"No toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido."
Mario Sarmiento
Luego de la entrevista con su cliente, Claudia regresó al Bufete, mientras se le hacia la hora de buscar a Santiago. Aún estaba pensativa, aquella historia había sido inesperada para ella. Muchos juzgan a las personas por la forma en que actúan, pero pocos conocen de su dolor, de sus tristezas.
Sentía compasión por Paul Bellini, el mafioso más importante de la zona Este, el duro, el implacable. De pronto, su celular comenzó a sonar, sacándola de su estado reflexivo, a la cruel realidad. Pestañeó un par de veces, reaccionando rápidamente al ver en la pantalla de su celular “Maestra Libia”. Se apresuró a atender la llamada:
—Sí, maestra, dígame. —su rostro palideció cuando escuchó la voz del otro lado, diciéndole:
—Santiago tuvo un desmayo, lo tengo en la clínica Santa Rosa.
—Voy para allá —contestó angustiada, tomó su cartera, fue hasta donde estaba Julia— Tengo una emergencia, dile a Fabricio que trataré de regresar.
—¿Es Santi? —preguntó al verla tan angustiada.
—Sí. —contestó parcamente, salió de la oficina y subió a su auto. Condujo lo más rápido que pudo hasta llegar a donde estaba su hijo.
Bajó desesperada del auto y corrió hasta la entrada de la clínica.
—Señorita por favor, el niño Santiago Fernándes.
La mujer revisó su lista de ingresos en el computador.
—Está en emergencia, señora. Pero, no puede pasar hacia esa área.
—¿Cómo dice? ¡Es mi hijo! —aseveró con hostilidad.
—Disculpe pero no puede haber más de dos personas con el paciente. —le advirtió la mujer de mirada fría.
—¿Dos? ¿De qué habla? —preguntó confundida.
—El padre del niño está con él.
Aún sin entender que estaba pasando, no tomó en cuenta las exigencias de la recepcionistas y entró al área de emergencia. Se asomó en cada cubículo hasta que dio con el de su hijo, se sorprendió de ver a Thiago junto a la maestra de su hijo.
—Libia, por favor salga. Quiero estar con mi hijo y el vigilante ya debe venir a sacarme. —le exigió.
—Sí, señora Claudia, tuve que llamar al padre, estaba desesperada.
—No se preocupe, luego hablamos —la mujer salió del pequeño cubículo.
—Así saludas —increpó Thiago.
Ella no quiso responder a aquella insulsa pregunta, se acercó y acarició el cabello rubio de su hijo.
—Mamita —dijo él, mirándola con una sonrisa al verlo.
—Aquí estoy mi vida, aquí está tu mami. —le besó en la frente. Él cerró sus ojos. Ella volteó hacia su ex marido — ¿Qué dijo el médico? —preguntó
—Hasta ahora, solo exámenes y más exámenes, mírale los brazos, ya le han sacado tres veces la sangre.
Claudia acarició el brazo de su bebé.
—Creo que no has sabido encargarte de nuestro hijo. —repuso.
Ella tuvo que morderse la lengua para no formar un escándalo en aquel lugar.
—¡Que riñones tienes! —lo miró con repulsión— venir a exigirme explicaciones sobre como he cuidado a mi hijo, cuando tú ni siquiera te preocupaste nunca de él.
El médico llegó en ese instante. Al ver la situación tensa entre ellos, decidió sacarlos de allí.
—Necesito que me acompañen, los dos. —les exigió.
Claudia se apartó de él, siguió al médico y entró al consultorio.
—Siéntense por favor. —los miró y movió la cabeza en desaprobación del comportamiento de ambos. —Su hijo tiene una valvulopatia severa, y ustedes en vez de cuidar de él, en este momento, discuten. ¿Cómo creen que se sienta Santiago al ver la intolerancia que hay entre ustedes? ¿No les importa la vida de su hijo?
Ambos bajaron el rostro, realmente el médico tenía toda la razón, estaban comportándose como un par de adolescentes.
—Lo siento —se excusó ella— Me puse nerviosa al saber que mi hijo está decayendo.
—Su salud, es algo que no solo depende de una válvula, sino también de una situación emocional. Sus problemas —los señaló a los dos— son lo que menos me importa, aquí lo único importante es que él esté junto a sus padres.
Ambos asintieron. Se miraron de frente y volvieron a bajar la mirada.
—Por otro lado, estuve viendo la historia médica del niño, aunque no soy su médico directo, la condición de su hijo amerita lo antes posible de una intervención quirúrgica, necesitamos hacer un transplante ventricular.
Thiago cubrió su rostro con ambas manos, hasta ahora no sabía que la condición de su hijo era realmente, tan difícil.
—¿Cuánto doctor, cuánto cuesta la operación? —preguntó él, pensando que eso resolvería todo.
—Acá el dinero es lo de menos, el riesgo de operar es tan peligroso como no hacerlo. El niño puede morir —Claudia no puede evitar quebrarse ante aquellas palabras, llora desconsoladamente. —Pero si se salva, tendrá muchos años de vida.
Por más pequeña que fuese aquella esperanza, Claudia prefería aferrarse a ella. Su corazón de madre no le permitía pensar en perder a su hijo. Por primera vez, Thiago en un gesto de consuelo, la abraza. Ella necesita ese abrazo desde hace mucho tiempo.
—Todo va a salir bien, mi amor —susurró él y ella lo abrazó con fuerza.
—Por ahora, voy a hacer todos los exámenes pre operatorio que se necesiten para intervenir lo antes posible.
Thiago, la ayudó a levantarse, regresaron al lado de su hijo, si algo realmente merecía una tregua entre ellos y sus egos, era la tranquilidad de su hijo. Claudia estaba dispuesta a hacer lo que fuese necesario por él, de eso no tenía la menor duda.
Horas más tardes, el médico le dio de alta a Santiago, Thiago los llevó hasta su casa, y esa noche como nunca antes lo hizo, decidió quedarse junto a él.
—¿Dormirás en la sala? —preguntó ella.
—¿Quieres que duerma en la habitación? —respondió él con una pregunta.
—Dónde prefieras —le contestó amablemente.
Thiago siempre recordaba su historia de amor con Claudia, el tiempo había pasado, ella era una mujer increible pero aún él seguía enamorado de Verónica. Además ella era la única, que podía prestarle el dinero para operar a su hijo.
—Me quedaré aquí, es lo mejor. —ella le entregó la almohada y una sábana y regresó a su cuarto.
Claudia no podía negar que seguía enamorada de él, pero era obvio que él, no. Se acostó, no podía dormir pensando en todo lo que estaba pasando, en las palabras del médico, en la operación del niño. Por lo menos saber que Thiago estaba junto a ella, era algo reconfortante. No verse tan sola en medio de aquella terrible situación.
Vio las horas transcurrir, dio vueltas en distintas posiciones, contó ovejas al derecho y al revés y nada. Sintió un poco de sed y bajó por una jarra con agua. Habitualmente la subía antes de acostarse, pero la ansiedad y la angustia que le provocaba la salud de su hijo, le hizo olvidarlo por completo. Caminó de puntillas para no despertar a Thiago, pero él al igual que ella, no lograba conciliar el sueño.
—No te preocupes, estoy despierto —le dijo; ella por poco grita, del susto.
—Por Dios Thiago, casi me matas de un susto.
—No puedo dormir, ¿y tú? —preguntó él.
—Menos —respondió ella y fue hasta la cocina.
Él se incorporó, se sentó y luego fue detrás de ella.
—¿Me sirves un vaso? —le pidió él, ella asintió.
Verla así, en camisón, revivió en él momentos de su pasado. Se acercó y la abrazó por detrás, ella sintió la rigidez de su sexo en las nalgas.
—Te extraño Claudia. —murmuró a su oido.
Ella asintió, él la volteó de frente a ella, la levantó y la sentó en el mesón de mármol y comenzó a besarla apasionadamente, aunque una parte de su mente se negaba a estar con él, la otra parte de ella, se dejaba llevar, él descendió por su cuello, mientras iba soltando uno a uno los botones del camisón de seda. Claudia sintió su cuerpo arder desde dentro, acarició con vehemencia la espalda de su ex marido y hasta ahora, el único hombre con el que había estado.
Thiago humedeció los pezones con su lengua, mientras ella disfrutaba de aquel momento. Luego bajó por su abdomen, se arrodilló y se internó entre sus piernas, pasó su lengua de arriba hasta abajo, haciendo que ella se erizara de pie a cabeza, su v****a comenzó a humedecerse sin siquiera él haberla rozado; imaginación de ella, era superior a sus caricias, necesitaba aquello, realmente lo necesitaba. Mientras él, saboreaba su almeja ella mecía con fuerza su pelvis, apretando contra su v****a, el rostro de él.
Al ver su excitación, se puso de pie, bajó su pantalón, ella abrió sus piernas, él la sujetó por ambos muslos y la penetró una y otra vez, mientras ella bisbiseaba su nombre: “Thiago, Thiago, te amo”.
Aquella frase fue para él, un poco desconcertante, lo que estaba pasando entre ellos, era apenas lo normal, de ex que se encuentran, reviven su pasado y follan. Eso era lo que él, pensaba. Claudia ingenuamente se imaginó una hermosa reconciliación.
Thiago estaba a punto de llegar, pero se contuvo, sacó su falo y bañó su vientre, ella sintió sus fluidos como fuego quemándole la piel, para ella aquel gesto fue la respuesta evidente de lo que él no se atrevió a decir con palabras. Luego de recuperar el aire, quiso abrazarla y besarla, pero ella lo evadió con una excusa.
—Voy a ver al niño. —se arregló el camisón de seda y subió a la habitación, él solo tomó un vaso con agua y se recostó en el sofá, quedando profundamente dormido.
Después de ver que Santiago seguía dormido, bajó para conversar con su ex esposo. Pensó pedirle que se dieran una oportunidad por el niño y por ellos, pero ya él estaba rendido. Tomó la jarra con agua y volvió a la habitación. Nuevamente se sintió caer al fondo como cuando se separó de Thiago, solo que ahora acababan de hacer el amor, y su golpe fue un poco más duro que el anterior.
No durmió sino un poco antes de amanecer. La alarma la despertó, Thiago ya estaba despierto y le llevó el café:
—Toma, te hará bien.
—No he dormido nada. Tengo que llevar al niño a clase.
—No te preocupes, descansa. Yo me encargo.
Ella tomó la taza de café, la dejó sobre la mesa de noche se volteó y se quedó dormida.