He conducido toda la noche, mis pensamientos divagan en los recuerdos de las últimas horas con Chelsea, Nicolás y mamá.
No sé a dónde voy, sólo sé que no quiero regresar a ese lugar; no quiero tener esa vida ¿Cuántas veces he tenido que hacer esto? Podría irme a Europa otra vez, ya lo he hecho antes, pero tendría el mismo resultado, porque tendría que volver a casa, estoy cansada de tener esta vida, estoy cansada de ser Andrea Desmond.
Un leve sonido me hace reaccionar, bajé la mirada y me di cuenta que me estoy quedando sin gasolina así que me detengo en una gasolinera, aprovecho a comprar algo de golosinas y llenar el tanque del auto.
En lo que estoy en la tienda veo mi auto que empezó a rodearse de unos chicos asombrados por el Maserati Levante de lujo color vino que está afuera.
Los observé en ese instante y pienso en que todas estas personas desean carros de lujo, joyas, ropa de marca y dinero, pero no saben el precio que deben pagar y yo estoy aquí con todo eso deseando ser como ellos, ser normal… ¿Quién sería sin estos lujos?
Una idea viene a mi mente, subo a mi auto y sigo conduciendo mientras pienso en abandonar todo lo que tengo y comenzar de nuevo; sin madre ausente, sin mi odioso padrastro, sin novio infiel, sin amigas falsas, sin lujos...
Conduzco hasta ver el rótulo de bienvenida de una ciudad y encuentro un taller mecánico en dónde estaciono el auto.
–Que hermoso auto señorita– sale un joven de unos 19 años.
–Te gusta– respondí
–Es magnífico, ¿desea algún servicio?– Preguntó.
–Mmmm… no… En realidad, venía a regalarte el auto– contesté lanzándole las llaves.
–¿Qué? No señorita, no juegue– se sorprendió al recibir las llaves y querer devolverlas.
–Descuida, no lo necesitaré más– comenté agarrando mi bolsa de adentro y comencé a caminar hacia la ciudad sin darle tiempo de responder.
*
Casi llego a la ciudad, descalza porque los tacones me lastiman, se supone que sería una buena idea. Estoy cerca cuando mi teléfono comienza a sonar, me detengo un poco para contestar es mi hermano Javier que no veo desde hace meses.
–Hola J– saludé tratando de estar tranquila.
–Hola princesa, ¿qué haces?– Preguntó del otro lado, me asusté hasta que me di cuenta que no podía ver lo que hacía.
–Pues ya sabes lo de siempre, viendo las redes– mentí.
–Claro princesa, escucha te llamo porque me iré a Tokio por unos negocios no sé cuánto tiempo, así que estaré fuera unos meses– mencionó de prisa.
Eso es un golpe de suerte, ya que si alguien me buscará, sería él.
– Sí hermanito, felicidades por tu nuevo proyecto– lo felicité.
–Ya me tengo que ir, te quiero princesa– se despidió.
–Yo también te quiero hermanito– terminé colgando el teléfono y dando un suspiro.
Recordé que para empezar de nuevo debo deshacerme de todo, así que arrojé todo lo de mi bolso incluyendo el teléfono a la basura y continué mi camino hacia el centro de la ciudad, encontré a una chica de mi estatura con sus curvas debajo de su vestimenta floja, su cuerpo era parecido al mío y además no puede desviar la mirada de mi vestido rosa marca Zara.
–Niña, te gusta el vestido –me acerque.
–Sí señorita, disculpe por verla– se disculpó sonrojándose.
–Sabes es un hermoso atuendo el que tienes –comenté, la chica lleva unos Jeans sencillos y una playera rosa un poco floja con unas zapatillas negras.
–Muchas gracias señorita, pero no sé compara a su elegante vestido –señaló.
–Me llamo Andy ¿y tú? –me presente.
–Soy Titi -responde un poco tímida.
–Titi, a ti te gusta mi ropa y a mí la tuya, ¿te gustaría cambiar?
–No señorita, cómo cree –se sorprendió dando un paso atrás, pero yo estoy decidida.
–Vamos Titi, llévame a algún baño cerca y nos cambiamos –insistí alzando las manos –. ¿Acaso no te gusta mi ropa?
La chica lo pensó un rato y volvió a ver mi vestido.
–Está bien –cedió.
Me guió a una cafetería con unos baños en donde intercambiamos vestuario; ella se fue con mi hermoso vestido rosa y yo tenía sus jeans azules y blusa rosa.
Caminé por todo el centro de la ciudad hasta que comenzó a anochecer, estoy muy cansada y empiezo a pensar que esto es una muy mala idea, estoy muriendo de hambre y me duele todo el cuerpo, me detengo en una esquina recostando mi espalda a una pared, dirigí mis ojos hacia arriba donde distinguí un gran edificio con el rótulo en letras grandes Clinica Medica Robinson. Se ve que es un lugar para personas con buen status social, puedo caminar hasta ahí y llamar a casa.
