó refiriéndose a la motocicleta que apenas funcionaba de Aster. —Asegúrate de llevarte el aceite para ese motor del infierno. —Sí, lo llevo. —Suspiró. —Si no me voy ya llegaré tarde. —Externó uniendo sus manos. — ¿Por qué me siento así? —Pidió saber pasándose las manos por el rostro. —Deja de pensarlo tanto y vete de una vez. —Pidió Mario. —Regresas temprano a tu casa, mañana nos veremos en donde siempre a las seis en punto ¿Me entiendes? Es sábado y no podemos perder el tiempo. —Sí, mi capitán. —Mario rodó los ojos ante las palabras de Aster, finalmente sonrió y tras negar un par de veces con la cabeza miró cómo el joven se alejaba apresurado, tropezando con todo mueble que se topaba, estaba completamente perdido por una jovencita a la que apenas conocía. La preocupación lo asaltó enseguida, era demasiado para alguien tan joven, y alguien tan apasionado como Aster seguro no sabría lidiar con emociones como esas. Aster condujo a toda velocidad por las transitadas calles, pasando entre los automóviles, no quería llegar a tiempo, quería llegar antes, que cuando ella saliera estuviera él ahí, quería generarle certeza, hacerla sentir segura, causarle calma. ¿Por qué le preocupaba tanto? ¿Por qué le angustiaba tanto? Por supuesto se debía a que Inda Flores estaba fuera de su rango, ella se encontraba por lo menos a un millón de años luz de él, entonces ¿Por qué había accedido? ¿Por qué querría salir alguien como ella con alguien como él? Odiaba lo ordinario que era, quería ser especial, tener historias que contarle a Inda, pero debido a que pasaba todo el día entre el trabajo y la escuela, temía no ser lo suficientemente interesante. Cuando llegó a la enorme edificación, no pudo evitar sentirse observado por los empleados frente al lugar, ¿Qué hacía alguien como él ahí? ¿Qué buscaba? —Debería irme. —Susurró para sí mismo apoyando sus manos sobre el casco mal pintado de rojo. —No va a salir. —Agregó bajito mientras negaba con la cabeza. ¿Por qué se había atrevido a tanto? Alguien como Inda Flores seguramente estaría burlándose a costas de él con su familia. Un pobre diablo intentando salir con alguien como ella, ¡Era un completo imbécil! Pero si estuviera en circunstancias diferentes...si tan sólo... — ¡Hola! —Aquella voz. Una sensación de sosiego lo invadió, tenía una apariencia limpia, fresca, llena de vida. El brillo en su mirada mostraba que no había salido para burlarse de él, o por lástima, simplemente era deslumbrante y adorable. —Inda... —Su voz más bien había sido un suspiro lleno de anhelo. La joven se acercó, tenía una mirada serena y el cabello húmedo, a lo mejor se había bañado recientemente, sus labios formaron una sonrisa amable, el lunar a su lado tan sólo provocaba que el corazón de Aster latiera con más fuerza. —No creí que vendrías. —Ahora su ansiedad tan sólo había aumentado. Tal vez hubiera sido mejor no ir, después de todo ella se sentiría humillada de subir a una motocicleta de tal apariencia. — ¿Por qué no? Habíamos quedado ¿Qué no? —Cuestionó acercándose para darle un breve abrazo. Una sonrisa tierna se alojó en los labios de Aster, pudo sentir el temblor en el cuerpo de la joven, aunque demostraba lo contrario con sonrisas tiernas, en realidad se encontraba tan nerviosa como él y aquello era un alivio. — ¿Nos vamos? —Preguntó ladeando la cabeza. —Mmm...sí, sólo déjame pedir un...taxi. —Carraspeó nerviosamente mirando a los lados. — ¿Un...taxi? —preguntó Inda frunciendo el ceño. Aster comenzó a sudar frío, ella parecía inconforme, tal vez nunca en su vida había tenido la necesidad de subir a uno. —Te vi llegar en la moto ¿Por qué no vamos en ella? —Él parpadeó hacia ella sin poder creer sus palabras. —Pues...no sé si te parezca riesgosa... —Murmuró. —Sé conducirla bien, te lo aseguro, sólo... No sé si hayas subida a alguna como esta, es vieja, como podrás notar. — ¿Qué si me he subido a una moto como esta? —Señaló mientras se acercaba a la motocicleta. —Aster, nunca, antes de hoy, he subido a ninguna. —Se mofó finalmente. —Anda, vámonos. —Él cerró los ojos con fuerza, una sonrisa llena de emoción se formó en sus labios, sus amigos no lo creerían nunca. Viajaron a lo largo de la bahía, Inda había apoyado tiernamente