Superar etapas

2562 Words
Creyendo que no tendría que volver a ver a Belial, traté de mantener mi mente ocupada en la universidad. Estaba cerca a dar los exámenes, y pronto tendría que sustentar mi trabajo de investigación, pero el pensamiento de encontrar un trabajo, no se apartaba de mi mente, de lo contrario el dinero que tenía ahorrado se iría. Así que con toda la actitud del mundo, y luego de terminar mis clases, salí de la universidad, sin imaginar que me enfrentaría a mi pesadilla. —¿¡Ya estás contenta!? Unos brazos me habían sorprendido al ir distraída por la acera. —¿Q-qué te pasa, Belial? —¡Era lo que querías! ¡Lo lograste! ¡Me j0diste! Yo no entendía. Su mirada era aterradora, como si estuvieran inyectados de sangre y las venas en sus brazos se veían dilatadas. Jamás lo había visto tan furioso. —No tengo tú tiempo, adiós. —¡Ella perdió al bebé! —gritó con tal fuerza que muchos lo oyeron—. ¡Provocaste que mi hijo muriera! Después de insultarla, hiciste que se pusiera mal y… ¡Esto no voy a perdonarlo jamás, Ana! ¿Qué culpa tenía mi hijo? ¿¡Qué culpa tenía!? ¡Me has destrozado! —Perdió al bebé… —murmuré sorprendida, pero con una extraña sensación de temor, al pensar que yo podría pasar por lo mismo—. No vengas a culparme por algo que yo hice. —¿¡Entonces quién lo hizo!? —su furia llevó a que sacudiera mis hombros—. ¡Era mi hijo! ¿Sabes cómo me siento? —Ya basta… ¡Yo no hice nada! —cuando al fin logré que me soltara, sentí un dolor en mi vientre, uno que logré disimular—. Ve a culpar a otra persona, yo no tengo nada que hablar contigo. —¡Ana! ¡No he terminado! Él subió a su auto y fue tras de mí. —¡Ya te he dicho que no te conozco! De este modo, me marché sin mirar una sola vez atrás, pero al descubrir que me estaba siguiendo, sentí las punzadas en mi vientre aumentar. Tenía que hallar la manera de perderlo de vista, él no podía saber de mi embarazo. Así que, empecé a correr, mas sin darme cuenta, terminé chocando con unas personas, mis gafas cayeron al suelo y una de ellas me observó con asombro. Era una pelirroja a la que recordaba haber visto antes, pero tan pronto tomé mis gafas, escapé. Cuando al fin logré evadir a Belial, me recargué en la pared de un callejón, sin embargo, el dolor aumentó y al bajar mi vista, noté mis pantalones manchados de sangre. —Mi bebé… —susurré, sintiendo que me quedaba sin aire—. Mi bebé… ¡Ay! —sollocé con el dolor cada vez más severo. —Otra vez sin clientes… ¡Vaya día! Una voz que iba quejándose de su mal día, apareció por el pasadizo, encontrándome encogiéndome en dolor. Se trataba de una mujer bastante maquillada y de vestimenta sugerente, pero al ver mi estado, corrió a ayudarme. —Oye, ¿qué te pasó? ¡Dios, estás perdiendo mucha sangre! —Mi bebé… —logré apenas decir—. Ayúdame, por favor… Después de eso, perdí la conciencia, y no recuerdo cómo sucedió, ni como lo hice, pero al despertar me encontré a unos ojos verdes comprobando mi estado. —Despertaste, no te muevas, voy a llamar al doctor. Aquel tipo se fue, y regresó con quien ya conocía. Era mi médico, también amigo de Rogelio. —Ay Ana, vaya susto que das. Entonces, recordé. —¡Mi bebé! ¿Cómo está mi hijo? —Ahora descansa. Has tenido un riesgo de aborto por haber estado sometida a una alta carga de estrés, y tu enfermedad no ayuda mucho. Solo tienes cuatro meses de embarazo, y mira cómo estás… Ana, no voy a mentirte, las cosas van a ir poniéndose peor. Sé que la muerte de Rogelio tampoco ha sido fácil de asimilar. —Pero mi bebé… —Sí, aún vive —respondió resignado, comprendiendo que mi único interés era la vida de mi hijo. —Pues si le preocupa su hijo, debería también preocuparse por usted —añadió aquel sujeto de ojos verdes—. Recuerde que el bebé siente todo lo que usted pasa. —¿Quién eres? —pregunté —Oh, él es Josh, residente de medicina. —Nunca lo había visto. —Y hablando de ver, la mujer que te trajo está esperando en la sala. Tuviste suerte de que te encontrara —me comentó. Recordé a la mujer de cabello cobrizo, y le pedí al médico que le permitiera su ingreso. —¿Estás segura? No parece ser una persona confiable. —Si me trajo y espera por mí, es suficiente. Rendido, asintió y se alejó, dejándome a solas con aquel sujeto que leía mi historial médico. —¿Tan mal estoy? —pregunté sin mirarlo. —Bueno, ¿qué puedo decir? Una mujer embarazada con Leucemia, no es algo que se vea todos los días. —Vaya que eres delicado al decir las cosas —solté una pequeña sonrisa. —Sí, me lo han dicho —me devolvió la sonrisa—. A