Ha pasado un año desde que comencé a trabajar en el restaurante de d**k. Al principio me costó mucho, porque literalmente nunca había hecho nada de esto en toda mi corta vida. Quiero decir, ni siquiera había entrado a la cocina de la Mansión de mi madre, no sabia que era lavar un plato o tocar una escoba, pero estaba decidida y me esforcé mucho en aprender todo lo que me decian.
Dalia me miraba como si fuera de otra dimensión, no podia creer que no podia limpiar un simple piso, tuve que invertar que era muy torpe para estas cosas, tampoco puedo negar que si soy muy torpe. Sin embargo a pesar de quebrar muchos platos, todos en el restaurante me tuvieron bastante paciencia, no por los platos sino por mi carácter. Casi mato a dos niños la primera semana por no sentarse correctamente en la mesa, d**k siempre me repetía el cliente siempre tiene la razón...
¡¿Por qué esos padre no corrigen a sus hijos?!
Comencé a tener un poco de paciencia y me di cuenta que la vida aquí es muy diferente a todo lo que tenia antes, debía adaptarme y estaba decidida.
Comencé a estudiar en la universidad pública con los papeles que d**k me ayudó a sacar, jamás creí volver a una universidad, pero Dalia me insistió tanto que finalmente acepte, ahora soy Aurora Smith alias Lola y vivo con mi mejor amiga Dalia en poco tiempo somos muy unidas, todos ellos ahora son mi familia y soy mucho más feliz aquí que en mis años pasados.
–Lola cubreme el turno del viernes –se acercó Dalia.
–Estás loca… Ese día tengo turno en la mañana, tendría que trabajar todo el día –me quejé limpiando unas mesas.
–Lo sé, pero conocí a un chico increíble y me invitó a salir ese día –suplicó juntando sus manos.
-Y por un chico me vas a dejar a mi trabajando todo el dia - le reproché.
-Vamos Lola, tu eres la mejor amiga del mundo, compadecete de esta alma en pena que no ha tenido una cita en mucho tiempo -coloco su mano en la frente, Dalia siempre siendo tan drámatica.
En ese momento la campañilla de la cafetería sonó y entró una rubia alta, esbelta con un vestido rojo pegado a su piel y detrás de ella un chico con camisa celeste abotonada y pantalón n***o tiene el cabello color rubio arena y ojos color miel. Se sentaron en una mesa y la chica miraba con recelo tratando de limpiar todo.
Esto definitivamente iba a ser un reto para mí.
–Olvídalo Dalia, no te cubriré por un chico –la señalé con el dedo y me dirigí a atender la mesa que por desgracia era mi turno de atenderlos.
–Bienvenidos a d**k's Restaurant, ¿Qué desean ordenar? –sonreí.
Observé que están bien vestidos, no como unos multimillonarios, pero si con un buen status social para entrar a un restaurante como este, de seguro son de eso ricos que se perdieron.
–Hola, quiero una hamburguesa con papas, por favor –ordenó el chico mostrándome sus perfectos dientes y me sentí un poco nerviosa, es guapo no lo voy a negar no es que este ciega o algo.
–Hamburguesa con papas, en seguida –repetí anotando en la libreta esquivando su mirada –. ¿Y para la señorita? –Pregunté observando que la chica tenía una mueca en su boca.
–Oye niña, ¿aquí no venden ensaladas?
–Claro que sí tenemos ensaladas en este lado del menú –señalé la carpeta.
–Sí, pero ¿son frescas?
Esto iba a ser dificil, tome un respiro antes de responder.
–Prepararemos los ingredientes más frescos para usted –comenté dándole una sonrisa fingida.
–Solo ordena algo, Chelsea –intervino el chico y no pude evitar que una risa saliera de mis labios.
–¿Y a ti qué te pasa? –me pregunto la chica que se llama Chelsea.
No puedo creer que su nombre es el mismo a aquella antigua amiga que tuve en mis años pasados y que al final solo estaba conmigo por mi dinero y status social que le brindaba.
–Es que su nombre es muy hermoso –elogié tratando de disimular.
–Muchas gracias –murmuró y me observó de pies a cabeza –. Tráeme está ensalada –señaló el menú.
–Por supuesto, una ensalada para la señorita Chelsea –repetí y salí de ahí antes de que me diera un ataque de risa.
Serví la comida, pero la chica llamada Chelsea es insoportable, me llama a cada cinco minutos por algo nuevo y siempre pregunta si todo está desinfectado; como es mi trabajo la atendí sin tratar de matarla y con una sonrisa, ni yo sé de dónde reuní tanta paciencia, aunque el chico a veces va en mi auxilio diciendole que solo coma, la trata bastante extraño, al fin pidieron la cuenta y fui a la caja a pasar la tarjeta que el chico me ha dado.
–Oye… Lola… ¿no es así? –Se acercó el chico tiene la vista en mi pecho, casi le grito pero recorde que ve mi gafete.
–En seguida le cobró, caballero.
–Está bien, solo quería agradecerte por ser tan paciente con mi hermana… Sé que puede ser un dolor de cabeza.
