—¡No! Definitivamente no.
—Emilia, no puedes negarte, te lo has ganado, esto iba a suceder, sin importar el qué.
—Si puedo negarme, yo no quiero... No quiero que mi carrera profesional siga relacionada con Gabriel.
—Nosotros no somos Gabriel —Patricia hizo una pausa bastante dolorosa para una madre—. El siempre será mi hijo y lo adoraré con todo lo que puedo, pero tampoco puedo ocultar el sol con un dedo, hizo algo que no se debe hacer, esa no e sla formación que le hemos dado a través de los años y la vida, siempre le mostramos que los problemas se debían afrontar y aunque no conozco sus razones, se que no tenía porqué irse de esa manera.
Una lágrima silenciosa rodó por la mejilla de Emilia, sus ojos se cristalizaron, tomó aire profundamente y luego simplemente se trago esas lágrimas para sonreirle a Patricia.
—Lo aceptare con una sola condición.
—La que sea —Patricia estaba tan avergonzada con la pobre Emilia que estaba dispuesta a aceptar lo que fuese.
Algo que no era normal en ella, pues siempre era analitica y racional, siempre estaba pensando en la mejor opción, de ganar y en no ceder terreno o dar ventajas, pero con Emilia parecía que todas sus barreras caían.
La verdad es que con la chica ella se sentía demasiado cómoda, tan cómoda que le creía con los ojos cerrados pues en más de una ocasión Emilia le había demostrado ser más buena que un ángel.
Así era Emilia, buena y bondadosa, inteligente y trabajadora. Un ser que no merecía lo que le paso.
—Aceptare el ascenso y ocupar el lugar de Gabriel en la empresa, solo si se me hace la prueba que todos los que quieren ese cargo deben soportar.
Los ojos e Patricia se abrieron casi de una manera desorbitada, no podía creer que aún teniendo en sus manos el poder de ser ascendida sin un mínimo esfuerzo, Emilia seguía insistiendo en ser tratada como los demás y sometida a una prueba de casi 3 días para poder obtener el cargo.
—Así será —la sonrisa de satisfacción de Patricia era enorme, le llegaba por completo a sus ojos.
Su asistente que siempre estaba tras sus pasos había escuchado y estaba programando todo en la empresa para que la prueba fuese realizada.
—Sin embargo —Patricia quiso aclarar algo a Emilia antes de continuar—, si Gabriel llega en un lapso de 3 días tendré que darle la oportunidad de explicarse.
—Lo entiendo, es tu hijo, tiene prioridad.
—No se trata de prioridad, se trata de justicia y tengo que escucharlo, si es que aparece.
—¿Qué fue eso tan grave que hice, Patricia? ¿Por qué me desprecio de esta manera?
—No hiciste nada, simplemente no se que sucedio con mi hijo. Solo sé que este no es mi hijo.
El almuerzo se terminó de una manera amable, un abrazo fraternal y cálido fue la despedida y Emilia se dirigió a la asistente de patricia antes de verlas marcharse.
—Tú...
—No se nada —la mirada de la chica fue firme y certera, era demasiado profesional en sus labores y odiaba inmiscuirse en los asuntos personales de su jefa.
—Si por alguna razón tu novio...
—Eso no va a suceder.
—Por favor —los ojos de Emilia eran suplicantes, ella quería saber la mínima cosa sobre Gabriel, al menos saber que estaba vivo.
—No —la chica terminó de meter su tablet entre la elegante funda y volvió a mirar con un certero desprecio, pero extraño a Emilia—. No soy esa clase de persona, no voy y vengo con chismes o rumores, si tengo el trabajo que tengo es porque soy demasiado profesional con lo que hago, no espere nada de mi porque no le diré nada a usted ni a nadie.
Emilia se enderezo y su mirada pasó a ser realmente triste, dolida un poco dulce también, pues comprendía la posición de la asistente de Patricia.
—Lo sé, disculpame, pero supongo que la esperanza que guardo...
—No es mi asunto, no tengo nada que decir al respecto.
Susana, era una chica dura, su vida había sido dura, pero amaba ser profesional y los privilegios que con eso llegaban, así que no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer por la lastimera situación de Emilia, además no le gustaba sentir lástima por nadie.