veces con el tiempo uno va perdiendo las emociones. —Ojalá eso me sucediera. —Dejame adivinar, ¿problemas con el padre de tu hijo? —No deseo hablar de él. —Entonces le atiné, pero sabes una cosa, también he estado comprometido, ella me dejó por el poco tiempo que tenía, en realidad creí que me sentiría vacío, pero enfoqué mi vida en ser el profesional que quiero ser. Tú tienes una vida que llevas formándose en tus entrañas, no busques afuera, lo que ya tienes contigo. Él dejó mi historial en la pequeña mesa, planeaba seguir con su recorrido, pero justo cuando estaba en la puerta, se detuvo. —Lindos ojos, no apagues su brillo. Y cuando él salió, vi a la mujer que ingresó con cierta desconfianza, hasta que me vio. —¡Ay mujer! Casi me da algo cuando te vi con tanta sangre. Tenía que darle las gracias, ella había salvado mi vida, estuvimos conversando durante un buen rato, y poco a poco me iba agradando más, pero recordé a Will y supe que debía llamarlo. Efectivamente, apenas escuchó mi voz y enterado de lo sucedido, se dirigió a verme. La mirada de preocupación, era la misma con la que veía a Rogelio, parecía temer lo peor, sin embargo, yo no me iba a rendir fácilmente. Cuando al fin me dieron de alta, me dejaron en claro que debía ser muy cuidadosa con mi embarazo, así que en los siguientes días, Will me acompañó a la universidad, ya había perdido clases y solo me quedaban los exámenes para recuperar mis calificaciones. Cada vez faltaba poco para sostener mi título y decir que lo logré… Lo mismo que diré, cuando desaparezca esta enfermedad de mi cuerpo. El optimismo debía seguir, aún no he muerto. … Fue una mañana en la que Will no había llegado para acompañarme en el camino de regreso a casa. Al parecer había tenido un problema personal, por lo que me llamó a disculparse, para mi no había ningún problema, después de todo, ¿qué problema podría tener? De repente, una notificación llegó a mi celular, las noticias nunca se detenían, mas al ver la portada, se me erizó la piel. —Se casó —dije en palabras apenas audibles, pero eso era algo que iba a suceder, no había de que sorprenderme. Ellos eran iguales. Iba por la acera buscando hallar un taxi, entonces, me percaté de unos aullidos lastimeros, llevada por mi curiosidad entré a un sucio callejón, donde en una vieja caja de cartón, había un pequeño can lleno lleno de lodo y al parecer muy hambriento. —Hola pequeño, ¿estás solo? Este apenas podía abrir los ojos, de lo sucios que estaban. —También te han dejado solo, ¿verdad? Sé lo que puede sentirse, al principio duele, pero cuando menos lo esperas, alguien llega. Tomándolo en mis manos, lo levanté de la caja, era un pequeño cachorro de Husky, no entendía cómo alguien podía abandonar a tan bello animalito, pero esa no fue mi única sorpresa, mis ojos no pudieron creerlo, cuando este abrió los ojos por completo, dejando ver la coloración azul y verde en cada ojo. Era como yo, y de inmediato, me sentí más identificada. Mi pecho dolió y no pude evitar recordar mi situación, el pequeño animal representaba lo que habían hecho con mi alma. Enlodada, abandonada maltratada, pero con ganas de vivir, y así sería. Me llevé al cachorro a casa, llevándome la sorpresa de encontrar a Will y al abogado de mi difunto esposo. —¿Pasó algo? —Pasó todo, Ana —me dijo Will con entusiasmo—. El abogado de mi señor, ha traído estos papeles. En el se deja claro que tú eres dueña y señora de todo. —¿Dueña? No comprendo. —Un juez ha ordenado que esos intrusos se larguen —soltando unas lágrimas, Will me abrazó—. Ana, eres la heredera absoluta. De repente, el abogado empezó a explicar todo. —Esa familia quería aprovecharse de tu debilidad. Ellos habían hecho firmar a Rogelio unos papeles, él siempre intuyó que algún día lo utilizarían para algo malo y no se equivocó. De modo que tuve que hacer que invalidaran esos papeles, para presentar la última voluntad de mi cliente. Yo aún estaba sorprendida. —Eso quiere decir que… —Puedes dejar este lugar y regresar a tu casa, tu vida. Señora Ana Ardley. Yo jamás iba a olvidar a Rogelio, que incluso sin estar en este mundo, me seguía ayudando. Me juré que nunca iba a bajar la cabeza, que iba a esforzarme el doble. Ya era momento de enterrar el pasado. … Fue así que después de tanto esfuerzo, me gradué, era una mujer que ni la enfermedad la detuvo. Los meses siguieron transcurriendo, cada vez mi vientre iba tomando más forma, del mismo modo que las manchas en mi cuerpo seguían aumentando. El