Una pequeña sonrisa involuntaria me salió ante sus palabras, pero me detuve al recordar que no tengo que reírme de los clientes, bueno al menos ya se porque la trababa así en definitiva no podia ser su novia, reaccioné cuando me pregunté en mis pensamientos ¿por qué me esta diciendo esto? Aclaré mi garganta y le cobre rápidamente.
Veo que abre su billetera para sacar un billete elevado antes de recibir su tarjeta. Observé su mano con el billete y lo ví a los ojos, definitivamente son hermanos creyéndose la gran cosa solo por tener dinero. Di un suspiro esperando que me quedará un poco de paciencia muy muy muuuuy en el fondo.
–No se preocupe caballero, la propina viene incluida –señalé extendiendo mi mano para darle su tarjeta.
–Es para ti, es un agradecimiento –volvió a extender la mano, ya estaba perdiendo la poca paciencia que me había dejado su hermana.
–No se preocupe, no lo necesito –repetí intentando darle su tarjeta.
–En serio.. yo insisto, solo tómalo –insistió queriendo darmelo.
–Dije que no lo necesito –alce la voz sin darme cuenta chocando mi puño con el mostrador y alrededor se silencio por un momento.
–¿Sucede algo, Lola? –Preguntó d**k desde el fondo de la cocina.
–No es nada d**k, solo estoy cobrando –aclaré, dándole una mirada fria al chico.
El chico se quedó en silencio, me dió una ligera sonrisa guardando el billete y su tarjeta para después caminar a la salida. Para mí suerte no creo que vuelvan este tipo de personas, jamás vienen aquí y por eso es perfecto para mí. En un lugar así no pueden encontrarme y jamas se imaginarian que Andrea Desmond estuviera trabajando de camarera en un sencillo restaturante.
–¿Qué pasó? –Se acercó Dalia.
–Argh… esos ricos que siempre se creen mejores –gruñí cruzando los brazos.
–Rico o no, el chico es muy guapo –observó Dalia hacia la puerta de salida.
Vale, si era guapo, pero lo encantador se le había ido con esa actitud de 'mirenme tengo mucho dinero'.
–Solo en eso piensas –señalé dándole un golpe en el hombro.
–¡Oye! No estoy ciega, me cubrirás el viernes –insistió sin perder el tiempo y sabía que me seguiría hasta que aceptara.
–Está bien, te cubriré el viernes –me rendí poniendo los ojos en blanco y continuando con mi turno.
*
La semana pasó tranquila después del incidente con el chico, gracias al cielo, porque no creo que d**k me perdone otra, aunque no me ha ido tan mal; sin darme cuenta ya era viernes, Dalia está súper nerviosa por su cita con el chico y yo enojada porque tendré que hacer doble turno.
–Nos vemos –me despedí mientras salía del apartamento muy temprano, debia entrar a las 7 de la mañana y cubriendo el turno de Dalia seria hasta las 10 de la noche.
El apartamento queda cerca del restaurante así que puedo caminar hasta allá y nos ahorramos la gasolina, además Dalia se llevará el auto de segunda mano que habíamos comprado para su cita, porque no se consiguio un chico con auto, a mi me parecia un poco raro que ella lo fuera a traer, en fin.
Es increíble lo mucho que he avanzado por mi cuenta en este año, con todo el dinero y poder de mi familia se diría que tenía todo, pero no es así, ni siquiera todo el dinero del mundo puede protegerte o resolver tus problemas emocionales o falta de afecto.
El día pasó tranquilo y d**k siempre se iba una hora antes dejando a alguien a cargo para cerrar, hoy le tocaba a Dalia, pero como soy yo quien la cubre, me retracé un poco porque al final del turno me quedé organizando las cuentas, algo en lo que era muy buena y d**k me había confiado en el poco tiempo que llevaba; al cerrar el restaurante me doy cuenta que unos chicos en sus motocicletas están bebiendo, un escalofrío recorrió mi espalda y algunos pensamientos llegaron a mi mente, decidí no darle importancia y comenzar a caminar, dos de ellos se levantaron detrás de mí, observé alrededor, por la hora estoy solo yo y los hombres.
–Cariño, quieres divertirte –me habló uno acercándose, reaccioné empezando a correr, sabía que al doblar en la esquina y encontrar la clínica médica estaría a salvo, pero el hombre fue más rápido y me arrastró contra la pared, tarde un poco en reaccionar porque sentí un zumbido en mis oídos, agite mi cabeza para centrarme en la situación y la forma de salir.
–Suéltame –grité abofeteando su mejilla.
–Te haces la difícil –dice y me lanzó contra la pared golpeando mi cabeza, casi me desmayó cuando a lejos escuché una voz.
–¡Déjenla tranquila! –escuche que alguien hablo a lo lejos y pude observar que los hombres se alejaron rápidamente, quería mantenerme consciente de lo que iba a pasar, pero el dolor de cabeza fue tan fuerte que todo se desvaneció a mi alrededor...