Bajé la cabeza y doy un suspiro, llamar y volver a casa; de pronto sentí el delicioso olor a comida y observé al frente un rótulo grande que dice d**k's Restaurant, abajo en una ventana dice 'se necesita empleada'. Es perfecto pediré el puesto y así conseguir algo de dinero para comer y un lugar donde quedarme, porque claramente había tirado todas las tarjetas para que no puedan localizar dónde estoy.
Caminé al restaurante y al entrar veo a pocas personas por las horas de la noche, giré la mirada alrededor buscando al encargado, hasta que un hombre robusto y algo calvo se me acercó.
–Oye niña, ¿qué quieres? –se dirigió a mí.
–Lo siento –titubeé –. Ví el rótulo afuera y quería pedirle el trabajo –respondí un poco intimidada por su semblante.
–¿Cómo te llamas? –Preguntó cruzando los brazos.
–Yo… yo me llamo –titubeé pensando que decir, no diría que me llamo Andrea Desmond todos saben quienes son los Desmond, era un apellido poderoso y poco frecuente así que debía cambiar mi nombre, pero no pensé en eso antes.
–Olvídalo niña, vete no te daré el trabajo –se dio la vuelta.
–Por favor –suplique. Sino me daba el trabajo tendría que volver a casa y eso era algo que ya no quería hacer. Mi estómago dio un rugido fuerte que sentí mis mejilas arder.
–Vamos d**k, ayudala, ni que fueras el ciudadano modelo –sonrió una joven de cabello n***o y rizado, morena con ojos color oliva que salió de la cocina con un plato de comida que huele delicioso –. Ven aquí y come algo –se dirige a mi llevándome a una mesa y colocando el plato enfrente.
–Gracias –devoré cada bocado.
–Mmmm… Está bien, comenzarás mañana –escuché a d**k, el dueño del restaurante.
Le agradecí con la boca llena, creo que no me entendió solo le indico a la chica que ella se haría cargo de mí y acepto con gusto.
–¿Tienes donde quedarte? –murmuró la chica que parecía de mi edad.
–Bueno… no –le comenté.
–Bien, mi turno termina en una hora y vendrás conmigo –me sonrió.
Terminé de comer y esperé a la chica, creo que hacer todo por impulso no fue una buena idea, dejarme dominar por mi enojo y no pensar con claridad lo que iba a hacer me colocó en una situación difícil, agradecí por encontrarme a salvó con ayuda de una chica que no sabe nada de mí y aún así está dispuesta a ayudarme, algo que yo jamás hubiera hecho en el pasado.
Las pocas personas comenzaron a retirarse, incluso el hombre que me dió trabajo, por un momento me pregunté si la chica había salido y no me había dado cuenta, pero finalmente salió al terminar de trabajar y me ve aún sentada en la mesa.
–Sigues aquí –volvió a sonreír al verme y yo asentí –. Bien, vamos.
Cerró el restaurante y comenzamos a caminar, no tenía idea de cómo hablarle.
–Me llamo Dalia, por cierto –se presentó comenzando la conversación.
–Soy Lola –le respondí con el nombre que había pensado.
–Mucho gusto, empezarás mañana te prestaré algo de ropa y te enseñaré un poco, no te preocupes por d**k, es un gruñón, pero es buena persona y siempre ayuda con lo poco que tiene.
Llegamos a un edificio grande con la estructura un poco desgastada, abrió la puerta, subimos muchas gradas hasta llegar al cuarto nivel, entramos a un sencillo apartamento con 3 habitaciones y un baño; la vista comienza con un sofá un poco viejo y una pequeña televisión enfrente con una mesita en medio, luego una pequeña cocina al lado derecho, la pared con una ventana viendo a las escaleras al lado izquierdo 3 puerta en donde al fondo está el cuarto principal, luego el baño y otra habitación pequeña.
–Estás de suerte, tengo una habitación extra –señaló el pequeño cuarto.
–Muchas gracias, Dalia.
–Veo que no traes equipaje –me dió un vistazo de pies a cabeza.
–No, es que yo huí de casa –murmuré un poco avergonzada.
Abrió los ojos con sorpresa y nos quedamos en silencio por un momento.
–No te preocupes, todos hemos tenido familias horribles –comentó –. Aunque lo hiciste un poco tarde no… ¿Qué edad tienes?
–Tengo 24 –respondí.
–Bien, entonces bienvenida a tu nueva vida Lola –suspiró –. Ahora ve a dormir –señaló la cama.
Camine a la pequeña habitación y me recosté en la cama que ciertamente no se compara con mi cama de la mansión, pero me acostumbraré. Pensé en las palabras de Dalia 'Mi nueva vida' ahora está va a ser mi nueva vida y pienso ser mejor cada día.