cansancio era el doble, el malestar no abandonaba mi cuerpo, todo apuntaba a que no lo lograría, pero yo me había decidido a conseguirlo, nada me iba derrotar. Y mientras en las noticias salía Belial junto a Ratja, y de lo bien que el negocio iba, además de ser una pareja muy unida, yo tuve a mi bebé. Debilitada y casi al borde la muerte, mi único soporte fue ver a mi niña entre mis brazos. Ahí tenía a mi motor. —Es una preciosa, bebé —me dijo la doctora que colocó a mi hija en mi pecho. Las lágrimas fueron inevitables y lloré con fuerza, logré sostenerla, mientras ella lloraba para llenar sus pulmones. —Está bien, está bien… —repetí, pegándola a mi corazón—. Mamá está aquí… mamá no dejará que tu llanto no tenga consuelo, mamá va a protegerte, mamá va a amarte siempre. Poco a poco su llanto fue cesando, e instintivamente la arrullé con el amor de mi corazón. —Eres mi brillo de sol… Mi único brillo de sol… Me haces feliz cuando el cielo está gris…Nunca sabrás cariño, cuanto te amo… Por favor, no me quites el sol. … Transcurrió el tiempo, y mi vida no se detuvo. Trabajé en superarme a mi misma y le gané a mi enfermedad. Yo podía contra el mundo, y mi trabajo era ampliamente conocido, mis diseños eran catalogados como finos y exquisitos. Un gusto que despertaba el interés de más de una empresa modista. Lo tenía todo, y era feliz. —Ana, ¿puedo pasar? Dejando el pequeño cuadro en mi escritorio, asentí. —Sabes que sí, Will. Él ingresó con unos papeles, notando mi gran sonrisa. —Veo que estás muy feliz. —¿Y cómo no? El último desfile ha sido un éxito, ¿pero sabes? Estoy pensando aceptar la propuesta de una de las empresas que me han llamado, podría hacer una colaboración especial. —Sobre eso… Llegó esto —él me entregó un documento que al ver las iniciales, reconocí el logo. —¿Bercelli? No comprendo. —Tal parece que la jugada no le salió bien al presidente. En las noticias se rumorea que está literalmente en bancarrota, muchos perderán sus empleos. —¿Cómo puede ser? Si hace poco anunciaron su nueva colección. —Resultó en fracaso. Las pérdidas fueron millonarias. Ahora tu ex esposo, digo Belial Bercelli, está a punto de quebrar la marca. —Vaya… —me sorprendí—. ¿Y esto lo manda él? —No, de hecho creo que no está ni enterado, ese documento lo envía el patriarca de los Bercelli; el abuelo de Belial. Ruega su ayuda. —¡Mi ayuda! Debe ser una broma. El patriarca fue el único que me aceptó encantado en esa familia, y le guardo cariño, pero… ¿Pedirme eso? Es un disparate. —Cuando el potencial es alto, se reconoce. Eres una estupenda diseñadora y todo lo que tu mano hace, se vuelve un éxito. —Pero ¿qué pasará cuando vean a Vera? —Nadie sabe que tuviste una hija, y tampoco tienen que saberlo. Will tenía razón, solo sería trabajo, pero aún así, tenía mejores ofertas. Si Belial se había metido en ese problema, que lo solucione solo. De pronto, Will fue sorprendido por una llamada. —Es el patriarca de los Bercelli —me dijo al ver el número—. Le di mi número, no pensé que llamaría, ¿le contesto? —Es un hombre mayor, y es el único de esa familia que no me ha hecho nada. Hazlo. Will contestó y de inmediato me entregó su celular. —Quiere hablar contigo. Acepté responder, solo por respeto, y escuché después de años la voz del señor. —¿Ana? —Señor Ber, ¿cuánto tiempo? —Querida Ana, cuánto gusto me da que recibas mi llamada. Imagino que ya sabes por la crisis que estamos pasando. —Estoy enterada, no sabe cómo lo lamento, pero sobre su propuesta… —Ana, te lo imploro, Bercelli es una marca que fundé cuando aún era un hombre soltero, no quiero morir viendo a mi empresa caer. —Señor… —Te lo ruego, Ana. Solo tus manos pueden ayudarnos. Yo no sabía que responder, pero fue en ese momento, cuando las puertas de mi despacho se abrieron, dejando ver una carita llena de felicidad, junto al can que corría por todo mi despacho. —¡Mami! —¿Estás ocupada? —preguntó serio. —Eh… Está bien, acepto —respondí con tal de evitar que oyera la voz de mi hija—. Mañana me presentaré en "Bercelli" Colgué y solo ahí fui consciente en lo que me había metido. —Mami, ¿quién era? Mi niña de cinco años, tenía todos mis rasgos, salvo mis ojos, que eran los mismos de su padre. Azul claro. —Trabajo, mi niña. Solo es trabajo, nada de que preocuparte. Bien, eso era. Sin importar quien estaba frente a mí, yo soy una profesional, mis diseños son los mejores y tengo gran seguridad de mí. Ellos son solo otro cliente más.
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