—No lo entiendo, no comprendo —decía Ana angustiada, con el cuerpo totalmente tembloroso—. Ella ni siquiera es alérgica a los chocolates, le encantan. Si esto lleva a mayores consecuencias, me muero… Me muero por mi hija.
Después de mucho tiempo, vi a Ana mostrar temor, traía las manos sobre sus rodillas, su mirada no dejaba mostrarse perdida.
Quise estirar mi mano para hacerle entender que comprendía ese miedo, porque dentro de mí, sentía fuertes punzadas que picaban a mi corazón.
Pero tuve que retroceder, cuando el médico salió con el informe de Vera.
—¿Ustedes son los padres de la niña? —preguntó.
—¿Cómo está mi hija? —se apresuró en preguntar Ana—. ¿Lograron saber que tienen esos chocolates? ¿Es veneno?
—El informe de laboratorio me indica que es un tipo de droga que provoca la s