su mejilla sobre el hombro del joven, además de que lo tenía abrazado con fuerza. Aster se encontraba asustado, pero él en la gloria. — ¿Vas bien, Inda? —Preguntó girando ligeramente su cabeza mientras un semáforo en rojo los detuvo. Él había decidido llevarla a cenar en el restaurante de un tío suyo. Al vivir en una ciudad como aquella los locales de mariscos abundaban, por lo tanto, él, después de sus largos dieciséis años conocía a la perfección cuál era el mejor de todos. Aster no olvidaría jamás aquel vestido blanco transparente, el traje de baño color esmeralda que se ajustaba por debajo a la perfección, se veía elegante y adorable al mismo tiempo. Cuando bajaron de la motocicleta Aster, él tuvo que silbar, era preciosa. Su rostro parecía el de un ángel y nadie lo sacaría de eso, se trataba de la mirada más tierna en aquellos ojos de venado color marrón, escondidos en pestañas largas cayendo como tejaban, los redondos pómulos que se marcaban cuando sonreía eran lo que siempre conseguían ponerle los nervios de punta, nunca se había sentido así por nadie, y no era que la compañía le hiciera falta, después de todo alguien como Aster, tan lleno de ambiciones, apuesto como sólo él podría, siempre tendría un par de pretendientas detrás, esperando por su oportunidad. A su mente llegó Susane, la bella Sus. Hacía tan sólo un par de meses había perdido la virginidad con ella, y después de una extraña ruptura de la que creyó que nunca se recuperaría, ahora sólo existía Inda. ¿Se trataba de que él era un mujeriego? ¿Tal vez se enamoraba fácil? O Inda era la excepción. —Está usted bellísima. —Le dijo en voz baja, no quería sonar como un completo demente. —Deja de hablarme como si no me conocieras. —Respondió mientras se removía el casco —Soy Inda, llámame así. Llegaron a las orillas de la playa donde los mejores restaurantes de mariscos estaban, según el mismo Aster, también los más infravalorados por los turistas. "La pampa" era un viejo restaurante que pasó de generación en generación a la familia Torres, cuyo actual dueño, era tío segundo del joven. Era considerado por los aledaños como el paraíso mejor guardado de la ciudad, y los mariscos más frescos parecían ser evidencia de ello, pues a pesar del lugar, que era pequeño, viejo y un poco descuidado, la gente siempre alababa el talento culinario de los Torres. — ¡Tío Alberto! —Un hombre robusto con bigotes bicolor entre gris y n***o saludó con profunda emoción a Aster. Inda se mostró por primera vez un poco más recatada, y aquello le pareció adorable a Aster, ¿Intentaba quedar bien con su tío? —Aster, te olvidas de nosotros, ¿Cuándo fue la última vez que tu mamá y tú vinieron? —Preguntó, obviamente reprochándole, no le dejó contestarle cuando vio a Inda. —Válgame, no me dijiste que venías acompañado ¿Me la vas a presentar? ¿Es tu novia? —Sonrió viéndola, al notar aquel porte y la pulsera que llevaba del hotel Del Sol, respiró profundamente sintiéndose de pronto nervioso. —Alberto Torres, a sus órdenes, mi niña. —Inda Flores. —Saludó con un apretón de manos de una formalidad tal, que Aster se apresuró en ocultar su sonrisa. —Mucho gusto. — ¿Van a comer aquí? —Preguntó un tanto nervioso. —O quieres que te preste dinero para que la lleves al Panamá. —Dedujo, debido a que el restaurante Panamá era por mucho el mejor y uno de los más costosos de la ciudad. —Vamos a comer aquí. —Se apuró Inda en decir con naturalidad. —Si no le importa. —Agregó tímidamente. Alberto miró a Aster nerviosamente, este último se encogió en hombros. —Pues... —Se quedó viendo el lugar, quitándose un poco de sudor en la frente — ¡María, ven a ayudarme, mujer! —Gritó haciendo sobresaltar a los jóvenes. María, la esposa de Alberto, salió con una cara de pocos amigos, ella siempre le pareció a Aster una mujer guapa, no bonita, pero sí atractiva, aun con sus treinta y muchos, tenía una figura curvilínea y una mirada intimidarte. —No estábamos preparados... Pues para... vaya, ojalá me hubieras avisado, Aster... —El joven rodó los ojos, se sentía ansioso y avergonzado, la manera antinatural en la que su tío actuaba sólo delataba más y más lo lejos que Aster estaba de poder salir con alguien como Inda. Mientras toda clase de pensamientos negativos llegaban a la cabeza del joven, Inda podía notar la mirada preocupada en él y entonces sucedió. La mano de Inda chocó con la de Aster, él la miró y ella actuó con naturalidad. Su obvia intención de tranquilizarlo provocó calma en los pensamientos de él. Ambos tomaron asiento, muy cercanos a la playa, su mano al tacto era suave y mucho más pequeña que la de él, Aster, por supuesto, quedó loco. Nunca hubiera imaginado que ella tendría iniciativa en lo absoluto. Aquella fue la primera vez que Aster Lennox la tomó de la mano, parte de él jamás la soltó, incluso con el pasar de los años. Inda invitó a Alberto y María a sentarse a comer con ellos dos el festín de camarones al mojo de ajo, aguachile y muchas otras variedades, ellos accedieron alegremente y entre todos pasaron un tiempo increíble. Para Aster era imposible quitarle los ojos de encima, era inteligente, se expresaba con propiedad y aún así no parecía que le interesara en lo absoluto demostrar nada, simplemente aquella era su naturaleza. Más tarde, después de que cenaron Inda tenía que volver a su hotel según la hora que acordó con su papá, Aster notó que ella no paraba de hablar de él con amor e ilusión, por supuesto, procuró hacer una anotación mental al respecto, era importante entender los intereses de ella en orden de ganarse su cariño. Cuando Inda se despidió de María a quien le había logrado sacar una sonrisa, Alberto le explicó a Aster que debía cuidar aquello que tenía con ella aun cuando fuera sólo el inicio de una amistad, o quizá un noviazgo de vacaciones, pues había algo en ella muy especial y brillante, una luz resplandeciente que había iluminado la cena entera. No tienes que decírmelo, me queda clarísimo, fue lo único que Aster le respondió mientras la contemplaba a la distancia. La seriedad en su tono de voz, alarmó ligeramente a Alberto, era bien sabida la determinación del joven y su frialdad para conseguir lo que deseaba. —Sólo recuerda tomar las cosas tranquilamente. —Está bien...Alberto. —Murmuró mirando sus manos, no necesitaba un sermón. Inda sintió la forma en la que la actitud de Aster cambió apenas salieron del restaurante. Extrañada guardó silencio, después de todo ¿Qué podía decirle? Mientras tanto él manejaba en silencio con el ceño fruncido. Inda era preciosa, llena de misterios, una luz que no sólo lo iluminaba a él sino a cualquiera, era carismática, extraña y de pronto las posibilidades con ella disminuían, temía que aquel fuera el final, y el llegar al hotel Del Sol se había convertido en una sentencia de muerte para él. Apagó el motor con deliberada lentitud, Inda lo miraba con confusión, ambos bajaron, había una suave y cómoda sonrisa en los labios de la joven. Él hizo una mueca cuando quedaron frente a frente. —Me encantó, no puedo esperar para llevar a papá, él es fanático de los buenos mariscos.–Aster asintió nervioso viéndola, ella ladeó la cabeza. —¿Pasa algo? ...Aster.... —Él respiró profundo. Era el simple hecho de escuchar la voz de la joven lo que aceleraba su corazón y nublaba su pensamiento. No pudo más, tras dar un torpe paso, Aster besó de manera apresurada los labios de la joven. —Aster...—Susurró la joven sobre los labios de él. Inda tenía los ojos abiertos de par en par, por lo que, advirtiendo que ella se alejaría, enseguida puso sus manos alrededor del delicado rostro de la joven. —Inda...—Dijo él sobre los labios de la joven. El tono de su beso era desesperado, anhelante, lo único de lo que era consciente era de la respiración entrecortada de la joven y aunque por un momento pareció ceder, las manos delicadas de la joven lo alejaron. El sentir la manera en la que Inda lo alejó, su distanciamiento y rechazo provocó que Aster entrara en pánico. ¿Cómo podría haber sospechado que aquella noche le había robado el primer beso que Inda Flores había recibido en su vida? Su miedo, aunque justificado, era incomprendido por Aster. –Inda...Inda escúchame. —Angustiado, Aster intentó dar un paso hacia ella, pero los pies de la joven fueron más rápidos, huyó liberándose como pudo de la mano sudorosa y temblorosa del joven. Aster Lennox nunca se sintió tan miserable o culpable como en aquel momento. A pesar de haberla besado, a pesar de la celestial sensación de su suave tacto sobre sus labios, el dolor en el pecho tan sólo se incrementaba. Los días consiguientes a aquel apresurado beso se convirtieron en una tortura para Aster, el hecho de saber que cada día que pasaba era un día más cercano a que Inda Flores se fuera de la ciudad tan sólo lo enloquecía más y más. Se presentó en cada uno de esos días a la misma hora en el mismo hotel con la esperanza encontrársela, sin embargo, no consiguió verla ni siquiera por asomo, aquello estaba torturándolo, poniéndolo mal. Le enferma lo que había hecho, le horrorizaba que Inda le tuviera miedo y aquella mirada apabullada de ella. ¿Qué había hecho? Él no quería que nada eso pasara, y lo que más lo perturbaba era el hecho de que su motivo para besarla fue precisamente por el miedo de no volverla a ver. Era una puta ironía. El jueves llegó y el cielo estaba cubierto por espesas nubes llenas de agua, Mario había advertido a Aster que aquel día no se vendería mucho y que podrían irse temprano, daban las seis de la tarde, él se había quedado, no quería perder la esperanza. La playa se encontraba desierta, pero eso a Aster no le importaba, aunque a menudo era carismático y hacía reír a la gente para llamar la atención de potenciales cliente, aquel día se encontraba malhumorado, casi sedado. — ¡Aster! —Aquel grito pasó desapercibido por el joven, quien intentaba ver lo más cerca posible a ver si podía encontrarse con Inda, era muy difícil ver por la distancia entre la playa y la alberca del hotel. —¡Aster! ¿Dónde te has metido, muchacho? —Preguntó. —Te estuve buscando para comer, habíamos dicho que por el clima hoy no... —Hola Don Mario, la verdad es que ahorita estoy un poco ocupado. —Suspiró Aster interrumpiéndolo, era evidente que se encontraba perdido por completo en sus pensamientos, por lo que preocupado Mario puso los puños sobre los costados. —Muchacho esa mujercita ya fue. —Sentenció con firmeza. — Si vas a ponerse así de intenso con cada muchacha que conozcas te presagio una vida de desdicha. —Agregó. —No por cada muchacha que conozco Mario, por Inda Flores. —Murmuró concentrado en cortar la fruta que definitivamente no se vendería. —Escúchame bien Aster... —Antes de que pudiera continuar hablando, ambos escucharon los pasos en la arena de alguien acercándose. Ese día no había salido mucha gente por la marea alta, pero tratándose de Inda, ella era la marea, pensó Aster derretido al mirarla caminar hacia ellos tranquilamente. ¿Estás molesta? ¿Triste? ¿Qué estás pensando, Inda? Pensó ansiosamente. —Creí que no te volvería a ver. —Las palabras salieron como vomito verbal, no quería mostrarse tan vulnerable, pero después de todo no había dicho ninguna mentira. Aquella declaración más bien había sido una respuesta de alivio. Inda no dijo nada, se había quedado paralizada al quedar frente a Aster, pero él se encontraba incluso peor peor, pues al tenerla en frente era difícil formar una oración clara. Sus ojos de venado se encontraban entornados hacia él con una mirada extraña, por lo que agarrando fortaleza, fue la primera en reaccionar. —Inda Flores. —Se presentó con la mano extendida a Don Mario. Él asintió dos veces analizándola. —Tienes a mi muchacho sufriendo, Inda. —Sonrió hacia ella. Aster cerró los ojos con fuerza deseando que la arena lo tragara. —Don Mario, creo que necesitamos momento a solas Inda y yo. —Solicitó Aster de manera firme dándole la espalda a Inda por un momento. —Es un buen muchacho, señorita Flores, espero que pueda verlo. —Una sonrisa tímida se extendió en los labios redondos de la joven. —Usted parece encantadora. —Agregó. Ella lo miró por un momento sin saber qué decir. —Pero como podrá notar mi muchacho parece estar enloquecido y si no me voy seguramente me hará daño. —Mario... —Suplicó Aster cerrando los ojos. —Está bien, eso es todo. Espero verla pronto de nuevo. —Igualmente, gracias. —Sonrió. Era tan dulce y su voz tan serena que toda la angustia se desvanecía cuando ella hablaba, sin embargo, cuando el silencio reinaba de nuevo, el miedo regresaba. Después de un relámpago Don Mario comenzó a caminar hacia la zona hotelera. Inda tenía pintada en sus labios la sonrisa suave, para el dolor de Aster, aquella sonrisa se fue borrando poco a poco conforme se iban quedando solos por completo. El cielo había cambiado a uno gris oscuro, era cuestión de minutos para que las nubes soltaran el agua que retenían y ambos lo notaban con seriedad mientras buscaban las palabras para comunicarse, era difícil, ambos se encontraban igual de asustados. —Ya sé que te besé, también sé que no debí y sé que no debería estar aquí, pero no puedo dejar de pensarte Inda. —Suspiró cerrando los ojos. Al dar un paso hacia ella y notar que no retrocedió, finalmente Aster pudo respirar con alivio. — Mario piensa que estoy loco y quizá sea así... Me da miedo... haberte asustado. —Estás nervioso. —Sonrió ¿Qué? Pensó Aster molesto. ¿A dónde iba con esa afirmación? La seguridad tan sólo lo hacía sentir más y más vulnerable. —Difícilmente alguien puede lograr a ponerme nervioso, Inda. —Sentenció cruzando los brazos sobre su pecho. La frialdad con la que Inda llegó poco a poco comenzaba a disiparse, parecía haber encontrado cómica la reacción de Aster. —Estás nervioso. —Repitió asintiendo con la cabeza. Ella estaba cruzada en brazos y volvió a sonreír sumamente divertida. —Sí, demonios, estoy nervioso. —A Aster le tembló la voz. ¿Por qué verla simbolizaba tener efervescencia en todo su cuerpo? No lo entendía. —No me da miedo besarte. —Afirmó con la barbilla alta. —Tampoco me provoca nervios o vergüenza, pero esperaba conocerte antes de decidir querer... Más bien, lo que quiero decir es que me diste mi primer beso, Aster. —Él alzó ambas cejas, si antes se sentía culpable ahora era mucho peor, se sentía desvanecer, había palidecido un par de tonos. — ¡Pero está bien! No había salido porque estaba preocupada, no sabía si quería que fueras mi primer beso. — ¿Y por qué saliste? —Preguntó entonces. —Porque después de meditarlo detenidamente, creo que sí, me gusta que hayas sido mi primer bes... —Antes de poder continuar, Aster sintió además de alivio un irrefrenable deseo de volverla a tener cerca, por lo que acortando la distancia entre ella volvió a besarla. Un suspiro tembloroso fue expedido por parte de ambos, colisionados y temerosos, los labios de Inda tenían un dulce sabor a sandía, la urgencia con la que la besó hacía pensar a Aster en lo impulsivo que se convertía alrededor de Inda, aquello, por supuesto, no era nada justo para ella. No había sido cualquier beso, por supuesto que no. Los labios de Aster se movían suavemente, de la manera más tierna e inocente al igual que los de Inda, ninguno pretendía llegar a algún extremo, simplemente había cierta necedad que les impedía separarse. Lo único que consiguió hacer que se soltaran el uno al otro fue el sentir las gotas de lluvia sobre su piel, los enormes ojos de Inda contemplaron por un momento a Aster, él parpadeó hacia ella tragando saliva, su incredulidad continuaba asustándolo, poniéndolo mal ¿Por qué estaría besando a alguien como él? —Ven mañana. —Dijo ella poniendo su mano sobre la frente para impedir que las gotas le nublaran la vista. — ¿En serio? —Preguntó sonriendo. — ¡Sí! ¡Mientras vente, vamos a cubrirnos! —Inda intentó tomarle la mano para que entraran al hotel, sin embargo, en lo que a Aster respectaba había una barrera invisible que no estaba dispuesto a romper, por lo que plantó sus pies sobre el suelo. — ¿Vienes? —Cuestionó. —No...Inda, no puedo entrar ahí. —La joven frunció el ceño, y con miedo de convertir aquello en algo grande enseguida ensanchó una sonrisa alegre, de todos modos, sí que estaba feliz, por lo que no pretendería nada. — ¡Ve, yo tengo que encontrarme con Mario para comer! —La joven suspiró sabiendo que aquella era la mitad de la verdad, pero al notar su incomodidad enseguida asintió con la cabeza, y corrió hacia el hotel. Aster la vio retirarse, tenía una sonrisa de oreja a oreja sin creer que algo como eso le había sucedido, sentía su corazón bombear latido por latido y los labios todavía le vibraban por aquel beso. Te voy a merecer, Inda Flores, pensó en silencio mientras tomaba sus cosas para cubrirse de la lluvia, pues simplemente sabía que aquel día había empezado algo que marcaría de lleno su vida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD