9. LO QUE PASÓ.

2136 Words
Emilia caminaba por los pasillos de las oficinas con la frente en alto, ella se repetía una y otra vez que no había hecho nada malo, pero las miradas de sus compañeros le decían todo lo contrario, parecía que habían pasado muchas cosas malas. Parecía que ella había hecho muchas cosas malas. Y en términos de relatividad, podía decirse que sí habían pasado cosas "malas". Se sentó en la silla de su escritorio y apretó las piernas con el recuerdo taladrando en su cabeza. —Vamos Emilia, dilo, pidemelo, ordéname que me vaya yo te obedeceré ciegamente —la voz gruesa de Alfredo fue un susurro en sus oídos. Emilia solo trago grueso y suspiro, intentó meter su mente de lleno en lo que había en la computadora, pero fue imposible. Casi estaba sintiendo las manos de Alfredo sobre su cuerpo, esos labios, la presión, las marcas que luego de varios días ya se iban borrando y sobre todo le permitían volver a usar un escote normal y no esos pesados cuellos altos. —Jefa —Antonia estaba en la puerta sosteniendo su tablet y levantando una ceja. —¿Sí? —La reunión comienza en media hora. —Entiendo, por favor imprime el informe de la sede de Francia y revisa que todo este en orden. Antonia era una asistente perfectamente eficiente, bonita, se vestía bien, Emilia se daba golpecitos en la espalda pues había hecho una buena elección. Fue tal vez la media hora más larga de su vida, pues aunque intentó concentrarse no lo logró, estaba completamente perdida antes los recuerdos. Ante lo que pasó. * * * LO QUE PASÓ * * * —Vamos Emilia, dilo, pidemelo, ordéname que me vaya yo te obedeceré ciegamente. Emilia miraba los brillantes y oscuros ojos de Alfredo, sus labios parecían más rojos, más rosados, más vivos, la voz de Alfredo se sentía más pesada, más profunda, más demandante. —Yo... quiero que tú... Alfredo, por favor... Pero ella simplemente no pudo decir una sola palabra más, levantó su mano a la mejilla de ese hombre y luego rodeo el cuello, se estiró un poco y eso fue suficiente para romper la distancia, quería sentir esos carnosos labios de nuevo, quería volver a sentir lo que había sentido la noche anterior. En definitiva Emilia quería sentirse viva y merecía sentirse viva de nuevo, querida, deseada. Amada por su puesto que no, porque ese hombre apenas si la conocía, pero quería que su cuerpo sintiera vibrar de nuevo, vibrar con algo real y no con el frío y fino juguete que Gabriel le había dado, ese con el que durante mucho tiempo jugaron los dos. —Ves Emilia, no querías que me fuera —Alfredo la tomó de la cintura con fuerza, la pego a su pecho e intensifico el beso. Tal vez fueron los tatuajes, la voz, los ojos, los labios, su rostro, esos músculos que se marcaban por debajo de esa camiseta blanca, tal vez era solamente él dispuesto a darle satisfacción a ella lo que la hicieron caer. Emilia se aferró a ese cuello y a esos labios, lo besaba con los ojos muy cerrados, lo besaba con deseo, mordió un poco el labio inferior de Alfredo y este sonrió sobre los de ella. —Me gusta eso Emilia, me gusta que seas tú, salvaje. —Yo no... —Si lo eres, solamente que el imbécil de Gabriel te mantuvo bajo esa fachada de niña buena todo el tiempo —le dio un beso profundo y continuó—, pero conmigo no debes ser así, a mi si me gustan tus labios rojos, Emilia. ¿Por qué sentía que podía lanzarse por un acantilado por ese hombre? ¿Qué estaba sucediendo en su cabeza? Sabía que Alfredo era un hombre de dudosa reputación, que todos sus negocios se besaban en musica, sexo y alcohol. Que era un casanovas y que era el principal enemigo de Gabriel, pues cada proyecto urbano que gabriel quería realizar, Alfredo siempre estaba listo para hacer una contraoferta. Y así había sido en la última licitación por un edificio para el gobierno que valía oro, no solo por los costos, sino por la reputación que les daría, ahora dependía de ella la firma, pues Gabriel había ganado ese proyecto, pero tenían que cambiar todo el papeleo. Sí, ya no podía firmarse el contrato con el nombre de Gabriel allí impreso, tenía que ser el de ella. Y el papeleo tomaba tiempo. Alfredo pareció darse cuenta que la mente de Emilia estaba en dos lugares diferentes, allí con él y un poco lejos de él también. —Emilia, mírame —le ordenó y ella con delicadeza obedeció—. Estás aquí conmigo y te voy a follar no solo el cuerpo, también la boca hasta que te canses de gemir mi nombre. Sí definitivamente estaba excitada, le dio una sonrisa medio coqueta, medio aceptable, ella lo quería, quería a Alfredo, por sucio que sonarán sus palabras y por lo poco decorosas que eran. Nunca antes Gabriel le había hablado así y extrañamente le había gustado demasiado. Los brazos de Alfredo la envolvieron y parecía que su piel estaba a punto de derretirse, parecía que ya no era dueña de ella, que solo las manos de Alfredo podrían controlar el calor que la estaba absorbiendo. Con menos delicadeza el rubio tomo el albornoz y lo deslizó por los hombros de Emilia, beso su cuellos, sus hombros y se quedó allí tanto como quiso, tanto como su descarada mano rodó por en medio de sus pechos y bajó a su muy activa humedad que estaba casi desbordante. —Creí que querías que me fuera, Emilia —los dedos que ahora estaban húmedos los llevó a su boca y los chupo—. Deliciosa, tal como lo había imaginado. —Más, por favor —estaba entre desconcertada y deseosa, quería más. Una sonrisa ladina y una nueva intromisión entre sus carnes, esta vez un poco más violenta, un poco más fuerte, un poco más placentera para Emilia. Alfredo movía sus dedos en un frenesí coordinado pero que estaba volviendo loca a emilia, mientras que sus labios y dientes estaban pegados del cuello, hombros y oídos de la castaña que parecía estar fuera de sí. —Yo... Alfredo, por favor —la voz de Emilia sonaba desesperada. —Te vas a correr, lo sé princesa, vamos tu puedes, correte en mi mano —La voz de Alfredo fue tan ronca, tan masculina, tan excitante que Emilia obedeció y se dejó llevar por aquella sencilla orden. Su pecho estaba, sui intimidad parecía un volcán en erupción, su mente estaba fuera de este mundo, no se dio cuenta cuando Alfredo la posó con cuidado en el sofá con el pecho pegado al espaldar del mismo. Él rápidamente se bajó los pantalones y se puso un condón. —Emilia, por favor respira profundo —dijo con una delicadeza que ella nunca le había escuchado. De pronto la intromisión del grueso m*****o la hizo comprender lo que él estaba queriendo decirle. Caliente, duro, firme, venoso, húmedo, todo la tiempo lo sintió Emilia, una sola estocada, vulgar, grotesca, sexu4l, sensual, casi villenta, apetecible y enloquecedora. Emilia quería un poco más de Alfredo si es que eso era posible, estaba segura que todo estaba dentro de ella pues sus nalgas rozaban con la pelvis de él. Intentaba procesar cada cosa que sentía, sus piernas ya estaban temblando y ni siquiera se había empezado a mover. La mano izquierda de Alfredo se posó sobre la mitad de la espalda de Emilia, la mano derecha viajó hasta el cuello de la chica. —Voy a... —Por favor, follame Alfredo —sí esa parecía ser la nueva Emilia y la sonrisa de satisfacción tocó el rostro de Alfredo. La primera estocada fue lenta pero profunda, se quedó quieto y la hizo de nuevo, más duro, apretó el cuello de Emilia y la enderezo un poco, Alfredo estaba fascinado con la sensación de las carnes de esa casi perfecta castaña envolviendo su duro m*****o, después de todo eso era mejor de lo que se había imaginado. Y más fácil también. Las estocadas se hicieron una a una, más profundas, más grandes, más intensas, más deseosas, más húmedas, con gemidos de Emilia que parecía estar enloqueciendo de placer, cada tanto Alfredo la acompañaba en aquellas sonatas de placer y eso sólo parecía excitarla más. De pronto dejó de ser dueña de su cuerpo cuando Alfredo tomó el control por completo y no le importo. Fue girada y ahora su trasero era