De todas formas ella seguía sin saber nada de su novio o del jefe de su novio.
Emilia tomo un taxi de vuelta a su departamento donde su madre la estaba esperando, en la mesa de entrada había un ramo de flores con una nota.
—¿Quién trajo esto?
—Llegó media hora después de que te marchaste.
—¿Era un mensajero? ¿O una persona?
—Un mensajero.
Emilia se acercó a las flores, claveles, ella odiaba los claveles y más si eran rojos, le parecían de muy mal gusto.
Solo alguien que la conociera muy bien, sabría aquello y los pocos que la conocían no tenían idea de aquello.
Tomó la nota entre sus manos y se dio cuenta que de allí no obtendría nada, era una tarjeta directamente de la florería y una florería de lujo, así que no le dirían quién fue el remitente ni siquiera con un buen soborno.
"Siempre supe que el rojo era tu color, lastima que hubiese quedado corrido por tu rostro y no pintado en tus labios"
La nota era certera, quien había enviado aquello, no solo la conocía, también sabía lo que había sucedido el día de su fallida boda y el estado miserable en el que todo había terminado, una grito histérico invadió el apartamento de la joven y lanzó aquel fino jarrón al suelo junto a los claveles, rompió la nota y se fue hasta la hornilla donde la dejo arder.
—Emilia, hija...
—¡No quiero hablar! Déjame en paz. ¿No tienes que regresar a tu maldita vida?
Su madre estaba absorta luego de escuchar esas palabras tan denigrantes, no podía creer que algo así lo hubiese dicho su pequeña y buena hija, sin embargo ella podía entender que Emilia no estaba bien, no supo que decía la nota, pero no era algo bueno.
Emilia comenzó a caminar hacía su habitación pero se detuvo y se volvió a su madre.
—Perdoname, sabes que esta también es tu casa, yo... Estoy demasiado...
—Lo entiendo, todo esta bien, pero si quieres más privacidad, solo debes decirme.
—Eres mi madre, no te quiero lejos.
Emilia entró a su habitación y tomo su teléfono, afortunadamente para ella, Susana, la asistente de Patricia se había encargado de eliminar las fotos de ella y de la boda y cualquier tipo de comentario, no había sido fácil y Patricia tuvo que desembolsar bastante dinero para evitar rumores más grandes y escandalosos, su familia siempre se había destacado por ser prudente y culta, sin embargo Gabriel con un solo movimiento se encargó de que todo un legado se fuera a la basura.
Así pues, ni en las red3s, ni en las noticias, ni en ninguna parte había nada sobre la boda que debió ser y no paso.
—¿En dónde estás Gabriel? ¿En dónde escondiste tu trasero de mi?
La castaña se sentó a meditar, conocía a Gabriel como a la palma de su mano, sabía cuáles eran sus hoteles favoritos, sabía cuáles eran sus gustos predilectos, sus destinos predilectos para viajar y comenzó a descartar uno a uno para llegar a la conclusión de que podía estar perdido o refugiado en una isla en grecia. Marco con su celular el numero del hotel, espero y espero, hasta que la recepción le respondió.
Pero extrañamente Gabirel no estaba allí.
Emilia siguió llamando, porque la ansiedad y el desespero se apoderaron de ella, llamo a cada uno de los hoteles que ella conocía, a cada uno de los destino, sabía que no podía buscar por las aerolíneas porque Gabriel nunca usaba otra cosa que no fuese su avión. Y no lo encontró.
¿Por qué sigues buscando lo que no quiere estar contigo?
Se preguntó con un dolor agudo en sus ojos que le estaba quemando.
Tal vez por que el orgullo era más grande, tal vez también era un poco de ego herido, muy herido, también podía ser preocupación, o un poco de angustia por la seguridad del hombre que ella supo amar, tal vez era nostalgia por saber las razones por las cuales Gabriel boto años de relación a la basura.
Lo cierto es que Emilia no iba a descansar hasta saber las razones de Gabriel, así se le fuera la vida en aquello, ella lo iba a descubrir.