*
Abrí los ojos y trate de levantarme, me duele demasiado la cabeza, lo que hizo que vuelva a recostarme, cuando mi vista se aclaró me dí cuenta que es una habitación con paredes blancas y utensilios médicos, tengo unos cables en mis manos y agujas, unas imagenes vienen a mi mente de los hombres alcanzandome y alguien intervino, mis manos se helaron y comence a respirar agitadamente, debo tranquilizarme, por suerte fui a terapia hace unos años y la psicóloga me enseño a identificar el ataque de pánico y como calmarlo. Ahora estoy estoy aquí y no tengo idea de como llegue.
¿Por qué me pasan estas cosas a mí?
Espere unos minutos y me levanté colocando los pies fuera de la cama, me doy cuenta que tengo una bata blanca y veo a los lados buscando mi bolso que está en el sofá cerca de la puerta, intenté pararme, pero justo en ese momento un chico entra y me detiene.
–No, no, no, debes guardar reposo –escuché esa voz conocida, así que cuando vuelvo a la cama, levantó la mirada y ahí está él… Es el chico rico del restaurante, pero esta vez tiene una bata blanca ¿Es médico? ¿Trabaja aquí? Nunca lo había visto por la ciudad. Tampoco es que sea muy sociable, pero es una ciudad chica y sencilla, estoy segura que lo recordaría.
–¿Qué estoy haciendo aquí? –Pregunté un poco desorientada o creo que la verdadera pregunta es ¿dónde estoy? Mi mente no logra formular nada.
–Anoche unos hombres te atacaron, iba pasando por ahí y logré detenerlos –murmuró, su voz fue bastante suave y sentí sus dedos revisando mi cabeza.
–¿Me estás siguiendo o algo así? –Señalé y una sonrisa se formó en sus labios sabiendo que lo recordaba.
–Veo que tu memoria está intacta así que no… Yo trabajo aquí y estaba de turno anoche, decidí salir un momento justo cuando pasó todo –explicó pasando una luz por mis ojos.
–Está bien, te creo –suspiré queriendo cerrar mis ojos. De pronto recuerde que tengo que trabajar, así que abrí mis ojos nuevamente –. Debo irme –intenté pararme cuando él me detuvo.
–Dije que no, fue un golpe bastante fuerte y te quedarás hasta mañana –ordenó.
Lo observé un instante y arqueé una ceja.
Y a este que le pasa queriéndome dar una orden, tampoco podía enojarme de todas formas me había ayudado. Me calme y trate de explicarle.
–Estoy bien, además tengo que ir a trabajar y nadie sabe dónde estoy –recordé.
–Soy el médico aquí y ordenó que necesitas quedarte –remarcó, sé que no me dejará ir, de cualquier modo tengo que llamar a Dalia.
–Bien, pero debo llamar a una amiga para avisarle –señale mis cosas.
–Bien, avísale –me alcanzó mi bolsa, mientras yo busco mi celular y llamó a Dalia, el médico anotó algo en unos papeles.
–Hola mejor amiga del mundo mundial –escuché a Dalia y yo intente ignorar su saludo, porque solo escuchar su voz es bastante molesto para el dolor de cabeza.
–Dalia, necesito que me cubras está noche –hable mientras escucho unas risas y la voz de un hombre –. Veo que te fue muy bien anoche –concluí poniendo los ojos en blanco.
–¡Siii! Está bien, te cubriré, pero ¿pasó algo? –Pregunto dudosa por mi débil voz.
–Escucha estoy bien, cuando iba de regreso a casa unos hombres me golpearon la cabeza, pero alguien llegó a tiempo y ahora estoy en… en… –titubeé viendo al médico para que me dijera dónde estoy.
–En la clínica Robinson –susurro el médico.
–En la clínica Robinson –repetí al teléfono cuando reaccioné y repetí exaltada –. ¡En la clínica Robinson!... Olvidalo Dalia te veo en casa –corté la llamada –. Pero qué mierda… ¡Estás loco! ¡Cómo voy a estar aquí, me quedaré endeudada de por vida! Pero ni donando toda mi sangre podría pagar este lugar… Suficiente yo me largo –alce la voz intentando levantarme otra vez, de inmediato se acerco y me detuvo.
–No lo harás –negó –. Y por el p**o no te preocupes.
Ahora soy un caso de caridad o algo asi, recordé cuando me quiso dar el billete en el restaurante.
–Cómo que no… ya dije que me voy –repetí furiosa.
–Escucha… ya dije que no te vas y si es necesario llamaré a psiquiatría para que te amarren a la cama, no te preocupes por el dinero,
de acuerdo –habló con firmeza.
Un suspiro salió de mis labios, sé que no ganare, me recoste en la cama, además no me gustan los hospitales, pensaré en como salir cuando se vaya y me deje tranquila.
–Buena chica –susurró con una sonrisa cinflona.
–¡Al menos me dirás tu nombre! –exclamé antes de que llegara a la puerta. Recordé que él si sabia el mio por el restaurante, pero jamas se presento.
–Soy Jonathan –respondió y siguió caminando.
Imbécil... cruzo por mi mente, bueno al menos ese imbécil me salvó, deberia estar agradecida que al menos estoy bien.