el que estaba contra el sofá, inmediatamente fue penetrada y ya no sabía a donde había ido a parar el albornoz. tampoco importaba eso, sus pechos rebotaban con cada embestida y sus ojos se fueron directo a su v****a, si estaba mirando de manera fetichista como Alfredo la penetraba, le gusto. Le gusto verse tan deseada, tan deseada de una manera tan s****l, le gusto como Alfredo tomó sus pechos, como los beso, los mordió, como los chupo y luego les dio ligeros golpes, le gusto que el hombre tan grande como era necesitará aferrarse a sus caderas, besa sus hombros, hundirse en su cuello para follarla. Emilia estaba llena de placer y estaba como en otra dimensión, una en la que solo sentía la electricidad que mandaba Alfredo a sus terminaciones nerviosas. Alfredo la levantó de allí y ella entendió enseguida que debía rodear con sus piernas las caderas del musculoso hombre que ya se había quitado la camiseta y ahora le dejaba ver un montón de tatuajes que lejos de asustarla, la excitaron mucho más. Su deseo aumentó en niveles que ni ella misma se habría imaginado, quería todo. Alfredo tomo asiento sobre el sofá y ella queso sobre él. Por un momento no hicieron nada, no dijeron nada, no había necesidad tampoco, sin embargo fue Alfredo el primero en arrugar un poco el entrecejo, le movió un mechón de pelo tras la oreja y luego darle un ligero mordisco a los labios de Emilia. Ella lo entendió como esa señal para continuar con lo que habían empezado y sus caderas hicieron primero unos círculos, lentos pero completos, suaves, entonces sintió los dientes de Alfredo clavarse en su hombro derecho. —¡Mierd4! Tu no eres una niña buena ni en mil vidas —se dio cuenta de la marca que le dejó a Emilia y le gusto. —Las niñas buenas también nos portamos mal, Alfredo. Emilia cerró sus ojos y apoyó sus delicadas manos sobre los hombros fuertes de él, se balanceo un poco más y depronto paso de esos movimientos sensuales a una feroz y constante cabalgata sobre el m*****o de Alfredo, que parecía estar enloquecido, algunas eran rápidas hacia adelante y hacía atrás, otras eran un poco más lentas. Alfredo beso lo spechos de Emilia que rebotaban casi sobre su rostro, los beso y los chupo un poco, tanto como ella gimiera, entre más succionaba más sus gemidos eran altos. Ella misma se levantó y se acomodó de modo que finalmente quedó dándole la espalda a Alfredo, se penetró con sus propias manos, envolviendo con firmeza la dureza del rubio y pecho su espalda al pecho de él. Sus caderas se balanceaban de arriba hacía abajo, mientras él disfrutaba del cuello de Emilia y de sus pechos expuestos, los movimientos de sus caderas se hicieron más rápidos y más fuertes, ella querías sentir más porque estaba a punto de correrse. Apretó un poco más su interior y se dejó ir. La explosión fue más como una corriente, pero no tuvo mucho descanso pues Alfredo enseguida tomó sus ligeras piernas y con una sola mano las elevo y las cerró por encima de ella, sin dejar de penetrarla, se hundió un par de veces más con violencia y se corrió poco después. Sus respiraciones estaban intentando regularse, pero Emilia estaba muy cansada, no quería pensar en nada y se quedo dormida como si Alfredo la estuviera acunando, no tuvo otra opción que buscar la habitación de la castaña y llevarla hasta allí, soltó un bufido cuando vio el vibrados y lo dejo a un lado en una de las mesas auxiliares. La acomodo con cuidado y la envolvió con las cobijas, para luego irse de allí. * * * —Jefa —Alicia entró de nuevo. Emilia suspiró y sacudió su cabeza. —Es hora, la están esperando. Emilia se puso de pie, no pensaba llevar su celular porque no lo iba a necesitar, sin embargo el que vibrara sobre la mesa la hizo devolverse. "Emilia 0 - Gabriel 1" No había remitente, no había nada más, devolvió la llamada, pero fue a buzón, sintió un poco de mareo, de miedo, de nervios. ¿Qué carajos estaba pasando?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD